BOTANICA
A mano derecha del salón de actos, se encontraba el final del corredor.
Quedaba como un pasadizo, con dos paredes paralelas, con su techo,
Permitía la vista al patio y hasta la calle, de ambas aceras, se podía apreciar.
Es decir, estando parada en ese pasadizo, veíamos ya sea la plaza, ya sea la calle posterior de la escuela.
Al lado derecho de ese corredor, estaban los baños, primero estaba el de las niñas, y luego el de los niños.
Solo tenían una puerta de entrada de fierro cada cuarto de servicios sanitarios.
Contaba cada con dos lavabos.
Y los cubículos de los servicios sanitarios, no contaban con puertas.
Y sus paredes estaban muy bajitas.
No faltaban chiquillas latosas, que se subían a la taza del baño contiguo, y te hacían la vida de cuadritos.
Los maestros, no contaban con servicios sanitarios propios, y cuando necesitaban ir al baño, llevaban siempre, algún alumno o alumna, para que les cuidara, que nadie más se metiera al baño.
Al lado de los baños, existía un cuarto, que de tiempo atrás, era utilizado como regaderas, luego como bodega, y a raíz del ciclón del 55 se le permitió al personal de intendencia, ocuparlo, como casa-habitación.
Era amplio, con puerta de fierro, y cinco ventanas grandes.
Se acondiciono con unas divisiones, formándose áreas para comedor, recamarita, cocina y baño.
Actualmente, se le hicieron mejoras, para poder ser utilizado como salón de clases.
Por fuera de ese cuarto, y formando una muy amplia escuadra, se encontraba un terreno, donde existían árboles frutales, una pileta de agua, plantas de ornato.
Los árboles frutales, tenían unos rodetes de ladrillo y piedritas, encalados estos, dentro de esos rodetes, y rodeando cada árbol, se acumulaba tierra, para protección y alimento de los mismos árboles, ahí se regaba, teniendo la seguridad, de que el agua llegaría a las raíces, y no se escurriría, por todo el solar.
Tendría cada rodete, de medio metro a un metro de alto.
Y los árboles, en Semana Santa, se curaban, con una preparación de cal, con nopal, embarrada sobre su tronco, llegando al límite, donde empiezan sus ramas, para que dieran mas fruto.
Y si pasaban los años, y un árbol, seguía amachado en no dar fruto, en un Viernes Santo, se le incrustaban unos 4 clavos grandes, formado una cruz, y en su parte superior al encalado del tronco, pintar una línea roja, y sobre los clavos, también en forma circular, abrazando el tronco, amarrar un listón rojo y seguro, seguro, que a la próxima temporada de cosecha, fruto daría.
Además, todos los seres vivos entienden, si les hablas, y les dices… lo siento mucho, tu no quieres responder ni al agua, ni al sol, ni a las vitaminas que se te riegan alrededor de ti, esta es tu ultima oportunidad, si no respondes, con dolor de mi corazón, se te cortara de raíz.
Es como cuando, yo encuentro una plantita, maltratada, tirada en la calle, o veo, de una matita, que pende una podida a punto de morir; la llevo a mi casa, y la siembro, y mientras lo hago, hablo con ella, y le digo, ya te recogí, ya te estoy dando la oportunidad de vivir, si lo deseas, yo te atenderé, de ti depende.
Y si prenden.
Con todo lo que nos rodea, es posible tener comunicación, y la respuesta la vemos, cuando una planta, reverdece, hecha brotes nuevos, o florece.
Si por andar muy atareada, tardo en regar mis plantas, el día que lo hago, les pido disculpas, y me perdonan.
Alegres, al otro día, florecen.
Responden, tal y como pueden hacerlo.
Si yo les digo, que las plantas, me envían mensajes a mi cerebro, y las puedo escuchar y entiendo lo que me dicen, me creerán loca…entonces digo, no es cierto, era solo una broma.
Cuando mi hijo tenia 4 años de edad, lo llevamos a la playa, se asoleo, y se metía al agua, y lo dejábamos, que rodara de unos muédanos, que eran altos, que son como unas lomitas de arena y mi hijo, se revolcaba en esa arena caliente a mediodía, y de nuevo a lo fresco del agua de la playa, y vuelta a los muédanos; y mi esposo y yo, reíamos, con la felicidad de mi hijo, nos contagiaba su alegría.
Y en la noche que empieza nuestro hijo con tremendas calenturas.
Lo llevamos al doctor, que si se resfrió, que si una infección, que ya esta peor, que ya no come, no duerme, todo le dolía, y lloraba, y nosotros tristes.
Y pasaron un par de días, y nuestro hijo, enfermo seguía.
Y platicando, con Lupita, una señora, que tenía una tiendita, cerca de nuestra casa, mujer de rancho, conocedora de muchas cosas sabias, me dice, oye, Marucha, si tú tienes el remedio en tu casa.
-¿yo?
Si, tus plantas.
¿Cómo?
Y me dice Lupita, coloca un tapete, o cobijita en el suelo, acuesta a tu hijo encima de ese tapete.
Le pones una almohadita, para su comodidad.
Para esto, tú tendrás listas, ramas de los que tengas por ahí, de preferencia de plantas medicinales, no vayas a agarrar venenosas, o de las que pican.
Si tienes dudas, tráeme unas hojas de muestra, y yo te diré cuales te pueden servir.
Bueno, con las ramas, sacúdelas, que no tengan insectos, y las humedecerás un poco, no ha escurrir agua.
A tu hijo, le harás unas como botitas de yerbas húmedas, se las amarras luego, en sus pies descalzos.
Le pondrás en su cabeza, que arde de calentura, en su frente, nuca, en bracitos y piernitas, pero no en el pecho ni en la espalda.
Sacaras así el calor encerrado que trae, cambiaras unas 2 o 3 veces, esas como cataplasmas de yerbas, y veras como se te compone.
Yo así le hago a mis hijos, en el rancho, primero vemos, si con yerbitas, si se quita algo leve, si no, pues ya entonces acudimos al doctor.
Yo te doy, este consejo, porque ya es mucha la medicina, que le has dado, y el niño sigue igual, si no es que peor.
Y agradeciendo su consejo, vuelvo a mi casa, y busco, entre mis plantas, cual me podrá ayudar.
Tengo un arbolito de chinchinole, o cancerina, también llamada cerillo…
Esa me late que es la indicada.
Tiene muchas propiedades medicinales, hervida con árnica, su agua, aplicada sobre leves quemaduras ayuda a la cicatrización.
Un te de esta hierba, con un corazoncito de zábila, un trocito muy pequeño, ayuda a desinflamar,
Me contaron de una señora, que la tomaba, y un día en su baño, arrojo un tumorcito, que ella ni sabia que tenia.
Con esa creencia, le pedí permiso a mi planta, de arrancarle unos bracitos.
Le dije, perdona el dolor que te voy a causar, no lo hago por gusto, mi hijo esta enfermo, ayúdame por favor.
Y esos manojos de hierbas húmedas, cada que las cambiaba por otras, quedaban quemadas, de tanta calentura de mi hijo.
Y se curo, Gracias a Dios, y a mis plantas.
¿Por que y para hizo Dios a las plantas?
Todo tiene su razón de ser, en este mundo, y es bueno, indagar aquí y allá, y aprender cada día mas cosas benéficas, que no sean de maldad.
PRINCIPIOS DIFICILES DE UNA ESCUELA
En ese patio en forma de escuadra, había una pileta, donde se almacenaba agua, estaba cerca de la toma de una llave de agua, pegada a la barda.
Por el patio de atrás, se encontraba un pozo.
De donde, cuando empezó a funcionar la escuela primaria se extraía el agua, en cubetas, ayudándose con una carrucha.
También, por mucho tiempo, no hubo luz eléctrica.
Y cuando, ponían a bailar a los chiquitines, la maestra Rosa Eva Velásquez de la Garza y la maestra Flor de Maria Ortega tenían que armonizar con palmadas, marcar tiempos, tararear las canciones, y con ese acompañamiento, hacer que los niños, se imaginaran las melodías.
Si, fue difícil el comienzo de la escuela.
Pero ha dando grandes frutos al pueblo.
A México.
Cuantos alumnos que han pasado por sus aulas, han sido presidentes municipales, médicos, ingenieros, licenciados, contadores, maestros y directores de escuela.
Es su educación básica, lo que los han catapultado, a pelear por un mejor futuro.
Y son los maestros, los que con su esfuerzo, doble, por tener tantas carencias la escuela en sus inicios, han hecho posible que lo que estaba en germen, desarrollara, creciera y diera frutos.
El pozo de ese patio, siempre estaba con ramitas, palitos, su agua.
Las pelotas, que a los alumnos se les caían, intentaban extraerlas, primero arrojaban una tabla, o rama, que quedara justo debajo de la pelota, para que la levantara un poco, luego aventaban la cubeta, y ahí estaban en el brocal del pozo, todo un enjambre de huercos, unos de panza, con brazos hacia delante, otros, mas aventados, se trepaban al brocal del pozo, se agarraban fuerte del travesaño de donde pendía la carrucha, o de los pilares de cemento, que sostenía el marco, de donde pendía la carrucha, y así tenían mejor vista del fondo de ese pozo.
¡Jala la cubeta para allá!
¡Otro poco hacia ti!
¡Dámela a mí!
Como si estuvieran pescando la pelota, con la cubeta.
Se daba cuenta algún maestro, y…
¡Niños, niños!, ¡quítense de ahí!
Y el dueño de la pelota, enojado, frustrado, de nada sirvió la ayuda de sus compañeritos, ¡para que venia el maestro en ese momento!
¡Si ya mero la sacaban!
Y por mas que le pusieran tablas al pozo, para taparlo, si eran cientos de manos, que curiosas, se las quitaban.
Era hondo, yo tiraba piedras, a su fondo.
Y tardaba en escuchar su choque al caer al agua.
Se contrato, quien limpiara el fondo de ese pozo, unas cuantas veces, pero no duraba limpio, era caso perdido, a los pocos días, volvía a tener basura.
Y no se ahogo un niño ahí, porque Dios es muy grande, y no lo permitió.
Esa gran porción de terreno, donde ahora ubicaron al Kinder, colindaba también, con terrenos de las señoritas Alejandre.
Tenían una gran casa, de madera, con entrada por la calle Amado Nervo.
Eran dos señoritas que vivían ahí.
Doña Lolito, y su hermana Tete, Tetesita de cariño.
Se cuidaban una a la otra.
Se querían mucho.
La mayor, Lolito enfermo de gota.
Si por las noches, andaba yo cerca de ese solar, escuchaba que gritaba, a veces, por el intenso dolor de su pie hinchado.
En la esquina, que daba hacia el salón de actos, había una casita, habitada por un señor extraño, moreno, de labios muy gruesos, y que todos llamábamos Momo.
Les ayudaba en la limpieza de ese gran solar, que tenia mangos, aguacates, limones, naranjos, y muchas plantas de ornato, como tulipanes, rosales, laureles, plantas de pata de vaca, mayitos, se llaman así, porque solo florecen en el mes de mayo; amorcitos, belenes de muchos colores…
Las ramas de varios árboles de mango, caían hacia el solar de la escuela primaria.
Y los chamacos, en temporada de mango, a pedrada limpia, los tumbaban.
Maduros, verdes, como fueran.
A veces los querían para comer, a veces, solo para demostrar su puntería.
Y fastidiaban a las dos señoritas, cuando no les caían piedras; cuando no los alumnos se metían a la brava a recoger lo que se les hubiera ido, que por lo regular eran pelotas.
Decían las señoritas, a los chamacos que porque no hablaban, ora que si quieren mangos, pídanlos, nosotras no nos acabamos todos lo que caen de este lado.
Momo los recogía, las señoritas los lavaban, y los colocaban en filita, en la bardita de su solar, que colindaba con la escuela, y los chamaquitos traviesos, con esos mismos mangos, los usaban como proyectiles, contra los árboles de las señoritas Alejandre.
Y salían a ver…
¡Hey!, ¿Qué paso?
¿Por qué apedrean?
¿Cuál apedrean?, no, mire, yo me estoy comiendo un mango, y mostraban en su mano un mango, que ya tenían listo para aventarlo.
Las señoritas Alejandre a mi abuelita y a mi nos regalaban limas, de la lisa, y de la chichona.
También nos regalaban otras frutas, como naranjas, manzanas, o dulces.
Pero lo que son limas, no se me olvidan.
De niña, mi abuelita me las pelaba.
En un platito me dejaba los gajitos, limpiecitos.
Crecí, y en un noviembre, me dijo, mira. Ahí esta lo que te mandan las señoritas Alejandre, ya estas grande, pélalas despacio, ya sabes como, ya me has visto hacerlo.
Y se fue a trabajar.
A mi no me alcanzaba el tiempo para jugar, y eso de pelar limas, no estaba en mis planes.
Agarro un par de limas chichonas, les hago un corte pequeño con un cuchillo. Empiezo a rodear su fruto, arrancándole la cáscara, me fastidio.
Después con las puras manos, y luego, mejor con la boca.
Me ardía, pero el sabor dulce, dulce de la lima, que escurría de mi boca, llegaba a mi bardilla, caía sobre mi vestido, hacia que no prestara atención a ese pequeño detalle.
Llene de limas, ricas, ricas limas.
Y después, mi abuelita me vio.
Y me pregunto, ¿ya comiste limas?
¡Si! Estaban bien buenas.
Ah, esta bien.
Oye, ¡ven!
¡Te quemaste la boca con las limas!
¡Porque no haces caso!
Ves y lávate bien la cara, y déjame ver, tus manos…
Se me veía un rodete negruzco-verdoso alrededor de mis dedos pulgar e índice.
¡Te quemaste! Manos y cara.
Eso te pasa por floja.
Y a ver si no te quedas manchada para toda la vida.
Dure unos días así, y pensaba, no será por eso que Momo tiene los labios tan gruesos, y habla tan raro.
Que tal si de niño comió muchas limas, y en una de esas, ya no se le quito lo hinchado y lo quemado.
Y, ¿si yo me quedo así?
Después de unos días, como si nada hubiera pasado.
Al otro año, hija, ahí están unas limas. Te las mandan las señoritas Alejandre.
Sabes, mamá, creo que ya no me gustan las limas.
Regresándonos a las instalaciones de la Escuela “Expropiación Petrolera”, en sus amplios corredores, techados, se encontraban unos bebederos, diseminados, aquí y allá, estratégicamente.
A veces, parecía que no salía el agua, y de repente, un chorrote, que te mojaba la cara, y la ropa.
Y los chiquillos, a jugar, y yo te mojo, poniendo la mano en la llave del bebedero, y vamos a mojar, a aquellas que vienen muy platicadoras, ¡ay si! ¡Se creen mucho!
Y empezaba el corretearnos, pero era tan grande la escuela, tan grandes sus patios, que hasta que tocaban el timbre la entrada del recreo, y estábamos en el salón, quedábamos al alcance unas de otras.
Y para entonces, estábamos bien cansadas de jugar, que ya no queríamos pelear.
¡Aire! ¡Aire! Y nos abanicábamos con nuestras manos, con los cuadernos, con lo que fuera.
Regalaban en las tiendas, a los clientes, abanicos de cartón, con formas de ovalo, o cuadrados, rectangulares.
Y se amacizaba el abanico, con un palito, que tenía grapado al centro.
Y agarrábamos el palito del abanico, y dale y dale.
Esos abanicos, traían dibujos, como si fueran postales, de paisajes, o de animalitos enternecedores, y al reverso, la propaganda del negocio que lo regalo.
Y con el sudor de nuestras manos, se desbarataban esos abanicos.
JUEGOS INFANTILES
Las niñas jugábamos en el recreo a:
1._ Juan pirulero.
¡Este es el juego de Juan Pirulero!
¡A lo maduro! ¡A lo maduro!
¡Que se voltee, Anita de burro!
Para esto, estábamos en una rueda, agarradas las manos, y dándole rápido a la vuelta y vuelta de todas mirando al centro,
Terminaba, cuando ya todas estábamos volteadas, mirando hacia el exterior.
Y si nos quedaba piola, pues a volver a empezar, ahora de modo contrario.
Las que estaban volteadas, ahora iban cambiándose hacia el interior de la rueda.
2.- A las estatuas de marfil.
Reunidas y en rueda, tomadas de la mano, cantábamos, ¡A las estatuas de marfil!
¡Uno, dos y tres así! nos zafábamos de las manos y teníamos que quedarnos lo mas inmóviles posibles, la que se movía, perdía, salía del juego, y volvíamos a empezar.
3._ A doña Blanca.
Doña Blanca, esta encerrada en pilares de oro y plata,
Romperemos un pilar para ver a doña blanca.
Todas las niñas, habíamos elegido de qué material eran nuestros brazos, que formaban los pilares.
Eran de cemento, oro, vidrio, madera, piedra, agua, de lo que se nos ocurriera. Pero no se valía repetir el nombre de otro pilar de esa rueda.
En la rueda, que lográramos hacer, de niñas, cada punto, donde se unía un bracito, con otro bracito, bien apretadas las manos, le llamábamos pilar.
Y luego, la niña, que andaba fuera de la rueda, preguntaba……
¿De que es este pilar?
De oro, piedra, etc.
Y la niña, intentaba zafar esas manitas, haciendo lo que estuviera a su alcance, tratando de abrir las manos, columpiándose, en esas manos, algunas hacían sus manos, como si fueran un cuchillo, al juntar sus manos, fuertemente, y dar un golpe, a la unión de manitas.
Las niñas, que se hubieran zafado, por la presión en sus manos, salían del juego, y la que logro romper esa unión, entraban en ese lugar.
4._ Al mono de alambre.
Se cantaba así, en rueda las niñas.
Vamos a jugar
Al mono de alambre,
Y el que no lo baile.
Y el que no lo baile,
Le daremos pamba.
Nombrábamos a una compañera, pasaba al centro, y tenia que bailar.
Si no lo hacia, o si estaba muy tiesa, ¡no se vale! ¡Casi no se movió! Y a darle pamba entre todas.
Si no bailaba, ni se dejaba dar pamba; cuzcale ¡fuera de aquí!
Y la sacábamos de la rueda.
Y a seguir jugando.
5._ A los encantados.
Teníamos una bas (por decir base) donde todas nos refugiábamos.
Por lo regular era uno de los muchos pilares que tiene la escuela.
Nos dividíamos en 2 grupos. Se escogía con un volado quien adentro, y afuera las que estaban fuera de la base.
Y las de adentro.
Las de afuera debían de estar un poco retiradas, para que permitieran que nosotras, saliéramos corriendo, a ser correteadas por ellas.
Si nos tocaban gritaban ¡encantada! Y tenia, que venir una compañera a tocarnos, para que nos desencantara.
En el intento de desencantar, se corría el riesgo de quedar encantada.
Luego, las que les había tocado estar fuera de la base, hacían guardia.
Estaban acechando, quien salía de la base, quien quedo encantada, y si alguien intentaba desencantar. Entonces, decíamos, no se vale, ¡esta cuidando muertito! La encantada pedía a gritos, que la tocaran, para poder así seguir siendo correteada. ¡Yo! ¡Yo! ¡A mi! ¡Desencántame a mí! Y estiraban las manitas.
