CREENCIAS
Joven marino cayó mientras trabajaba del barco que estaba anclado en el puerto.
Buzos peinaron el río.
Los padres, con el alma transida de dolor, y ante la búsqueda inútil del cuerpo de su hijo, se deciden por seguir las creencias, esas creencias, que por algo, no han podido ser guardadas en un baúl de “cosas de los abuelos”.
En un platito colocaron una vela encendida, y cuidadosamente, entre plegarias, la depositaron sobre las aguas del río Panuco.
En una lancha, seguían con ilusión aquella lucecita, hasta que quedó detenida en un punto.
Ahí, en lo profundo, estaba el cuerpo de su hijo enredado. Por eso no había flotado.
Decidieron cremarlo, para tenerlo siempre en su hogar, en un altar que hicieron en su memoria.
En la sala, reunida la familia y amistades más queridas, el padre en breve ceremonia, se dispuso a colocar las cenizas de su hijo, en un recipiente ex profeso.
Tres veces intentó meter la bolsita donde estaban las cenizas, y las mismas tres veces, que la bolsita se expandió cual globo, impidiendo su resguardo en la urna.
El padre, con lágrimas en los ojos, dijo con voz de mando:
Hijo… ¡Te ordeno que entres!
Y la bolsita conteniendo las cenizas, se escurrió dócilmente hacia el interior de la urna.
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