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martes, 5 de mayo de 2009

(11) "Pueblo Viejo" Fe y poder de voluntad 3

Y vuelvo con don Elías, el hijo de doña Genoveva, que supo que tal vez, mi abuelita se velaría en otro sitio a la escuela, para que los niños no perdieran tantas clases.
Se velaría, ya fuera en la funeraria de Tampico, ya sea en alguna casa del pueblo, que nos diera esa facilidad, que yo pienso, que en todos los hogares, recibirían a mi abuelita Luz. Así era querida ahí.
Y llego el servicio funerario, yo vestí a mi abuelita lueguito que falleció, con la ropita que se llevaría para siempre, y le puse su almohadita preferida, y cruce sus manos, como en plegaria, y una cruz, puse entre sus dedos.
Ya colocada en su camita eterna, que empiezan a sacarla de la escuela, ya iban por las escaleras del frente, y que aparece don Elías, con una gran comisión de pobladores, que enfadados, exigían que los restos de mi abuelita, se velaran en la escuela. Todo el pueblo apoyaba esa decisión, pero fue don Elías, el que hizo olas, y se movió, y a mi viejecita, se le permitió pasar su ultima noche en la que fue su casa, por casi 40 años.
Ando indagando, aun no se fecha exacta, unos me dicen, que desde 1937, ya era conserje mi abuelita de esa escuela.
Y los maestros también apoyaban esa decisión, y el director e inspector, pero las dependencias oficiales, siempre tienen un superior, y todo son reglas y más reglas, y con esa decisión, serian dos los días perdidos de clases.
Pero los habitantes de Pueblo Viejo, con su arrojo para defender, lo que ven que es justo, impidieron que mi abuelita fuera velada en otro sitio que no fuera la escuela primaria “Expropiación Petrolera”.
Y ahí van para atrás con el ataúd, y pronto…Al salón de actos, por ser el más grande, y se lleno el salón de niños, madres de familia, flores, muchas flores, que parecía que todo Pueblo Viejo, despedía a mi viejecita con mil colores y olores de perfumes dulces, como son dulces los de Pueblo Viejo.
Llegaron algunos primos míos, y mis padres nada.
Ya atardeciendo que llegan, y los del pueblo, rezo y rezo para mi abuelita Luz.
Y mi mamá Carmela, vamos a rezar otra vez. Y estábamos rezando el rosario, con harta gente, cuando se deja venir una tía, con su familia, y mi tío Ángel.
Y como algunos nietos de mi abuelita Luz, los que se fueron al otro lado son de otra religión, que empiezan, con un “Levántate Luz, no estas muerta”, y decían, miren, ya se esta moviendo, “la fe mueve montañas”.
Y en los rostros de quienes nos acompañaban había incertidumbre, esto por aquellas aseveraciones, dichas por personas adultas, y de manera tan seria, pero no sabían que mi tía Chila, cuando venia en vacaciones, de repente, se hincaba a medio patio, diciendo que había sentido una como revelación divina, y levantaba los brazos al cielo, y oraba a gritos, y abuelita, me decía, no le hagas caso, primero abrazo la brujería con muchas ganas, ahora una religión separada de la católica, eso esta mejor.
Y mis primos, seguros que resucitarían a mi abuelita Luz, y yo me enoje, y le dije a mi mamá Carmela, sabes que, dame chance, estos ni nos dejan rezar a gusto, y yo siento como una burla, que digan que ellos la van a resucitar.
Pero mi mamá Carmela, me detuvo con una seña.
Solo faltaba un sainete en ese velorio. Y entonces rezamos mas fuerte, los del pueblo, para acallar los rezos de los otros, y mis primos que se enojan, y que dicen…
Ya nuestra abuelita estaba moviéndose, ya había abierto los labios, y movió sus parpados, pero ustedes con sus rezos, lo han impedido.
Y se salieron del salón de actos, y yo pensé, parte de esta familia ha enloquecido.
Cuando mi tía se llevo a mi tío, era puro huesito ya, lo agarrabas de un brazo, porque parecía que se caería de lo débil, por la tuberculosis.
Exactamente al año, lo trajo mi tía de visita, y al entrar de repente, solo, mi abuelita Luz, no lo reconoció, y que le dice….
