Y en ese velar a mi abuelita Luz, todo Pueblo Viejo, se hizo presente.
Entraban y salían de la escuela, familias completas, así como en vida de mi abuelita Luz, ella, conocía generación tras generación de alumnos.
Muchos niños la veían como si fuera su abuelita, en los recreos, iban al zaguán, donde ella cuidaba entradas y salidas, y le contaban, seriecitos, sus cuitas de niños, y a veces no tan infantiles esas tristezas, porque muchas veces reflejaban su entorno familiar.
Y también adultos, se acercaban a ella, cuando barría la calle, en las mañanas y le abrían su corazón, y yo de chiquilina, sentadita en la banquetita, escuchaba a mi abuelita dar un consejo de mujer anciana, preocuparse por los demás, y su pecho, guardaba secretos increíbles, que yo supe, y prometí no revelar.
A lo mejor, por eso su pecho se hizo tan grande, era mucho lo que contenía.
A mi me decía, tu carrera, es muy delicada.
Sabrás muchas cosas, de los pacientes que atiendas, mas nunca revelaras lo que veas u oigas.
Es como un secreto sagrado, lo que tú observes, cuando ejerces tu profesión.
Los maestros de la escuela “Expropiación Petrolera”, me hicieron rueda, ese día del velorio, y todos me ofrecieron su casa, sin condiciones.
Y yo acepte irme al hogar de la maestra Adelfa Nava Palacios. No podía irme a Monterrey, porque aun me faltaban meses de servicio social en el hospital civil donde yo ejercía.
Algunos maestros, después de mi decisión, me buscaron, y me insistían.
¿Por qué no te vas con mi familia? En mi casa, tenemos servicio de servidumbre, nada harías, solo tu carrera.
Pero yo preferí a la maestra, porque habíamos vivido muy cerquita, ella en el anexo, y yo debajo de ese anexo, en la que se había convertido en casa del conserje.
Y los hijos de la maestra Adelfa Nava Palacios, yo los vi, cada que llegaban nuevecitos a la escuela, recién salidos del horno, y fueron como unos hermanitos para mi, y así fue, como de la escuela “Expropiación Petrolera” yo me salí.
La última noche que pase en la escuela, esas últimas horas, recorrí la escuela, le dije a sus muros, a sus salones, patios y árboles…ya me voy, gracias por todo.
Tocaba con suavidad, aquellos muros, y los abrazaba, a lo que abarcaba con mis brazos extendidos; pegaba mi oído, tratando de escuchar el rumor de los pasos de mi abuelita, sus pasos que por cerca de 40 años, peregrinaron por esos corredores, y recorría con mi vista, todo ese espacio de la escuela en penumbras, y deseaba de nuevo ver la silueta de mi abuelita Luz.
Recordé que siempre, se han contado anécdotas de apariciones, en esa escuela, de fantasmas errantes.
Y dije en voz alta,…si es posible, ¡aparéceteme, abuelita!, ¡quiero verte otra vez!
De muy niña, una mañana, en que no había clases, por el árbol de la anona, el que se ubicaba por el pozo, vi un Ángel de Luz.
Aun estaba en kinder, pero recuerdo como era, su piel y ropa, parecían del mismo material, más alto que un ser humano, irradiando luminosidad, su color, era de un blanco fuerte, y me extrañó, que todo se veía de un solo tono, no había diferencia, entre su carne, o su indumentaria.
Todo, todo, se veía, como si fuera una sola pieza.
Tendría la corpulencia de una persona de unos 100 kilos, con apostura muy derecha, estaba ataviado con unos botines altos, puntiagudos, faldón tableado un poco mas arriba de la rodilla,( no me pregunten porque traía falda, cuando vean a un ángel, o arcángel, pregúnteselo ustedes, yo les paso al costo lo que vi); portaba en una mano, un gran escudo redondo, que le tapaba parte de su pecho y vientre, en la otra mano, una como lanza, que descansaba en el piso, y su punta, era como medio metro mas alta, que la estatura de ese Ser de Luz.
