NUESTRAS PALABRAS
Se cayó una señora, y al comentar ese suceso, agregaba…
Pues aquí, como Jesucristo, me caigo y me levanto.
A los pocos días, se volvió a caer, y seguía con su estribillo.
A la tercera vez, ya toda raspada y maltratada, se hace la luz en su corazón de que algo anda mal, y que no son precisamente sus rodillas.
En recogimiento, en la soledad de su habitación, dice:
Padre, perdóname por tomar como broma el Calvario de tu Hijo Jesucristo.
Dejó de caerse, y después, nos contó a sus amigas lo que le había pasado.
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