Todo lo suyo lo tenía contabilizando, y observaba si uno le movía algo del lugar donde lo había dejado.
Decía, aquí alguien me anduvo moviendo.
Aquí alguien descompuso esta lámpara.
Aquí, alguien rompió el tapón de mi perfume.
Y como solo viven en esta casa, mi mamá y tú, señalándome…
Por conclusión, tú eres la causante de todo lo malo, que ha pasado aquí.
Tú, no hay nadie más a quien echarle la culpa.
Tú, mira a tu alrededor, ¿ves acaso a más niños, ves más personas?
Manos de lumbre tienes tú.
Manos de estomago, todo haces cagada.
Ni modo que mi mamá, descomponga las cosas.
Tan cuidadosa que es ella.
Intervenía mi abuelita. Si hijo, sí fui yo.
Deja a la niña en paz.
No es cierto mamá, fue esa mocosa.
Yo no sé porque no se la entregas a mi hermana.
Que se la lleven.
Que se quede con sus padres y hermanos.
Si ella tiene un hogar.
Yo no sé que hace aquí.
-Me acompaña, y yo la quiero aquí.
Mira, no te metas con la niña.
No me hagas enojar.
Y se iba por 1 año, por 2 años, y luego volvía con sus anécdotas.
El cuarto de mi tío se clausuró con un candado.
Y todas las cosas de él, que no cupieron, como un librero, o unas sillas nuevas, o sus baúles, con material educativo, se colocaron en un rincón de la sala.
Pasábamos al lado de sus cosas, como si no existieran.
Después de 2 años, volvió.
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