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miércoles, 6 de mayo de 2009

Familia Fregoso Rodriguez

FAMILIA FREGOSO RODRIGUEZ
Padre: José Antonio Fregoso Olvera.
Sus padres son: José Fregoso Martínez y Maria de Lourdes Olvera Alejandre.
Sus abuelos maternos son: Transito Florentino Olvera Castro y Consuelo Alejandre del Ángel
Sus hermanos son: Horacio Florentino y María de Lourdes Fregoso Olvera
Madre: Yolanda Isabel Rodríguez Rodríguez.
Sus padres son: Juan Rodríguez Anaya y María del Socorro Rodríguez Cruz.
Sus hermanos son: Socorro, Juan, María de la Luz (Maru), Norma Alicia (casada con Alejandro Cervantes López, oriundo de Pueblo Viejo) y Pablo.
La familia Fregoso Rodríguez ha sido bendecida con el nacimiento de dos hijas, que se encuentran realizando estudios superiores, es decir, están en plena formación profesional..

Los datos de la presente semblanza, así como las narraciones, fueron proporcionados por el matrimonio Fregoso Rodríguez, agradecemos mi esposo y yo, sus finas atenciones.
Los habitantes de ciudad Cuauhtemoc, sobre todo los del centro de la ciudad, son descendientes de exiliados que venían huyendo de aquellos lugares donde estaba mas encarnizada la revolución mexicana. Otros eran exiliados de las guerras de Europa, y otros llegaron a Pueblo Viejo atraídos por el auge petrolero, y por el auge aduanal.
Para corroborar lo dicho, diremos que el señor Víctor Pazzi, de origen italiano, contrajo nupcias con Sara Olvera Castro, que es oriunda de Pueblo Viejo, emigraron para Ébano, donde Víctor Pazzi trabajo para PEMEX, y esa familia es ahora una de las que cuentan con muchos descendientes, ya que es muy numerosa.
José Mario Biraghi Esturla, de origen italiano, se caso con Herlinda Olvera Castro (Nené), que era hermana de Sara Olvera Castro, y se quedaron a vivir en el pueblo. Esta familia se dedico a la ganadería.

Primeras escuelitas particulares del pueblo:
La escuelita de la maestra Venus Salas, que estaba ubicada por la calle que pasa frente a la escuela “Expropiación Petrolera”, pasando por la casa de los Anaya, luego la casa de Hortensia Arreola. Y la escuelita se ubicaba a un costado de donde estaba el expendio de bebidas espumosas, en ese entonces el dueño del expendio era don Enrique Rivera (+).
La escuelita de las señoritas Lolito y Teté, donde la maestra Aurora Alejandre del Ángel, enseñaba con el método onomatopéyico, aquel que le pedía a los niños pronunciar sonidos, como el de ¿Cómo le hace la vaca? Mmm ¿el sordo como le hace? Eeeee ¿Cómo le hace el raton? Iiiiii. Utilizaban un libro pequeño en su aprendizaje.
La señorita Lolito trabajo en la Anahuac dando clases, y fue tan querida, que a una escuela primaria, le pusieron su nombre, es decir, la escuela se llama Aurora Alejandre del Ángel, y se localiza casi frente al paso de lanchas llamado “Casa Blanca”.

Los húngaros:
Duraban largas temporadas en el pueblo, ponían sus campamentos en los terrenos del antiguo campo deportivo, donde hoy es la colonia militar.
En sus fiestas, como de bodas, los puercos los hacían al pastor, daban vuelta y vuelta sobre las brasas, ensartados en unos alambres.
Las húngaras, andaban todas alhajadas, con vestidos blancos, con vistosos bordados, parecidos a los que se usan en el bailable de la bamba, así de gasa, eran los vestidos de las húngaras.
Los húngaros, solo era posible convivir un poco con ellos, cuando pasaban películas, y cobraban por pasar a ver las funciones, así como cuando hacían actos de malabarismos, leían las cartas, la buena fortuna en la mano; sino era por negocio, los accesos a las carpas de los húngaros estaban restringidos para los pobladores de Pueblo Viejo, solo era posible observarlos de lejos, porque no dejaban acercarse.
Se trasladaban en camionetas viejas, arriba de ellas traían como toldos de madera, como diligencias, y ahí cargaban con todo, incluidas las bocinas para sus espectáculos.