¿Qué desea señor? Mi tía traía a su hermano al puro centavo.
Bien limpio, tomando medicinas, vitaminado, pero con la rienda bien cortita; aquí, siempre estábamos, ¡Angelito! No hagas ruido, ¿Qué deseas? Y Angelito, pedía y pedía, y si no obtenía lo que deseaba ¡par de gritos!, y ¡rápido! Hay que darle lo que desea para tenerlo callado.
O si quería calle, pues que se fuera, así no comiera en todo el dia.
Y con mi tía que entra en cintura. Mi tía, le leyó la cartilla, recién llego a su casa: si gritas, o haces un destrozo, tomo el teléfono, y le llamo a la patrulla.
No manito, si te quiero, pero no me andes con amenazas, o gritándole a mis niñitos, porque no sabes como te va a ir.
Y que oye mi tío Ángel, que su madre, mandaba un dinero para sus gastos, y que se pone de grosero.
Se sintió con derecho de gritar y hacer lo que quisiera.
Pero mi tía, nunca se dejo del hermano loquito, y le puso reglas, y todo marchaba bien, hasta donde puede ir bien el cuidar un enfermo mental.
Lo metió al templo de la religión que ella profesaba, y mi tío, iba y venia solo al templo, en Monterrey.
Le cayo diabetes, y una tarde, que iba gustoso al templo, rodeo como siempre un poste de luz, como jugando, como niño, y que se cae, infecto su pie, se le gangreno, se le amputo, y una sobrina de el, una pierna de prótesis le compro.
Mi abuelita, tenia talones y talones de cheques guardados, y ahí venían unos descuentos, que para una casa, y no se que mas descuentos.
Era un bonche grande, lo acumulado en casi 40 años de trabajo, y yo todos esos talones de cheque, comprobantes de esas prestaciones no utilizadas, se los di, a mi tía, para que peleara en nombre de mi tío el loquito.
El merecía algo, de lo que su madre había desquitado, en tantos años de descuentos obligatorios.
Y nunca le he preguntado a mi tía ¿Cómo le fue?, ¿le hicieron caso en México?
No vaya a creer que yo quiero parte de ese guato.
Y después de cuidar por 30 años de su hermano, mi tía enfermo. Y una hija de ella, que brinca, al fin.
Que porque solo su madre, tenia la obligación de velar por el hermano loquito, y ¿sus hermanos mayores que?
Y vuelta a ¿Qué hacemos con Ángel?
Mi prima le dijo a mi papá, o ustedes los mayores se responsabilizan, o te llevo a mi tío, hasta la puerta de tu casa, y ahí te lo dejo.
Dos hermanos ni en cuenta. Calladitos, nadando de muertitos, ni sudaban ni se acaloraban.
Mi papá perdió el sueño, y todo acalambrado andaba.
Fue cuando mi hermano el sacerdote, indago, donde podía internarlo, encontró un asilo en Cadereyta N.L regido por monjitas, y mes tras mes, mi hermano Eduardo, pago, la atención otorgada a su tío Ángel.
Y Angelito, que no se porque le pusieron ese nombre, tal vez por su tía abuela Angelita,
esa tía que se pasaba de mojada al otro lado, y hasta su nombre una vez cambio, por el de Cruz; bueno, pues Angelito, extrañaba a las hermanas de su nueva fe, a las personas creyentes de ahí, a sus maneras de mimarlo, y les echaba bronca a las monjitas, “yo ya no soy católico”.
Sáquenme de aquí, yo ya no creo en su religión.
Y ahí, murió, después de un tiempo largo.
Yo quisiera aquí, externar unas preguntas que me hecho en este tiempo.
¿Será valido meter a una religión a un enfermo mental?
¿En realidad un enfermo así, sabe lo que es bueno y lo que es malo?
Acaso no será, como el aire, el agua, la tierra, que si están a veces contaminados, es por nosotros, las personas “cuerdas” que contaminamos el agua, la tierra, el aire, que nos rodea. Ellos no tienen la culpa, si no están tan pulcros como debieran.
¿Existe mayor purgatorio, que llevar la vida, que mi tío llevo?
¿Existe mayor infierno, que existir sin existir?
No, mi tío Ángel, se fue con Dios, al Cielo, al Edén, o a cualquier parte hermosa, que el hombre imagina para después de esta vida.
Bueno, hermana Mely, creo que ya dibuje un amplio panorama de cómo era mi vida en ese pueblito y como vivían las personas, en ese tiempo ahí.

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