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martes, 28 de julio de 2009

El Aguila que Cae ( 1 )

EL AGUILA QUE CAE.

Mi tío era alto, de una estatura de más o menos 1.80.
Manos finas, pómulos salientes. Ojos grandes, de un verde impresionante, cejas delgadas, orejas grandes, despegadas de su cráneo, pelo negro, ralo, a lo relamido, ayudado por abundantes porciones de brillantina, ya sea de la Glostora o de la Palmolive.
Con una boca, de labios muy gruesos, siempre rojos, de un rojo quemado, que parecían en ocasiones morados.
Al sonreír, mostraba toda la dentadura, hasta la encia.
No sé que me daba más miedo, si cuando me miraba colérico, o cuando sonreía.
Por lo regular, lo hacia al hacer maldades, como cuando la noche, en que estando tomando con unos compañeros de parranda, llenó una botella de cerveza, de las que tienen el vidrio obscuro, de orina espumosa, la llenó. Y se la dio a beber, a un cuate de el, que andaba tan burro, que ni cuenta se dió.
Y mi tío reía, solo sus dientes blanquísimos lo denunciaban.
De su garganta, no salía el ruido de la carcajada genuina, se quedaba oculta, detrás de su protuberante manzana de Adán.
Su piel, era delgada, se notaban sus venas gruesas, latiendo, su piel muy morena.
En la frente, le surcaba, desde el inicio del pelo, de manera perpendicular a la parte media de los ojos, una gran vena, gruesa, que cada que se exaltaba, le latía de manera peculiar.
Aunque no te regañara en ese momento, con sólo su mirada, y esa vena que se dilataba, tú ya estabas por enterado, que estaba muy enojado.
Era el 5° hijo de mi abuelita materna, producto de un breve romance.
Ya había enviudado la abuela, cuando sin saber porque, toco el amor de nuevo a su vida, y nació el tío Urbano.
Luego, luego, se arrepintió mi abuelita.
El padre del crío era casado, oriundo de Alvarado, Veracruz, ya tenía otros hijos, y vivía con su familia. En su ciudad natal.
Solo había venido por un asunto de trabajo, a este rancho.
Mi abuelita, antes de marcharse el forastero, terminó por lo sano esa relación.