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viernes, 31 de julio de 2009

El Aguila que cae ( 2 )

Llegó mi tío en el peor momento.
Mi abuelita trabajaba en las casas.
Se iba, y le dejaba a su hija mayor, la de 12 años, el atole preparado, para que se lo diera al bebe.
Los vecinos, le contaron, que la chicuelina, se salía a jugar todo el día, traía al bebé, como si fuera un muñeco, que donde quiera lo acostaba, y cuando el hermanito lloraba de hambre, al darle su mamila, el atole, ya hacia hilos de lo agriado.
Consiguió otro trabajo, donde pudiera llevarse al bebe, era un estanquillo, de periódicos y revistas.
Ahí, lo tenía, en una caja de reja de tomate.
Mi abuelita, estaba tan necesitada de todo, que alguien le regaló ropa de niña, y a mi tío, por un tiempo, lo vistió como mujercita.
Los clientes, “chuleaban a la muñequita”.
¡Hay, que bonita, prieta, prieta, y con ese ojazos verdes!
Y si, eran grandes, verdes, aperlados, con grandes y rizadas pestañas.
Tenía su frente, unas sienes muy pronunciadas, y un cliente asiduo, un licenciado, casado y sin hijos, se lo pedía con insistencia a mi abuelita.
Le decía, para que lo quiere.
Muy apenas lo puede mantener.
¡Démelo!
Yo le daré educación, de la mejor.
Se nota en su mirada, en su frente amplia, que él es muy inteligente.
Démelo, no se va a arrepentir.
Además, usted ya tiene otros 4 hijos, 2 varones y 2 mujeres.
Sus niños al rato se casan y le darán nietos.
¡Ande! Démelo.
Pero mi abuelita no quiso.
Tuvo temor, de que se lo trataran mal.
Decía, es mío, es mi responsabilidad.
Yo cometí el error, y tengo que sacar adelante a mi hijo, el no tiene la culpa de nada.
Y mi abuelita, le dió educación, de maestro.
Con el tiempo, obtuvo 2 plazas de gobierno, de mañana y tarde.