DOÑA JUANA ELVIRA COBOS SAINT ANDRE (Doña Blanca)
Nos narra:
Mi papá se llamaba Cosme Cobos Nieto, y mi mamá, María Indalecia Saint-André Ortega de Cobos.
Mi abuela Catarina Ortega y Matilde Ortega eran hermanas, Matilde Ortega era la mamá de Celestino Ferro.
Mi mamá era originaria de aquí, ella nació aquí. Mi abuelo es el que nació en Canadá, y se llamaba el Clé Saint-André.
El llegó con una señora y con sus 7 hijos.
Pero se murió su señora, y mi abuelo, Clé Saint-André, se casó con mi abuela y tuvieron 3 hijos: Mi tía Paula, mi tío Raymundo y mi madre, María Indalecia. Mi madre fue la mayor. A los 5 años, murió él, y a los 6 años, murió ella, mi abuela.
Ya se quedaron los hijos grandes con los hijos más pequeños.
¡Que dicen que les dieron una vida pésima! Nunca los quisieron.
Los golpeaban en la mañana, y los golpeaban en la tarde.
Tenían muchos terrenos, pero como no, este, pagaban los impuestos, los fueron embargando, embargando…
Mis hermanos fueron, los de matrimonio:
Proto Arturo Cobos Sain-André
Juan Roberto
Margarita
José Gil
Esteban Cesar
(Todos ya murieron)
Y yo, que soy Juana Elvira.
Mi padre, supe yo que se fue a la revolución, y le dejó encargados mil pesos a un señor, “por si acaso algo le pasaba”, de favor se los entregara a mi mamá.
Mi madre se había quedado aquí en el pueblo, con mis hermanos Proto Arturo y con Juan Roberto, en casa de sus suegros.
Si no vuelvo, le dan esto a mi esposa.
La corrieron, que le dijeron “muerto el ahijado se acabó el compadrazgo”.
Y así, este, estaba lavando ajeno, hacía masas finas, pemoles, cuando llegó mi papá con la carabina al hombro, y le dijo:
¿Qué estás haciendo aquí, si te dejé con mis padres?
¡Pues me corrieron!
Y aquél que te conté, ¿no te entrego los mil pesos que te dejé?
¡No!
Pues ya fue mi papá y se los dieron a mi papá.
Compró ahí, donde está ahora la Cooperativa, que luego vendió esos terrenos.
Luego le dijo el Jefe de Hacienda, que ya podía recuperar los terrenos, aquel de allá… el del Sión, y uno que estaba por allá, del cuartel para allá, que compró “El Pajarito”, el cuál es dueño del hotel.
Papá empezó a comprar camarón, compraba toda la producción, y este, se dedicaba al comercio, y le prestó a mi mamá, para que le pagara lo que debía de Hacienda, y entonces mi mamá adquirió los terrenos.
Todos me conocían por Blanca, hasta el 54 me dijeron que yo me llamaba Juana Elvira. Venía el difunto Joaquín, el cartero, y decía: Srita. Juana Elvira. Nací el 8 de marzo de 1921.
Pues mi papá hizo este galerón, para poner un negocio de mariscos, pero mi hermana se fue, Margarita, pero se fue, que era a la que le gustaba, se fue a Ciudad Madero. Allá compró terreno, hizo su local, otro para otro comercio, también, y cuartos para rentar, para departamentos.
Hace 40 años, estaba mi padre ya grave.
A los 9 años de haber muerto mi padre, se murió mi hermano Cesar, y a los 9 años de morir Cesar, se murió José Gil Cobos, y luego a los 11 años, se murió Proto Arturo, y luego a los 3 años, se murió Margarita y luego se murió Juan Roberto.
Nadamás quedo yo.
Cuando se murió mi hermano Cesar, dijo Juan Roberto: ¡Tú sigues Blanca!
Porque se había muerto el primero, ¿verdad?
¡Pos quien sabe! le dije.
Tengo una ventaja sobre ustedes, que no quemo el dinero (hace la seña de que no fuma).
No me emborracho, refrescos muy poco, procuro una alimentación sana, ¿verdad? Con sus verduras. Así estoy aquí.
Los últimos ya cumplieron 8 años de muertos. Yo nací aquí.
Cuando yo era pequeña, muy pequeña, había 2 galerones chiquitos, uno aquí, y otro allá (señala el fondo del solar).
Uno era sala, otro recamara, allá había cocina, comedor y bodega para meter cosas. Y aquí, a mí me gustaba jugar.
Mi madre, nunca me exigió que fuera a la escuela, y le decía yo… ¡no voy mamá! Y ella me decía… ¡no quieres ir, no vayas!
Mis hermanos me enseñaron a leer y a escribir, mal que bien.
