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domingo, 17 de mayo de 2009

Analisis literario del libro "Más allá"

“MÁS ALLÁ”
—-Relatos—-
María de la Luz Mayorga Morales



Presentación de la obra en:
La Claraboya Literaria
Tampico, Tamps., México
Mayo 14 de 2009


Cierto día mi madre soñó con la nieta de una amiga que, en un campo y vestida de blanco, con una sonrisa le regalaba tres flores blancas. La despertó el timbre del teléfono: su amiga le avisaba que su nieta había fallecido. Cuando mi madre le dijo que ya lo sabía, la abuela le respondió que hacía quince minutos que había fallecido y que era la primera persona a quien se lo decía. Otra vez soñó que mi padre, muerto tras una larga enfermedad, le decía “veme: ya estoy bien” Cuando ella trató de abrazarlo le dijo “no”, deteniéndola. El fue a su encuentro, le dio un beso en la mejilla y se desvaneció.

Cierto día estaba yo en el cine, aquí en Tampico, viendo la película y comiendo dulces de una bolsa que puse en la butaca de junto, y sentí que me tocaban el hombro. De pie y en la fila de atrás estaba un amigo al que hacía años no veía, y que vivía en el sur del país.

—¿Qué haces aquí? —Pregunté.

—Levanta tus caramelos —me contestó. Me agaché a recoger la bolsa de dulces que había caído al piso y, al levantarme, ya estaba de pie junto a mí, en la misma fila.

—Te manda saludos Segismundo —me dijo.

—¿Quién?

—¿Pues a cuantos Segimundos conoces?

Segismundo era un tío mío que vivía en España, donde había fallecido veinte años atrás. Alargué la mano con la intención de agarrar a mi amigo per él se me adelantó: atrapó mi mano entre las suyas, la apretó y se desvaneció. Cuando telefoneé a su casa me dijeron que había fallecido.

Antiguamente se pensaba que la tierra era plana y que más allá, donde el mar terminaba en una inmensa catarata, había monstruos. Los antiguos egipcios embalsamaban a sus muertos, los antiguos mayas les hacían tumbas con respiraderos, los aztecas los enterraban con un tepescuincle, para que tuvieran compañía, y los antiguos griegos con ofrendas para Caronte, el barquero que los habría de conducir al más allá.

Cuatrocientos años antes de Cristo, en su libro “La República”, Platón escribe: “Te voy a narrar… de un notable personaje… dado por muerto en el campo de batalla y que al levantar después de diez días los cadáveres descompuestos, apareció incorrupto y fue transportado a su casa y cuando estaba en la pira funeraria se levantó y contó lo que había visto en el más allá. En la antigua España el Cid Campeador gana batallas después de muerto. En el canto 11 de “La Odisea”, Ulises describe su viaje al más allá. En “La Divina Comedia” el protagonista describe sus andanzas por el cielo, el purgatorio y el infierno.

El gusto por lo sobrenatural, lo fantástico y misterioso, la muerte, la inmortalidad, los designios y los ambientes enigmáticos son una constante en la literatura. Es sabido que el ser humano se siente atraído por todo lo que la razón no es capaz, por sí sola, de explicar. Así, el mundo y el destino humano son concebidos, precisamente, como una incógnita y parecen estar dominados por el misterio.

Eso, en el terreno de las artes. En el terreno de la ciencia, en el plano de la ciencia médica, la gran incógnita que durante tanto tiempo ha intrigado acerca de la existencia en un más allá tras la muerte se desvela gracias a los testimonios y experiencias de muchas personas que han vivido el paso o el trance de una supuesta muerte, y han regresado a la vida. Los relatos de personas que afirman haber vivido un viaje trepidante a una dimensión espiritual, donde se siente tal bienestar y que se está tentado de no regresar de allí, ha despertado ya el interés de la medicina y la ciencia, para tratar de dar una explicación lógica y coherente a este fenómeno.

Ya desde sus libros anteriores, las crónicas de su ciudad natal, se vislumbraba en la señora María de la Luz Mayorga una grata y notable capacidad narrativa. Atinadamente ha titulado a éste, su más reciente libro de relatos, “Más allá”. Porque en él, efectivamente, la autora va más allá.

Mucho más allá de lo trivial. No se deja llevar por el recurso fácil y gastado de contar historias de aparecidos, espantos y fantasmas. Sino que con un lenguaje sencillo, coloquial y fresco, narra experiencias cotidianas, extraordinarias y sorprendentes que pueden suceder a cualquiera: a la autora, a usted, a mí o cualquier otro.