Todo un juego de astucia, agilidad, nervios de acero.
Cuando ya todas las de la base, estaban encantadas, o eran tan pocas las que se habían salvado, ahora era al revés, las de adentro, se salían a corretear, y las de afuera entraban a la base.
6._ A la roña hincada.
De nuevo, un pilar de la escuela, como bas.
Pero ahora, solo una niña, quedaba afuera.
Todas salíamos corriendo, y la de la “roña”, nos correteaba, a la que tocara, tendría la roña, y esa ahora, tendría que corretear a las demás.
Si uno se cansaba, estaba la bas.
Si no te hacían caso, por ser muy veloz, cuchileabamos a la que traía la roña, con ¡a que no me la pegas! ¡Lero, lero, candelero, calzones de cuero! Y movíamos el cuerpo, como si bailáramos en un sitio, al bailar, poníamos las manos en la cintura. De burla. Si se volteaba y empezaba a corretearnos, a correr, pa que son piernas.
Si uno notaba, que te iban a alcanzar, te hincabas, y ya no te podían tocar.
Y cuando querías te incorporabas, y empezabas de nuevo a correr.
7._ A las esquinas
En cubículos, que se encontraban pegados a las direcciones, de los turnos matutino y vespertino, nos metíamos 5 niñas.
En cada esquina, se colocaba una.
Y en el centro la quinta niña.
Teníamos, que tocar levemente los dedos de alguna compañerita, como haciendo un contacto, y cambiar velozmente de sitio cada una.
En ese cambio, de una esquina por otra y viceversa, la niña que estaba al centro, trataba de ocupar una esquina.
Si no ocupábamos rápido un lugar, y quedábamos fuera, teníamos entonces, la que quedo volando, fuera de lugar, acechar a las demás, a ver quien se descuidaba, y así, jugábamos a las esquinas.
Siempre había pleitos ahí.
¡No se vale! ¡Ella me empujo!
Yo todavía no me quitaba de mi esquina. Tenía mi punta de mi pie tocándola. No es que ella, me jalo y no se cambio de esquina, así que yo me quede sin esquina, y ella, se acobardo, y yo perdí, por su culpa.
Y aunque no quisiéramos, terminábamos gritando, y ya oía algún maestro, y ¿Qué hacen, niñas ahí? Tan grande que esta el patio, y ustedes en ese cuartito, alegando.
Órale, vamonos de aquí.
¡Al patio! ¡Al patio!
Y en el patio, ¡por culpa de esta!
A la otra no juega con nosotras.
Yo te dije, no la aceptes.
Y la aludida, pues si yo tengo ¡mis amigas!
Y ellas, no me cortan como ustedes.
Y ¿Qué haces aquí, con nosotras?
Vamos a aplicarle la ley del hielo.
Y extendíamos nuestras manos, muy dignas, mostrando los dedos índices que levemente se tocaban, y le decíamos, ¡córtala! ¡Córtala! Y ella a cortar, con su dedo índice, ese leve roce de nuestros dedos y durábamos un rato sin hablarnos.
Y luego, oye ya vamos a ser amigas de nuevo.
Y se hacían las pases, con la ceremonia…
Agarrábamos nuestros dedos meñique, como enganchados, las que nos contentábamos, y moviendo hacia arriba y hacia abajo nuestras manos, coreábamos, “somos comadres del dedo chiquito, si nos enojamos se enoja “Diosito”.
Y si había testigas de nuestro pacto, mejor.
Ya éramos amigas de nuevo, hasta que nos peleáramos otra vez.
8.- A las escondidas.
La niña que buscaría, a las demás compañeritas escondidas, se armaba con un botecito, lleno de piedritas, y debía contar, en voz alta, hasta 20 o 30,y luego recorría la escuela y cuando encontraba a alguna compañera, sonajeaba el botecito, gritando a la una ,encontré a…,a la siguiente que encontrara gritaría a las 2, encontré a …y así, hasta encontrar a la ultima, y esa ultima en ser hallada, contaba eso como una gran hazaña, el lograr un escondite de lo mas ingenioso.
La emoción aquí, era escuchar el botecito, sonajeando cerca de ti, que ya mero te localizaban, para esto, las niñas que hubieran sido localizadas antes de ti, se unían a la búsqueda, como en un desquite, y le ayudaban, para terminar mas pronto el juego, y así poder empezar otro.
Si una jugadora, se había escondido tan bien, que nadie la encontraba, al final del juego, se podría dar por terminado este, gritando por todos los patios, el nombre de la niña…con las siguientes exhortaciones…!ya sal! ¡Ya se termino! ¡Ya sal de tu escondite!
9.- Al bebe leche o al avión, siendo estos dos juegos muy parecidos en su dinámica.
Se dibujada un rectángulo, con unas divisiones, o sino un avión, (ver dibujos) bueno, se imaginaba uno que era un avión.
Cada espacio lo numerábamos, y brincábamos con un solo pie, después de haber aventado nuestro tejo. Que era una piedrita, o fichita, algo con que señalar en que sitio íbamos.
Partíamos de la cola del avión, no debíamos pisar raya, porque si no perdíamos, y al llegar a las alas, descansábamos algo los pies, y luego de nuevo de a cojito, y al llegar a la punta del avión, dar la vuelta y de nuevo, recogíamos el tejo, del lugar donde lo hubiéramos dejado, y lo aventábamos al espacio, que seguía en numeración, y cuidadito con salirse el tejo del dibujo que habíamos hecho, ya fuera el bebe leche o el avión. Prohibido que tocara alguna rayita. Porque si no, le seguiría el turno a otra compañerita. Podíamos jugar varias niñas.
Dibujábamos el avión, o el bebe leche, sobre el cemento, con un gis, así que en época de esos juegos, no rendían los gises en los salones.
Y si los maestros, los guardaban, pues dibujar con el filo de una piedra porosa, de preferencia si se podía un pedazo de ladrillo, por lo rojo.
10._ Stop
Se dibujaba un círculo, con otro mas chico al centro.
En el centro, se ponía la palabra stop
En el anillo, que quedaba alrededor, del circulo del stop. De acuerdo con el número de las que íbamos a jugar, se hacían unas rayas, para separar como gajos, aquel anillo.
En esos gajos, se ponían nombres de ciudades del país.
Cada niña, elegía que nombre quería en su espacio,
Con volado, como casi siempre, se escogía quien, quedaba de primero en el stop.
Todas, tocábamos con el pie, el suelo de nuestro sitio, y con el otro pie, estábamos en posición de listas para correr.
La del centro, veía los nombres, con calma, veía quienes eran las dueñas de ese sitio en el circulo, y calculaba mentalmente, a quien podría alcanzar, mas rápido en una carrera.
Ya decidida, decía:
¡Declaro la guerra a………!
Y la niña, cuyo espacio, se denominaba así, echaba a correr, si la alcanzaba, la que perdía, se convertía en la del centro, la del stop.
Y la del stop, ocupaba el sitio de la que había perdido.
Si no lograba alcanzarla, llegaban las 2 sofocadas.
Cada una a su sitio, y de vuelta a empezar.
A nombrar otra ciudad, y así, hasta que alcanzara a alguna compañera.
11._ Al gato y al ratón.
Puede ser de 3 niñas, o de más
Una en cada extremo, y avientan una pelota, que es el ratón.
Y el gato, es la niña, que esta en medio, y tiene que atrapar la pelota.
Si lo logra, la niña que iba a recibir la pelota, pasa a ser gato. También se puede jugar con infinidad de jugadores, solo hacen una rueda, y al centro la persona que será el gato.
12._ A la cuerda, de manera individual.
En parejas, cada una llevaba, la cuenta del número de veces, en que había brincado la cuerda su compañerita, y comparando cantidades, así sabían quien de las dos había ganado.
En grupitos de niñas, que es cuando 2 niñas hacen brincar la cuerda, y las demás, formadas, brincan, en orden, de una en una, contándose cuanto aguanta cada una.
Si se enreda la cuerda en sus pies, ya perdió.
Al final, gana la que alcanza a brincar más veces.
Los grupos de niñas de 5 to. y 6 to. Grado, eran mas exigentes, en sus juegos de cuerda, porque entonaban el estribillo, primero despacito…
Carne, chile y mole,
Carne, chile y mole,
Ya que había agarrado confianza, la que estaba brincando la cuerda, se le daba más y más aprisa a la cuerda .agregándole otra línea al estribillo…
Carne, chile y mole,
Carne, chile y mole,
Pozole, pozole, pozole, pozole, y al cantar esta parte, se le daba tan recio a la cuerda, tan de prisa, que nadie aguantaba.
13._ A la matatena
Consta de una pelotita pequeña, y 10 matatenas, que son como estrellitas, en tercera dimensión.
Escogen quien es la primera en jugar, quien la segunda y así sucesivamente.
Como en todos los juegos, pueden escoger el orden, por medio de una moneda lanzada al aire, eligiendo cara o cruz.
O pueden hacerlo, con piedra, papel o tijera.
Es un juego donde cada quien, elige representar, piedra, papel o tijera.
Previamente, cada niña, esconde una mano, tras la espalda, se dice el estribillo, entre las participantes, de !piedra, papel o tijera! y rápidamente, presentan las manos al frente, mostrando cual figura escogió a su arbitrio cada una.
Las tijeras, se representan, con el dedo índice y medio abierto, y estas, cortan al papel, y no le hacen nada a la piedra.
La piedra, esta representada, por la mano empuñada, pierde si es envuelta, por el papel, y nada le pasa con la tijera.
La palma de la mano abierta, representa al papel, este envuelve a la piedra, y por lo tanto, ganaría, pero es cortado por las tijeras, y ante estas, perdería.
Ya elegido el orden de las participantes, a la matatena, ahora seguía, con cual matatena, de todas las niñas, se jugaría.
Había unas de lámina, de color gris. Sonaban bonito al tirarlas al inicio de cada juego.
Otras eran de plástico, de varios colores.
Si no traíamos la matatena, la improvisábamos con piedritas.
Ahí, lo indispensable, era la pelotita.
Se empieza, tirando lo más separadas las matatenas, al piso, si era en cemento mejor, si era en tierra, con las manos, emparejábamos, que estuviera lo más lisito, y macizo, para el rebote de la pelota.
Y se bota la pelotita, mientras rebota, se coje una matatena.
Que no rebote 2 veces, porque se pierde, ni que las matatenas, al quitar una, sean tocadas, y se muevan, también es falta.
Todas, acercábamos nuestras caritas al piso, escudriñando cualquier movimiento, en las matatenas.
Si no se había equivocado, y había logrado recoger todas las matatenas, de una en una, podría, volver a tirar las matatenas, y ahora se iba de 2 en 2.
Así, hasta que recogiera las 10 de un solo manotazo.
Al momento de perder, todas tomaban nota, en que numero de matatenas se había quedado, para cuando le tocara de nuevo, iniciara con ese numero.
Y todas van recogiendo la matatena, por eso al inicio del juego se prefería aquella que contaba con las matatenas derechitas, no mordisqueadas, ni que le faltaran pedazos, porque era más difícil jugar así.
Si una niña, logra recoger hasta 10 matatenas, entonces se le agregaba otro grado de dificultad.
a) El martillito: la mano que aventó la pelotita, antes de tomar las matatenas, tenia que tocar el suelo, en forma empuñada, con el dorso de la mano, simulando el martillito, posteriormente, ya agarraba las matatenas, en la misma forma, primero de una en una, luego de 2 en 2, y así, hasta de 10 en 10.
b) La casita o cuevita: en la mano contraria en la que rebota la pelotita, se colocaran las matatenas, en una como cuevita, que se hace con la mano, apoyado el dorso de esta en el piso, simulando una cuevita.
Si las matatenas no entran a la cuevita, también se pierde.
Se rebota la pelotita, se recoge la matatena, se agarra la pelotita, que no rebote 2 veces.
c) La canastita: se pone la mano contraria a la que rebota, en posición de una como canastita, que recibirá las matatenas, que se vaya recolectando, sin que se caigan de la canastita, porque eso también es un error.
d) Si ya paso todas las pruebas, se pueden hacer combinaciones de dificultad, canastita con cuevita, martillito con canastita, etc.
14._ A las comiditas con yerbita, fichas como trastes, tierra y agua como pastel.
15._ A los quemados
Se hacían unos hoyitos en la arena, como marcas, en diferentes distancias. Cada quien sabia de quien eran esas marcas.
Una niña o niño, aquí jugaban mixtos, o puras niñas, o puros niños, bueno, la criatura, aventaba una pelota, después de haber hecho una rayita en el piso, y aclarado, a cuantos pasos estaría para aventar la pelota.
La marquita, que hubiera sido rebotada por la pelota, por primera vez en ese aventarla, señalaba quien seria el quemador.
Ese niño, dueño de esa marquita, recogía la pelota, y ya todos sus compañeros, habían corrido en diferentes direcciones, y el tenia que corretearlos, con la pelota en la mano, y calculando que podía tocar a alguno con la pelota, aventársela con fuerza.
Al que tocara la pelota, en un tiro directo, estaría quemado, y empezando el otro juego, le tocaría ahora ser el quemador.
16._ Al volantín.
Dos niñas, nos agarrábamos fuertemente de las manos, mas bien, una mano agarraba fuertemente el antebrazo del brazo de la otra, y la otra hacia lo mismo.
Y decíamos, ¿lista?, no sea que la agarremos descuidada, y le diéramos una arrastrada por el patio, ¡lista!
Y dábamos vueltas y vueltas, hasta que una de las dos se mareara, o ya no aguantara, o quisiera vomitar.
Y ya sueltas, ¡Mírame! ¡Mírame! ¡Estoy bien borracha! Y caminábamos en eses ¡y exagerábamos la borrachera! Para que las demás vieran, que nos la estábamos pasando a todo dar.
Pero a veces, era cierto, y empezábamos a vomitar.
O nos caíamos al piso, todas mareadas.
Las maestras, lonchando, y las chismosas, ¡Maestra! ¡Maestra! ¡Fulanita se esta vomitando!
Y ahí viene la maestra, ¿Qué te pasa? ¿Qué comiste?
Y se hacia una rueda de curiosas.
Y alguien explicaba, estaban jugando así, y asa,
Y tocaba el timbre, y la maestra se quedo sin comer, porque unas niñas, jugaron a los quisieron.
Es duro ser maestra.
Yo lo veía, diario, lo veía.
No es nada mas, dar clases y ya.
Preparar clase, material educativo, láminas de la pared, periódico mural, la asamblea.
El reporte semanal, mensual, bimestral, semestral y anual.
Los exámenes, que nadie queda contento, las boletas y listas, con números tan chiquititos que sienten los maestros que ya se volvieron bizcos.
Y repito, nadie queda contento…
Ni directores, porque quieren ser mejor que tal o cual escuela.
Ni chamacos, porque nadie quiere bajas calificaciones, pero no se aplican.
Ni los padres de familia, que ven en sus hijos genios.
Y hay algunos, que van y reclaman al maestro, con palabras tan groseras, que más de alguna vez, los hacen llorar.
O que se enfermen de los corajes, que reprimen.
Como están educados, preparados, los profesores; entonces los padres de familia, algunos, claro esta, creen que el maestro tiene la obligación de callar, le digan lo que le digan
Si se defiende, o voltea el rostro con coraje, ¡porque me da la espalda! ¡No me ignore! ¡Ni parece maestro! ¡De que le sirvió lo que estudio!
Y se tienen que callar, los maestros.
Y hay algunos padres, que no conformes con el San Quintín que armaron en el salón de clases, que deberían de respetar, siquiera porque están ahí sus hijos como alumnos; van y presentan escritos a la dirección, a la inspección.
Lo que quieren es dañar la reputación del profesor, que ha caído de su simpatía.
Los alumnos, todo observan.
Son los peores jueces. Y van a sus casas, y cuentan todo aumentado, y luego el maestro, agarra fama de corajudo y grosero.
Muchas veces, el maestro no sabe que esta pasando en su salón. Por mas que lo intente.
Un parpadeon, y algún huerco lo madrugo.
Cuando yo era alumna, de la maestra Flor de Maria Ortega, había una niña gordita, que estaba haciendo un trabajo manual, como castigo.
Digo como castigo, porque era tan grande, que lo traía desde el segundo año, y no lo podía terminar.
Era bordado en cruz.
Pienso que ella, estaba saturada, llena de ese trabajo manual.
Todos le echaban porras por su perseverancia.
Ya estábamos en 4 to. año, y seguía con ese trabajo.
Había veces, que se quedaba en los recreos, a adelantarle. Pues si ya le faltaba poquito, tenía que terminarlo.
Yo creo, que por eso, ella, se peleaba con todos, y por cualquier motivo. Yo ya la traía en salsa.
Desde 2 do. Año.
Cuando nos toco en el mismo mesabanco. Ella me gano la ventana.
Cada que iba a que le revisarán, tareas o trabajos, hacia que yo me parara.
Si no lo hacia pronto, aunque yo le pedía, espérate, déjame acabar estas cuentas, o este renglón; ella, me empujaba, y en mas de una ocasión, me tumbo de mi asiento.
Si yo me amachaba, y no me paraba, agarrándome fuertemente del asiento, y ¡ahora si, a ver como le haces, chiquita!, para ir con la maestra.
Entonces, ella, olímpicamente me brincaba.
Sentía que me asfixiaba, con su cuerpecito recargado, sobre mí.
Yo no era, delgadita, pero ella, era la más alta, y chifladita del salón.
Ya en 4 to. grado ,esa compañerita de salón, me debía muchas.
Pero ni modo de pelearme con ella.
Paradas, con un empujón, me sentaba en el piso.
Ya en 4 grado, cada quien tenia su mesabanco, pero seguía siendo para mí como una piedrita en un zapato.
Yo no se como se me ocurrió, pero una mañana, masticando un chicle, y con unas tachuelas que me había encontrado, se me vino una idea.
Mi dolor de cabeza, ahora estaba en un sitio privilegiado.
Su mesabanco, al lado del escritorio de la maestra Flor de Maria Ortega.
Nada tan fácil, que colocar cuidadosamente las tachuelas, con las puntas hacia arriba, y el chicle, de un color parecido al asiento, embarradito, nomás para que se le ensuciara tantito el uniforme.
Sabia, que al tocar el timbre, todas correríamos, sudorosas, empujándonos para entrar, y ella, ni vería los regalitos, que le había dejado ahí.
Tocan el timbre, y yo, nerviosa, trato de ser la ultima en entrar.
Si veo a mi victima, quejarse no me aguantare la carcajada.
Y después, me va a ir muy mal.
Ella se sentó, y nada paso.
La que exploto, fue la maestra.
Había venido a platicar con ella el maestro Danylo Bayly Ortega, (un maestro que vestía muy elegante, como si su ropa acabara de salir de la tintorería) durante el recreo y lo paso al salón, no estoy segura si alcanzo a sentarse en el asiento preparadito, y se pico y embarro con chicle, o solo vieron lo preparado.
Pero a la maestra, parecía que le salía humo de lo enojada que estaba.
