Ya me lo imagino, de acuerdo a sus narraciones, saliendo con una par de mulas, en una iba el, y la otra cargada de parte de sus pertenencias.
De esas mulas, que contaba él, que hasta los cochinos, les daban alcance, y las sobrepasaban.
La mula es parsimoniosa, y si no quiere apurar el paso, aunque la agarren a palos.
Y si se enoja, pues se echa y listo.
En otras ocasiones, mi tío, llegaba con costales de los productos que había donde el trabajaba, como vainas de vainilla, semillas de calabaza, o habas, garbanzas, lentejas, nopales, biznagas, tunas, etc.
Las habas las llegue a odiar.
Mi abuelita, no las iba a tirar nadamas porque si.
Que ha Dios, no le gusta, que se desperdicie la comida.
Así, que comíamos habas guisadas como sopa, en tortitas, como pozole, doradas en el comal con sal, o con chilito, habas y más habas.
Ya el sólo olor de las habas, hacía que me saliera vomitando de la casa.
Ahora, ya de vieja, he vuelto a comer habas, me encantan, pero no de todos los días.
Las como, porque sé que son muy nutritivas, contienen mucho hierro, y proteínas, son necesarias en nuestra nutrición.
En la siguiente visita, mi abuelita le dijo a mi tío…
Tráeme una bolsita, un costalito, con un poquito de cada cosa de las que hay allá, y nada más.
Las habas, las tuve que tirar, se picaron se agorgojaron, por mas que repartí, entre personas conocidas.
No es bueno, que traigas tanto.
-Pero mamá, si no acepto sus presentes, se ofenden.
Pues haber como le haces, pero a mí ya no me traigas tanto.
Es una lástima que se tenga que tirar, es un pecado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por visitar el blog