Historias sorprendentes, por extraordinarias, y extraordinarias por sorprender, de lo cotidiano, lo poco común. Historias de impecable factura. Mucha gente suele dar poca importancia o dejar pasar desapercibidas la mayor parte de las experiencias que le suceden. No así María de la Luz. Sabe ir más allá, Ella, con sobresaliente capacidad observadora, analítica y narradora, sabe distinguir el detalle extraordinario, descubrir lo trascendental en lo aparentemente intrascendente y describir, de lo común, el rasgo poco común. Sus relatos dejan un grato sabor y una luminosa enseñanza.

Casamiento y mortaja del cielo baja. Así, si la vida y la muerte se complementan, el amor y la muerte también. ¿Acaso es casual que, al hacer el amor y en el instante de mayor placer, uno diga: “huy, qué delicia, me muero”?

Uno de los micro cuentos contenidos en “Más allá” revela, en tan sólo siete renglones, lo que es la vida en toda relación sentimental de pareja, por una parte, y por la otra la comprobación de que amor es el arte de ceder y conceder:

Cuando digo que sí, es no.
Cuando digo que no, es sí.
Si digo que tal vez, es nunca.
Si digo que nunca, es ahorita.
Pero no quiero que me entiendas.
Ni lo necesito:
Con tu presencia me basta.

No de balde la autora escribe que: “entre más doy, más tengo.”, pero también que “entre más reclamas ser libre, más encadenado estás” y que “la mitad de mí conoce lo que la otra mitad ignora”.

Como dudar que la efectividad de este otro micro cuento —su atmósfera, instante y conflicto, o su arranque, nudo y desenlace— se explica maravillosamente y por sí sola:

Estaba sólo en su cuarto
Y le acariciaron los pies.

Amor y desprecio, lealtad y traición, placer y dolor, rencor y perdón, muerte y vida, este lado y al cruzar la raya… Hay más, mucho más allá en los treinta relatos de “Más allá”. Un libro por el cual vale la pena ir más allá de pasar la noche en vela, leyendo, meditando y disfrutando.

Muchas gracias.
© Miguel Á. González G.
“La Claraboya Literaria”
Tampico. Mayo 14 de 2009.

Analisis literario del libro "Pueblo Viejo Vol. 2 "

“PUEBLO VIEJO”
Volumen II
María de la Luz Mayorga Morales



Presentación de la obra en:
La Claraboya Literaria
Tampico, Tamps., México
Marzo 12 de 2009