Sus ojos verdes, parecían salirse de sus orbitas.
Ella siempre de tacón, de media, perfumadita.
Y quien sabe que le paso a su compañero de trabajo, en su salón.
Junto a su escritorio.
Nos paro a todos sus alumnos.
Y quiero que me digan quien fue, cuando se había visto eso.
Si alguien sabía algo, que levantara la mano, y lo dijera.
Eso era fechoría de unos 2 o 3, como a un solo niño se le iba a ocurrir.
Y la maestra, esperaba que algún cómplice rajara.
Yo nunca necesite de güajes para nadar.
Mis travesuras, las hacia sola y sin testigos.
Y tenía fama de buena niña, de obediente.
La maestra Flor, mas calmada, ¿Qué mas podía hacer?...
Seguíamos parados, a un lado de nuestros asientos, y ella, invocaba no se que argumentos:
¡Que demuestre valor civil el que lo hizo!
Una cosa es el valor, y otra lo tarugo.
Yo seria, parada igual que los demás.
La maestra Flor, dirigía sus miradas, como luces de un faro, sobre cada uno de nosotros, tratando de adivinar, quien fue el de la maldad.
Yo seria.
Con cara de no rompe ni un plato.
Dialogaba interiormente, fugándome de ese momento crucial, del siguiente modo.
Dios sabe que yo no le quería hacer una travesura al maestro Danylo.
Si el tan amable que es.
Para que se sentaba en ese asiento, que yo había preparado con tanto cuidado.
Ahora, ella ya esta aprevenida, de que alguien la trae entre ceja y ceja, y ni para cuando la agarre dormida.
Y todo por culpa del maestro Danylo.
Nadie sabe lo que hice, a nadie se lo comente.
¿Y si alguien me vio hacerlo?
No, yo estuve con pies ligeritos.
Lo hice veloz.
Y la maestra Flor, que miraba, como queriendo taladrar conciencias.
Pero la mía estaba limpia, no lo había hecho adrede.
A ver quien se cansa mas, ella de preguntar, o yo de estar divagando.
Sirve que no hacemos nada.
Hay que siga preguntando.
Si hasta estoy disfrutando verla tan brava.
Si lo hubiera querido hacer adrede, de seguro, no me hubiera salido así.
Y la maestra Flor se rindió.
Con voz cansada, nos ordenó sentarnos.
No me acuerdo que castigo nos puso a todos.
Pero así, parejito, ni se siente.
Durante días, hubo espías.
De todos tipos, desde ¡yo se que fuiste tu!, hasta ¡yo te vi!
Pero la pesquiza era general, y solo daban palos de ciego.
Por eso lo escribo, para que sepa la maestra quien fue.
Después de 40 años lo digo, por fin, lo digo.
Fui yo, y ni modo. No fue adrede.
Los varoncitos, por lo regular, tenían diferentes juegos a las niñas.
1.-Al béisbol, se jugaba con un palo de escoba como bate.
En el patio de tierra, donde estaba el pozo.
La base principal, era un enorme árbol de cedro, que estaba cerca del solar de las señoritas Alejandre y a un lado del salón de actos.
Seguía como limite, el pozo. Tenían que tocarlo, para estar salvados.
Luego, el limite o base, era un árbol enorme de aguacate, y si se les hacia muy lejos, buscaban una piedra grande, que les sirviera de señal, y así fueran mas cortas las distancias.
La otra señal, podía ser un limoncito pegado a la cerca de las señoritas Alejandre, o también, con una piedra, se marcaba un sitio mas corto.
Acababan ese juego, con los cuerpos sudados, empanizados con la tierra del solar.
2.- Fut-bol.
3.- Chan-gai
Cortaban los chiquirrines, de un palo de escoba, dos tramos, uno como de 16 cms. Y el otro de unos 40 cms.
Y empiezo, con este trabalenguas, si no le entienden, no se apuren, o son chavitos, o son féminas, como yo, que logre medio explicar este juego, porque me lo dictaron, y me lo representaron, en un juego improvisado, y aun así, de que yo de niña, lo veía jugar, recuerdo mas los catorrazos que se daban los huercos, que las reglas de este juego.
Lo que no olvido, a pesar del tiempo transcurrido, son las expresiones… ¡Sale como chale! cuando aventaban los palos, o cuando se oía el golpe, seco, macizo, del palo del Shangai en la cabeza de algún jugador, el…!chin…en el Shangai!
Bueno, empiezo:
1 er. Paso…Hacían una excavación, en la tierra, de forma acanalada, con un palito, de los mismos, que después ocuparían en el juego, y en esa como fosa, se atravesaba el palito mas corto.
Con el palo mas largo, se cuchareaba, o sea se lanzaba al aire, el morrito de palo de escoba.
Si lo capeaba, el jugador contrario, el que se denominaba como, el que “estaba sirviendo”, contaba como out.
Si no lo capeaba, todavía tenia la oportunidad, de acostar el palo largo en esa excavación, y con el palo corto, que se usaba como proyectil, para pegarle con el, desde el sitio, donde había caído, el palito, cuando se cuchareo.
Si le pega, cuenta como out.
A continuación, si no le pegaba, al palo grande, cuenta con ese mismo palo grande, las medidas necesarias, y sacara cuantas carreras, se necesitaban para llegar, a donde cayó, el palito corto.
2 do. Paso…se colocaba el morrito, de manera vertical, en la ranura.
Levantaban el palo corto, de la ranura en la tierra, y sosteniéndolo con la mano, le pegaban un batazo, con el palo largo; si el servidor lo atrapaba, era out.
Los novatos, en ocasiones, se daban duro en sus propios dedos.
Y los servidores, al atrapar el morrito, convertido en proyectil, sentían quemar sus dedos.
Si el servidor, no lograba capearlo, se lanzaba de nuevo, a caer lo más cerca posible, a la ranura en la tierra, y se median las carreras.
3 er. Paso…el palo morrito, se ponía en la ranura de la tierra, pero ahora, solo de manera inclinada, es decir, la punta metida en la ranura, y sobresaliendo una parte del morrito.
Se le pegaba en la punta, a levantarlo en el aire, y ahí, se le daba un batazo, con el palo mas largo.
Se medía, que tan lejos había caído, para sumar un total de carreras.
Y cada jugador, en cada tirada, va sumando sus carreras.
Y el servidor, puede tirar ese palo, a meterlo en la ranura, cosa harto difícil, más no imposible.
Más fácil, era ver salir la sangre de las frentecitas, de los alumnos de primaria, que todos los días, jugaban ese extraño juego, ante mis ojos y oídos.
Y entonces si, pies pa que son, corredero de chamacos, se acababa el juego del Shangai, las rueditas de mirones, jugadores, todos corrían a sus salones, o si era en horas de salida, creo que hasta que ya estaban en sus casas, dejaban de correr.
Mejor que dijeran, aquí huyeron, y no escuchar la voz de algún maestro decir ¡aquí, a ver vengan!, ¿quien fue? , o ¿como fue?, o el temido, ¡que venga tus padres!..
Y el alumno descalabrado, nunca daba santo y seña, de lo que había pasado, sino quería verse excluido de por vida, de los juegos de sus compañeros de grupo.
4.-A las canicas.
Primero eran unas, cafés, grisáceas; como si fueran piedritas puliditas.
Luego, salieron unas de vidrio, de un solo color.
Después, las de vidrio, de muchos colores, que llamábamos agüitas.
Y los cayucos, que eran unas canicas gigantes, esas en los juegos, valían lo doble o lo triple, de la canica normal, porque con los cayucos, era más fácil ganar.
Hasta, partían a veces las canicas más pequeñas.
En ocasiones, los que estaban jugando al meloncito, o al triangulito, no aceptaban en sus juegos de canicas, al que traía cayucos.
5.-Al trompo.
Existían todas las suertes actuales, mas la de “campanitas al trompo”, suerte que ha desaparecido, así como los trompos de madera, con punta de fierro.
Aquí se las detallo…
Un trompo, se enterraba, solo parte de su cuerpo, y cabeza; y la otra parte, bolondita, así como la punta de fierro, hacia arriba.
El dueño del trompo retador, amarraba su juguete, de la punta, y de la cabeza, en una como lazada, y lo aventaba fuertemente, hacia el trompo enterrado; si lograba ensartar la punta de su trompo, en el trompo enterrado, entonces ganaba ese trompo.
Si no lo lograba, el dueño del trompo enterrado, tenia la oportunidad, de realizar la misma suerte, con miras a quedarse el como dueño de otro trompo.
En ocasiones, solo quedaban los trompos rotos.
Por eso desapareció esa suerte del trompo, ya no es posible hacerla, con los trompos actuales, los de plástico.
6.-Al yo-yo.
Eran de madera, y empezaban a existir, o usarse, los de plástico.
7.- Las cebollitas.
Los muchachos se agarraban el primero de ellos, de un poste, o de un tronco, de los muchos árboles, que existían en la escuela.
Los que quedaban atrás, del que estaba agarrado del árbol, se sujetaban de la cintura, uno de otro, y jalaban todos, hacia atrás, para ver, de donde se rompía aquella cadena.
El muchachito que se soltara perdía. Lo sacaban, y de nuevo empezaba el juego.
8.- Al burro.
Se ponían igual que en las cebollitas, pero unos se quedaban formados, aparte, y agarrando vuelo, de uno en uno, se trepaban en la fila, de que estaban agarrados y agachados, a su espalda.
Ese juego se prohibió estrictamente en la escuela, por lo peligroso para la salud de los niños, como una lesión a sus vértebras.
9.-Al balero.
Algunos eran de madera, de todos tamaños y colores.
Por lo regular estaban labrados.
Otros se hacían, con botes de lamina, de los que ya alguien había tirado, se les hacia un orificio pequeño en su base, se les amarraba un mecatito largo, y con un palito de escoba, quedaba el balero hechizo, que de seguro, no fallabas en las encestadas.
10. - A las guerritas, o combates.
Los chamacos, traían dentro de sus bolsas, (porque lo de las mochilas, era para solo unos cuantos), con los cuadernos y libros, así como una cantimplorita, que de nada servia, solo para que el agua se tirara, y nos mojara los útiles, bueno, pues dentro de esas bolsas, los varones traían también sus juguetes como los palitos de escoba, acondicionados como pistolitas, en unas como tes, o escuadras.
Se correteaban, entre los árboles, haciendo ruido, como ¡tacataca tacataca!, o el ¡pum! o el ¡bang!
Se escuchaba el ¡ya te di!, no corras, porque tu ¡ya estas muerto!, y se revolcaban entre las matas, entre las piedras, por atrás de los platanales, se subían a los árboles, se arrastraban por la arena y tierra de panza, sigilosamente.
Vivian sus guerritas, con raspones, sudados y agitados de esconderse y correr, y el recreo, que dura tan poco; algunos, sus palitos de escoba, venían con un refuerzo, y a esas les llamaban ametrálletas.
Que sus tiros, eran casi infinitos.
El que traía un arma de plástico, de las que empezaban a salir, era la sensación, se convertía el jefe del equipo.
Y cuando aparecieron los boki-toki, con un alcance de unos 20 metros, hacerle ruedita, al feliz poseedor de esa maravilla.
El fungiría como comandante de un equipo, la guerrita, se ganaba de todo a todo, con un elemento así.
11.-Pelea de gallos.
Niños grandes, fornidos, ponían sobre sus hombros, a niños de pequeña complexión, delgaditos, y jugaban en parejas, a tumbarse al que traía el contrario amamache, a ver quien aguantaba más, con su compañero en hombros.
Un juego, peligrosísimo.
No siempre lo de antes, fue lo mejor.
Solo puedo decir, eran otros tiempos, ni buenos, ni mejores, solo eran otros tiempos.
Si el maestro salía por momentos del salón, aprovechábamos para jugar a:
1.- Barajitas, de luchadores, de frutas, de deportes, se cambiaban unas por otras.
2.- Figuras de muñequitos.
Las niñas comprábamos plantillas de muñequitos, donde aparecía la muñeca, y dibujados, la ropa y accesorios, como zapatitos, gorritos, sombrillita, para esa muñeca, o muñeco.
En ese tiempo, había unas revistas, que se llamaban, Sal y Pimienta.
Me gustaban mucho.
Eran de dos bebes, regordetes, hermanos, que hacían travesuras sin igual.
En la parte media de la revista, anexo a ella, venia una plantilla, a colores también, donde estaban las figuras de los bebes, en pañal, y se incluía, en esas hojas, ropita desprendible, para esos bebes.
Venia esa ropita, igual que en las plantillas de muñequitas, con unas cejitas, en hombros y brazos, para sostener esa ropita del dibujo del muñequito o muñequita.
Todos las muñequitas, de tanto jugar con ellas, a cambiarlas de ropita, terminaban descabezadas. Empecé a pegarlas, en cartones de cajas de galleta, así duraban mas.
Algunas compañeras, las pegaron en cartoncillo.
Cada muñequita, venia con su nombre.
Solo que al comprarlas, venían en sobres cerrados, y salían unas repetidas.
Y si uno quería coleccionarlas, que era lo común, o gastabas mucho, o las cambalacheabas con tus compañeritas de salón.
Las niñas, las llevábamos a la escuela, en medio de nuestros libros y cuadernos, así como los niños, llevaban su barajitas, y cuando el maestro salía, se aprovechaba la ocasión, para hacer los tratos.
Si el maestro regresaba en plena efervescencia mercantil, requisaba las figuritas, y en ocasiones, hasta las tiraban al cesto de la basura.
O si no las entregaba a la salida, con la advertencia… a la escuela se viene a estudiar, no ha jugar.
Pero si no las enseñas, juegas con tus amiguitos, e intercambias, ¿Qué chiste tiene tanta figurita?
3.- A los colchones.
En hojas de cuadricula, puenteas en forma de cuadritos, o los haces en cualquier hoja, con puros puntitos.
Cada uno tenia, derecho a hacer una rayita, al cuadriculado, de modo horizontal, o vertical, nunca diagonalmente.
Cada rayita unía dos puntos, y a medida, que se avanzaba, uno y otro, con sus rayitas, terminaban haciendo como casitas, o cuadritos completos ,que contaban como ganancia, a cada cuadrito cerrado, se le ponía la inicial, del que lo cerro, y podía seguir cerrando cuadritos, en cascada; hasta que ya no cerraba un cuadrito, entonces seguía el contrario.
Ganaba el que tuviera más casitas con su inicial.
4.- A las ligas.
Con las ligas, formabas unas como figuras, empleando los dedos de tus manos.
5.- Al gato encerrado.
Se dibujaba un cuadrado, con sus puntas alargadas.
Eran de cajón dos jugadores.
Uno ponía una figura, ya fuera una cruz o un circulo, el contrario, la otra figura, en cualquiera de los 6 espacios disponibles.
El que lograra tener en línea, 3 figuras, de las suyas, ese ganaba.
Si nadie lo lograba, por estar las figuras contrarias estorbándose unas a otras, se decía ¡gato!,
Y se empezaba, con otro dibujo.
6.-A, ¡basta!
Cada jugador tenía lápiz y papel en la mano.
Se dibujaba una línea donde se ponía nombre, apellido, fruta, ciudad, animal, cosa.
Y de esos nombres se ponían rayas verticales, para hacer como líneas divisorias.
Se empezaba con la letra A.
Cada uno poníamos nombres de cosas, animales, etc., con la letra inicial A.
Había un encargado que decía ¡basta!, para dejar de escribir con esa letra.
Ya así seguían con las letras del alfabeto.
Ganaba quien hubiera escrito la mayor de las palabras, con el requisito que se pedía.
Si llegaba el maestro antes de lo previsto, se guardaba la hoja, y a la salida se comparaban hileras.
Y nos estábamos cuidando, que nadie agregara nada a las hileras, mientras no comparáramos. Se podía utilizar la misma hoja si se deseaba para continuar el juego.
Aquí las alegatas eran, si era cierto que tal o cual palabra se empezaba con la letra que se estaba solicitando, por ejemplo Higo… ¿llevaba H o no llevaba?, y si realmente era nombre de una ciudad, o solo era una fruta.
7.-A los números.
En una hoja limpia, colocaban a diferentes alturas números pares del 1 al 10.
Después, por turnos, se unían 2 con 2, 3 con 3, con rayas.
Eran 2 jugadores, cada uno jugara al hacer rayas de diferente color.
Para distinguir de quien eran cada línea.
Las líneas no se debían cruzar ni tocar.
ESPIRITU DE UNA ESCUELA
Ya describí la parte inferior de la escuela.
Solo añadiré, que bajo las escaleras, en esa covacha, se acondiciono una bodeguita, pequeñita, que contenía papeles, de escasa importancia, y revistas de la SEP, la ropa de utilería, poquita que existía, así como el Penacho de Cuauhtemoc, y la cabeza de venado, para las danzas tradicionales, y las bocinas, unas grandes, como embudos de metal, para la ambientación musical de asambleas y festividades escolares.
El barandal de la escalera, contaba de unos tubos redondos de fierro.
Los chamacos, gustaban agarrarlos de resbaladilla.
De tan viejos esos tubos, las puntas, estaban rotas, y tenían filos, cortantes.
Así, que infinidad de pantalones, llevaban la marca del barandal de la escuela.
Como la escalera, queda de frente a la dirección, tenían cuidado, de que el director, no los viera en sus juegos.
En ocasiones, no tan solo los regañaba, sino que los dejaba un rato sentados en unas bancas, que se ponían por fuera de las direcciones.
Y mandaba un recado, a la maestra responsable de aquel alumno.
El director no era posible, que estuviera siempre en la dirección, hacia recorridos de supervisión por toda la escuela, pasaba despacio por los corredores, escuchando las clases de los maestros.
Eran sonidos agradables, como los de primero cuando cantaban:
Un elefante, se columpiaba,
Sobre la tela de una araña,
Como veían que resistía,
Fueron a llamar
A otro elefante
-o-
Dos elefantes, etc.
Y al llegar a diez, se retrocede en la canción diciendo:
Diez elefantes, se columpiaban,
Sobre la tela de una araña,
Como veían que no resistía,
Quitaron a un elefante.
-o-
Nueve elefantes…
En otros grados, el repaso de las tablas de multiplicar, mas allá, el alfabeto de corrido; las capitales de cada estado, por orden alfabético.
El silencio de aquellos grupos, que están escribiendo, o dibujando.
La voz fuerte de los maestros, que explican alguna lección.
Cada escuela, tiene un espíritu diferente.
Se nota, desde que te acercas al zaguán.
Los ruidos presagian su interior.
Sus paredes pintadas o no.
Las ventanas, con sus vidrios completos.
Sus pisos, limpios o no.
Ya adentro, observas como se comportan sus maestros.
Depende del director que tengan.
Si sabe mandar, firme, y a la vez, con juicio.
Guiara a buen puerto a su escuela.
Si sabe darse a respetar, si el mismo respeta la investidura que porta; no es cualquier cosa ser director de una escuela.
Es mucha responsabilidad.
Si desde el primer día, demuestra flaqueza, ni padres de familia, ni alumnos, y menos sus compañeros profesores lo respetaran.
