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jueves, 7 de mayo de 2009

Doña María de la Paz Prado de Villalobos

DOÑA MARIA DE LA PAZ PRADO DE VILLALOBOS

Madre: doña Marciala Torres Báez (+) Originaria de Tepaltitlan, Jalisco.
Padre: don José Prado Hernández (+) Originario de Arandas, Jalisco de donde es el tequila.
Todos los datos de esta semblanza, así como las anécdotas y leyendas, fueron proporcionados por doña María de la Paz Prado de Villalobos.
Transcribo de manera textual, su narración:
Mis abuelos maternos, eran Juan Torres, y mi abuelita materna era Luciana Báez Orozco, y ella era prima-hermana de Pascual Orozco.
¡No! pos yo voy a llenar todo el libro. Tengo mucho que platicar.
Tengo unos aretes, que todavía conservo, que le regalo Pascual Orozco, a mi abuelita Luciana Báez Orozco, cuando ella cumplió sus 15 años.
Mis abuelitos maternos, eran originarios de un lugar llamado “el Rincón de Velazquez”, de Jalisco.
De donde también es originaria Lucha Reyes.
¡Y ahí le va el cuento!
Ella se llamaba María de la Luz Aceves, era sobrina de mi abuelito materno.
Cuando fue Paco Malgesto a entrevistar a algunos artistas, ahí, al Rincón de Velazquez, cerca de la capilla de MILPILLAS, que esta entre Zapotlanejo y Tepatitlan, entrevisto a Lucha Reyes, y muchas personas dicen que era pocha, pero yo estoy segura que era del “Rincón de Velazquez”, de Jalisco; que era tapatía.
Mi abuelito paterno, se llamaba Luciano Prado.
Estos son los nombres de mis hermanos: Francisco (+), Domingo (+) María de la Paz, que es su servidora, Gabino, Florentino Prado, Guadalupe (+), Pedro nació el 29 de junio de 1933, Dolores, Cristina, Gabriela, Rosario, María de la Luz, Apolinario (Nayro), José, Rigoberto y Fernando (Chiquilín).

De mi hermano Florentino Prado, diré que actuaba en obras de teatro, que siempre le ha gustado eso; que es conocido como “El Capi”, por una obra de teatro, donde el interpretó al Capitán Centella.
El se ha presentado en varios lugares, como en “El Farol” del IRBA, en el teatro del Tecnológico de ciudad Madero; también ha actuado en presentaciones con el “Grupo Génesis”, a beneficio de la Cruz Roja de ciudad Madero; anduvo por 3 años con el circo “Vázquez Hermanos”, en el rey de los payasos.
Como actor, también se ha presentado en Andonegui, iba caracterizado de policía; en el Palacio de Tampico, en los Domingos Culturales, en la obra “El Viejo”

Hablando de actores en la familia, le contaré que la artista Lilia Prado, era prima de nosotros. Su nombre real era Lilia Amezcua Prado. Fue la primera actriz en asegurar sus piernas, y lo hizo por una considerable cantidad de dinero. ¡Nombre! ¡Si tengo mucha familia!
El “Alacrán Torres” era primo hermano de nosotros. ¡Doble! El papá de él, era primo hermano de mi mamá. Su mamá, era prima-hermana de mi papá. El ganó mucho dinero, cerraba los Centros de Guadalajara.

-Doña María Prado, ¿y como fue que usted se cambió a vivir a Pueblo Viejo?
-Mi mamá nos trajo a Tampico, y aquí en Tampico conocí al que fue mi esposo, al señor Toribio del Ángel, que ya murió, y duré 37 años en Pueblo Viejo. Haciendo tacos, haciendo lonches, sopes, tamales; nuestro negocio era el famoso “Ven Acá” de Pueblo Viejo.
Dicen que ahí era muelle de piratas, porque cuando escarbaron para hacer las bases, encontraron huesos de muertos, encontraron botellas de vino, de un material macizo, que tenían un alambre, y una letra marcada sobre la misma botella, como en hueco. La letra era una jota. Quien sabe que significaría esa jota.
Se llevaron una de esas botellas para el Museo de Chicago y yo guardé una de esas botellas, pero con la inundación del 55 se me extravío. A lo mejor, mi hermano Florentino, tenga alguna guardada por ahí.