Comúnmente lo heroico se asocia a actos que tienen que ver con la valentía, y su mayor o menor importancia tiene que ver con el número de personas redimidas por ese acto. Comúnmente, también, escuchamos que la historia suelen escribirla los vencedores. Cuando nos topamos con la llamada “historia oficial”, esa historia entre comillas, escrita solamente con versión de los poderosos y manipulada por ellos para contar nada más lo encaje con su conveniencia e intereses particulares, uno piensa que la historia no es otra cosa que un listado de hechos heroicos.
Por fortuna no es así. A la historia de una comunidad la construyen todos los días, día tras día todos y cada uno de sus habitantes con sus hechos cotidianos, con sus vivencias y con la contribución de sus actividades en beneficio de la sociedad que habitan. En todo caso, si la historia fuese una mera relación de héroes, ellos son héroes desconocidos, la inmensa mayoría.
Así como cada uno de ellos tiene su propia personalidad, única y distintiva, del conjunto de todos ellos surge la identidad nativa; surgen las características, rasgos y particularidades que distinguen a una comunidad y la hacen ser única, original y singular.
Con sus actividades cotidianas, sus personales formas de vivir y relacionarse en sociedad, van dando lugar a usos que, de repetidos, se tornan hábitos y costumbres locales. Estos usos, hábitos y costumbres, a su vez, van dando lugar al surgimiento de normas escritas y no escritas, al establecimiento reglas de convivencia social, a la aparición de celebraciones, festividades y tradiciones. A la cultura popular. Así, pues se torna necesario el rescate, la preservación y el resguardo de todos esos elementos que constituyen la identidad y la memoria histórica.
Es ahí donde cobra la mayor importancia la obra de la señora María de la Luz Mayorga, obra ahora ampliada con la aparición de este segundo volumen acerca de Pueblo Viejo. Como en el primero, en ese segundo volumen María de la Luz, estableciendo un contacto directo con sus habitantes, recopila y revela las tradiciones orales y la memoria histórica de esta noble ciudad de la huasteca veracruzana: Pueblo Viejo, Veracruz.
Como bien dice la autora, “decir Pueblo Viejo es decir historia viva, que se crea a cada instante y se recrea en sí misma, que se reconoce como tal”
Contrasto lo dicho por uno de los personajes, en este segundo volumen, con lo escrito por la autora en las contraportadas del primer y el segundo volumen:
—Regresé un día al pueblo donde viví tanto tiempo —dice la autora, en el primer volumen—, a simple vista parecía igual y no lo era. Eran las mismas costumbres, el mismo amor a la tierra, la fidelidad a la laguna…, y dije: Pueblo Viejo es eterno.
—Si, para cuando terminen el libro —dice Don Nicasio, en el segundo volumen— yo no estoy aquí, ahí le dejan un ejemplar a mis hijos. Para que lo que platiqué, lo que viví, lo sepan y lo vean escrito en un libro. Ellos y las siguientes generaciones.
—Su gente —nos dice la autora, en este segundo volumen— es buena, sincera, generosa y sencilla. Ven el futuro con optimismo y te dicen: “no te preocupes: ya todo ha pasado y todo lo que venga también pasará”
Dicho el contraste bien puede darle la razón a la impresión de la autora al regresar y reencontrarse con su pueblo: “Pueblo Viejo no es viejo ni nuevo: es eterno”
Así, si la señorita Guillermina reclamaba enojada, hace tiempo, que si vivíamos en un “Siglo de las Maravillas” porque su calle se llamaba “Callejón sin Nombre”, lo cierto es que hoy se sigue llamando “Callejón sin Nombre”
Pero el relato de Guillermina es también una muestra palpable de la generosidad y de las capacidades de organización vecinal, autogestión y solidaridad de los pueblovejenses. La iniciativa de 10 vecinos hizo posible que, a fuerza de rifas y ventas de antojitos, costearan totalmente la introducción de agua entubada en su barrio. Poco después su constancia les haría ver, también, pavimentación, alumbrado público, centro de salud, escuelas…
Un día un borracho, al que la policía llevaba a la cárcel, pasó enfrente del gobernador y su comitiva y les mentó la madre a todos, parejo. El alcalde aprovecha la situación para decirle al gobernador que eso pasa porque no tienen una alcaldía donde puedan tener, por separado, cárcel, registro civil, oficinas y sala de juntas. Así, con ingenio, con fuerza de voluntad y hasta con la ayuda de algunas mentadas obtienen el reacondicionamiento de la alcaldía.
La narración del paso de villa a la categoría de ciudad es, también toda una muestra prodigiosa, cómica si no fuese trágica, de lo que es la política y la burocracia a la mexicana:
El Tesorero del estado le dice al alcalde que para la villa porque, por ser villa, no hay dinero y le recomienda que le pida al gobernador que, si quiere recursos, que la hagan ciudad. Como el gobernador les dice que, para ser ciudad, les hace falta agua, luz y drenaje, el alcalde pide y obtiene del gobernador el drenaje. Ya con todo eso el alcalde va a la capital del estado, para gestionar ante el líder de la Cámara de Diputados que eleven la villa a la categoría de ciudad. El diputado lo regresa con el gobernador para que éste expida el decreto. Ya con el decreto regresa con el Tesorero del estado para que libere los recursos. Pero el Tesorero del estado lo manda a la capital del país, porque a él de allá le mandan el dinero. Ya en la capital del país el alcalde va a Palacio Nacional y pide audiencia con el presidente de la república. Como no se la dan lo pasan con el hijo del presidente de la república que duda si mandarlos con el secretario de hacienda o con el de programación y presupuesto y termina mandándolo con el tesorero general de la nación. Éste le informa que hace una polla con el dinero que recibe de todo el país, que de la polla el 80% se queda en casa y, del restante 20% salpica un poco para cada estado, así que lo regresa con el tesorero del estado para que le pida que, de la salpicadura que le tocó, le dé una salpicadita a él. Total que no le dan nada y, hasta el siguiente alcalde, comienzan a llegar los recursos. Así fue que la villa se convirtió, oficialmente, en ciudad.
Al principio hablada de historia y heroísmo. Hace pocos años Tampico fue elevado a la categoría de Heroica ciudad, por los hechos de 1829 entre Antonio López de Santa Anna e Isidro Barradas. Así, sin alharacas y en estricta justicia, aunque no se le haya elevado oficialmente, cívica y socialmente se está reconociendo y elevando a Pueblo Viejo a la categoría de heroica por los mismos hechos Porque no menos heroica que la de los tampiqueños fue la participación de los antiguos pobladores pueblovejenses.
Con más de cuatro siglos y medio de fundada, más que Altamira, de donde salió la repoblación, Pueblo Viejo es la cuna primera del actual Tampico. Celebro que, con este par de obras, la autora, María de la Luz Mayorga, rescate la memoria histórica y nos presente la semblanza y la importancia de esa heroica ciudad, Pueblo Viejo, Veracruz, engendradora de esta otra, Tampico, Tamaulipas.

Muchas gracias.
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© Miguel Á. González G.
Tampico, Tamaulipas, México
Marzo 12 de 2009.

