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domingo, 27 de septiembre de 2009

Familia Anaya Maldonado ( 5 )



En ese tiempo, el consumo de agua para tomar, era del pozo, y para mayor higiene, en el cuarto de archivo ocupaban un filtro, colocado este en un pedestal.
Un dia, el cartero, don Emilio Coronado, al ir a tomar agua, vio una replica de 'el, que estaba cerca de ese filtro, don Emilio agarró un vaso, y de reojo, observó como aquella aparición lo imitaba.
Se sirvió agua del filtro, y la aparición también hizo esa acción.
Por ultimo, don Emilio, tomó agua de su vaso, y esa replica de él, también tomaba agua.
Está de mas decir, que salió el cartero, pálido del susto, diciéndole a doña Conchita…ni entre ahorita ahí, porque me acaba de pasar esto.

El piso de Correos, era de madera, y el escritorio, francamente se utilizaba sólo porque no había otro, así de apolillado se hallaba.
En una ocasión, doña Conchita, se encontraba haciendo anotaciones y reportes, las oficinas de Correos lucían vacías, porque un muchacho meritorio, de nombre Seferino Pulido, y que ahora es medico en México, había salido a unas diligencias.
Fue cuando doña Conchita empezó a escuchar, un ruidito de monedas que caían, una después de otra, y ese ruido provenía del piso, que se ubicaba exactamente, debajo del escritorio, donde ella se encontraba laborando.
Al mismo tiempo, que se escuchaba la voz de un hombre, en tono muy bajito, tan bajito, como si hablara en secreto, y no se dilucidaba a ciencia cierta que decía, pero parecía que contara las monedas.

En varias ocasiones, la pared que quedaba junto a la cama, se prendía con grandes llamaradas, que empezaban a deslumbrar a doña Conchita, y que estas llamas, empezaban de más arriba de la parte media de la pared, y llegaban a medio metro del techo.
Esas llamas, apuntaban hacia el techo de Correos.
Y así como se aparecían, así de improviso desaparecían, sin que dejaran huella de su combustión.
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