Yo llegué al pueblo el 16 de diciembre de 1947, y a los 5 años de haber llegado ahí, de estar con el negocio, me casé por la iglesia.
-¿Me puede decir en que fecha nació usted?
-¡Ah! ¡Claro que si! yo nací el 20 de enero de 1929, ando pisando los 81 años de edad. Hay un dicho muy claro:
El diente miente, la cana engaña, pero la mentada arruga, me desengaña.
Un dicho que decía mi abuelita materna era: soy pronta, bien hecha y no presumida.

-¿Como conoció a mi abuelita Luz?
- ¡Ah! Pues mira, allá por la calle Sol y la calle Altamira, estaba la gasolinera… ¿como le decían? De Mojarro, y al ladito, rumbo hacia la fábrica de hielo, estaban unas casas de madera, una vecindad, unas cuarterías.
Yo trabajaba con Ofelia, la esposa del plomero Reyes Saguiar.
Yo llegaba a las 9 de la mañana, y salía cerca de las 5 de la tarde, me pagaban un peso. Y ahí vivía su abuelita Luz. Ella tenía el pelo largo, ¡negro!, negro y ondulado. Entonces, un hijo de ella se quiso ir a E.U. y se fue. ¡Que es Ángel! Y el otro no se quiso ir.
-Es mi papá, Lalo.
- ¿Es su papá?
- Si.
- ¿Vive todavía?
- ¡Aja!
Me mira un momento doña Mary, me sonríe y me dice despacito: Fue mi novio. Nos miramos sorprendidas.
Y reímos a carcajadas doña Mary y yo, al ver como da vueltas y vueltas la vida.
Y en esa tarde, el pasado y el presente, se fundieron en armonía.

Continúo doña María Prado con su narración:
Su abuelita Luz me decía: tú eres muy trabajadora.
Me gustaría que te casaras con alguno de mis hijos. Yo le contestaba: pues espérese….que venga el que esta en E.U. para que traiga hartos pesos. Y así pasó el tiempo.
Yo salía hasta las 4 o 5 de la tarde de con esta Ofelia, yo lavaba la ropa, hacia la comida, la guardaba, trapeaba la cocina, hacia café hervido, hervía frijoles; cuando terminaba, me daba mi peso y me iba, cada 8 días me ponía a lavar el piso con cepillo, bien, bien, y luego lo pintaba de color. De amarillo, de verde, del color que quisiera la pintura.
Si, era una cuartearía, y ahí vivía su abuelita Luz. Yo platicaba mucho con ella.
Luego regreso su hijo Ángel del otro lado, que algo le pasó por allá, que lo habían golpeado, y ya regreso enfermo. Ahí vivía con su mamá en la vecindad.

Cuando llegué a vivir al pueblo, la vi que estaba en la escuela, y me dijo soy la conserje de aquí, y yo le dije…. ¡ah, que bueno!
Ya estaba un poco malo Ángel.
-Cuando usted vivió ahí en Pueblo Viejo, ¿Qué anécdotas bonitas recuerda usted de ese tiempo?
Bueno, una anécdota que recuerdo, yo la llamo así, es cuando el capitán…
Bueno, entonces andaba la propaganda para Reyna de las Fiestas Patrias, y andaba de candidata una niña que se llamaba Antelia Cortez, hija de Engracia, ¡ay! No recuerdo el apellido de ella, y no recuerdo el nombre de la contrincante; sino que un día, que estaba medio nublado, estaba en el “Ven Acá” de cliente, un señor al que le decían “El Furris”.
Pues el capitán… venía de la Cooperativa, iba con dos soldados u oficiales, entonces empezó a lloviznar, y el capitán… saca una capa rompevientos, color gris, y le digo al Furris…. ¡mira quien va ahí!
¡Ah! Ahorita me lo friego, dijo el Furris.
Y sale el Furris del negocio. Ya el capitán… y los dos oficiales iban por la casa de don Pablo Ferro, como a media cuadra, y el Furris se paró a media calle, y que les grita….

¡Hey!
Esos tres que van ahí.
Forman la triste figura
Los de los dos lados parecen tasajo.
Y el de en medio, parece asadura.

¡Uh! Como me atacaba yo de la risa, él componía versos.
Y luego también, cuando la candidata, dijo él; porque andaba don Mauro Garza, con la otra contrincante de Antelia Cortés, y pos cada quien traía su candidata, su partido:

Aunque don Mauro Garza
No quiera,
Ni los demás comités.
La Reyna de Primavera,
Será Antelia Cortés.