Analisis literario del libro "Pueblo Viejo "

Pueblo Viejo



No envidiemos a los gatos porque, aun cuando ellos nos superen en seis vidas, bien sabemos nosotros que no nos basta con una sola, ni con siete vidas para conocer por completo nuestro propio mundo. También, para conocerlo, tampoco necesitamos acumular vidas: la literatura es la insospechada vía que nos permite aproximarnos, conocer, asimilar y sernos menos ajena otras vidas que a nosotros no nos ha tocado vivir. También, existen muchos mundos tanto al interior como al exterior de nuestro propio mundo que nos son insospechados hasta que nos son revelados. El conocimiento y la sorpresa están, pues, al alcance de ustedes.

La historia, la cultura propia, la idiosincrasia. Todo aquello que construye el modo personal y característico de ser, pensar y actuar de una sociedad determinada, se forma a partir de la suma de vivencias de los personajes que la pueblan. Es así, en esa forma peculiar, como María de la Luz nos lleva a hacer un recorrido por Pueblo Viejo: desde la intimidad más profunda de algunos de ella misma, sus familiares, amigos cercanos y algunos de sus habitantes se nos va revelando el panorama en el que tienen lugar sus historias personales a través de relatos cautivadores en emoción y sentimiento.

Sumando la madurez analítica del adulto a la visión deslumbrada, sorprendida y ávida de la niña que descubre el mundo, María de la Luz permite que la niña, la joven y la adulto que lleva dentro se expresen generosamente, que compartan y revelen al lector los mundos diversos que pueblan su mundo: desde el macro cosmos de la ciudad entera, al micro cosmos donde se hallan sus vivencias con la abuela Luz, esos mundos cotidianos en que se desenvuelven los personajes que habitan sus recuerdos, hasta transportarnos al deslumbrante conjunto de las vivencias los personajes, reveladas hasta lo más interno del alma de cada uno de ellos. Personajes distintos y, a la vez, complementarios; acompañados en la suma de sus soledades; hermanados en circunstancias de afinidad; de enemistades pasajeras salvadas por temporales complicidades.

Eje indiscutido del respeto y la autoridad, la abuela Luz aprende a reconocer, primero, y termina entablando una cómplice amistad con el tiempo. Dialogando con él sin necesidad, a veces, de expresar palabras, acompañándose mutuamente, pero también mutuamente conociéndose y reconociéndose. Entendiéndose, respetándose y obedeciéndose sin rebeldías.

El tiempo parece ser el eje central de cada anécdota. Es un tiempo intemporal; un tiempo que corre aprisa a ninguna parte, a ningún lugar concreto. Un tiempo que parece harto de sí mismo; un tiempo circular, estático, girando en el núcleo de sí mismo en el espacio. Dinámico y estable; siendo y permaneciendo en él. Tiempo que se consume en sí mismo sin quererse consumir.

Si el tiempo se afana en querer gastarlos, en querer perderlos, en querer vencerlos…, los personajes y habitantes mismos del Pueblo Viejo viven esa paso inmutable del tiempo con una danza de amores y desamores, alegrías y tristezas, risas y cantos, gritos y llantos, cercanías y distanciamientos, calidez y frialdad, nacimientos y muertes, orden y caos, paz y violencia…

Viven existiendo, existiendo son, siendo desafían. Desafían, gastan y pierden al tiempo que quiere desgastarlos, vencerlos y perderlos. Creando su propia capacidad de asombro y asombrándose del resultado de sus propias creaciones ante el premio de la novedosa sorpresa producida, antídoto contra la rutina y el aburrimiento, contra la pesadez estática del tiempo. Además de consumir honras y reputaciones, ellos habitan, construyen y dan sentidos a sus mundos individuales, aun sin saberlo y sin deliberadamente proponérselo, conjuntándolos en la colectividad de esta vecindad única pero inseparable ya del barrio, de la ciudad, de la provincia, del país, del mundo de todos los mundos. Porque, en efecto: todos tienen su propia historia; todos tenemos una abuela Luz similar.

Permanente como el tiempo lo es la lucha. Y permanente como la lucha lo es el objetivo que el tiempo se empeña en quererles burlar: si bien luchan consigo mismos, lo hacen manteniendo firme la esperanza: esperan ansiosos un cambio. Mientras tanto ellos, el tiempo y la esperanza, pero también la lucha encarnizada, permanecen, coexisten con sus ideales, planes, ambiciones, sueños, proyectos… Con marchas y contramarchas, avances y retrocesos viven, existen, son, luchan y desafían.

Así, solo así podrían desafiar el paso del tiempo en un pueblo viejo que se resiste a envejecer y que sabe, también, como el diablo, que más sabe un pueblo por viejo que por nomás pueblo.

Miguel Á. González G.
“La Claraboya Literaria”
Tampico, Tamps. Septiembre 6 de 2007.