Si quisiera, después de un comienzo errático imponerse; tendría que comportarse duro en extremo, llegando casi al autoritarismo, poniendo una pared entre el y el demás cuerpo educativo, para un poco, recuperar su papel del que dirige aquel plantel educativo.
Humildemente, yo sugeriría, maestro, si a usted le conceden el honor de dirigir una escuela, mande, y mande sin temor alguno.
Desde el primer día, desde que cruce el zaguán de su escuela.
Recuerde, que hay un dicho que dice:
Donde manda capitán, no gobierna marinero.
Porque el que manda, no se equivoca.
Y si se equivoca, vuelve a mandar.
El director de la escuela “Expropiación Petrolera”, profesor Jesús Briones Vásquez, se gano el respeto y cariño de los maestros, padres de familia y alumnos.
Y los niños, pues siempre serán niños.
Observando, analizando, cuando pueden brincar las trancas y hacer de las suyas.
COLUMNAS DEL CONOCIMIENTO
En el segundo piso de la primaria, estaban los salones destinados a 3 ero, 4 to., 5 to. Y un sexto grado.
Alrededor de los salones del segundo piso, se encontraban los corredores, también techados, que corren paralelos, a los corredores inferiores.
Aquí vemos, que las columnas superiores, caen exactamente, sobre las columnas inferiores, todas ellas, con cuatro caras, y por lo tanto cuatro esquinas, columnas amplias, tan amplias, que no es posible abarcarlas, con un abrazo, y están reforzando la construcción.
En conjunto, el edificio de la primaria, independientemente de su arquitectura maciza, tiene un aire de majestuosidad; sus arcos, que se forman de columna a columna, dan la bienvenida a cada pueoblevejence, invitan al estudio y a la superación.
Esas columnas, las vemos abajo, arriba, adentro y por fuera de la esa primaria.
Yo veo en esas columnas, las columnas que dan fortaleza al individuo, que ha estudiado, que sabe que puede llevar a cabo diversas tareas, porque ha invertido tiempo y dedicación en su preparación.
A un individuo, que sabe que puede haber momentos en que parece que todo sale mal, que todo se llena de nubarrones; pero si cuenta con las columnas de un conocimiento exacto, preciso, y no hablo de información inconexa, del lo vi en una revista, lo escuche en un programa, y por eso siento que todo lo se.
No, yo hablo, del que persevera, y gracias al estudio, encauzado, dirigido por maestros y planes de estudio, y con una Fe, en un Ser Superior, logra superarse a si mismo, y así puede, no tan solo ser útil a si mismo, sino también para los que lo rodean, llámense familiares, vecinos, amistades, conciudanos.
Y todo empieza, desde los primeros años de educación.
Desde el no faltar a clases, nadamas porque si, el ser puntuales; el llevar todo lo necesario, y solo lo necesario, porque algunos llevan el ultimo juguete, el ultimo invento, y ya se distrajo todo el salón
Los corredores techados del segundo piso, cuentan con unas bardas, para protección de los alumnos.
Solo los alumnos de 5 tos. Y 6 tos. Grados, pueden mirar lo que pasa en los patios de la escuela. Así de altos, son los muros de las bardas del 2 do. piso.
Cuenta con 2 terrazas a cada lado, que permitían, de ser necesario, ensayar algún bailable, o tabla rítmica.
Una tiene vista a la iglesia y al camino que va al Retiro de Lourdes, a la Fuente.
La otra terraza, tiene vista al camino a Tampico Alto, y en esos años, se lograba mirar hacia los terrenos de la zona militar, mas específicamente, hacia sus verdes prados, muy a lo lejos, pero la vista los lograba abarcar.
Por el corredor, que esta frente de la escuela, en su segundo piso, de trecho en trecho, a como lo permiten sus columnas, es posible mirar la placita, y sus alrededores.
Los domingos de mi niñez y juventud, gustaba observar a las personas que paseaban en ella.
En la oscuridad del segundo piso de la escuela, me encantaba tomar nota de todo lo que pasaba frente a mi vista.
De muy niña, ponía una sillita, para poder alcanzar a mirar hacia la placita.
La plaza se iba llenando poco a poco, primero eran jovencitos, unos por aquí, otros por allá.
Unos tomando una malteada en el negocio de don Pablito, o sea don Pablo Ramírez, y su esposa se llamaba doña Joaquina Felizarde, sus hijas Chabela Nápoles y Rosita.
El lugar aun se ubica, en la esquina, que por un lado, queda frente a la primaria, y por el otro lado, quedaba frente al cine.
Don Pablito, tenía un hermano de oficio chofer, conocido como Pitabil.
En la refresquería de don Pablito, con letrero “El Chubasco”, se expendían huapilla, tepache, refresco de raíz, y me cuentan, los que saben, que mucho antes, también funciono como cenaduría.
También se vendían refrescos embotellados, de muchas marcas, incluidos los Jarritos.
Aquel refresco, timbón, que tenia realzados, a su alrededor, como un cinturón, infinidad de jarritos pequeños.
Si no tenia muy helados los refrescos, don Pablito, de manera muy amable, te servia en un vaso, hielo raspado, de una gran barra, que siempre tenia cerca de su mostrador.
Había una rockola, y al hechar monedas, tocaba melodías que no se porque, la mayoría eran melancólicas.
Se escuchaban el:
¡Dime tu puente de piedra!
Y me sentía triste, por ese señor, que esperaba que un puente le contestara a preguntas tan importantes.
O cuando era muy pequeña y escuche…
Contigo aprendí que la semana tiene mas de 7 días, y como apenas estaba aprendiéndome los días de la semana, ya ahí las cuentas no me salieron.
Y le decía a mi abuelita, tu que todo lo sabes, dime cuales son los otros días de la semana, aparte de los que siete que me enseño la maestra.
Una canción jocosa, era la de un ladrón, que entra a una casa, y sorprende a una mujer, y al ordenarle, sálgase de la cama, ¡el ladrón se desmayo!
Y esa mujer, le dice, como riéndose, ven, ven, ladronzuelo, ven !ay, pero ven ,y ven a robarme a mi!
Y yo de niña deseaba saber que le había enseñado esa mujer al ladrón, para asustarlo y para tener tal dominio sobre el, que lo cococoreaba, y en su tono de la chica de la canción, no había temor, mas bien un deseo de volver a ver al ladrón.
Empezaba esas rockola, con sus canciones como a mediodía.
De todos los días de la semana.
A veces, con solo escuchar las canciones, repetidas una y otra vez, ya sabía más o menos, que clientes eran.
Ya me sabía los gustos de tal o cual pueblovejence.
No me sabía los nombres, eran escasas las personas a las que yo trataba de modo personal.
Pero observaba y oía.
Característicos, los peleados con la novia.
Los miraba, en sus arrumacos en las bancas del pueblo, unas de fierro la armazón, y tablitas de rejillitas, en el asiento.
Tablitas, endebles, que si se sentaban personas gruesas, crujían.
Los novios, ni por enterados se daban del pandearse de las tablitas, luego por x motivo, caras serias en los novios, un manoteo, el hombre un rogar, la mujer un voltear el rostro con enfado.
Y cada quien, para su casa por su lado.
Días en que aquel enamorado, llegaba, duraba horas y horas en la banca, donde por costumbre, se habían visto por semanas.
Los dejaban plantados, y el despechado, se iba a la refresquería, ponía la rockola, y a poner canciones y canciones.
Si se solucionaba la desavenencia, iban a la refresquería, y platicando, tranquilamente, el joven ponía canciones de amor.
Al rato, los novios tomaban del mismo popote, aunque cada quien tuviera su malteada, se miraban a los ojos, ni platicaban, de embelezados que se encontraban, se agarraban de las manitas y se ponía aburrido el asunto.
Días más adelante, agarraditos de la mano, a dar vueltecitas a la plaza, a lucirse sus ropas domingueras, a que los vean sus amigos, como se quieren.
Mas tarde, en lo obscurito, se iban como no queriendo, atrás de los muros de la escuela, atrás de las columnas, y ahí, subían de tono sus caricias, se oían sus bssssss, bsssss y sus besos.
Si lo quería, al mirar que de la placita, aquellos novios se dirigían al corredor inferior de la escuela, bajaba como atraída por un poderoso imán, desde el segundo piso, y los observaba, estratégicamente desde cualquier salón, atrás de sus ventanales.
Después de todo, yo algún día, también andaría de novia y me era vital, saber cuales eran los mecanismos del amor.
Ahí si, que ni modo que mi abuelita, me diera lecciones.
Se había casado a los 16 años y enviudo a los 20 años.
Esas cosas de novios, ya para mi abuelita, eran cosa como de un sueño.
Cuando mi abuelita, me cacho cuales eran ahora mis distracciones, el deseo de conocer mas sobre eso llamado amor, me llamo la atención, de un modo duro. Seco.
Si se dan cuenta que los andas espiando, no se que te vayan a hacer.
Nada, estoy dentro de la escuela.
Y se fue directo al grano.
Deja de andar espiando parejas de novios, te vas a calentar antes de tiempo.
Todavía no sabes limpiar bien los frijoles, hervir la leche, sin que se tire; mejor aprende a guisar, lavar, planchar, eso es lo que tiene que hacer una mujer de casa.
No creas que solo son besos y abrazos.
En ese tiempo, yo tendría 11 o 12 años de edad, y era cierto, no sabía nada de quehacer hogareño, ni de agasajos con novio.
Por ese tiempo, me dio por fantasear mucho sobre un próximo matrimonio.
Oye, abuelita, te imaginas a tu nieta paseándose por el pueblo del brazo de un joven marino, ya vez que varios muchachos de aquí se han enlistado en la marina.
Tan guapos que se ven con ese gorrito chiquito en su cabeza, pelona.
¿Cómo ves?
Ya me imagino como traerás a tu marino, su uniforme en lugar de blanco, será gris.
Aprenderás con tu marino como se lava la ropa.
Lo bueno es que ya hay detergente, no nadamas el polvito de Doña Blanca, el que viene en tarritos chiquitos.
Mmm, sabes abuelita, eso de marino, como que lo estoy pensando, luego te cuento.
Y otros días, abuelita, a este pueblo llegan muchos miembros del ejercito, las mayoría jovencitos.
Ya ves, lo cerca que esta la zona militar.
Tú crees, que yo algún día, ¿me llegue a casar con un militar?
Y mi abuelita, pues si eso llega a suceder, prepárate desde ahorita, debe de andar bien planchadito, sino lo podrían castigar, por traer su uniforme todo arrugado, y tu serias la causante, de los regaños que le den a ese militar, que pusiera sus ojos en ti.
¡Hay, abuelita!, tu me pintas muy feo el matrimonio.
Y después de un tiempo, abuelita, he pensado mucho, y creo que me gustaría algún día casarme con un pescador de la laguna de Pueblo Viejo.
Y mi abuelita, me parece muy buena idea.
Debes seguir estudiando, para ayudarle en lo que puedas a tu futuro esposo, solo ponle mas empeño a la guisada, y sobre todo a lo que es el marisco, hay diferentes modos de guisar cada platillo, al fin que todavía tienes tiempo de prepararte para el matrimonio, como dice el dicho, del cielo caen velo y mortaja, así que no te preocupes, cuando ni con quien te casaras, preocúpate de estar preparada.
Y yo seguía los domingos, observando a los pueblovejences, dar vueltas y vueltas en la plaza.
Cuando mi amiga Ely, empezó a soñar también con lo de novios, fue más allá de observar desde lo alto de la escuela, decidió que debíamos bajar y mezclarnos con la gente en sus vueltas en la plaza.
Y yo le pregunte, ¿y para que?
Yo me la imagino como las mariposas, que revolotean gustosas, y tal vez necesitan ser admiradas, y yo por amistad acepte.
¿Y que te vas a poner?
¿Para que?
Para ir a dar vueltas a la plaza. No me digas que aun no tienes lo que te vas a poner ese día.
No entiendo a Ely, “arreglar algo para ponerme ese domingo”, ni que yo anduviera desnuda por las calles de Pueblo Viejo.
Claro que tengo ropa, mi ropero, al abrirlo, deja caer garras y garras.
Cualquiera sirve para ir a dar unas vueltas a la plaza. No faltaba más.
Y Ely, voy a estrenar ropa ese día.
Y yo, a que bueno, que te aproveche.
¿Tú no vas a estrenar también?
No, para que, soy la misma, con ropa nueva o no.
Y Ely, ¡ah no!, tu debes de estrenar también.
Mi mejor amiga, debe estrenar ropa también ese día, así, las dos vamos estrenando.
No creo que tu abuelita, no te pueda comprar algo especial para ese día.
Ya tocando el punto de mi abuelita, ahora si que hay que estrenar. Que no digan que mi viejita no me puede comprar unos trapos.
O que es tacaña.
Voy a Tampico, y en la tienda Del Centro, compro unas ropas especiales para ese día.
Se llega el domingo, asisto con Ely, y me doy las grandes cansadas, vueltas y vueltas, para un lado, que si por en medio de la plaza, y mis piecitos, enfundados en unos zapatitos nuevos, comprados en la Walk -Over, se resisten al piso adoquinado de la plaza.
Y Ely, que se siente artista, saludando a todos, riendo, haciendo ojitos a no se cuantos del pueblo, y algunos que se nos pegan, parece que traemos escolta, yo me siento como sándwich, apretujada.
A pesar, de ser tan amplia la plaza, de tener unos pasillos bien anchos, que forman el cuadrado de la plaza, que la permite rodear una y otra vez; también tiene el perímetro mas pequeño, el que queda alrededor del kiosco, y luego sus pasillos, los 4 que parten de cada esquina al centro, y los mas pequeños, los de las partes intermedias de cada esquina.
No hay orden en ese dar vueltas a la plaza, unos van, otros vienen, en ocasiones, se empieza una platica cuando unos grupos de personas, empujan discretamente, o piden dejen pasar, nos despedimos haciendo señas, que en la próxima vuelta, donde nos reunamos de nuevo, continuaremos con la platica.
Si de veras, esta muy interesante, lo que se esta tratando, nos salíamos del camino adoquinado, rara vez alcanzábamos banca, pero en los jardincitos, pisando plantitas, hacíamos parada, un grupito, y entonces, con calma, platicar y hacer planes para otros días.
Al terminar la plática, al intentar regresar al grupo que da vueltas y vueltas en la plaza, esperar, en que grupito queremos quedar, delante de quienes y atrás de quienes.
No vamos a quedar delante de las que nos caen como piedrita al hígado.
Para que nos vayan rullendo, y criticando, o echando habladitas.
Si venimos a la plaza a divertirnos, no a sufrir desaires.
Y yo, Ely, ya vamonos para la casa.
Ya van a ser las 10, y mi abuelita me va a regañar.
Me dio hora para regresar, y ya me pase.
Y Ely, se reía, y solo con la mano, me hacia que esperara tantito, que era su gran noche.
Y yo, con un mozalbete, que me decía no se que cosas al oído, por atrás de nosotras se había pegado desde el inicio, y deseaba acompañarnos, hasta el zaguán de la escuela.
A lo obscurito.
¡Si, como no!
Por fin, se despide Ely de algunos; de otros acepta que nos acompañen, en ese pasar la calle, de la plaza, a la escuela.
Y el güerquillo, que era mi sombra, mirándome en forma burlona.
Pero no me conocía bien.
Me acerco a el, y con misterio, le digo, casi al oído…mi abuelita esta por dentro de la escuela, tu no la vez, porque no estas acostumbrado a la oscuridad de esos pasillos, pero yo ya la vi.
No te digo que no me acompañes, pero si lo haces, sabes a lo que le tiras.
Prontito, se despidió, ese aprendiz de Juan Tenorio.
A Ely, le encanto, ese dar vueltas en la plaza los domingos.
Yo, en contadas ocasiones, la seguí acompañando.
A veces, a la mera hora cuando pasaba por mi, le decía, ¿sabes que? Ya se me quitaron las poquísimas ganas que tenia de ir a dar vueltas hoy, mejor vamos el otro domingo.
Y ella, estrenando ropa para ese domingo, se alejaba renegando de mi falta de palabra, y termino encontrando otras amigas, de esas que si les encantaba ir a pasear los domingos.
Un fin de semana, organizo mi amiga Ely, una excursión a playa Hermosa, la que se encuentra por el rumbo al Ojital, pasando mas allá de los terrenos de los Acevedo.
Nos arrancamos a pie, ida y vuelta.
Para llegar a la playa, cruzamos en un chalán.
Este era maniobrado, a pulso, por sus dueños, por medio de mecates gruesos.
No existía motor en ese chalán.
Pasamos un rato muy agradable, la arena muy limpia, y de regreso, pasamos con unas amistades de Ely, que vivían en El Ojital, ahí nos dieron de comer, con tortillas hechas a mano y unas aguas frescas de frutas, y nos permitieron cortar mandarinas y naranjas, las que quisiéramos; nos avorazamos todas, y veníamos, bien cargaditas, de tanta fruta.
De pilón, en el camino de regreso, existía tal cantidad de nopales, y de guapilla, sus frutos, amarillos de lo maduros, listos para ponerlos a remojar, para hacer el agua, que seguíamos, échele y échele a las bolsas.
Y los coyoles, en racimitos, esos como coquitos, que solo con el martillo, podías abrir, y comer su centro, con bastante chilito piquin y limoncito.
Y si venían los coyoles en pares, cuates, no comerlos, porque tendríamos cuates, al momento de tener hijos.
Además, traíamos, los icacos, esos frutos rositas, carnosos, que solo se conseguían cerca de la playa; así como las uvas de la playa, veníamos cargaditas, tan cargaditas, que en el camino, ya nos veníamos rajando, y en una lomita, de esa carretera, dejamos irse la mayoría de nuestros cargamento, nos quedamos viendo con tristeza, rodar tantas cosas que habíamos acumulado, en esa excursión tan fabulosa.
Ese conseguir todo a cambio de nada, ese cortar y cortar, guardar y guardar.
Cuando llegamos al pueblo, a puro calcetín, ya no deseábamos nada de cosas; solo agua, y más agua, para tomar, de tan asoleadas que veníamos.
Fue muy poquito, lo que al final llego a nuestras casas.
Cuando le platique a mi abuelita Luz, lo que nos paso, por querer acaparar tantos frutos, en ese trayecto entre Pueblo Viejo, El Ojital y la playa, que solo me receto el dicho…
El que mucho abarca, poco aprieta.
Pero Ely, tenia la solución, ya vera doña Luz, cuando yo tenga mi carro, todo lo que podremos acarrear.
La vida me ha enseñado, que podemos conseguir muchas cosas, si nos damos tiempo, y si ponemos empeño en ello; pero todo con medida, por ejemplo, si tienes muchos libros, y no puedes leerlos por tus ocupaciones, o tienes cds. de música o películas, y no alcanzas a escucharlos o disfrutar, con calma, de sus contenido.
No se me olvida, esa excursión a la playa de Pueblo Viejo, y la frustración, que sentí, cuando me vi obligada, a tirar, todo lo que ya consideraba mío.
Y a pesar de que Ely, vive en México, y yo en ciudad Madero, Tamps. continuamos siendo amigas.