¡Ah pero así bonito! Muchos versos que componía él. Le gustaba mucho.
-¿Y usted no sabe de donde era él?
No
-¿Cómo se llamaría en realidad?
Pues todos le decían “El Furris” y “El Furris”. Siempre lo veíamos solo.
Era bueno para los versos.

También, había un señor que era de Tequila, Jalisco; y le pusieron por apodo “El Aviador”. Estaba chaparrito, él no tenía allí en el pueblo familia, estaba solo. El chapoleaba, pintaba, hacia lo que podía. Padecía de las reumas, y caminaba chuequito, entonces, este…. ¡se murió!
Llamaron al doctor Cantu, que lo fuera a ver. Lo examinó, y dijo, no, ya está muerto, y el doctor Cantu, que en paz descanse, era algo especial para hablar, y dijo del Aviador: ¡ya esta bien frito! Llévenselo, vélenlo.
Bueno, lo velaron. Como no tenía familia, lo enredaron en un petate y una tabla.
Ahí lo llevan al panteón, allá por la loma alta, y pues se iban cayendo los que lo llevaban cargando, pues andaban tomados.
Pero llegaron al panteón.
Por el lado de la laguna lo sepultaron, en una fosa común.
Que le avientan paladas de tierra. A la segunda palada... ¡hey! ¡Cabrones! ¡No peguen! Se espantaron los que iban ahí. Y ya, pues dijeron, vamos a quitarle todo, y se vinieron caminando con él.

Al poco tiempo se volvió a morir.
Ahora, dijeron, pues veremos de nuevo al doctor Cantu.
Pues mejor, al doctor Alfonso Felizardo. A ver si este si le acierta.
El doctor Felizardo dijo: no, pos éste estaá muerto, y ya no hay nada por hacer. Llévenselo.
Y a velarlo, y a llevarlo otra vez al cementerio.
A las primeras paladas, que empieza a decir…. ¡chin… a su madre!, los maltrato, y puras mentadas de madre decía.
Y ya se vino caminando con ellos del cementerio. Así paso dos veces.

A la tercera vez, le pusieron de nuevo el espejo en su nariz, le picaron las venas con una aguja, y efectivamente, esa vez si estaba muerto.
Pero el Aviador, por dos ocasiones ¡revivió!
Bueno, hasta aquí lo narrado por doña Mary Prado acerca de las veces que revivió el señor llamado por todos como “El Aviador”.
Yo agregaré, que esta anécdota me la contaba una y otra vez mi abuelita Luz. También me contaba de una mujer, que la habían sepultado, con no me acuerdo si eran unas llaves o unos papeles de mucha importancia dentro de las bolsas de su ropa, y por tal motivo, habían tenido que abrir de nuevo su caja a los pocos días de sepultada, y se habían llevado la desagradable sorpresa de que tenía el rostro rasguñado, los dedos de sus manos, con las uñas bien destrozadas por la desesperación de haber despertado enterrada en vida, y que estaba boca abajo. Mi abuelita me repetía una y otra vez, existen personas a las que les da CATALEPSIA, que tienen todos los síntomas de que ya están muertos, y después de unas horas, despiertan, por si solos.
Que por eso es bueno, el velar el cadáver toda una noche, para dar oportunidad a que si van a reaccionar.

Pero voy a serles sincera: yo de chamaca creía que lo que contaba mi abuelita del señor que había resucitado en Pueblo Viejo por dos ocasiones, o lo inventaba mi abuelita, o lo estaba exagerando; yo pensaba, a lo mejor duró desmayado, o inconciente unas horas, y ya por eso dijeron que había muerto. Pero como nos lo consta doña María Prado, fue el diagnostico de dos médicos, de dos excelentes galenos en toda la región.

Bueno, continuamos con lo relatado por doña María Prado de Villalobos:
Le decían el “Aviador”, porque como tenia reumas, ¡donde quiera aterrizaba!, no porque andaba tomado. ¡Hágame usted favor!
¿Sabe con que se curaba? Cortaba amargozo, también conocido como chochollate, es la misma y con otras yerbas, hervidas, y se restregaba sus piernas, y con eso podía caminar.