Y no iba a la escuela, me dice Venus, la de la tienda, que vaya a ver a su mamá, le digo…se me hace penoso ¡ay! Esa Irma me hacía mucho repelar…
Ahí donde está la presidencia, había una escuela, se llamaba la Leona Vicario, y ahí, pues me llevó mi mamá. Le dijo Mariquita Castro, que en paz descanse: ¿cómo se llama su hija? Le dijo mi mamá Blanca y me decían Blanca, Blanca y Blanca.
Mi hermano Proto Arturo, decía que se llamaba Carlos Arturo, porque no le gustaba el nombre de Proto.
A mi el licenciado me ha dicho, no diga que se llama Blanca, porque ese nombre no existe, y menos en cuestiones de dinero.
Mis hermanos jugaban al tangano, que es una rueda que se hacía, y luego se le aventaban piedritas.
A los 5 hoyitos, al trompo, a las canicas era lo que yo aprendí. ¡Me encantaba! Y así me la pasaba.
Y luego mis hermanos me enseñaron a decir maldiciones.
Me decían…allá viene aquél, ¡miéntale la madre!
Yo les decía… ¿cuanto me vas a dar? ¡Cinco centavos! ¿Dónde está?
Don Sebastián, el abuelo de la doctora Nicha, que fué presidenta, tenía una tienda allá abajo, por la calle Macetas.
Llegaba yo, y le ponía el cinco, y me daba un LIACHO de dulces.
¡Era buena para los dulces! Era lo que más me gustaban… ¡los dulces!
Y mi mamá me decía, ¡Blanca! ¡El día que te rompan la boca!
¿Me crees tan tonta que me voy a quedar afuera? ¡Me meto pa dentro!
¡No, no y no! Pos como que me van a dar.
Y ya después, aunque no me dieran nada, yo les decía de groserías.
De chica me gustó mucho la soda, le decía a mi mamá dame el cinco.
¡No! ¡Tienes que comer! me contestaba.
No me gustaban amigas, nadamás puro jugar aquí.
Cuando yo tenía 8 años de edad, don Panchito era Cabo de Sanidad, de ahí de Salubridad y me decía… ¡mírenla! ¡María machos! Y yo le decía…
Quien iba a decir, que en los 55, tenía que llevar a mis hijos a Salubridad a vacunar, que los desparasitaran, y estaba ahí don Panchito, como Cabo de Salubridad. ¡Ay, Dios mío! Estaba el Dr. Cantú como Jefe, pero de eso hace mucho tiempo, hace más de 50 años.
En el ciclón del 55 nos fue muy mal.
Cantú estuvo en la escuela (estudiando en la primaria), pero ese pasó todo ¡rápido! Y dijo que… ¡no se daba otro como él!
Cuando mi papá compraba toda la producción, y se iba a vender, entonces yo aprovechaba y no iba a la escuela.
Mi mamá me decía… ¿no quieres ir a la escuela? ¡No vayas!
Y yo encantada de la vida. ¿Para quién fue el mal?
A los 6 años de edad, estaba en 1° grado, a los 7, 8 y 9 años seguía en primero.
A los 10 años de edad en segundo, y me pasaron a los 11 años de edad a 3°, sin saber multiplicar ni dividir. ¡Me hacía bolas!
Me preguntaba la maestra: ¿Por qué no vienes? ¡Porque no me da la gana! Me decían aquí espantan en la escuela y me ponía a llorar.
¡Que miedo me daba! Y cuando murió mi mamá, ya no hubo poder humano que me mandara a la escuela. Una de las profesoras que me dio clases fue la profesora Antonia Cruz.
En el año 55, todo se tapó este solar. Fue…, estuvo feo, llegó poquito antes de llegar a la esquina; todo esto era agua, todavía no estaba el Monumento, aquí subió el agua todo, todo. La cerca estaba tapada por el agua.
Ese mango (y me señalaba uno a mano derecha) es él único que queda de los 35 que había de esos. Tiene más de 100 años, lo sembró mi abuelo.
Y los demás que hay en el solar, esos los sembré yo.
Tuve 8 hijos, que son:
1.- María del Rosario Cobos Sain-André.
2.- Nieves de León Vda. de Sánchez.
3.- Marisol Cobos Sain-André.
4.- Ángel Gómez Cobos.
5.- Rosa María Gómez Cobos.
6.- Pedro Gómez Cobos.
7.- Manuel Cruz Cobos.
8.- Alejandro Ramírez Cobos (+) Tuviera 45 años de edad. Tenía 12 años de edad cuando murió.
Cuando yo tenía 4 años de edad, mi mamá tenía un hermano que se llamaba Román Saint-Andre. ¡Flaco! El era altote, porque dicen que mi abuelo medía dos metros; y mi mamá le decía… hermano, ¡vente a comer! y él decía… ¡a lo último! porque “el que como a lo último come más o no come”.
