FAMILIA DOMINGUEZ CARETA
Padre: Carlos Leonardo Domínguez Zacarías.
Madre: Dolores Careta Mellado.
Hijos:
Manolo (†) Domínguez Careta.
Hortensia (†)
Carlos (†)
Dolores (†)
Francisco
Víctor Manuel
Gloria
Blanca Higinia
Noemí
Humberto, profesor de la escuela primaria Expropiación Petrolera.
Arturo
Héctor
(Los que viven, tienen sus domicilios en el pueblo).
Los datos de esta semblanza, los proporcionó el señor Francisco Domínguez Careta.
Narra que su padre era mecánico, y también se dedicaba a la pesca.
Cuando era un niño el señor Francisco, su mamá lo mandaba a la carnicería de don Pedro Maya, a comprar dos pesos de bistec, y de pilón le daban “un guato” de cocido.
Cuando estaba la tienda “La barata”, compraba 50 centavos de galletas de animalitos, y de pilón, le daban un puñados. de dulces Tommy.
En aquellos años, lo original, era la existencia de una molienda, un trapiche, ahí metían la caña, para hacer piloncillo; y los cachos de caña los botaban, y los metían a la melcocha, y a esos pedazos embarraditos les ponían ajonjolí tostado, y venían muchas gentes de Tampico, se llenaba a los alrededores de los que estaban comiendo trozos de caña revolcados en el jugo de caña y bañados de ajonjolí.
Y los hacían como si fueran trozos de Milky Wey, se hacían duros, como chiclosos.
En ese tiempo, un señor vendía turrón por las calles del pueblo, lo cortaba con un hacha pequeña, y por 50 centavos, despachaba muy bien el producto.
Había una panadería, sin nombre esta, y la dueña de esa panadería era doña Angelita, y venían de Tampico a comprar ese pan, que era muy sabroso, ya que estaba batida la mezcla con piloncillo. Era un gusto comer el chichímbre acompañando de un vaso con leche.
Tenía varios trabajadores esa panadería.
En ocasiones, don Francisco Domínguez Careta, después de asistir a las funciones del cine Florida, ayudaba a la batida en la panadería de doña Angelita, le daba un gran envoltorio de pan, para la familia del señor Francisco Domínguez Careta.
Su tío, don Ramón Domínguez Zacarías, tenía una empacadora de pescado, donde trabajaban la lisa, así como la hueva amarilla de la lisa, las cuales salaban, y preparaban para la comercialización.
Su tío, don Ramón Domínguez Zacarías, también salía a pescar; eran tiempo en que se usaba mucho la vela, es decir, las lanchas de vela.
Don Francisco Domínguez Careta, recuerda ese tiempo en que trabajaba en la empacadora de pescado de su tío Ramón Domínguez Zacarías.
En el tiempo de la niñez de don Francisco Domínguez Careta, existía un parque de Béisbol, en el parque militar; y el fútbol, casi no se jugaba en el pueblo.
Cuando doña Dolores Careta Mellado quedo viuda, y con la responsabilidad de 12 criaturas, su hijo Francisco Domínguez Careta, le ayudaba en el sostén de su hogar.
Una señora del pueblo, llamada doña Catalina, hacia empanadas para vender; por cada peso vendido, les daba de ganancia a sus vendedores 20 centavos.
Se iba don Francisco con su canastita a vender las empanadas, en los alrededores del antiguo restaurante de mariscos “El Pescador”, era por los años cincuenta.
Tenían música, como orquesta.
Se ganaba 6 u 8 pesos diarios, y al llegar a su casa…
-Jefa, mire, me gane 8 pesos, tenga 6 para usted.
En ese tiempo, se llenaba de coches por fuera de los merenderos, y las lanchas salían de su atracadero que había cerquita de allí.
En ocasiones, don Francisco Domínguez Careta, se dedicaba a cuidar los carros, con su cubetita y su franela, y ahí era otra entrada de dinero.
Por los años sesentas, venia la orquesta “Tampico” y los “Gatos Negros” a la plaza. También la orquesta “Pegueros”.Se escuchaban las canciones de Julio Jaramillo, y de un cantante muy parecido en el estilo a Julio Jaramillo, llamado Olimpo Cárdenas.
Vino un artista al pueblo, diciendo que se llamaba Ángel Infante, pero don Francisco piensa que no era cierto que se llamaba así, que pudo ser un engaño.
Una señora de Tamos, le salvo la vida al general Lázaro Cárdenas.
Doña Triki Tinoco, una señora de Tehuantepec, al ver en peligro la vida del general, lo tapo con sus puras nahuas y así fue como lo libró.
En aquellos años, hace tiempo de eso; en la subida militar, la vieja subida militar, cuentan… y no es cuento, que una mujer fue asesinada con un machetazo, y su cabeza, arrojada cuadras más adelante por su asesino.
Y a partir de eso, por las noches, en ese lugar y sus alrededores, se aparecía el fantasma de esa mujer asesinada, y no conforme con espantar con su aparición repentina, en el peso de las noches, aventaba su tatema por las patas, del desdichado que se la hubiera topado por su camino.
Bueno, esto que nos cuenta don Francisco Domínguez Careta, es la leyenda de la mujer sin cabeza, una de las leyendas de Pueblo Viejo.
Del viejo edificio de correos, recuerda, como se contaban las apariciones de unos duendes, unos monitos chiquitos; aquí señala don Francisco, que eran de una altura como de medio metro.
Y ya no contó más leyendas del pueblo don Francisco, porque si no nunca acababa.
Narró que formo una familia, y que sus hijos son:
Francisco (†)
Fabiola Domínguez Castellanos, que vive en la estación Manuel, Tamaulipas.
Maria de Lourdes, que vive en Tampico.
Yesenia.
Diana Maria.
Verónica.
Francisco Domínguez.
Gloria Domínguez Castellanos (†).
Omar Adonahy (Adonahy significa Mi Dios).
Ya todos son adultos, y don Francisco sabe que lo quieren y lo respetan.
Hubo una temporada, en que don Francisco Domínguez Careta, comercializaba sus productos sacados de la laguna, en los negocios de Tampico.
Al preguntarle que nos puede comentar de los famosos pemoles de Pueblo Viejo, refiere que una persona que los elaboraba, era la señora Filomena, esposa de don Luís, el cual hacia lanchas de madera, Que ellos vivían… o viven?, por la calle que esta rumbo a donde estaba el merendero de mariscos “El Pesquerito”.
Refiere que el pueblo está mucho más grande, porque ha llegado mucha gente de afuera, que hay más habitantes.
Agradecemos la manera tan amable de compartir su semblanza, a don Francisco Domínguez Careta, que es una persona que no representa la edad que tiene, se ve mucho mas joven; la primera vez que fuimos, mi esposo y yo a su hogar, lo encontramos en plena faena, reparando su lancha, porque el continua con su trabajo de pescador, aunque la laguna ya no de la misma cantidad de marisco que hace años; o talvez si lo da, pero ahora son mas los pescadores.
Comenta: cuando vengo bien cansado de la laguna, bien desecho, me hecho dos pajuelazos con limón y sal, y un cigarrito.
Ya para despedirnos, le pregunta mi esposo:
¿Sabe usted nadar?
¡Pero hombre!, si nací, crecí y vivo tan cerca de la laguna y toda mi vida he trabajado en ella… sería el colmo que yo no supiera nadar.
¿Qué es lo que mas le ha gustado de Pueblo Viejo?
Y su respuesta contundente es… sus mujeres.
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