A mano derecha del salón de actos, se encontraba el final del corredor.
Quedaba como un pasadizo, con dos paredes paralelas, con su techo,
Permitía la vista al patio y hasta la calle, de ambas aceras, se podía apreciar.
Es decir, estando parada en ese pasadizo, veíamos ya sea la plaza, ya sea la calle posterior de la escuela.
Al lado derecho de ese corredor, estaban los baños, primero estaba el de las niñas, y luego el de los niños.
Solo tenían una puerta de entrada de fierro cada cuarto de servicios sanitarios.
Contaba cada con dos lavabos.
Y los cubículos de los servicios sanitarios, no contaban con puertas.
Y sus paredes estaban muy bajitas.
No faltaban chiquillas latosas, que se subían a la taza del baño contiguo, y te hacían la vida de cuadritos.
Los maestros, no contaban con servicios sanitarios propios, y cuando necesitaban ir al baño, llevaban siempre, algún alumno o alumna, para que les cuidara, que nadie más se metiera al baño.
Al lado de los baños, existía un cuarto, que de tiempo atrás, era utilizado como regaderas, luego como bodega, y a raíz del ciclón del 55 se le permitió al personal de intendencia, ocuparlo, como casa-habitación.
Era amplio, con puerta de fierro, y cinco ventanas grandes.
Se acondiciono con unas divisiones, formándose áreas para comedor, recamarita, cocina y baño.
Actualmente, se le hicieron mejoras, para poder ser utilizado como salón de clases.
Por fuera de ese cuarto, y formando una muy amplia escuadra, se encontraba un terreno, donde existían árboles frutales, una pileta de agua, plantas de ornato.
Los árboles frutales, tenían unos rodetes de ladrillo y piedritas, encalados estos, dentro de esos rodetes, y rodeando cada árbol, se acumulaba tierra, para protección y alimento de los mismos árboles, ahí se regaba, teniendo la seguridad, de que el agua llegaría a las raíces, y no se escurriría, por todo el solar.
Tendría cada rodete, de medio metro a un metro de alto.
Y los árboles, en Semana Santa, se curaban, con una preparación de cal, con nopal, embarrada sobre su tronco, llegando al límite, donde empiezan sus ramas, para que dieran mas fruto.
Y si pasaban los años, y un árbol, seguía amachado en no dar fruto, en un Viernes Santo, se le incrustaban unos 4 clavos grandes, formado una cruz, y en su parte superior al encalado del tronco, pintar una línea roja, y sobre los clavos, también en forma circular, abrazando el tronco, amarrar un listón rojo y seguro, seguro, que a la próxima temporada de cosecha, fruto daría.
Además, todos los seres vivos entienden, si les hablas, y les dices… lo siento mucho, tu no quieres responder ni al agua, ni al sol, ni a las vitaminas que se te riegan alrededor de ti, esta es tu ultima oportunidad, si no respondes, con dolor de mi corazón, se te cortara de raíz.
Es como cuando, yo encuentro una plantita, maltratada, tirada en la calle, o veo, de una matita, que pende una podida a punto de morir; la llevo a mi casa, y la siembro, y mientras lo hago, hablo con ella, y le digo, ya te recogí, ya te estoy dando la oportunidad de vivir, si lo deseas, yo te atenderé, de ti depende.
Y si prenden.
Con todo lo que nos rodea, es posible tener comunicación, y la respuesta la vemos, cuando una planta, reverdece, hecha brotes nuevos, o florece.
Si por andar muy atareada, tardo en regar mis plantas, el día que lo hago, les pido disculpas, y me perdonan.
Alegres, al otro día, florecen.
Responden, tal y como pueden hacerlo.
Si yo les digo, que las plantas, me envían mensajes a mi cerebro, y las puedo escuchar y entiendo lo que me dicen, me creerán loca…entonces digo, no es cierto, era solo una broma.
Cuando mi hijo tenia 4 años de edad, lo llevamos a la playa, se asoleo, y se metía al agua, y lo dejábamos, que rodara de unos muédanos, que eran altos, que son como unas lomitas de arena y mi hijo, se revolcaba en esa arena caliente a mediodía, y de nuevo a lo fresco del agua de la playa, y vuelta a los muédanos; y mi esposo y yo, reíamos, con la felicidad de mi hijo, nos contagiaba su alegría.
Y en la noche que empieza nuestro hijo con tremendas calenturas.
Lo llevamos al doctor, que si se resfrió, que si una infección, que ya esta peor, que ya no come, no duerme, todo le dolía, y lloraba, y nosotros tristes.
Y pasaron un par de días, y nuestro hijo, enfermo seguía.
Y platicando, con Lupita, una señora, que tenía una tiendita, cerca de nuestra casa, mujer de rancho, conocedora de muchas cosas sabias, me dice, oye, Marucha, si tú tienes el remedio en tu casa.
-¿yo?
Si, tus plantas.
¿Cómo?
Y me dice Lupita, coloca un tapete, o cobijita en el suelo, acuesta a tu hijo encima de ese tapete.
Le pones una almohadita, para su comodidad.
Para esto, tú tendrás listas, ramas de los que tengas por ahí, de preferencia de plantas medicinales, no vayas a agarrar venenosas, o de las que pican.
Si tienes dudas, tráeme unas hojas de muestra, y yo te diré cuales te pueden servir.
Bueno, con las ramas, sacúdelas, que no tengan insectos, y las humedecerás un poco, no ha escurrir agua.
A tu hijo, le harás unas como botitas de yerbas húmedas, se las amarras luego, en sus pies descalzos.
Le pondrás en su cabeza, que arde de calentura, en su frente, nuca, en bracitos y piernitas, pero no en el pecho ni en la espalda.
Sacaras así el calor encerrado que trae, cambiaras unas 2 o 3 veces, esas como cataplasmas de yerbas, y veras como se te compone.
Yo así le hago a mis hijos, en el rancho, primero vemos, si con yerbitas, si se quita algo leve, si no, pues ya entonces acudimos al doctor.
Yo te doy, este consejo, porque ya es mucha la medicina, que le has dado, y el niño sigue igual, si no es que peor.
Y agradeciendo su consejo, vuelvo a mi casa, y busco, entre mis plantas, cual me podrá ayudar.
Tengo un arbolito de chinchinole, o cancerina, también llamada cerillo…
Esa me late que es la indicada.
Tiene muchas propiedades medicinales, hervida con árnica, su agua, aplicada sobre leves quemaduras ayuda a la cicatrización.
Un te de esta hierba, con un corazoncito de zábila, un trocito muy pequeño, ayuda a desinflamar,
Me contaron de una señora, que la tomaba, y un día en su baño, arrojo un tumorcito, que ella ni sabia que tenia.
Con esa creencia, le pedí permiso a mi planta, de arrancarle unos bracitos.
Le dije, perdona el dolor que te voy a causar, no lo hago por gusto, mi hijo esta enfermo, ayúdame por favor.
Y esos manojos de hierbas húmedas, cada que las cambiaba por otras, quedaban quemadas, de tanta calentura de mi hijo.
Y se curo, Gracias a Dios, y a mis plantas.
¿Por que y para hizo Dios a las plantas?
Todo tiene su razón de ser, en este mundo, y es bueno, indagar aquí y allá, y aprender cada día mas cosas benéficas, que no sean de maldad.
PRINCIPIOS DIFICILES DE UNA ESCUELA
En ese patio en forma de escuadra, había una pileta, donde se almacenaba agua, estaba cerca de la toma de una llave de agua, pegada a la barda.
Por el patio de atrás, se encontraba un pozo.
De donde, cuando empezó a funcionar la escuela primaria se extraía el agua, en cubetas, ayudándose con una carrucha.
También, por mucho tiempo, no hubo luz eléctrica.
Y cuando, ponían a bailar a los chiquitines, la maestra Rosa Eva Velásquez de la Garza y la maestra Flor de Maria Ortega tenían que armonizar con palmadas, marcar tiempos, tararear las canciones, y con ese acompañamiento, hacer que los niños, se imaginaran las melodías.
Si, fue difícil el comienzo de la escuela.
Pero ha dando grandes frutos al pueblo.
A México.
Cuantos alumnos que han pasado por sus aulas, han sido presidentes municipales, médicos, ingenieros, licenciados, contadores, maestros y directores de escuela.
Es su educación básica, lo que los han catapultado, a pelear por un mejor futuro.
Y son los maestros, los que con su esfuerzo, doble, por tener tantas carencias la escuela en sus inicios, han hecho posible que lo que estaba en germen, desarrollara, creciera y diera frutos.
El pozo de ese patio, siempre estaba con ramitas, palitos, su agua.
Las pelotas, que a los alumnos se les caían, intentaban extraerlas, primero arrojaban una tabla, o rama, que quedara justo debajo de la pelota, para que la levantara un poco, luego aventaban la cubeta, y ahí estaban en el brocal del pozo, todo un enjambre de huercos, unos de panza, con brazos hacia delante, otros, mas aventados, se trepaban al brocal del pozo, se agarraban fuerte del travesaño de donde pendía la carrucha, o de los pilares de cemento, que sostenía el marco, de donde pendía la carrucha, y así tenían mejor vista del fondo de ese pozo.
¡Jala la cubeta para allá!
¡Otro poco hacia ti!
¡Dámela a mí!
Como si estuvieran pescando la pelota, con la cubeta.
Se daba cuenta algún maestro, y…
¡Niños, niños!, ¡quítense de ahí!
Y el dueño de la pelota, enojado, frustrado, de nada sirvió la ayuda de sus compañeritos, ¡para que venia el maestro en ese momento!
¡Si ya mero la sacaban!
Y por mas que le pusieran tablas al pozo, para taparlo, si eran cientos de manos, que curiosas, se las quitaban.
Era hondo, yo tiraba piedras, a su fondo.
Y tardaba en escuchar su choque al caer al agua.
Se contrato, quien limpiara el fondo de ese pozo, unas cuantas veces, pero no duraba limpio, era caso perdido, a los pocos días, volvía a tener basura.
Y no se ahogo un niño ahí, porque Dios es muy grande, y no lo permitió.
Esa gran porción de terreno, donde ahora ubicaron al Kinder, colindaba también, con terrenos de las señoritas Alejandre.
Tenían una gran casa, de madera, con entrada por la calle Amado Nervo.
Eran dos señoritas que vivían ahí.
Doña Lolito, y su hermana Tete, Tetesita de cariño.
Se cuidaban una a la otra.
Se querían mucho.
La mayor, Lolito enfermo de gota.
Si por las noches, andaba yo cerca de ese solar, escuchaba que gritaba, a veces, por el intenso dolor de su pie hinchado.
En la esquina, que daba hacia el salón de actos, había una casita, habitada por un señor extraño, moreno, de labios muy gruesos, y que todos llamábamos Momo.
Les ayudaba en la limpieza de ese gran solar, que tenia mangos, aguacates, limones, naranjos, y muchas plantas de ornato, como tulipanes, rosales, laureles, plantas de pata de vaca, mayitos, se llaman así, porque solo florecen en el mes de mayo; amorcitos, belenes de muchos colores…
Las ramas de varios árboles de mango, caían hacia el solar de la escuela primaria.
Y los chamacos, en temporada de mango, a pedrada limpia, los tumbaban.
Maduros, verdes, como fueran.
A veces los querían para comer, a veces, solo para demostrar su puntería.
Y fastidiaban a las dos señoritas, cuando no les caían piedras; cuando no los alumnos se metían a la brava a recoger lo que se les hubiera ido, que por lo regular eran pelotas.
Decían las señoritas, a los chamacos que porque no hablaban, ora que si quieren mangos, pídanlos, nosotras no nos acabamos todos lo que caen de este lado.
Momo los recogía, las señoritas los lavaban, y los colocaban en filita, en la bardita de su solar, que colindaba con la escuela, y los chamaquitos traviesos, con esos mismos mangos, los usaban como proyectiles, contra los árboles de las señoritas Alejandre.
Y salían a ver…
¡Hey!, ¿Qué paso?
¿Por qué apedrean?
¿Cuál apedrean?, no, mire, yo me estoy comiendo un mango, y mostraban en su mano un mango, que ya tenían listo para aventarlo.
Las señoritas Alejandre a mi abuelita y a mi nos regalaban limas, de la lisa, y de la chichona.
También nos regalaban otras frutas, como naranjas, manzanas, o dulces.
Pero lo que son limas, no se me olvidan.
De niña, mi abuelita me las pelaba.
En un platito me dejaba los gajitos, limpiecitos.
Crecí, y en un noviembre, me dijo, mira. Ahí esta lo que te mandan las señoritas Alejandre, ya estas grande, pélalas despacio, ya sabes como, ya me has visto hacerlo.
Y se fue a trabajar.
A mi no me alcanzaba el tiempo para jugar, y eso de pelar limas, no estaba en mis planes.
Agarro un par de limas chichonas, les hago un corte pequeño con un cuchillo. Empiezo a rodear su fruto, arrancándole la cáscara, me fastidio.
Después con las puras manos, y luego, mejor con la boca.
Me ardía, pero el sabor dulce, dulce de la lima, que escurría de mi boca, llegaba a mi bardilla, caía sobre mi vestido, hacia que no prestara atención a ese pequeño detalle.
Llene de limas, ricas, ricas limas.
Y después, mi abuelita me vio.
Y me pregunto, ¿ya comiste limas?
¡Si! Estaban bien buenas.
Ah, esta bien.
Oye, ¡ven!
¡Te quemaste la boca con las limas!
¡Porque no haces caso!
Ves y lávate bien la cara, y déjame ver, tus manos…
Se me veía un rodete negruzco-verdoso alrededor de mis dedos pulgar e índice.
¡Te quemaste! Manos y cara.
Eso te pasa por floja.
Y a ver si no te quedas manchada para toda la vida.
Dure unos días así, y pensaba, no será por eso que Momo tiene los labios tan gruesos, y habla tan raro.
Que tal si de niño comió muchas limas, y en una de esas, ya no se le quito lo hinchado y lo quemado.
Y, ¿si yo me quedo así?
Después de unos días, como si nada hubiera pasado.
Al otro año, hija, ahí están unas limas. Te las mandan las señoritas Alejandre.
Sabes, mamá, creo que ya no me gustan las limas.
Regresándonos a las instalaciones de la Escuela “Expropiación Petrolera”, en sus amplios corredores, techados, se encontraban unos bebederos, diseminados, aquí y allá, estratégicamente.
A veces, parecía que no salía el agua, y de repente, un chorrote, que te mojaba la cara, y la ropa.
Y los chiquillos, a jugar, y yo te mojo, poniendo la mano en la llave del bebedero, y vamos a mojar, a aquellas que vienen muy platicadoras, ¡ay si! ¡Se creen mucho!
Y empezaba el corretearnos, pero era tan grande la escuela, tan grandes sus patios, que hasta que tocaban el timbre la entrada del recreo, y estábamos en el salón, quedábamos al alcance unas de otras.
Y para entonces, estábamos bien cansadas de jugar, que ya no queríamos pelear.
¡Aire! ¡Aire! Y nos abanicábamos con nuestras manos, con los cuadernos, con lo que fuera.
Regalaban en las tiendas, a los clientes, abanicos de cartón, con formas de ovalo, o cuadrados, rectangulares.
Y se amacizaba el abanico, con un palito, que tenía grapado al centro.
Y agarrábamos el palito del abanico, y dale y dale.
Esos abanicos, traían dibujos, como si fueran postales, de paisajes, o de animalitos enternecedores, y al reverso, la propaganda del negocio que lo regalo.
Y con el sudor de nuestras manos, se desbarataban esos abanicos.
JUEGOS INFANTILES
Las niñas jugábamos en el recreo a:
1._ Juan pirulero.
¡Este es el juego de Juan Pirulero!
¡A lo maduro! ¡A lo maduro!
¡Que se voltee, Anita de burro!
Para esto, estábamos en una rueda, agarradas las manos, y dándole rápido a la vuelta y vuelta de todas mirando al centro,
Terminaba, cuando ya todas estábamos volteadas, mirando hacia el exterior.
Y si nos quedaba piola, pues a volver a empezar, ahora de modo contrario.
Las que estaban volteadas, ahora iban cambiándose hacia el interior de la rueda.
2.- A las estatuas de marfil.
Reunidas y en rueda, tomadas de la mano, cantábamos, ¡A las estatuas de marfil!
¡Uno, dos y tres así! nos zafábamos de las manos y teníamos que quedarnos lo mas inmóviles posibles, la que se movía, perdía, salía del juego, y volvíamos a empezar.
3._ A doña Blanca.
Doña Blanca, esta encerrada en pilares de oro y plata,
Romperemos un pilar para ver a doña blanca.
Todas las niñas, habíamos elegido de qué material eran nuestros brazos, que formaban los pilares.
Eran de cemento, oro, vidrio, madera, piedra, agua, de lo que se nos ocurriera. Pero no se valía repetir el nombre de otro pilar de esa rueda.
En la rueda, que lográramos hacer, de niñas, cada punto, donde se unía un bracito, con otro bracito, bien apretadas las manos, le llamábamos pilar.
Y luego, la niña, que andaba fuera de la rueda, preguntaba……
¿De que es este pilar?
De oro, piedra, etc.
Y la niña, intentaba zafar esas manitas, haciendo lo que estuviera a su alcance, tratando de abrir las manos, columpiándose, en esas manos, algunas hacían sus manos, como si fueran un cuchillo, al juntar sus manos, fuertemente, y dar un golpe, a la unión de manitas.
Las niñas, que se hubieran zafado, por la presión en sus manos, salían del juego, y la que logro romper esa unión, entraban en ese lugar.
4._ Al mono de alambre.
Se cantaba así, en rueda las niñas.
Vamos a jugar
Al mono de alambre,
Y el que no lo baile.
Y el que no lo baile,
Le daremos pamba.
Nombrábamos a una compañera, pasaba al centro, y tenia que bailar.
Si no lo hacia, o si estaba muy tiesa, ¡no se vale! ¡Casi no se movió! Y a darle pamba entre todas.
Si no bailaba, ni se dejaba dar pamba; cuzcale ¡fuera de aquí!
Y la sacábamos de la rueda.
Y a seguir jugando.
5._ A los encantados.
Teníamos una bas (por decir base) donde todas nos refugiábamos.
Por lo regular era uno de los muchos pilares que tiene la escuela.
Nos dividíamos en 2 grupos. Se escogía con un volado quien adentro, y afuera las que estaban fuera de la base.
Y las de adentro.
Las de afuera debían de estar un poco retiradas, para que permitieran que nosotras, saliéramos corriendo, a ser correteadas por ellas.
Si nos tocaban gritaban ¡encantada! Y tenia, que venir una compañera a tocarnos, para que nos desencantara.
En el intento de desencantar, se corría el riesgo de quedar encantada.
Luego, las que les había tocado estar fuera de la base, hacían guardia.
Estaban acechando, quien salía de la base, quien quedo encantada, y si alguien intentaba desencantar. Entonces, decíamos, no se vale, ¡esta cuidando muertito! La encantada pedía a gritos, que la tocaran, para poder así seguir siendo correteada. ¡Yo! ¡Yo! ¡A mi! ¡Desencántame a mí! Y estiraban las manitas.
