Aquí en la colonia, vemos de todo.
Están los “Panchillos”, les dicen así por su padre, don Pancho; bueno, esos se cooperan y le traen las mañanitas con mariachi a su madre, todos los años.
Y todos los años, los vecinos, esperamos el colofón de esos festejos, todo el día escuchan música, en la noche bailan, se emborrachan, se pelean entre si los 8 hermanos, y terminan mentándose a la festejada de ese día.
La cual, tendrá ya horas de estar durmiendo, porque eso no le quita el sueño, como dice, si son mis hijos, ¡como no los conoceré!
Duerme feliz, porque todos sus hijos y nietos estuvieron en su casa todo el día.
Volvemos con doña Cuquita y el abandono en que la tenían sus hijos:
Al paso de los años, utilizó una silla de ruedas, y su mandado lo encargaba con las vecinas.
Pagaba todos sus gastos, si aceptaba bocaditos de las vecinas, pero la más de las veces, ella daba el dinero, para que le compraran por ejemplo un pollito, y se lo guisaran con verduras.
No era una carga para nadie.
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