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sábado, 26 de septiembre de 2009

Familia Anaya Maldonado ( 4 )



Al quedar una vacante en Pueblo Viejo,Veracruz, doña Conchita Rodríguez Anaya ( en la foto,está en el centro ) presenta ante representantes de correos, venidos de la capital, un examen de competencia, con dos compañeros mas como aspirantes al cargo; y gana el puesto de Administradora de Correos de Pueblo Viejo, al lograr las máximas calificaciones; y es que ella, conocía todos los Departamentos de Correos.

Llega al pueblo, a ocupar su cargo, un 12 de septiembre.
Eran cuatro cuartos grandes, comunicados entre si, por grandes puertas de madera doble, con lamina gruesa en medio, y cuatro aldabones cada puerta.
Adicionalmente, las puertas, se atrancaban con una barra atravesada.
Estaban así de reforzados los cuartos de esas oficinas de correos, porque fueron construidos en tiempos revolucionarios.
Existían dos corredores, con muros gruesos.
Un patio amplio, con un pozo, y al fondo del solar, dos cuartos pequeños, uno para bañarse, y el otro, para el servicio sanitario.

Doña Conchita Rodríguez Anaya, tomo posesión del cargo, y se trasladó con su señora madre y una sobrina, a ese inmueble.
Inmediatamente, al saberlo, el dueño de una fabrica de cuadernos, le solicito a la nueva administradora, permiso, para por un tiempo breve, almacenar un material que estaba por llegarle.
Y es que el había rentado unos cuartos en el pueblo, sin antes haber verificado el estado de los mismos, y cuando los fue a revisar, se llevo la desagradable sorpresa, de que no tenían techo.
Doña Conchita aceptó, y el contenido de papelería de todo un trailer, fue vaciado en unos de los cuartos de correos.
Afortunadamente, los techos de ese inmueble, estaban muy altos, ya que hasta casi el límite, llegaron esos paquetes.
Así que, en la esquina, estaban propiamente dichas las oficinas de correos, franqueadas por un lado, por la cocina, y por el otro, por dos cuartos, utilizados uno como recamara, y el otro, como bodega provisional de papelería.
Y como mayor seguridad, por dentro de la recamara, se coloco una cama enorme, recargada, sobre una de las puertas dobles de madera, la que daba al cuarto habilitado como bodega.

Y ese 15 de septiembre, doña Conchita Rodríguez Anaya, como administradora de correos, había sido invitada para estar en el estrado, donde las personalidades del ayuntamiento, conmemorarían esa fecha cívica.
Pasaron por ella, sus amigas ,una de ellas, era la Chata Pérez, después de la ceremonia del “grito”, pasearon un rato por la plaza, disfrutaron del baile y empezó doña Conchita, a sentirse con cierta inquietud, como temiendo “algo”; a pesar de su extrema juventud, siendo que muy apenas contaría con 18 años, decidió abandonar los festejos de independencia, que estaban muy animados y retornar a su hogar, a hacerle compañía a su señora madre y su sobrina.
Sus amigas la acompañaron en ese camino de regreso a su casa, quedando de verse en los siguientes días.
Como aun no tenían sueño, cómodamente recostadas madre e hija en su cama, leían revistas, como las de “Pepino”, la del “Chamaco”, “La Familia”, cuando en punto de las doce de la noche, sintieron como si alguien empujara la enorme puerta doble de madera, y de ese modo, también movían la cama, donde madre e hija, eran testigas de aquel fenómeno.
En el silencio de la noche, solo se escuchaba…taz, taz, taz, taz.
Doña Conchita, abandono rápidamente la recamara, atravesó la oficina de correos, y salio a la calle, solo con bata de dormir, pero arropada con bastante coraje, por lo que creía una broma de muy mal gusto.
Creyó que el culpable de lo acontecido, se encontraría en el cuarto, que estaba habilitado temporalmente como bodega.
Por esa calle, que se encontraba al exterior de correos, encontró que venia don Domingo Rivera, con un ayudante, y portaba sus redes de pesca, así como una lámpara.
Al saber el motivo de la presencia de doña Conchita, a esas horas de la noche, en el exterior de correos, tomaron la decisión de ayudarla a atrapar al intruso.
Entraron a ese cuarto, recorrieron los pasillos angostos, que se habían formado entre tanta papelería, y no encontraron a nadie.
Y volvieron a cerrarlo, con los cuatro pasadores.

Continuaron las extrañas manifestaciones, y cada que daban las 12 del dia, y las 12 de la noche, todas las puertas, y subraya doña Conchita, eran todas las puertas las que vibraban, no solo la de la recamara; y también la cama de fierro era movida violentamente; entonces tomo la decisión doña Chica, que era la esposa de don Domingo Rivera, de mandar a su hijo Domingo Rivera, a dormir en esa casa, para tranquilidad de la administradora de correos, y su familia...