Mi tío, en otras ocasiones, traía tepalcates.
Pedazos de vasijitas, con dibujos, unas pintadas con color ocre, otras con dibujos remarcados como con chuchillo, o con grecas.
Yo me dí el lujo de acariciarlas, así como las puntas de pedernal, que eran creo las que se ocupaban para cazar, hace cientos de años atrás.
Unas eran verdes, con las orillas, como con muescas, eran como el fondo de las botellas de vidrio grueso, de las botellas de vino.
Pero no dejan traslucir tan fácil la luz.
También trajo caritas, molcajetitos, pero mi abuelita, le llamó la atención.
Le dijo, te llevas todo eso de aquí.
No quiero problemas.
¡Ay! Mamá, con el tiempo van a valer mucho.
Y mi abuelita… ¡y a mí que! Yo ya no voy a estar.
Estoy ahorita, y en la cárcel, no quiero pasar mis últimos días.
Pero mamá, si me los mandan los padres de mis alumnos.
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