No me dijo nada, tal vez no alcanzo a decírmelo, porque corrí, ante la aparición repentina de ese ser; aunque uno sea muy pequeño, tiene conciencia de cuando algo se sale de lo normal.
En otra ocasión, de noche, por donde se ubican las escaleras, sentí que me tocaban la espalda, fue como una palmada, pero no voltie.
Buelita, me había dicho, a veces los espíritus, se hacen presentes, si te chiflan, susurran o te hablan, no contestes, no voltees, porque te roban el espíritu, y puedes volverte loca, o caer muerta, de la impresión.
Ella, una vez, escucho que en el segundo piso, se caían unos mesabancos, se percibió, como si el ruido, hubiera provenido de un salón, que estaba en esas fechas como bodega, fue mucho el estruendo, y mi abuelita fue a ver, y no encontró nada fuera de su lugar, todos los mesabancos, estaban en orden, ni uno solo caído.
Pensó, es el eco, de todos los días, y es que las paredes repiten algunas veces, en las noches, lo que pasa en el dia.
Lo mas escalofriante, que a mi me paso en esa escuela, fue cuando por varias noches, oía que rasguñaban los vidrios, de las ventanas de nuestra casa, las que daban al patio del pozo, me ponía a temblar, y me tapaba de pies a cabeza, con las colchas.
Tendría yo en ese tiempo, unos 8 o 9 años, y mi abuelita, a esa hora, entre las 9 y las 10 ½ de la noche, lavaba los servicios sanitarios.
Mi tío José Antonio, era hora en que apenas venia de su escuela.
Les dije,a mi abuelita, y a mi tío Toño, lo que yo escuchaba, permítanme ustedes la frase, sonidos del averno; buelita ,practica, le pidió a mi tío, investigar que pasaba, después de todo, teníamos un foco, por fuera de la casa, por ese lugar de los ruidos, y no se veía proyectada ninguna sombra, en los vidrios, de que era lo que lo provocaría esos sonidos y fue en sábados y domingos, cuando mi tío Toño no iba a su escuela, y buelita me acompañaba, que todos esperábamos los extraños sucesos, y nada de nada.
Seguían entre semana, mientras yo estaba sola, que en ocasiones, prefería, irme con mi abuelita, a desvelar, a quedarme escuchando, como si las uñas de un enorme gato, recorrieran esos vidrios, de arriba, hacia abajo.
Si se encontraba mi tío Ángel, que ya hubiera aceptado ingresar a la casa, y yo le comentaba ¡Ángel, Angelito!... ¿escuchas lo mismo que yo?
Se reía, con un jijiji, atrapado en su pecho, como burlándose de mi miedo, y yo lo increpaba… ¡Ángel!, dime si o no.
Se pasaba nerviosamente, sus manos, por su cara, por sus cabellos, se sobaba los brazos, como si el mismo se abrazara, como si tuviera frío, como no queriendo contestarme, y después de mucho rato, respondía…!si!...!si!,lo oigo, es Satanás, jijijiji.
Y volvía a reír, ahora ya no sabia, si de mi, de mi miedo, o de el, de su miedo.
Bueno, cuando menos ya contaba con un testigo, de esos ruidos; les dije triunfantemente, a mi abuelita, y a mi tío Toño, pregúntenle a mi tío Ángel, el también ha escuchado esos rasguños.
Y cuando lo interrogaron, que empieza, con su galimatías, con su ¡yo no escuche nada!
Yo grite… ¡como que nada!
Acuérdate, Angelito, por favor, acuérdate…
¿Anoche, que oías?
Y Ángel, mi tío Ángel, con su, ¡yo no se nada!
Actuaba ,como si yo lo estuviera acusando de algo muy grave, y luego que se pone enojado, siguió furico, empezó a gritar, a manotear, a señalarme, a quererme pegar y hablaba y hablaba incoherencias, pero bien que se le oyó, lo siguiente…es que el Diablo, la busca a ella,¡A ella!
