Al paso de los años, murió Jacinta, el esposo de Tita, el brujo, y sólo quedó Tita, sola como huevo en chiquihuite, en semejante caserón.
Ha querido rentar la casa donde vivía el brujo, pero nadie dura ahí, que se oye en los patios y dentro de esas casas, pasos, risas; se ven sombras.
Unos dicen que son las almas de tantos difuntos, que ahí andan porque ahí vivieron.
Otros dicen que es el Diablo, que desde que llegó Tita a esa casa, no la deja reposar.
Tita, ya es mujer entrada en años.
La visitan de un culto religioso, le llevan ayuda, como mandado o ropa.
Ella no sale para nada de su casa.
¿Que la retendrá tanto?
Hasta aquí el relato de Sarita, todos nos quedamos callados.
Sarita me dice, como ve si un día, yo hablo con Tita, somos vecinas, nos conocemos de años, si éramos todos tan jóvenes cuando pasó eso que les conté, y ahora ya llego a los 86 años, usted dirá si no conozco bien a bien a Tita, que es la dueña de esa casa.
¿Cuando quiere conocer por dentro esa casa?
Es bella, muy bella, con su estilo arquitectónico antiguo, con sus paredes recubiertas de mármoles italianos, con arcos y columnas que no desmerecen ni con el paso del tiempo.
-Paso saliva. Si cruzando por la acera contraria, percibo tanta tristeza, estando dentro…
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