Todo un juego de astucia, agilidad, nervios de acero.
Cuando ya todas las de la base, estaban encantadas, o eran tan pocas las que se habían salvado, ahora era al revés, las de adentro, se salían a corretear, y las de afuera entraban a la base.
6._ A la roña hincada.
De nuevo, un pilar de la escuela, como bas.
Pero ahora, solo una niña, quedaba afuera.
Todas salíamos corriendo, y la de la “roña”, nos correteaba, a la que tocara, tendría la roña, y esa ahora, tendría que corretear a las demás.
Si uno se cansaba, estaba la bas.
Si no te hacían caso, por ser muy veloz, cuchileabamos a la que traía la roña, con ¡a que no me la pegas! ¡Lero, lero, candelero, calzones de cuero! Y movíamos el cuerpo, como si bailáramos en un sitio, al bailar, poníamos las manos en la cintura. De burla. Si se volteaba y empezaba a corretearnos, a correr, pa que son piernas.
Si uno notaba, que te iban a alcanzar, te hincabas, y ya no te podían tocar.
Y cuando querías te incorporabas, y empezabas de nuevo a correr.
7._ A las esquinas
En cubículos, que se encontraban pegados a las direcciones, de los turnos matutino y vespertino, nos metíamos 5 niñas.
En cada esquina, se colocaba una.
Y en el centro la quinta niña.
Teníamos, que tocar levemente los dedos de alguna compañerita, como haciendo un contacto, y cambiar velozmente de sitio cada una.
En ese cambio, de una esquina por otra y viceversa, la niña que estaba al centro, trataba de ocupar una esquina.
Si no ocupábamos rápido un lugar, y quedábamos fuera, teníamos entonces, la que quedo volando, fuera de lugar, acechar a las demás, a ver quien se descuidaba, y así, jugábamos a las esquinas.
Siempre había pleitos ahí.
¡No se vale! ¡Ella me empujo!
Yo todavía no me quitaba de mi esquina. Tenía mi punta de mi pie tocándola. No es que ella, me jalo y no se cambio de esquina, así que yo me quede sin esquina, y ella, se acobardo, y yo perdí, por su culpa.
Y aunque no quisiéramos, terminábamos gritando, y ya oía algún maestro, y ¿Qué hacen, niñas ahí? Tan grande que esta el patio, y ustedes en ese cuartito, alegando.
Órale, vamonos de aquí.
¡Al patio! ¡Al patio!
Y en el patio, ¡por culpa de esta!
A la otra no juega con nosotras.
Yo te dije, no la aceptes.
Y la aludida, pues si yo tengo ¡mis amigas!
Y ellas, no me cortan como ustedes.
Y ¿Qué haces aquí, con nosotras?
Vamos a aplicarle la ley del hielo.
Y extendíamos nuestras manos, muy dignas, mostrando los dedos índices que levemente se tocaban, y le decíamos, ¡córtala! ¡Córtala! Y ella a cortar, con su dedo índice, ese leve roce de nuestros dedos y durábamos un rato sin hablarnos.
Y luego, oye ya vamos a ser amigas de nuevo.
Y se hacían las pases, con la ceremonia…
Agarrábamos nuestros dedos meñique, como enganchados, las que nos contentábamos, y moviendo hacia arriba y hacia abajo nuestras manos, coreábamos, “somos comadres del dedo chiquito, si nos enojamos se enoja “Diosito”.
Y si había testigas de nuestro pacto, mejor.
Ya éramos amigas de nuevo, hasta que nos peleáramos otra vez.
8.- A las escondidas.
La niña que buscaría, a las demás compañeritas escondidas, se armaba con un botecito, lleno de piedritas, y debía contar, en voz alta, hasta 20 o 30,y luego recorría la escuela y cuando encontraba a alguna compañera, sonajeaba el botecito, gritando a la una ,encontré a…,a la siguiente que encontrara gritaría a las 2, encontré a …y así, hasta encontrar a la ultima, y esa ultima en ser hallada, contaba eso como una gran hazaña, el lograr un escondite de lo mas ingenioso.
La emoción aquí, era escuchar el botecito, sonajeando cerca de ti, que ya mero te localizaban, para esto, las niñas que hubieran sido localizadas antes de ti, se unían a la búsqueda, como en un desquite, y le ayudaban, para terminar mas pronto el juego, y así poder empezar otro.
Si una jugadora, se había escondido tan bien, que nadie la encontraba, al final del juego, se podría dar por terminado este, gritando por todos los patios, el nombre de la niña…con las siguientes exhortaciones…!ya sal! ¡Ya se termino! ¡Ya sal de tu escondite!
9.- Al bebe leche o al avión, siendo estos dos juegos muy parecidos en su dinámica.
Se dibujada un rectángulo, con unas divisiones, o sino un avión, (ver dibujos) bueno, se imaginaba uno que era un avión.
Cada espacio lo numerábamos, y brincábamos con un solo pie, después de haber aventado nuestro tejo. Que era una piedrita, o fichita, algo con que señalar en que sitio íbamos.
Partíamos de la cola del avión, no debíamos pisar raya, porque si no perdíamos, y al llegar a las alas, descansábamos algo los pies, y luego de nuevo de a cojito, y al llegar a la punta del avión, dar la vuelta y de nuevo, recogíamos el tejo, del lugar donde lo hubiéramos dejado, y lo aventábamos al espacio, que seguía en numeración, y cuidadito con salirse el tejo del dibujo que habíamos hecho, ya fuera el bebe leche o el avión. Prohibido que tocara alguna rayita. Porque si no, le seguiría el turno a otra compañerita. Podíamos jugar varias niñas.
Dibujábamos el avión, o el bebe leche, sobre el cemento, con un gis, así que en época de esos juegos, no rendían los gises en los salones.
Y si los maestros, los guardaban, pues dibujar con el filo de una piedra porosa, de preferencia si se podía un pedazo de ladrillo, por lo rojo.
10._ Stop
Se dibujaba un círculo, con otro mas chico al centro.
En el centro, se ponía la palabra stop
En el anillo, que quedaba alrededor, del circulo del stop. De acuerdo con el número de las que íbamos a jugar, se hacían unas rayas, para separar como gajos, aquel anillo.
En esos gajos, se ponían nombres de ciudades del país.
Cada niña, elegía que nombre quería en su espacio,
Con volado, como casi siempre, se escogía quien, quedaba de primero en el stop.
Todas, tocábamos con el pie, el suelo de nuestro sitio, y con el otro pie, estábamos en posición de listas para correr.
La del centro, veía los nombres, con calma, veía quienes eran las dueñas de ese sitio en el circulo, y calculaba mentalmente, a quien podría alcanzar, mas rápido en una carrera.
Ya decidida, decía:
¡Declaro la guerra a………!
Y la niña, cuyo espacio, se denominaba así, echaba a correr, si la alcanzaba, la que perdía, se convertía en la del centro, la del stop.
Y la del stop, ocupaba el sitio de la que había perdido.
Si no lograba alcanzarla, llegaban las 2 sofocadas.
Cada una a su sitio, y de vuelta a empezar.
A nombrar otra ciudad, y así, hasta que alcanzara a alguna compañera.
11._ Al gato y al ratón.
Puede ser de 3 niñas, o de más
Una en cada extremo, y avientan una pelota, que es el ratón.
Y el gato, es la niña, que esta en medio, y tiene que atrapar la pelota.
Si lo logra, la niña que iba a recibir la pelota, pasa a ser gato. También se puede jugar con infinidad de jugadores, solo hacen una rueda, y al centro la persona que será el gato.
12._ A la cuerda, de manera individual.
En parejas, cada una llevaba, la cuenta del número de veces, en que había brincado la cuerda su compañerita, y comparando cantidades, así sabían quien de las dos había ganado.
En grupitos de niñas, que es cuando 2 niñas hacen brincar la cuerda, y las demás, formadas, brincan, en orden, de una en una, contándose cuanto aguanta cada una.
Si se enreda la cuerda en sus pies, ya perdió.
Al final, gana la que alcanza a brincar más veces.
Los grupos de niñas de 5 to. y 6 to. Grado, eran mas exigentes, en sus juegos de cuerda, porque entonaban el estribillo, primero despacito…
Carne, chile y mole,
Carne, chile y mole,
Ya que había agarrado confianza, la que estaba brincando la cuerda, se le daba más y más aprisa a la cuerda .agregándole otra línea al estribillo…
Carne, chile y mole,
Carne, chile y mole,
Pozole, pozole, pozole, pozole, y al cantar esta parte, se le daba tan recio a la cuerda, tan de prisa, que nadie aguantaba.
13._ A la matatena
Consta de una pelotita pequeña, y 10 matatenas, que son como estrellitas, en tercera dimensión.
Escogen quien es la primera en jugar, quien la segunda y así sucesivamente.
Como en todos los juegos, pueden escoger el orden, por medio de una moneda lanzada al aire, eligiendo cara o cruz.
O pueden hacerlo, con piedra, papel o tijera.
Es un juego donde cada quien, elige representar, piedra, papel o tijera.
Previamente, cada niña, esconde una mano, tras la espalda, se dice el estribillo, entre las participantes, de !piedra, papel o tijera! y rápidamente, presentan las manos al frente, mostrando cual figura escogió a su arbitrio cada una.
Las tijeras, se representan, con el dedo índice y medio abierto, y estas, cortan al papel, y no le hacen nada a la piedra.
La piedra, esta representada, por la mano empuñada, pierde si es envuelta, por el papel, y nada le pasa con la tijera.
La palma de la mano abierta, representa al papel, este envuelve a la piedra, y por lo tanto, ganaría, pero es cortado por las tijeras, y ante estas, perdería.
Ya elegido el orden de las participantes, a la matatena, ahora seguía, con cual matatena, de todas las niñas, se jugaría.
Había unas de lámina, de color gris. Sonaban bonito al tirarlas al inicio de cada juego.
Otras eran de plástico, de varios colores.
Si no traíamos la matatena, la improvisábamos con piedritas.
Ahí, lo indispensable, era la pelotita.
Se empieza, tirando lo más separadas las matatenas, al piso, si era en cemento mejor, si era en tierra, con las manos, emparejábamos, que estuviera lo más lisito, y macizo, para el rebote de la pelota.
Y se bota la pelotita, mientras rebota, se coje una matatena.
Que no rebote 2 veces, porque se pierde, ni que las matatenas, al quitar una, sean tocadas, y se muevan, también es falta.
Todas, acercábamos nuestras caritas al piso, escudriñando cualquier movimiento, en las matatenas.
Si no se había equivocado, y había logrado recoger todas las matatenas, de una en una, podría, volver a tirar las matatenas, y ahora se iba de 2 en 2.
Así, hasta que recogiera las 10 de un solo manotazo.
Al momento de perder, todas tomaban nota, en que numero de matatenas se había quedado, para cuando le tocara de nuevo, iniciara con ese numero.
Y todas van recogiendo la matatena, por eso al inicio del juego se prefería aquella que contaba con las matatenas derechitas, no mordisqueadas, ni que le faltaran pedazos, porque era más difícil jugar así.
Si una niña, logra recoger hasta 10 matatenas, entonces se le agregaba otro grado de dificultad.
a) El martillito: la mano que aventó la pelotita, antes de tomar las matatenas, tenia que tocar el suelo, en forma empuñada, con el dorso de la mano, simulando el martillito, posteriormente, ya agarraba las matatenas, en la misma forma, primero de una en una, luego de 2 en 2, y así, hasta de 10 en 10.
b) La casita o cuevita: en la mano contraria en la que rebota la pelotita, se colocaran las matatenas, en una como cuevita, que se hace con la mano, apoyado el dorso de esta en el piso, simulando una cuevita.
Si las matatenas no entran a la cuevita, también se pierde.
Se rebota la pelotita, se recoge la matatena, se agarra la pelotita, que no rebote 2 veces.
c) La canastita: se pone la mano contraria a la que rebota, en posición de una como canastita, que recibirá las matatenas, que se vaya recolectando, sin que se caigan de la canastita, porque eso también es un error.
d) Si ya paso todas las pruebas, se pueden hacer combinaciones de dificultad, canastita con cuevita, martillito con canastita, etc.
14._ A las comiditas con yerbita, fichas como trastes, tierra y agua como pastel.
15._ A los quemados
Se hacían unos hoyitos en la arena, como marcas, en diferentes distancias. Cada quien sabia de quien eran esas marcas.
Una niña o niño, aquí jugaban mixtos, o puras niñas, o puros niños, bueno, la criatura, aventaba una pelota, después de haber hecho una rayita en el piso, y aclarado, a cuantos pasos estaría para aventar la pelota.
La marquita, que hubiera sido rebotada por la pelota, por primera vez en ese aventarla, señalaba quien seria el quemador.
Ese niño, dueño de esa marquita, recogía la pelota, y ya todos sus compañeros, habían corrido en diferentes direcciones, y el tenia que corretearlos, con la pelota en la mano, y calculando que podía tocar a alguno con la pelota, aventársela con fuerza.
Al que tocara la pelota, en un tiro directo, estaría quemado, y empezando el otro juego, le tocaría ahora ser el quemador.
16._ Al volantín.
Dos niñas, nos agarrábamos fuertemente de las manos, mas bien, una mano agarraba fuertemente el antebrazo del brazo de la otra, y la otra hacia lo mismo.
Y decíamos, ¿lista?, no sea que la agarremos descuidada, y le diéramos una arrastrada por el patio, ¡lista!
Y dábamos vueltas y vueltas, hasta que una de las dos se mareara, o ya no aguantara, o quisiera vomitar.
Y ya sueltas, ¡Mírame! ¡Mírame! ¡Estoy bien borracha! Y caminábamos en eses ¡y exagerábamos la borrachera! Para que las demás vieran, que nos la estábamos pasando a todo dar.
Pero a veces, era cierto, y empezábamos a vomitar.
O nos caíamos al piso, todas mareadas.
Las maestras, lonchando, y las chismosas, ¡Maestra! ¡Maestra! ¡Fulanita se esta vomitando!
Y ahí viene la maestra, ¿Qué te pasa? ¿Qué comiste?
Y se hacia una rueda de curiosas.
Y alguien explicaba, estaban jugando así, y asa,
Y tocaba el timbre, y la maestra se quedo sin comer, porque unas niñas, jugaron a los quisieron.
Es duro ser maestra.
Yo lo veía, diario, lo veía.
No es nada mas, dar clases y ya.
Preparar clase, material educativo, láminas de la pared, periódico mural, la asamblea.
El reporte semanal, mensual, bimestral, semestral y anual.
Los exámenes, que nadie queda contento, las boletas y listas, con números tan chiquititos que sienten los maestros que ya se volvieron bizcos.
Y repito, nadie queda contento…
Ni directores, porque quieren ser mejor que tal o cual escuela.
Ni chamacos, porque nadie quiere bajas calificaciones, pero no se aplican.
Ni los padres de familia, que ven en sus hijos genios.
Y hay algunos, que van y reclaman al maestro, con palabras tan groseras, que más de alguna vez, los hacen llorar.
O que se enfermen de los corajes, que reprimen.
Como están educados, preparados, los profesores; entonces los padres de familia, algunos, claro esta, creen que el maestro tiene la obligación de callar, le digan lo que le digan
Si se defiende, o voltea el rostro con coraje, ¡porque me da la espalda! ¡No me ignore! ¡Ni parece maestro! ¡De que le sirvió lo que estudio!
Y se tienen que callar, los maestros.
Y hay algunos padres, que no conformes con el San Quintín que armaron en el salón de clases, que deberían de respetar, siquiera porque están ahí sus hijos como alumnos; van y presentan escritos a la dirección, a la inspección.
Lo que quieren es dañar la reputación del profesor, que ha caído de su simpatía.
Los alumnos, todo observan.
Son los peores jueces. Y van a sus casas, y cuentan todo aumentado, y luego el maestro, agarra fama de corajudo y grosero.
Muchas veces, el maestro no sabe que esta pasando en su salón. Por mas que lo intente.
Un parpadeon, y algún huerco lo madrugo.
Cuando yo era alumna, de la maestra Flor de Maria Ortega, había una niña gordita, que estaba haciendo un trabajo manual, como castigo.
Digo como castigo, porque era tan grande, que lo traía desde el segundo año, y no lo podía terminar.
Era bordado en cruz.
Pienso que ella, estaba saturada, llena de ese trabajo manual.
Todos le echaban porras por su perseverancia.
Ya estábamos en 4 to. año, y seguía con ese trabajo.
Había veces, que se quedaba en los recreos, a adelantarle. Pues si ya le faltaba poquito, tenía que terminarlo.
Yo creo, que por eso, ella, se peleaba con todos, y por cualquier motivo. Yo ya la traía en salsa.
Desde 2 do. Año.
Cuando nos toco en el mismo mesabanco. Ella me gano la ventana.
Cada que iba a que le revisarán, tareas o trabajos, hacia que yo me parara.
Si no lo hacia pronto, aunque yo le pedía, espérate, déjame acabar estas cuentas, o este renglón; ella, me empujaba, y en mas de una ocasión, me tumbo de mi asiento.
Si yo me amachaba, y no me paraba, agarrándome fuertemente del asiento, y ¡ahora si, a ver como le haces, chiquita!, para ir con la maestra.
Entonces, ella, olímpicamente me brincaba.
Sentía que me asfixiaba, con su cuerpecito recargado, sobre mí.
Yo no era, delgadita, pero ella, era la más alta, y chifladita del salón.
Ya en 4 to. grado ,esa compañerita de salón, me debía muchas.
Pero ni modo de pelearme con ella.
Paradas, con un empujón, me sentaba en el piso.
Ya en 4 grado, cada quien tenia su mesabanco, pero seguía siendo para mí como una piedrita en un zapato.
Yo no se como se me ocurrió, pero una mañana, masticando un chicle, y con unas tachuelas que me había encontrado, se me vino una idea.
Mi dolor de cabeza, ahora estaba en un sitio privilegiado.
Su mesabanco, al lado del escritorio de la maestra Flor de Maria Ortega.
Nada tan fácil, que colocar cuidadosamente las tachuelas, con las puntas hacia arriba, y el chicle, de un color parecido al asiento, embarradito, nomás para que se le ensuciara tantito el uniforme.
Sabia, que al tocar el timbre, todas correríamos, sudorosas, empujándonos para entrar, y ella, ni vería los regalitos, que le había dejado ahí.
Tocan el timbre, y yo, nerviosa, trato de ser la ultima en entrar.
Si veo a mi victima, quejarse no me aguantare la carcajada.
Y después, me va a ir muy mal.
Ella se sentó, y nada paso.
La que exploto, fue la maestra.
Había venido a platicar con ella el maestro Danylo Bayly Ortega, (un maestro que vestía muy elegante, como si su ropa acabara de salir de la tintorería) durante el recreo y lo paso al salón, no estoy segura si alcanzo a sentarse en el asiento preparadito, y se pico y embarro con chicle, o solo vieron lo preparado.
Pero a la maestra, parecía que le salía humo de lo enojada que estaba.