Y mi abuelita Luz, ¡ya déjenlo!, el no comprende nada, ¡ya déjenlo!
Ángel, hijo, duérmete ya, no les hagas caso.
Tu duérmete, hijo, duérmete ya.
Mi tío Toño, de ahí se agarro, para empezar a burlarse de mi, a decirme, ¿ya vez?, como te portas tan mal, el demonio te anda rondando, ya te echo el ojo, si hasta tu tío Ángel, te lo dice, y eso que esta bien trastornado.
¡Síguele!, ¡síguele!, y no solo oirás las garras del maldito, sino que lo veras, en una noche cualquiera.
¡Maria!!Maria!
¿Mande? Mande, tío.
¿Dónde te habías metido?
Pensé, que ya te había llevado Satanás, tráeme ese martillo, ¡y pronto!, ya vez lo que le pasa a las niñas desobedientes.
Y María por aquí, y Maria por allá…hasta que me canso, y le salí a todos, incluida mi abuelita, que yo lo había inventado, que nada de esos ruidos era cierto, y que ya me dejara en paz, mi tío, con su cantaleta.
Mi abuelita, me dijo, no le hagas caso a tu tío, nunca madurara.
Y yo retire esos sucesos, rezando, y rezando, y rezando, tapada por completo, pero con mi boca bien cerrada, porque luego, se ponía todo de cabeza, y no faltaba, quien, como mi tío, se burlara de lo que oigo y veo.
Y en esa ultima noche en la escuela, yo invocaba al espíritu de mi abuelita Luz.
Lo invocaba, una y otra vez, pero como ella me comentaba, todo lo que existe, esta regido por Dios, y si El, no lo permite, ningún espíritu, ya sea bueno o malo, se puede hacer presente, es decir, que no lo podemos ver, ni oír, si Dios, no le da licencia.
Y esa ultima noche, solo escuche el viento, sentí el frío de mi soledad, vi la pesadez de la negrura, de esa noche en la escuela, pero nada más.
Entraban y salían de la escuela, familias completas, así como en vida de mi abuelita Luz, ella, conocía generación tras generación de alumnos.
Muchos niños la veían como si fuera su abuelita, en los recreos, iban al zaguán, donde ella cuidaba entradas y salidas, y le contaban, seriecitos, sus cuitas de niños, y a veces no tan infantiles esas tristezas, porque muchas veces reflejaban su entorno familiar.
Y también adultos, se acercaban a ella, cuando barría la calle, en las mañanas y le abrían su corazón, y yo de chiquilina, sentadita en la banquetita, escuchaba a mi abuelita dar un consejo de mujer anciana, preocuparse por los demás, y su pecho, guardaba secretos increíbles, que yo supe, y prometí no revelar.
A lo mejor, por eso su pecho se hizo tan grande, era mucho lo que contenía.
A mi me decía, tu carrera, es muy delicada.
Sabrás muchas cosas, de los pacientes que atiendas, mas nunca revelaras lo que veas u oigas.
Es como un secreto sagrado, lo que tú observes, cuando ejerces tu profesión.
Los maestros de la escuela “Expropiación Petrolera”, me hicieron rueda, ese día del velorio, y todos me ofrecieron su casa, sin condiciones.
Y yo acepte irme al hogar de la maestra Adelfa Nava Palacios. No podía irme a Monterrey, porque aun me faltaban meses de servicio social en el hospital civil donde yo ejercía.
Algunos maestros, después de mi decisión, me buscaron, y me insistían.
¿Por qué no te vas con mi familia? En mi casa, tenemos servicio de servidumbre, nada harías, solo tu carrera.
Pero yo preferí a la maestra, porque habíamos vivido muy cerquita, ella en el anexo, y yo debajo de ese anexo, en la que se había convertido en casa del conserje.