Relato de la revolución mexicana:
Hubo una batalla, entre carrancistas y villistas, en la plaza principal despueblo.
Los carrancistas ya estaban ubicados en el pueblo, cuando llegaron los villistas, por la calle del cementerio, como que venían de Ozuluama.
Quedaron varios cadáveres en la plaza, unos cuerpos parapetados en las bancas de cemento, las llamadas “poyos”, que quedaron manchadas con la sangre de los revolucionarios.

Historias de bandoleros y asaltantes:
Mucho tiempo atrás, cuando el tiempo revolucionario, los abigeos y forajidos asolaban las regiones de las huastecas potosina, veracruzana e hidalguense; para contrarrestar eso, se formaron grupos de choque, que defendían y atrapaban a los malandrines, llevándolos a las autoridades correspondientes.
Uno de esos grupos, se distinguía por utilizar en una mano un guante negro, que era su distintivo, como defensores de la propiedad y del orden de las huastecas; claro que eran personas que trataban de imponer la ley, como fuera, donde fuera, y a cualquier hora y día, y no estaban reconocidos por el gobierno, ni tenían algún nombramiento oficial.
Al grupo que utilizaba un guante negro, se les conocía como los de la “mano negra”.
Cuando el país deja atrás la época revolucionaria, los abigeos se frenaron un poco, ya no podrían culpar de sus fechorías a los revolucionarios, y los grupos de choque, que se habían formado para contrarrestarlos, se dispersaron, ya no eran necesarias sus batidas acampo abierto, ni sus rondas nocturnas.
Pero algunos de esos elementos, ya no les gusto otro tipo de trabajo, así que ahora, se dedicaron a robar.
Uno de ellos, llego al pueblo, ya era requerido por las autoridades por sus fechorías, y una noche, para mala suerte del comandante Melitón, el forajido al verse rodeado por los municipales, opto por echar mano de su arma y mato al comandante Melitón, esto paso cerca del negocio “Ven Acá”.
Otra historia, que mas de alguno sabe de quien se esta diciendo su vida, pero como se dice el pecado, mas no el pecador; para mayores datos referimos que en el pecho, tenia tatuada una imagen de la virgen de Guadalupe, y en la espalda, de gran tamaño, traía tatuada la imagen del demonio.
Bueno, pues esta persona vivió un tiempo en Pueblo Viejo, se fue a otros lugares del país a correrías sanguinarias, y al paso de los años regreso convertido en un asaltante y asesino, inspirando terror al solo oír su nombre.
Porque ese maleante, entraba y salía del pueblo, cuantas veces lo deseaba, y en ese tiempo Pueblo Viejo, estaba constituido por pocas cuadras habitadas, abarcaba de donde hoy se encuentra el monumento, al limite del cementerio, y de la laguna, hasta donde estaban los terrenos donde los estudiantes de la primaria tenían sus parcelas, es decir, parte de los terrenos, donde hoy esta la escuela primaria “Manuel Azueta”.
Más allá, se encontraban los terrenos ocupados por propiedades de uso ganadero, o para sembradíos.
Así, que los escasos pobladores de ese tiempo, al saber que ese sujeto llegaba al municipio, cerraban puertas y ventanas, al estilo viejo oeste.
Leyendas, sucesos sobrenaturales y otras narraciones de Pueblo Viejo.