Sus ojos verdes, parecían salirse de sus orbitas.
Ella siempre de tacón, de media, perfumadita.
Y quien sabe que le paso a su compañero de trabajo, en su salón.
Junto a su escritorio.
Nos paro a todos sus alumnos.
Y quiero que me digan quien fue, cuando se había visto eso.
Si alguien sabía algo, que levantara la mano, y lo dijera.
Eso era fechoría de unos 2 o 3, como a un solo niño se le iba a ocurrir.
Y la maestra, esperaba que algún cómplice rajara.
Yo nunca necesite de güajes para nadar.
Mis travesuras, las hacia sola y sin testigos.
Y tenía fama de buena niña, de obediente.
La maestra Flor, mas calmada, ¿Qué mas podía hacer?...
Seguíamos parados, a un lado de nuestros asientos, y ella, invocaba no se que argumentos:
¡Que demuestre valor civil el que lo hizo!
Una cosa es el valor, y otra lo tarugo.
Yo seria, parada igual que los demás.
La maestra Flor, dirigía sus miradas, como luces de un faro, sobre cada uno de nosotros, tratando de adivinar, quien fue el de la maldad.
Yo seria.
Con cara de no rompe ni un plato.
Dialogaba interiormente, fugándome de ese momento crucial, del siguiente modo.
Dios sabe que yo no le quería hacer una travesura al maestro Danylo.
Si el tan amable que es.
Para que se sentaba en ese asiento, que yo había preparado con tanto cuidado.
Ahora, ella ya esta aprevenida, de que alguien la trae entre ceja y ceja, y ni para cuando la agarre dormida.
Y todo por culpa del maestro Danylo.
Nadie sabe lo que hice, a nadie se lo comente.
¿Y si alguien me vio hacerlo?
No, yo estuve con pies ligeritos.
Lo hice veloz.
Y la maestra Flor, que miraba, como queriendo taladrar conciencias.
Pero la mía estaba limpia, no lo había hecho adrede.
A ver quien se cansa mas, ella de preguntar, o yo de estar divagando.
Sirve que no hacemos nada.
Hay que siga preguntando.
Si hasta estoy disfrutando verla tan brava.
Si lo hubiera querido hacer adrede, de seguro, no me hubiera salido así.
Y la maestra Flor se rindió.
Con voz cansada, nos ordenó sentarnos.
No me acuerdo que castigo nos puso a todos.
Pero así, parejito, ni se siente.
Durante días, hubo espías.
De todos tipos, desde ¡yo se que fuiste tu!, hasta ¡yo te vi!
Pero la pesquiza era general, y solo daban palos de ciego.
Por eso lo escribo, para que sepa la maestra quien fue.
Después de 40 años lo digo, por fin, lo digo.
Fui yo, y ni modo. No fue adrede.
Los varoncitos, por lo regular, tenían diferentes juegos a las niñas.
1.-Al béisbol, se jugaba con un palo de escoba como bate.
En el patio de tierra, donde estaba el pozo.
La base principal, era un enorme árbol de cedro, que estaba cerca del solar de las señoritas Alejandre y a un lado del salón de actos.
Seguía como limite, el pozo. Tenían que tocarlo, para estar salvados.
Luego, el limite o base, era un árbol enorme de aguacate, y si se les hacia muy lejos, buscaban una piedra grande, que les sirviera de señal, y así fueran mas cortas las distancias.
La otra señal, podía ser un limoncito pegado a la cerca de las señoritas Alejandre, o también, con una piedra, se marcaba un sitio mas corto.
Acababan ese juego, con los cuerpos sudados, empanizados con la tierra del solar.
2.- Fut-bol.
3.- Chan-gai
Cortaban los chiquirrines, de un palo de escoba, dos tramos, uno como de 16 cms. Y el otro de unos 40 cms.
Y empiezo, con este trabalenguas, si no le entienden, no se apuren, o son chavitos, o son féminas, como yo, que logre medio explicar este juego, porque me lo dictaron, y me lo representaron, en un juego improvisado, y aun así, de que yo de niña, lo veía jugar, recuerdo mas los catorrazos que se daban los huercos, que las reglas de este juego.
Lo que no olvido, a pesar del tiempo transcurrido, son las expresiones… ¡Sale como chale! cuando aventaban los palos, o cuando se oía el golpe, seco, macizo, del palo del Shangai en la cabeza de algún jugador, el…!chin…en el Shangai!
Bueno, empiezo:
1 er. Paso…Hacían una excavación, en la tierra, de forma acanalada, con un palito, de los mismos, que después ocuparían en el juego, y en esa como fosa, se atravesaba el palito mas corto.
Con el palo mas largo, se cuchareaba, o sea se lanzaba al aire, el morrito de palo de escoba.
Si lo capeaba, el jugador contrario, el que se denominaba como, el que “estaba sirviendo”, contaba como out.
Si no lo capeaba, todavía tenia la oportunidad, de acostar el palo largo en esa excavación, y con el palo corto, que se usaba como proyectil, para pegarle con el, desde el sitio, donde había caído, el palito, cuando se cuchareo.
Si le pega, cuenta como out.
A continuación, si no le pegaba, al palo grande, cuenta con ese mismo palo grande, las medidas necesarias, y sacara cuantas carreras, se necesitaban para llegar, a donde cayó, el palito corto.
2 do. Paso…se colocaba el morrito, de manera vertical, en la ranura.
Levantaban el palo corto, de la ranura en la tierra, y sosteniéndolo con la mano, le pegaban un batazo, con el palo largo; si el servidor lo atrapaba, era out.
Los novatos, en ocasiones, se daban duro en sus propios dedos.
Y los servidores, al atrapar el morrito, convertido en proyectil, sentían quemar sus dedos.
Si el servidor, no lograba capearlo, se lanzaba de nuevo, a caer lo más cerca posible, a la ranura en la tierra, y se median las carreras.
3 er. Paso…el palo morrito, se ponía en la ranura de la tierra, pero ahora, solo de manera inclinada, es decir, la punta metida en la ranura, y sobresaliendo una parte del morrito.
Se le pegaba en la punta, a levantarlo en el aire, y ahí, se le daba un batazo, con el palo mas largo.
Se medía, que tan lejos había caído, para sumar un total de carreras.
Y cada jugador, en cada tirada, va sumando sus carreras.
Y el servidor, puede tirar ese palo, a meterlo en la ranura, cosa harto difícil, más no imposible.
Más fácil, era ver salir la sangre de las frentecitas, de los alumnos de primaria, que todos los días, jugaban ese extraño juego, ante mis ojos y oídos.
Y entonces si, pies pa que son, corredero de chamacos, se acababa el juego del Shangai, las rueditas de mirones, jugadores, todos corrían a sus salones, o si era en horas de salida, creo que hasta que ya estaban en sus casas, dejaban de correr.
Mejor que dijeran, aquí huyeron, y no escuchar la voz de algún maestro decir ¡aquí, a ver vengan!, ¿quien fue? , o ¿como fue?, o el temido, ¡que venga tus padres!..
Y el alumno descalabrado, nunca daba santo y seña, de lo que había pasado, sino quería verse excluido de por vida, de los juegos de sus compañeros de grupo.
4.-A las canicas.
Primero eran unas, cafés, grisáceas; como si fueran piedritas puliditas.
Luego, salieron unas de vidrio, de un solo color.
Después, las de vidrio, de muchos colores, que llamábamos agüitas.
Y los cayucos, que eran unas canicas gigantes, esas en los juegos, valían lo doble o lo triple, de la canica normal, porque con los cayucos, era más fácil ganar.
Hasta, partían a veces las canicas más pequeñas.
En ocasiones, los que estaban jugando al meloncito, o al triangulito, no aceptaban en sus juegos de canicas, al que traía cayucos.
5.-Al trompo.
Existían todas las suertes actuales, mas la de “campanitas al trompo”, suerte que ha desaparecido, así como los trompos de madera, con punta de fierro.
Aquí se las detallo…
Un trompo, se enterraba, solo parte de su cuerpo, y cabeza; y la otra parte, bolondita, así como la punta de fierro, hacia arriba.
El dueño del trompo retador, amarraba su juguete, de la punta, y de la cabeza, en una como lazada, y lo aventaba fuertemente, hacia el trompo enterrado; si lograba ensartar la punta de su trompo, en el trompo enterrado, entonces ganaba ese trompo.
Si no lo lograba, el dueño del trompo enterrado, tenia la oportunidad, de realizar la misma suerte, con miras a quedarse el como dueño de otro trompo.
En ocasiones, solo quedaban los trompos rotos.
Por eso desapareció esa suerte del trompo, ya no es posible hacerla, con los trompos actuales, los de plástico.
6.-Al yo-yo.
Eran de madera, y empezaban a existir, o usarse, los de plástico.
7.- Las cebollitas.
Los muchachos se agarraban el primero de ellos, de un poste, o de un tronco, de los muchos árboles, que existían en la escuela.
Los que quedaban atrás, del que estaba agarrado del árbol, se sujetaban de la cintura, uno de otro, y jalaban todos, hacia atrás, para ver, de donde se rompía aquella cadena.
El muchachito que se soltara perdía. Lo sacaban, y de nuevo empezaba el juego.
8.- Al burro.
Se ponían igual que en las cebollitas, pero unos se quedaban formados, aparte, y agarrando vuelo, de uno en uno, se trepaban en la fila, de que estaban agarrados y agachados, a su espalda.
Ese juego se prohibió estrictamente en la escuela, por lo peligroso para la salud de los niños, como una lesión a sus vértebras.
9.-Al balero.
Algunos eran de madera, de todos tamaños y colores.
Por lo regular estaban labrados.
Otros se hacían, con botes de lamina, de los que ya alguien había tirado, se les hacia un orificio pequeño en su base, se les amarraba un mecatito largo, y con un palito de escoba, quedaba el balero hechizo, que de seguro, no fallabas en las encestadas.
10. - A las guerritas, o combates.
Los chamacos, traían dentro de sus bolsas, (porque lo de las mochilas, era para solo unos cuantos), con los cuadernos y libros, así como una cantimplorita, que de nada servia, solo para que el agua se tirara, y nos mojara los útiles, bueno, pues dentro de esas bolsas, los varones traían también sus juguetes como los palitos de escoba, acondicionados como pistolitas, en unas como tes, o escuadras.
Se correteaban, entre los árboles, haciendo ruido, como ¡tacataca tacataca!, o el ¡pum! o el ¡bang!
Se escuchaba el ¡ya te di!, no corras, porque tu ¡ya estas muerto!, y se revolcaban entre las matas, entre las piedras, por atrás de los platanales, se subían a los árboles, se arrastraban por la arena y tierra de panza, sigilosamente.
Vivian sus guerritas, con raspones, sudados y agitados de esconderse y correr, y el recreo, que dura tan poco; algunos, sus palitos de escoba, venían con un refuerzo, y a esas les llamaban ametrálletas.
Que sus tiros, eran casi infinitos.
El que traía un arma de plástico, de las que empezaban a salir, era la sensación, se convertía el jefe del equipo.
Y cuando aparecieron los boki-toki, con un alcance de unos 20 metros, hacerle ruedita, al feliz poseedor de esa maravilla.
El fungiría como comandante de un equipo, la guerrita, se ganaba de todo a todo, con un elemento así.
11.-Pelea de gallos.
Niños grandes, fornidos, ponían sobre sus hombros, a niños de pequeña complexión, delgaditos, y jugaban en parejas, a tumbarse al que traía el contrario amamache, a ver quien aguantaba más, con su compañero en hombros.
Un juego, peligrosísimo.
No siempre lo de antes, fue lo mejor.
Solo puedo decir, eran otros tiempos, ni buenos, ni mejores, solo eran otros tiempos.
Si el maestro salía por momentos del salón, aprovechábamos para jugar a:
1.- Barajitas, de luchadores, de frutas, de deportes, se cambiaban unas por otras.
2.- Figuras de muñequitos.
Las niñas comprábamos plantillas de muñequitos, donde aparecía la muñeca, y dibujados, la ropa y accesorios, como zapatitos, gorritos, sombrillita, para esa muñeca, o muñeco.
En ese tiempo, había unas revistas, que se llamaban, Sal y Pimienta.
Me gustaban mucho.
Eran de dos bebes, regordetes, hermanos, que hacían travesuras sin igual.
En la parte media de la revista, anexo a ella, venia una plantilla, a colores también, donde estaban las figuras de los bebes, en pañal, y se incluía, en esas hojas, ropita desprendible, para esos bebes.
Venia esa ropita, igual que en las plantillas de muñequitas, con unas cejitas, en hombros y brazos, para sostener esa ropita del dibujo del muñequito o muñequita.
Todos las muñequitas, de tanto jugar con ellas, a cambiarlas de ropita, terminaban descabezadas. Empecé a pegarlas, en cartones de cajas de galleta, así duraban mas.
Algunas compañeras, las pegaron en cartoncillo.
Cada muñequita, venia con su nombre.
Solo que al comprarlas, venían en sobres cerrados, y salían unas repetidas.
Y si uno quería coleccionarlas, que era lo común, o gastabas mucho, o las cambalacheabas con tus compañeritas de salón.
Las niñas, las llevábamos a la escuela, en medio de nuestros libros y cuadernos, así como los niños, llevaban su barajitas, y cuando el maestro salía, se aprovechaba la ocasión, para hacer los tratos.
Si el maestro regresaba en plena efervescencia mercantil, requisaba las figuritas, y en ocasiones, hasta las tiraban al cesto de la basura.
O si no las entregaba a la salida, con la advertencia… a la escuela se viene a estudiar, no ha jugar.
Pero si no las enseñas, juegas con tus amiguitos, e intercambias, ¿Qué chiste tiene tanta figurita?
3.- A los colchones.
En hojas de cuadricula, puenteas en forma de cuadritos, o los haces en cualquier hoja, con puros puntitos.
Cada uno tenia, derecho a hacer una rayita, al cuadriculado, de modo horizontal, o vertical, nunca diagonalmente.
Cada rayita unía dos puntos, y a medida, que se avanzaba, uno y otro, con sus rayitas, terminaban haciendo como casitas, o cuadritos completos ,que contaban como ganancia, a cada cuadrito cerrado, se le ponía la inicial, del que lo cerro, y podía seguir cerrando cuadritos, en cascada; hasta que ya no cerraba un cuadrito, entonces seguía el contrario.
Ganaba el que tuviera más casitas con su inicial.
4.- A las ligas.
Con las ligas, formabas unas como figuras, empleando los dedos de tus manos.
5.- Al gato encerrado.
Se dibujaba un cuadrado, con sus puntas alargadas.
Eran de cajón dos jugadores.
Uno ponía una figura, ya fuera una cruz o un circulo, el contrario, la otra figura, en cualquiera de los 6 espacios disponibles.
El que lograra tener en línea, 3 figuras, de las suyas, ese ganaba.
Si nadie lo lograba, por estar las figuras contrarias estorbándose unas a otras, se decía ¡gato!,
Y se empezaba, con otro dibujo.
6.-A, ¡basta!
Cada jugador tenía lápiz y papel en la mano.
Se dibujaba una línea donde se ponía nombre, apellido, fruta, ciudad, animal, cosa.
Y de esos nombres se ponían rayas verticales, para hacer como líneas divisorias.
Se empezaba con la letra A.
Cada uno poníamos nombres de cosas, animales, etc., con la letra inicial A.
Había un encargado que decía ¡basta!, para dejar de escribir con esa letra.
Ya así seguían con las letras del alfabeto.
Ganaba quien hubiera escrito la mayor de las palabras, con el requisito que se pedía.
Si llegaba el maestro antes de lo previsto, se guardaba la hoja, y a la salida se comparaban hileras.
Y nos estábamos cuidando, que nadie agregara nada a las hileras, mientras no comparáramos. Se podía utilizar la misma hoja si se deseaba para continuar el juego.
Aquí las alegatas eran, si era cierto que tal o cual palabra se empezaba con la letra que se estaba solicitando, por ejemplo Higo… ¿llevaba H o no llevaba?, y si realmente era nombre de una ciudad, o solo era una fruta.
7.-A los números.
En una hoja limpia, colocaban a diferentes alturas números pares del 1 al 10.
Después, por turnos, se unían 2 con 2, 3 con 3, con rayas.
Eran 2 jugadores, cada uno jugara al hacer rayas de diferente color.
Para distinguir de quien eran cada línea.
Las líneas no se debían cruzar ni tocar.
ESPIRITU DE UNA ESCUELA
Ya describí la parte inferior de la escuela.
Solo añadiré, que bajo las escaleras, en esa covacha, se acondiciono una bodeguita, pequeñita, que contenía papeles, de escasa importancia, y revistas de la SEP, la ropa de utilería, poquita que existía, así como el Penacho de Cuauhtemoc, y la cabeza de venado, para las danzas tradicionales, y las bocinas, unas grandes, como embudos de metal, para la ambientación musical de asambleas y festividades escolares.
El barandal de la escalera, contaba de unos tubos redondos de fierro.
Los chamacos, gustaban agarrarlos de resbaladilla.
De tan viejos esos tubos, las puntas, estaban rotas, y tenían filos, cortantes.
Así, que infinidad de pantalones, llevaban la marca del barandal de la escuela.
Como la escalera, queda de frente a la dirección, tenían cuidado, de que el director, no los viera en sus juegos.
En ocasiones, no tan solo los regañaba, sino que los dejaba un rato sentados en unas bancas, que se ponían por fuera de las direcciones.
Y mandaba un recado, a la maestra responsable de aquel alumno.
El director no era posible, que estuviera siempre en la dirección, hacia recorridos de supervisión por toda la escuela, pasaba despacio por los corredores, escuchando las clases de los maestros.
Eran sonidos agradables, como los de primero cuando cantaban:
Un elefante, se columpiaba,
Sobre la tela de una araña,
Como veían que resistía,
Fueron a llamar
A otro elefante
-o-
Dos elefantes, etc.
Y al llegar a diez, se retrocede en la canción diciendo:
Diez elefantes, se columpiaban,
Sobre la tela de una araña,
Como veían que no resistía,
Quitaron a un elefante.
-o-
Nueve elefantes…
En otros grados, el repaso de las tablas de multiplicar, mas allá, el alfabeto de corrido; las capitales de cada estado, por orden alfabético.
El silencio de aquellos grupos, que están escribiendo, o dibujando.
La voz fuerte de los maestros, que explican alguna lección.
Cada escuela, tiene un espíritu diferente.
Se nota, desde que te acercas al zaguán.
Los ruidos presagian su interior.
Sus paredes pintadas o no.
Las ventanas, con sus vidrios completos.
Sus pisos, limpios o no.
Ya adentro, observas como se comportan sus maestros.
Depende del director que tengan.
Si sabe mandar, firme, y a la vez, con juicio.
Guiara a buen puerto a su escuela.
Si sabe darse a respetar, si el mismo respeta la investidura que porta; no es cualquier cosa ser director de una escuela.
Es mucha responsabilidad.
Si desde el primer día, demuestra flaqueza, ni padres de familia, ni alumnos, y menos sus compañeros profesores lo respetaran.