Y los hijos de la maestra Adelfa Nava Palacios, yo los vi, cada que llegaban nuevecitos a la escuela, recién salidos del horno, y fueron como unos hermanitos para mi, y así fue, como de la escuela “Expropiación Petrolera” yo me salí.
La última noche que pase en la escuela, esas últimas horas, recorrí la escuela, le dije a sus muros, a sus salones, patios y árboles…ya me voy, gracias por todo.
Tocaba con suavidad, aquellos muros, y los abrazaba, a lo que abarcaba con mis brazos extendidos; pegaba mi oído, tratando de escuchar el rumor de los pasos de mi abuelita, sus pasos que por cerca de 40 años, peregrinaron por esos corredores, y recorría con mi vista, todo ese espacio de la escuela en penumbras, y deseaba de nuevo ver la silueta de mi abuelita Luz.
Recordé que siempre, se han contado anécdotas de apariciones, en esa escuela, de fantasmas errantes.
Y dije en voz alta,…si es posible, ¡aparéceteme, abuelita!, ¡quiero verte otra vez!
De muy niña, una mañana, en que no había clases, por el árbol de la anona, el que se ubicaba por el pozo, vi un Ángel de Luz.
Aun estaba en kinder, pero recuerdo como era, su piel y ropa, parecían del mismo material, más alto que un ser humano, irradiando luminosidad, su color, era de un blanco fuerte, y me extrañó, que todo se veía de un solo tono, no había diferencia, entre su carne, o su indumentaria.
Todo, todo, se veía, como si fuera una sola pieza.
Tendría la corpulencia de una persona de unos 100 kilos, con apostura muy derecha, estaba ataviado con unos botines altos, puntiagudos, faldón tableado un poco mas arriba de la rodilla,( no me pregunten porque traía falda, cuando vean a un ángel, o arcángel, pregúnteselo ustedes, yo les paso al costo lo que vi); portaba en una mano, un gran escudo redondo, que le tapaba parte de su pecho y vientre, en la otra mano, una como lanza, que descansaba en el piso, y su punta, era como medio metro mas alta, que la estatura de ese Ser de Luz.
No me dijo nada, tal vez no alcanzo a decírmelo, porque corrí, ante la aparición repentina de ese ser; aunque uno sea muy pequeño, tiene conciencia de cuando algo se sale de lo normal.
En otra ocasión, de noche, por donde se ubican las escaleras, sentí que me tocaban la espalda, fue como una palmada, pero no voltie.
Buelita, me había dicho, a veces los espíritus, se hacen presentes, si te chiflan, susurran o te hablan, no contestes, no voltees, porque te roban el espíritu, y puedes volverte loca, o caer muerta, de la impresión.
Ella, una vez, escucho que en el segundo piso, se caían unos mesabancos, se percibió, como si el ruido, hubiera provenido de un salón, que estaba en esas fechas como bodega, fue mucho el estruendo, y mi abuelita fue a ver, y no encontró nada fuera de su lugar, todos los mesabancos, estaban en orden, ni uno solo caído.
Pensó, es el eco, de todos los días, y es que las paredes repiten algunas veces, en las noches, lo que pasa en el dia.
Lo mas escalofriante, que a mi me paso en esa escuela, fue cuando por varias noches, oía que rasguñaban los vidrios, de las ventanas de nuestra casa, las que daban al patio del pozo, me ponía a temblar, y me tapaba de pies a cabeza, con las colchas.
Tendría yo en ese tiempo, unos 8 o 9 años, y mi abuelita, a esa hora, entre las 9 y las 10 ½ de la noche, lavaba los servicios sanitarios.
Mi tío José Antonio, era hora en que apenas venia de su escuela.
Les dije,a mi abuelita, y a mi tío Toño, lo que yo escuchaba, permítanme ustedes la frase, sonidos del averno; buelita ,practica, le pidió a mi tío, investigar que pasaba, después de todo, teníamos un foco, por fuera de la casa, por ese lugar de los ruidos, y no se veía proyectada ninguna sombra, en los vidrios, de que era lo que lo provocaría esos sonidos y fue en sábados y domingos, cuando mi tío Toño no iba a su escuela, y buelita me acompañaba, que todos esperábamos los extraños sucesos, y nada de nada.