De la Cruz de Piedra, doña María Prado nos cuenta que Cristina Selemerck, vino con cámaras y todo al pueblo; a personas voluntarias las paraba frente a la Cruz de Piedra. La persona que se paraba ahí de la estatura que fuera, siempre sobresalía la piedra una cuarta de la cabeza para arriba. Cristina Selemerck, vino hace como unos 35 años al pueblo.
Entonces comentaban, en el pueblo, que hubieran llevado a Pepito “El Terrestre”, y también a un enano, para estar seguros de que siempre sobraría la misma medida en la piedra.
Pero nunca se hizo; ella se fué del pueblo, hizo el reportaje, y jamás volvió. Pero se sabe que hay un tesoro en ese lugar. Eso se sabe en el pueblo.

Y ahí en el “Ven Acá”, allí, nos vendió don Ramón Castillo, él era dueño del “Pescador”. Nos vendió en $12 000, a pagar en tres meses, $4000 mensuales.
Pagamos, pero Margarita Cobos, que era su mujer de don Ramón Castillo en esa época, no quería ahí, decía ella…. No quiero esa casa ¡ni regalada! Tenía miedo. Yo les dije…. ¿miedo, porque? Y contestaba ella…. ¡no, no! no quiero esa casa.

Entonces, una vez pasó Simplicio Ramírez, vivía acá por la colonia Pescadores; y una vez que venia bien tomado dice que oyó que sonaron cadenas, y que hasta la borrachera se le quitó.
Ya después no pasaba por ahí. ¡Le daba mucho miedo!
Don Simplicio Ramírez era pescador, ya murió él.
Cuando nosotros vivíamos ahí, tengo una sobrina que es contador público, y en una ocasión, estábamos adentro del “Ven Acá”, y le hablaban afuera a mi sobrina; y le digo a mi esposo…. ¡oye! Le hablan a Martha allá afuera, pero no hay nadie.
Teníamos un foco prendido allá afuera aluzando, para lado y lado; y ya salió él con nosotros, y no había nadie. Nos salimos todos, y luego se oía que le hablaban adentro.
Entonces, nos metíamos adentro, y entonces le hablaban afuera.
¡Ah caray! Entonces, ya me empezó a dar miedo.

Entonces, en una ocasión, tengo un sobrino que es ingeniero; tenia en ese tiempo tres años de edad, y le gustaba mucho jugar con carritos, y torear.
Agarraba una toalla, y se agarraba según él a torear. Y ese día, me dijo…. ¿Sabes qué, tía? ¡Voy a torear! Y se puso a jugar.
Mamá estaba acostada, dormida.
Me puse a guisar, del fideo cambray, del que tanto le gustaba a mi sobrino, y agarré un platito blanco, con ribete rojo, y agarré un rollito de fideo, y se lo puse en el plato. Y me dijo…. ¡dame tantito! Y se lo dí en el plato. Se lo andaba comiendo, luego me puse a hacer puré de papa, y me dijo, dame tantito. Y se lo dí en el plato, se metió a la pieza y al ratito, que sale corriendo, y que dice:
¡Un señor Nego me quitó mi plato!
¿Cómo que te quitó el plato? ¡Si! dice.
¡Pues si no había nadie! Las ventanas tenían unas aldabas bien grandes, arriba y abajo; la puerta, pues solamente para un lado se podía salir, para el negocio era la salida.
No había nadie.
Dije ¡va! ¿Onde está?

Mi sobrino decía: mira tía…. ¡ahí se metió!
Teníamos una planta de luz, pues adentro de la planta de luz se quedo el plato bien metido.
¡Y nunca pudimos sacar el plato!
Mi esposo tuvo que mandar llamar, al hijo de don Tano Anaya, para que fuera a la casa; tuvo que desarmar la planta de luz, para sacar el plato.
Estaba doblado, ese platito, y el niño decía que un señor negrito se lo quitó y lo metió ahí. ¡Tres años tenía mi sobrino!

Después, en una ocasión, yo desperté a las 6 de la mañana, y vi a un señor negro, a los pies de la cama; yo me incorporé, porque me iba a levantar ya, y que se me pone enfrente, se veía todo negro, traía camisa blanca, con mangas largas, abotonadas en las muñecas de las manos. Su cara era negra, negra. Dio vuelta, se fue, y se fue, convirtiéndose en una sombra, y se clavó y se metió a donde estaba la planta de luz.
Pasó el tiempo, vino a ver una clarividente, dijo que había dinero ahí.