Si quisiera, después de un comienzo errático imponerse; tendría que comportarse duro en extremo, llegando casi al autoritarismo, poniendo una pared entre el y el demás cuerpo educativo, para un poco, recuperar su papel del que dirige aquel plantel educativo.
Humildemente, yo sugeriría, maestro, si a usted le conceden el honor de dirigir una escuela, mande, y mande sin temor alguno.
Desde el primer día, desde que cruce el zaguán de su escuela.
Recuerde, que hay un dicho que dice:
Donde manda capitán, no gobierna marinero.
Porque el que manda, no se equivoca.
Y si se equivoca, vuelve a mandar.
El director de la escuela “Expropiación Petrolera”, profesor Jesús Briones Vásquez, se gano el respeto y cariño de los maestros, padres de familia y alumnos.
Y los niños, pues siempre serán niños.
Observando, analizando, cuando pueden brincar las trancas y hacer de las suyas.
COLUMNAS DEL CONOCIMIENTO
En el segundo piso de la primaria, estaban los salones destinados a 3 ero, 4 to., 5 to. Y un sexto grado.
Alrededor de los salones del segundo piso, se encontraban los corredores, también techados, que corren paralelos, a los corredores inferiores.
Aquí vemos, que las columnas superiores, caen exactamente, sobre las columnas inferiores, todas ellas, con cuatro caras, y por lo tanto cuatro esquinas, columnas amplias, tan amplias, que no es posible abarcarlas, con un abrazo, y están reforzando la construcción.
En conjunto, el edificio de la primaria, independientemente de su arquitectura maciza, tiene un aire de majestuosidad; sus arcos, que se forman de columna a columna, dan la bienvenida a cada pueoblevejence, invitan al estudio y a la superación.
Esas columnas, las vemos abajo, arriba, adentro y por fuera de la esa primaria.
Yo veo en esas columnas, las columnas que dan fortaleza al individuo, que ha estudiado, que sabe que puede llevar a cabo diversas tareas, porque ha invertido tiempo y dedicación en su preparación.
A un individuo, que sabe que puede haber momentos en que parece que todo sale mal, que todo se llena de nubarrones; pero si cuenta con las columnas de un conocimiento exacto, preciso, y no hablo de información inconexa, del lo vi en una revista, lo escuche en un programa, y por eso siento que todo lo se.
No, yo hablo, del que persevera, y gracias al estudio, encauzado, dirigido por maestros y planes de estudio, y con una Fe, en un Ser Superior, logra superarse a si mismo, y así puede, no tan solo ser útil a si mismo, sino también para los que lo rodean, llámense familiares, vecinos, amistades, conciudanos.
Y todo empieza, desde los primeros años de educación.
Desde el no faltar a clases, nadamas porque si, el ser puntuales; el llevar todo lo necesario, y solo lo necesario, porque algunos llevan el ultimo juguete, el ultimo invento, y ya se distrajo todo el salón
Los corredores techados del segundo piso, cuentan con unas bardas, para protección de los alumnos.
Solo los alumnos de 5 tos. Y 6 tos. Grados, pueden mirar lo que pasa en los patios de la escuela. Así de altos, son los muros de las bardas del 2 do. piso.
Cuenta con 2 terrazas a cada lado, que permitían, de ser necesario, ensayar algún bailable, o tabla rítmica.
Una tiene vista a la iglesia y al camino que va al Retiro de Lourdes, a la Fuente.
La otra terraza, tiene vista al camino a Tampico Alto, y en esos años, se lograba mirar hacia los terrenos de la zona militar, mas específicamente, hacia sus verdes prados, muy a lo lejos, pero la vista los lograba abarcar.
Por el corredor, que esta frente de la escuela, en su segundo piso, de trecho en trecho, a como lo permiten sus columnas, es posible mirar la placita, y sus alrededores.
Los domingos de mi niñez y juventud, gustaba observar a las personas que paseaban en ella.
En la oscuridad del segundo piso de la escuela, me encantaba tomar nota de todo lo que pasaba frente a mi vista.
De muy niña, ponía una sillita, para poder alcanzar a mirar hacia la placita.
La plaza se iba llenando poco a poco, primero eran jovencitos, unos por aquí, otros por allá.
Unos tomando una malteada en el negocio de don Pablito, o sea don Pablo Ramírez, y su esposa se llamaba doña Joaquina Felizarde, sus hijas Chabela Nápoles y Rosita.
El lugar aun se ubica, en la esquina, que por un lado, queda frente a la primaria, y por el otro lado, quedaba frente al cine.
Don Pablito, tenía un hermano de oficio chofer, conocido como Pitabil.
En la refresquería de don Pablito, con letrero “El Chubasco”, se expendían huapilla, tepache, refresco de raíz, y me cuentan, los que saben, que mucho antes, también funciono como cenaduría.
También se vendían refrescos embotellados, de muchas marcas, incluidos los Jarritos.
Aquel refresco, timbón, que tenia realzados, a su alrededor, como un cinturón, infinidad de jarritos pequeños.
Si no tenia muy helados los refrescos, don Pablito, de manera muy amable, te servia en un vaso, hielo raspado, de una gran barra, que siempre tenia cerca de su mostrador.
Había una rockola, y al hechar monedas, tocaba melodías que no se porque, la mayoría eran melancólicas.
Se escuchaban el:
¡Dime tu puente de piedra!
Y me sentía triste, por ese señor, que esperaba que un puente le contestara a preguntas tan importantes.
O cuando era muy pequeña y escuche…
Contigo aprendí que la semana tiene mas de 7 días, y como apenas estaba aprendiéndome los días de la semana, ya ahí las cuentas no me salieron.
Y le decía a mi abuelita, tu que todo lo sabes, dime cuales son los otros días de la semana, aparte de los que siete que me enseño la maestra.
Una canción jocosa, era la de un ladrón, que entra a una casa, y sorprende a una mujer, y al ordenarle, sálgase de la cama, ¡el ladrón se desmayo!
Y esa mujer, le dice, como riéndose, ven, ven, ladronzuelo, ven !ay, pero ven ,y ven a robarme a mi!
Y yo de niña deseaba saber que le había enseñado esa mujer al ladrón, para asustarlo y para tener tal dominio sobre el, que lo cococoreaba, y en su tono de la chica de la canción, no había temor, mas bien un deseo de volver a ver al ladrón.
Empezaba esas rockola, con sus canciones como a mediodía.
De todos los días de la semana.
A veces, con solo escuchar las canciones, repetidas una y otra vez, ya sabía más o menos, que clientes eran.
Ya me sabía los gustos de tal o cual pueblovejence.
No me sabía los nombres, eran escasas las personas a las que yo trataba de modo personal.
Pero observaba y oía.
Característicos, los peleados con la novia.
Los miraba, en sus arrumacos en las bancas del pueblo, unas de fierro la armazón, y tablitas de rejillitas, en el asiento.
Tablitas, endebles, que si se sentaban personas gruesas, crujían.
Los novios, ni por enterados se daban del pandearse de las tablitas, luego por x motivo, caras serias en los novios, un manoteo, el hombre un rogar, la mujer un voltear el rostro con enfado.
Y cada quien, para su casa por su lado.
Días en que aquel enamorado, llegaba, duraba horas y horas en la banca, donde por costumbre, se habían visto por semanas.
Los dejaban plantados, y el despechado, se iba a la refresquería, ponía la rockola, y a poner canciones y canciones.
Si se solucionaba la desavenencia, iban a la refresquería, y platicando, tranquilamente, el joven ponía canciones de amor.
Al rato, los novios tomaban del mismo popote, aunque cada quien tuviera su malteada, se miraban a los ojos, ni platicaban, de embelezados que se encontraban, se agarraban de las manitas y se ponía aburrido el asunto.
Días más adelante, agarraditos de la mano, a dar vueltecitas a la plaza, a lucirse sus ropas domingueras, a que los vean sus amigos, como se quieren.
Mas tarde, en lo obscurito, se iban como no queriendo, atrás de los muros de la escuela, atrás de las columnas, y ahí, subían de tono sus caricias, se oían sus bssssss, bsssss y sus besos.
Si lo quería, al mirar que de la placita, aquellos novios se dirigían al corredor inferior de la escuela, bajaba como atraída por un poderoso imán, desde el segundo piso, y los observaba, estratégicamente desde cualquier salón, atrás de sus ventanales.
Después de todo, yo algún día, también andaría de novia y me era vital, saber cuales eran los mecanismos del amor.
Ahí si, que ni modo que mi abuelita, me diera lecciones.
Se había casado a los 16 años y enviudo a los 20 años.
Esas cosas de novios, ya para mi abuelita, eran cosa como de un sueño.
Cuando mi abuelita, me cacho cuales eran ahora mis distracciones, el deseo de conocer mas sobre eso llamado amor, me llamo la atención, de un modo duro. Seco.
Si se dan cuenta que los andas espiando, no se que te vayan a hacer.
Nada, estoy dentro de la escuela.
Y se fue directo al grano.
Deja de andar espiando parejas de novios, te vas a calentar antes de tiempo.
Todavía no sabes limpiar bien los frijoles, hervir la leche, sin que se tire; mejor aprende a guisar, lavar, planchar, eso es lo que tiene que hacer una mujer de casa.
No creas que solo son besos y abrazos.
En ese tiempo, yo tendría 11 o 12 años de edad, y era cierto, no sabía nada de quehacer hogareño, ni de agasajos con novio.
Por ese tiempo, me dio por fantasear mucho sobre un próximo matrimonio.
Oye, abuelita, te imaginas a tu nieta paseándose por el pueblo del brazo de un joven marino, ya vez que varios muchachos de aquí se han enlistado en la marina.
Tan guapos que se ven con ese gorrito chiquito en su cabeza, pelona.
¿Cómo ves?
Ya me imagino como traerás a tu marino, su uniforme en lugar de blanco, será gris.
Aprenderás con tu marino como se lava la ropa.
Lo bueno es que ya hay detergente, no nadamas el polvito de Doña Blanca, el que viene en tarritos chiquitos.
Mmm, sabes abuelita, eso de marino, como que lo estoy pensando, luego te cuento.
Y otros días, abuelita, a este pueblo llegan muchos miembros del ejercito, las mayoría jovencitos.
Ya ves, lo cerca que esta la zona militar.
Tú crees, que yo algún día, ¿me llegue a casar con un militar?
Y mi abuelita, pues si eso llega a suceder, prepárate desde ahorita, debe de andar bien planchadito, sino lo podrían castigar, por traer su uniforme todo arrugado, y tu serias la causante, de los regaños que le den a ese militar, que pusiera sus ojos en ti.
¡Hay, abuelita!, tu me pintas muy feo el matrimonio.
Y después de un tiempo, abuelita, he pensado mucho, y creo que me gustaría algún día casarme con un pescador de la laguna de Pueblo Viejo.
Y mi abuelita, me parece muy buena idea.
Debes seguir estudiando, para ayudarle en lo que puedas a tu futuro esposo, solo ponle mas empeño a la guisada, y sobre todo a lo que es el marisco, hay diferentes modos de guisar cada platillo, al fin que todavía tienes tiempo de prepararte para el matrimonio, como dice el dicho, del cielo caen velo y mortaja, así que no te preocupes, cuando ni con quien te casaras, preocúpate de estar preparada.
Y yo seguía los domingos, observando a los pueblovejences, dar vueltas y vueltas en la plaza.
Cuando mi amiga Ely, empezó a soñar también con lo de novios, fue más allá de observar desde lo alto de la escuela, decidió que debíamos bajar y mezclarnos con la gente en sus vueltas en la plaza.
Y yo le pregunte, ¿y para que?
Yo me la imagino como las mariposas, que revolotean gustosas, y tal vez necesitan ser admiradas, y yo por amistad acepte.
¿Y que te vas a poner?
¿Para que?
Para ir a dar vueltas a la plaza. No me digas que aun no tienes lo que te vas a poner ese día.
No entiendo a Ely, “arreglar algo para ponerme ese domingo”, ni que yo anduviera desnuda por las calles de Pueblo Viejo.
Claro que tengo ropa, mi ropero, al abrirlo, deja caer garras y garras.
Cualquiera sirve para ir a dar unas vueltas a la plaza. No faltaba más.
Y Ely, voy a estrenar ropa ese día.
Y yo, a que bueno, que te aproveche.
¿Tú no vas a estrenar también?
No, para que, soy la misma, con ropa nueva o no.
Y Ely, ¡ah no!, tu debes de estrenar también.
Mi mejor amiga, debe estrenar ropa también ese día, así, las dos vamos estrenando.
No creo que tu abuelita, no te pueda comprar algo especial para ese día.
Ya tocando el punto de mi abuelita, ahora si que hay que estrenar. Que no digan que mi viejita no me puede comprar unos trapos.
O que es tacaña.
Voy a Tampico, y en la tienda Del Centro, compro unas ropas especiales para ese día.
Se llega el domingo, asisto con Ely, y me doy las grandes cansadas, vueltas y vueltas, para un lado, que si por en medio de la plaza, y mis piecitos, enfundados en unos zapatitos nuevos, comprados en la Walk -Over, se resisten al piso adoquinado de la plaza.
Y Ely, que se siente artista, saludando a todos, riendo, haciendo ojitos a no se cuantos del pueblo, y algunos que se nos pegan, parece que traemos escolta, yo me siento como sándwich, apretujada.
A pesar, de ser tan amplia la plaza, de tener unos pasillos bien anchos, que forman el cuadrado de la plaza, que la permite rodear una y otra vez; también tiene el perímetro mas pequeño, el que queda alrededor del kiosco, y luego sus pasillos, los 4 que parten de cada esquina al centro, y los mas pequeños, los de las partes intermedias de cada esquina.
No hay orden en ese dar vueltas a la plaza, unos van, otros vienen, en ocasiones, se empieza una platica cuando unos grupos de personas, empujan discretamente, o piden dejen pasar, nos despedimos haciendo señas, que en la próxima vuelta, donde nos reunamos de nuevo, continuaremos con la platica.
Si de veras, esta muy interesante, lo que se esta tratando, nos salíamos del camino adoquinado, rara vez alcanzábamos banca, pero en los jardincitos, pisando plantitas, hacíamos parada, un grupito, y entonces, con calma, platicar y hacer planes para otros días.
Al terminar la plática, al intentar regresar al grupo que da vueltas y vueltas en la plaza, esperar, en que grupito queremos quedar, delante de quienes y atrás de quienes.
No vamos a quedar delante de las que nos caen como piedrita al hígado.
Para que nos vayan rullendo, y criticando, o echando habladitas.
Si venimos a la plaza a divertirnos, no a sufrir desaires.
Y yo, Ely, ya vamonos para la casa.
Ya van a ser las 10, y mi abuelita me va a regañar.
Me dio hora para regresar, y ya me pase.
Y Ely, se reía, y solo con la mano, me hacia que esperara tantito, que era su gran noche.
Y yo, con un mozalbete, que me decía no se que cosas al oído, por atrás de nosotras se había pegado desde el inicio, y deseaba acompañarnos, hasta el zaguán de la escuela.
A lo obscurito.
¡Si, como no!
Por fin, se despide Ely de algunos; de otros acepta que nos acompañen, en ese pasar la calle, de la plaza, a la escuela.
Y el güerquillo, que era mi sombra, mirándome en forma burlona.
Pero no me conocía bien.
Me acerco a el, y con misterio, le digo, casi al oído…mi abuelita esta por dentro de la escuela, tu no la vez, porque no estas acostumbrado a la oscuridad de esos pasillos, pero yo ya la vi.
No te digo que no me acompañes, pero si lo haces, sabes a lo que le tiras.
Prontito, se despidió, ese aprendiz de Juan Tenorio.
A Ely, le encanto, ese dar vueltas en la plaza los domingos.
Yo, en contadas ocasiones, la seguí acompañando.
A veces, a la mera hora cuando pasaba por mi, le decía, ¿sabes que? Ya se me quitaron las poquísimas ganas que tenia de ir a dar vueltas hoy, mejor vamos el otro domingo.
Y ella, estrenando ropa para ese domingo, se alejaba renegando de mi falta de palabra, y termino encontrando otras amigas, de esas que si les encantaba ir a pasear los domingos.
Un fin de semana, organizo mi amiga Ely, una excursión a playa Hermosa, la que se encuentra por el rumbo al Ojital, pasando mas allá de los terrenos de los Acevedo.
Nos arrancamos a pie, ida y vuelta.
Para llegar a la playa, cruzamos en un chalán.
Este era maniobrado, a pulso, por sus dueños, por medio de mecates gruesos.
No existía motor en ese chalán.
Pasamos un rato muy agradable, la arena muy limpia, y de regreso, pasamos con unas amistades de Ely, que vivían en El Ojital, ahí nos dieron de comer, con tortillas hechas a mano y unas aguas frescas de frutas, y nos permitieron cortar mandarinas y naranjas, las que quisiéramos; nos avorazamos todas, y veníamos, bien cargaditas, de tanta fruta.
De pilón, en el camino de regreso, existía tal cantidad de nopales, y de guapilla, sus frutos, amarillos de lo maduros, listos para ponerlos a remojar, para hacer el agua, que seguíamos, échele y échele a las bolsas.
Y los coyoles, en racimitos, esos como coquitos, que solo con el martillo, podías abrir, y comer su centro, con bastante chilito piquin y limoncito.
Y si venían los coyoles en pares, cuates, no comerlos, porque tendríamos cuates, al momento de tener hijos.
Además, traíamos, los icacos, esos frutos rositas, carnosos, que solo se conseguían cerca de la playa; así como las uvas de la playa, veníamos cargaditas, tan cargaditas, que en el camino, ya nos veníamos rajando, y en una lomita, de esa carretera, dejamos irse la mayoría de nuestros cargamento, nos quedamos viendo con tristeza, rodar tantas cosas que habíamos acumulado, en esa excursión tan fabulosa.
Ese conseguir todo a cambio de nada, ese cortar y cortar, guardar y guardar.
Cuando llegamos al pueblo, a puro calcetín, ya no deseábamos nada de cosas; solo agua, y más agua, para tomar, de tan asoleadas que veníamos.
Fue muy poquito, lo que al final llego a nuestras casas.
Cuando le platique a mi abuelita Luz, lo que nos paso, por querer acaparar tantos frutos, en ese trayecto entre Pueblo Viejo, El Ojital y la playa, que solo me receto el dicho…
El que mucho abarca, poco aprieta.
Pero Ely, tenia la solución, ya vera doña Luz, cuando yo tenga mi carro, todo lo que podremos acarrear.
La vida me ha enseñado, que podemos conseguir muchas cosas, si nos damos tiempo, y si ponemos empeño en ello; pero todo con medida, por ejemplo, si tienes muchos libros, y no puedes leerlos por tus ocupaciones, o tienes cds. de música o películas, y no alcanzas a escucharlos o disfrutar, con calma, de sus contenido.
No se me olvida, esa excursión a la playa de Pueblo Viejo, y la frustración, que sentí, cuando me vi obligada, a tirar, todo lo que ya consideraba mío.
Y a pesar de que Ely, vive en México, y yo en ciudad Madero, Tamps. continuamos siendo amigas.
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