Leyenda de las TEPAS:
En un lugar de Pueblo Viejo, conocido como “La Fuente”, cuando empezaba a obscurecer, y las parejitas de novios no terminaban de disfrutar el paseo en aquel apartado lugar, porque explicaré para el que no lo sabe aun, que es un lugar elevado del pueblo, que tiene mucha vegetación, árboles frondosos; para llegar a ese lugar, tiene uno que subir unos escalones, de piedra antigua, que se escucha el ruido de los pájaros, de los grillos, y si se está atento, también se pueden escuchar las hojas al mecerse con el viento , y de antiguo existían unos juegos infantiles en su explanada; pues en ese lugar alejado y solitario, si caía la noche sobre los enamorados, se dejaban aparecer unas mujercitas chiquitas, un poco mayores que los duendes, que también hacían su aparición, en alegre compañía de las tepas, y ahuyentaban a los que aún no se decidían a emprender el camino hacia el centro del pueblo.
Les hacían múltiples travesuras, siendo la más socorrida, el tirarles piedras, y las tepas y los duendes, traveseaban apareciendo y desapareciendo, al mismo tiempo que se ayudaban con unas lianas, de las muchas que existen en ese paradisíaco lugar.

Leyenda de la pata de caballo:
Se contaba hace mucho tiempo, que vivía un señor en Llano Grande, llamado don Matías, era lechero y todos los días venía a entregar leche a Pueblo Viejo.
Tenía una yegüita, donde transportaba sus cantaros de leche.
Esta yegüita tuvo una cría, y cuando sus patitas estuvieron lo suficientemente firmes, hacía recorrido al pueblo, en compañía de su mamá, la yegüita.
Un día, después de hacer sus entregas de leche, don Matías decidió ir al negocio de “Ven Acá”, siguió en el “Covacha”, el de los Rodríguez, y pasó un buen rato disfrutando sus “Cañazos”.
Tan a gusto estaba en ese lugar, que no le dio importancia a un temporal extremadamente fuerte, con relámpagos y truenos que se desató afuera del local, la yegüita sufría igual que su cría, y el caballito al ponerse inquieto, logró safarse y se hecho a correr por las calles del pueblo.
No faltó quien le avisara a don Matías, y pidió la ayuda de chiquillos del pueblo, para poder lazar al caballito.
Antes la carretera nacional pasaba por la calle Carranza, pasaban por ahí infinidad de vehículos pesados; uno de ellos, para ser más específicos un trailer, lo atropella y despedaza.
Quedan trozos del caballito desparramados por la calle que está adelantito de la plaza.
A partir del siguiente día, los chamacos que habían apedreado al caballito, empezaron a sufrir sucesos fuera de lo común.
Al salir de clases de la escuela “Expropiación Petrolera”, del turno vespertino, y en esos días que obscurece muy pronto, más las calles que tenían escasa iluminación, ponían a temblar a más de alguno, al escuchar a sus espaldas, de repente, el paso de un caballito, era un sonido acorde, un ¡Tac! ¡Tac! ¡Tac!, aceleraban sus pasos, y esos sonidos se escuchaban también mas veloces.

Cuando volteaban a ver curiosos de que sería ese ruido, veían con espanto que era un morrito de caballito, una patita, la que los seguía.
Se acabaron esas apariciones, hasta que se recogió de entre las piedras y tierra del camino, cualquier trocito que había de aquel caballito.
Y se llevaron aquellos restos a sepultar, por el cementerio, al sitio por donde había unas caleras, que era donde quemaban cal.

Cuando llego la televisión al pueblo:
Cuando llegaron las televisiones al pueblo, las primeras, esas de blanco y negro, las familias que tenían televisión, cobraban por dejar a los niños mirar los programas, y en esos hogares vendían al público infantil heladitos y otras golosinas.
Antes del puente “Tampico”, existieron chalanes, que eran el modo de pasar los vehículos de Tamaulipas a Veracruz y viceversa, y el dueño de los chalanes era el señor López de Yergo.
Era constante el paso de autobuses foráneos, y la vendimia era algo común a los alrededores.
Algunos vívales vendían vino de marcas reconocidas, a muy bajo precio, y los pasajeros, creyendo aprovechar una ganga, compraban a precio de oro, lo que solo era caña o mezcal, adulterados, para disfrazar su sabor. También estaba en auge la “fayuca”.

Al término de esta semblanza, nos proporcionan a mi esposo y a mi, suficiente material fotográfico, que enriquece en gran medida este libro.
Muchas gracias por sus atenciones.

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