Había una tienda, su dueño era chinito, se llamaba Sebastián Wong, el papá de Elenita, la mamá de la doctora. La tienda se llamaba “La Siempreviva”
Cuando no me daban o no me ganaba yo dinero, le agarraba a las gallinas un huevo, y lo llevaba a la tienda, me daban 3 centavos por un huevo.
Le decía ¡Sebastián! Y le ponía en el mostrador un huevo, y yo me traía mi Liacho de dulces.
Mi mamá me decía ¿de donde agarraste dinero? Me encontré un huevo, y lo llevé a vender.
Aquí dicen que espantan, en este solar, me dijo la que fue mujer de uno de los herreros, que soldaba y pintaba. Decían que oían que arrastraba alguien un pie.
Y pues, a mi padre le dio embolia, y caminaba arrastrando su pie.
Pero yo he vivido muchos años aquí, y hasta la fecha sigo viviendo aquí.
También cuentan que sale en las noches una gallina con pollitos, por las calles del pueblo, y que cuando quieren agarrar un pollito, se desaparece la gallina con los pollitos.
Y yo digo…. ¡ay, Dios Mío! ¡A mí no! ¡A mí no!
Mi mamá tenia una vaca, ella ordeñaba vacas, porque sus hermanos le enseñaron a ordeñar, porque ellos tenían vacas, burros, caballos, en sus terrenos, y mi mamá, antes de casarse, ordeñaba 15 vacas.
Y cuando yo estaba chica, me acuerdo que mamá tenía rentado parte del terreno que estaba de allá del cuartel mas allá (lote # 26) y no le pagaban la renta. Entonces mi mamá los demando, porque había Juzgado aquí, todavía no lo pasaban a Panuco. Les dijo, pues tienen vacas, tienen con qué, y le pagaron. Y ella compró una vaca, en 40 pesos, que le daba 8 litros de leche, diarios. A mi me daba un pocillo, ¡medio litro de leche!
Querían mis hijos estudiar, y mi padre, pos tenia dinero, pero por, ¡bien marro! Le dijo una de mis hijas, abuelito ¡quiero estudiar! Y él le dijo.
A mi que me queda que estudies, ¡allá tu madre que los parió! Y ella se puso a llorar.
Y yo le dije, no le pidas ayuda a mi papá.
PIDELE AYUDA A DIOS ¡QUE DIOS ME AYUDE, Y YO LES DOY ESTUDIOS!
Mi padre viniendo de Tampico, en la lancha… dicen que no hay bien que por mal no venga, ¿verdad? Y que en toda obra Dios, menos en bacinica.
Se manió con el mecate con que amarraban la lancha, y se golpeo la cabeza, al irse por un lado. Y le vino una embolia, del lado derecho de su cuerpo. Y traje al Dr. Ramón Cantu, y luego luego dijo, ya tu padre no va a poder trabajar. Entonces los pescadores que le traían el camarón, me dijeron ¿te traemos camarón, Blanca? Si me lo quita y guarda. ¡Te traemos de poquito! Y así empecé a trabajar, y a ganar, y a guardar el dinero para que estudiaran mis hijos. En esa época, se ganaba lavando pisos, 50 centavos diarios, y en una noche de compra y venta de camarón, ganaba hasta 300 pesos, libres de polvo y paja.
No, ¡yo no! Ni un refrigerador. Yo veo aquí, a los vecinos, que trabajan el camarón, tienen 2 congeladores. Bueno, yo no, ni un refrigerador.
Yo nadamás compraba el camarón, y me lo llevaba y vendía en Tampico.
Cuando mi papa aún estaba sano, se llevaba el camarón, y allá en Tampico lo vendía, allá tenia el puesto, pero luego los socios de la Cooperativa reclamaron el derecho del socio.
Entonces mi papá, había tenido 3 tramos ahí, pues se los había dejado al hermano de mi mamá, le dijo: mira cuñado, déjame vender afuera, a los clientes. Y estaba el allá, y me venían a ofrecer camarón, y lo recibía, y me lo llevaba a vender, ahí mi papa me daba 5 pesos porque no, ¡nunca! Fue muy duro conmigo mi papá, y me queda la satisfacción que de los 6 hijos, yo fui la que lo crié a mi papá. (Lo vio en su enfermedad)
Pero en un pilar de esos de la casa, él tenía, metió una lata con 25 billetes de 1000 pesos. Y cuando empezó a subir el agua del 55, la de la inundación, le dijo a uno de mis hermanos, le dijo mi papá, mete el machete, de ahí, le dijo mi papá sácame el dinero, dicen y yo no lo vi, que parecían los billetes papel de China, de donde se gastaron. Entonces fué mi papá al Banco Nacional, pago el deterioro de los billetes, y abrió una cuenta con 25 mil pesos.
Y le vino la embolia a mi papá en 1959.
Nos despedimos de doña Juana Elvira Cobos San-André, agradeciendo sus atenciones.
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