Cuando empezaron a escarbar, lo que salio fue un manantial de agua, mucha, mucha agua.
Y en un castillo que iban a poner, estos castillos estaban bien anchos, como de 60 u 80 cms. de ancho; de ese sitio sacaron un barril de madera.
Que tenía tapa también de madera, y le decían los trabajadores a mi esposo:
¡Mire que hay aquí! y no era nada, pura basura, pura tierra tenía.
Bueno, echaron ese castillo, al poco tiempo, cuando estaban trabajando en otro lado del solar, para hacer otro castillo, (hay como 12 castillos o mas) sacaron unas tazas, con carita de muñeca, y en la asa. Era, pura loza así, de la antigua.

¡Ah! Y una moneda de 2 pesos antigua, que por cierto que la traía, y se me perdió. ¡Era antigua! Y así pasó.
Y este, Gustavo Ollervides Flores, uno que era Delegado de Salubridad; él vino de Saltillo, Coahuila, mi esposo le rentaba un cuarto al lado de la paletería “La Temaqueña” (le pusieron ese nombre porque ellos son de Temaca,Jalisco).
Y va y le dice…. ¡oye tú, Toribio! ¡Ahí espantan!
-¿Por qué?
Fíjate que llegué, me quité los zapatos, me acosté boca arriba, y cuando desperté y quería los zapatos, oí que los agarraron y los dejaron caer, pero al otro lado de la cama. Me los cambiaron de lugar.
A él también le dio miedo y mejor se fue. Dijo, ¡no, aquí no!

Ora. Ahí le va otra….
Porfirio Román Cruz, sobrino de Isidro, ya murió él; trabajaba en el hotel Colonial de Tampico y me platicó, que por no caminar por un callejón, por donde estaba la casa de Ofelia…. se bajaba del carro hasta la plaza, y se venia caminando, por toda la calle Carranza.
Se iba, y pasaba por el “Ven Acá”, y decía, que no le daba miedo; no, muy tranquila la calle, muy amplia, por ahí caminaba El salía del hotel, a las 11 de la noche.
Al pueblo, al centro, llegaba como a las 12 de la noche, o algo así.

Pero una noche, vio que iban dos niños, que iban a guiri guiri, platicando; y que no se entendía lo que platicaban, Porfirio Román Cruz, dijo, ¡Ah! Que bueno que van estos niños, así ya me doy más valor.
Pero la sorpresa de su vida, fue que cuando van llegando a la puerta del “Ven Acá”, se metieron, estando la puerta de fierro cerrada.
Entonces, a él le dio miedo, y echó a correr, y ya jamás volvió a pasar por ahí de noche. Mejor pasaba por el callejón. Dijo que iban vestidos de rojo, que eran como enanitos.
Le digo, que en ese solar encontraron huesos; en donde están las Morato, la gasolinera, pues todo era panteón.

Ahí le va otra buena historia:
Frente a la cantina “La Central”, existía una cuartería de material.
Elvia Delgado, la hija de don Simon Delgado, puso un restaurante ahí, y dijo que cuando cerraban la puerta, oían que sonaban dinero adentro, y dice que pensaba…. ¡ay! ¡Como que se cayó la feria! O si no se oía como que sonaban cayucos, como que rodaban o rebotaban. Y se iba a su casa, y así se oía seguido.

Entonces, a la vuelta de ese restaurante, por donde esta la gasolinera estaba una cuartería, y ahí de ese lado estaba la entrada.
Ahí, en una de esas casas, vivía Antonia, y una noche, que llego ella de un mandado, vio que su hijo, estaba en el patio de esa vecindad.
Le dijo…. ¿Qué estas haciendo ahí?
Es que quiero ir al baño, pero esta ahí adentro una señora vestida de blanco, y con su pelo largo, y ya tengo rato esperando que salga, para poder entrar yo.
Entonces Antonia dijo…. ¡ah que mi hijo tan coyón! ¡Orita vas a ver!
Ahí va ella, a tocar el baño, y al no obtener respuesta, que jala la puerta del mismo, y que le dice a su hijo…. Mira, ¡no hay nada! Lo que pasa es que has de venir borracho. Y su hijo no andaba tomado, y no había nadie en el baño, ¡y así pasó!

