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jueves, 1 de octubre de 2009

Familia Anaya Maldonado ( 6 )



Es así, como doña Conchita Rodriguez Anaya ( a la der. en la foto) y su familia, decidieron cambiar su sitio de residencia, y para evitar que las Oficinas de Correos, en horas que no fueran de trabajo, estuvieran solas, se prestó un cuarto a unos vecinos.
Era la familia Cruz, que tenia como jefe de familia a don Hilarión.
Entonces a Socorrito, la esposa de don Hilarión, que la empiezan a espantar, pero como ya estaba avisada de que en ese lugar eran frecuentes los sucesos inexplicables, no le cayó de sorpresa, y a puras maldiciones, y exclamaciones airadas de ajos y cebollas, los mantenía a raya.

En una noche de festejos en el pueblo, andando doña Conchita con sus amigas, Lucila Delgado y la Chata Pérez en un baile, se les hizo fácil, ir al servicio sanitario de Correos, y al atravesar el patio, vieron en el brocal de piedra del pozo, sentada a una muchacha de pelo largo, güero.
La Administradora de Correos, creyó que era Lola, la hija de Socorro, la que estaba exponiendo así su vida.
Le habló a Socorro, y le dijo, dile a Lola, que no haga eso.
Fue entonces, que Socorro, contesto…si Lola, esta adentro bien dormida.
Y fue cuando, todas vieron como aquella aparición, se dejó caer al interior del pozo.
Corrieron a observar el interior del pozo, y la luz de la luna, les permitió percibir, como las aguas del pozo, se movían, como cuando un gran peso ha caído.

El dueño de una carnicería, que se encontraba cerca de correos, don Pedro Maya, estando una tarde destazando una res, vieron los empleados del servicio postal, que un poco de ayuda, no le caería nada mal.
Emilio Coronado, se ofreció a ir a ayudarle a hacer los cortes, y la Administradora de Correos, antes de que el cartero se fuera, se encamino a recordarle algunos pendientes, para que al volver, no quedaran sin hacerse.
Era tiempo de frío, y doña Conchita, vestía pantalón.
Se escuchó como si un puño de monedas, hubieran rodado por el piso, y el encargado de vender los timbres, don Celerino, bromeando, exclamó ¡águila o sol!
Pero no se habían caído monedas al piso, doña Conchita, vació a la vista de los compañeros empleados las bolsas de su pantalón, donde solo traía unos billetes, y cero monedas, y este suceso fue uno de los ya tan mencionados casos extraños de esa construcción.

Se aclararon un poco estos sucesos, o tal vez, se encontró un poco de base, al relatar doña Chica, a la Administradora de Correos lo siguiente:

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