Seguían entre semana, mientras yo estaba sola, que en ocasiones, prefería, irme con mi abuelita, a desvelar, a quedarme escuchando, como si las uñas de un enorme gato, recorrieran esos vidrios, de arriba, hacia abajo.
Si se encontraba mi tío Ángel, que ya hubiera aceptado ingresar a la casa, y yo le comentaba ¡Ángel, Angelito!... ¿escuchas lo mismo que yo?
Se reía, con un jijiji, atrapado en su pecho, como burlándose de mi miedo, y yo lo increpaba… ¡Ángel!, dime si o no.
Se pasaba nerviosamente, sus manos, por su cara, por sus cabellos, se sobaba los brazos, como si el mismo se abrazara, como si tuviera frío, como no queriendo contestarme, y después de mucho rato, respondía…!si!...!si!,lo oigo, es Satanás, jijijiji.
Y volvía a reír, ahora ya no sabia, si de mi, de mi miedo, o de el, de su miedo.
Bueno, cuando menos ya contaba con un testigo, de esos ruidos; les dije triunfantemente, a mi abuelita, y a mi tío Toño, pregúntenle a mi tío Ángel, el también ha escuchado esos rasguños.
Y cuando lo interrogaron, que empieza, con su galimatías, con su ¡yo no escuche nada!
Yo grite… ¡como que nada!
Acuérdate, Angelito, por favor, acuérdate…
¿Anoche, que oías?
Y Ángel, mi tío Ángel, con su, ¡yo no se nada!
Actuaba ,como si yo lo estuviera acusando de algo muy grave, y luego que se pone enojado, siguió furico, empezó a gritar, a manotear, a señalarme, a quererme pegar y hablaba y hablaba incoherencias, pero bien que se le oyó, lo siguiente…es que el Diablo, la busca a ella,¡A ella!
Y mi abuelita Luz, ¡ya déjenlo!, el no comprende nada, ¡ya déjenlo!
Ángel, hijo, duérmete ya, no les hagas caso.
Tu duérmete, hijo, duérmete ya.
Mi tío Toño, de ahí se agarro, para empezar a burlarse de mi, a decirme, ¿ya vez?, como te portas tan mal, el demonio te anda rondando, ya te echo el ojo, si hasta tu tío Ángel, te lo dice, y eso que esta bien trastornado.
¡Síguele!, ¡síguele!, y no solo oirás las garras del maldito, sino que lo veras, en una noche cualquiera.
¡Maria!!Maria!
¿Mande? Mande, tío.
¿Dónde te habías metido?
Pensé, que ya te había llevado Satanás, tráeme ese martillo, ¡y pronto!, ya vez lo que le pasa a las niñas desobedientes.
Y María por aquí, y Maria por allá…hasta que me canso, y le salí a todos, incluida mi abuelita, que yo lo había inventado, que nada de esos ruidos era cierto, y que ya me dejara en paz, mi tío, con su cantaleta.
Mi abuelita, me dijo, no le hagas caso a tu tío, nunca madurara.
Y yo retire esos sucesos, rezando, y rezando, y rezando, tapada por completo, pero con mi boca bien cerrada, porque luego, se ponía todo de cabeza, y no faltaba, quien, como mi tío, se burlara de lo que oigo y veo.
Y en esa ultima noche en la escuela, yo invocaba al espíritu de mi abuelita Luz.
Lo invocaba, una y otra vez, pero como ella me comentaba, todo lo que existe, esta regido por Dios, y si El, no lo permite, ningún espíritu, ya sea bueno o malo, se puede hacer presente, es decir, que no lo podemos ver, ni oír, si Dios, no le da licencia.
Y esa ultima noche, solo escuche el viento, sentí el frío de mi soledad, vi la pesadez de la negrura, de esa noche en la escuela, pero nada más.
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