Esos terrenos, los del restaurante y los de la cuartearía, fueron adquiridos por la Quina. Mandaron tumbar para construir ahí.
Pero resulta que, al tumbar todo para hacer la Tienda de Consumo, un día el que traía el trascabo, o no se qué maquinaria pesada, no llegaba, y sus compañeros de trabajo, decían, no ha venido, y ya es hora de que esté aquí en el trabajo. Y en eso, uno de los trabajadores, en no sé qué lugar de lo que andaban escarbando, levanta algo de la tierra, y dijo…. ¡miren! ¡Cómo va a venir! Si dejó un caminito de monedas de oro, si las dejó regadas por su prisa de irse.
Ese trabajador ¡ya no volvió! ¿Quién fue?
Y eso era lo que espantaba. Había dinero ahí.

Acá, por la calle Macetas, para arriba, por la orilla, mi esposo compró un terreno. Entonces, un día nos dijo Petra Hernández, ella vive por la calle de las Macetas.
¿Qué cree don Toribio? ¿Qué cree doña Mary? De su casa, sale una gallina con pollitos a las 12 de la noche.
¡Ándale! ¿Cómo va a ser posible?
Si nadamas anochece y buscan donde encerrarse.
Y Petra Hernández, aseguraba, pues de ahí sale.
Días después… ¡que cree doña Mary! Salió una puerca, con puerquitos, pero bastantes.
¡Ándale! ¡Otra! ¡Ese es cuento tuyo! Le dije.
Y Petra Hernández se defendía… ¡No, no! ¡De veras! Por Dios Santo, mira Mary, que esto y lo otro.

Entonces, un señor del pueblo, que ya murió, fue a pedirle permiso a Don Toribio, mi esposo, de ir a escarbar ahí.
Yo me opuse. ¡Eh! ¿Cómo va a ser que vayan a escarbar si es propiedad de uno?
Don Toribio decía… ¡Yo no creo que haya dinero enterrado!
Ese señor fue a escarbar, no se con quien más iría, y al poco tiempo hizo su casa de material.
Y se acabaron los ruidos, y las apariciones de ahí.
¡Yo me enoje mucho! Si eso era de uno. De seguro sacó dinero, ya murió él, y su esposa también.

Al general Cárdenas lo querían matar. Sabían que iba para allá, para el pueblo.
Un día, que pasaron por la Fuente, iba uno manejando su carro, medio oculto bao el volante y el tablero, y llevaban un mono sentado con el sombrero del general Lázaro Cárdenas, pasó… ¡y lo fogonearon!
Le pegaron al mono de balazos, pero no al general.
Eso pasó antes de la Expropiación Petrolera. El iba mucho ahí, con don Pablo Ferro, había mucha amistad. Actualmente, en Todos Santos, ponen la foto de don Pablo Ferro con el general; está la foto grande. Dicen que lo ponen en honor a ellos, que eran muy amigos.

Por el “Ven Acá”, iba un matrimonio, entonces no había luz como ahorita, solo había la luz de don Teodoro Cantú, ponían un foco, y si usted se paraba en el poste, ¡No se veía! Es que eran focos muy chiquitos.
Y resulta, que un día llegó un matrimonio; andaban buscando una taquería.
Me preguntaron si yo les podía dar razón: nos dijeron que se llama… “Aquí me quedo”, “Aquí te espero”, ¿A dónde estás? “El Trancazo”, pues no sabemos bien el nombre, ¡pero aquí estamos!
Les pregunté… ¿pues que señas les dieron?
Pos no traemos dirección exacta, no, pero nos dijeron que de la plaza, para abajo, y que de la casa de don Pablo Ferro…
Les dije riendo, se llama el “Ven Acá”.
¡Ah! Yo le puse el “trancazo”, contestó uno de ellos.
Después, iban a cenar ahí. Al poco tiempo, pusieron un puesto de refrescos a media cuadra de nuestro negocio, y le pusieron: “Aquí me quedo”.
Entonces quedó así, el “Ven Acá” en la esquina, y cerca de ahí, el “Aquí me quedo”. ¡A como me daba risa!
Ese negocio era de los Zarate, ahí vive todavía Socorro, y su mamá se llama Juanita Zarate, es al lado de donde vive Cuca, la viuda de don Abad Rodríguez. Son vecinas y buenas amigas.

En el año 55, cuando la inundación, el agua de la laguna de Pueblo Viejo llegó hasta nuestro negocio, al “Ven Acá” y siguió subiendo, y las lanchas llegaban hasta la plaza del pueblo, hasta el bar “El Huasteco”. Si, hasta ahí llegaban las lanchas. La Loma, que creían era mas alta, también se inundó. En donde vivía Columba, y también la casa de los Felizardo. Ella era maestra, doña Columba, tenía un hijo, se llama Aquilino, y formó un hogar con la maestra Olga Gómez Lorenzo.
La maestra Columba, muy buena maestra, le gustaban mucho los niños. Tenia un loro, y cuando su hijo llegaba, le decía el loro…Columba ¡ya llego Aquilino! También gritaba el loro…Columba, ponme el pabellón, porque ¡me pican los moscos!

La Estación de Radio XES dedicaba muchos programas de huapangos. Era todos los días, a las 6 de la tarde, y el conductor (locutor) del programa, era un sobrino político de nosotros. Se llama Antonio Guzmán Ferral, el ponía al aire los huapangos, nombraba a mi difunto esposo, o sea a don Toribio del Ángel, a una servidora, a Zoila Rodríguez Cruz. El programa era de nosotros, todos los días. Yo le decía, Antonio, ¿entonces que?, y el decía, no hay problema, ustedes son familia.
Cuando cumplía años alguien, yo nadamas le avisaba a Antonio Guzmán Ferral, y les dedicaba canciones a los del cumpleaños. Zoila Rodríguez Cruz, era nieta de doña Hermelinda Ortega. Zoila era prima-hermana de Elsa Cruz, que vivía por la Loma.

Platicaba con nosotros don Domingo Ramos, porque el iba a cenar a nuestro negocio, al “Ven Acá”; cuando nació su hijo Domingo Ramos, contó que el se llevo de parranda tres días y tres noches, se vino a Tampico, fue a muchos lugares, y fue allí con nosotros, al “Ven Acá”.
-Déme unos taquitos con chile, porque ando pero ¡bien crudo!
Don Toribio, doña Mary, ando contento porque nació mi primer hijo varón, que es Domingo Ramos Chico, que ya ha de estar bien grande. Pues desde cuando nació él, ¡imagínese! Si lo veo ahora, ¡ya se ha de ver viejo! ¿Pos como estaré yo? este, y me dice…le voy a platicar algo que usted no sabe, pero que no le dé miedo.
-¿Miedo? No, ¿Por qué?, solo si veo las cosas, si no, no tengo porque tener miedo. Si me las cuentan no tengo porque tener miedo.

Me dice, aquí era Logia antes, y se llamaba Morelos # 55 y anteriormente, como no había luz, cuando se moría un hermano de la Logia, aquí se velaban, ponían unas tablas, y ahí los dejaban, y el que se encargaba de la Logia, se iba a Tampico a traer la caja, y pos no iban a dejar solo el cuerpo del muerto ahí, así que todos los hermanos de la Logia, tenían que estar velándolo con velas y con lo que fuera.
Pero en una ocasión, estaban velando un cuerpo, eran como las dos de la mañana, cuando el difunto que se da la sentada, ¡se sentó!
Y todos pues se espantaron, se paralizaron, yo me quedé ahí, pues, con miedo, ¡me paralice! Me quedé ahí con miedo en la puerta, mirando hacia adentro, porque adentro había luz por las velas; adentro veía al muerto, y afuera estaba oscuro, no se veía nada, bueno.
En eso que salen corriendo muchos, y al llegar al frente, a la casa que esta frente al “Ven Acá”, que era donde vivía don Julián González, iban corriendo unos, y viene uno que no pudo correr, y que brinca, y que le cae a uno en la espalda, y que gritaba… ¡me agarra el muerto! ¡Me agarra el muerto!
Y era un enano el que le había brincado, porque no podía avanzar rápido, y ahí murió del susto. Esa vez, fue doble velorio. Eso me lo platicó don Domingo Ramos, que éso pasó ahí. Pero es que dicen que le dio postema al difunto, que se sentó y echó una bocanada de un agua amarilla, y se volvió a acostar.
¿Que curioso, verdad? Esa es la anécdota que les iba a decir.

El “Ven Acá” era de guano el local, cuando pego el ciclón del 55, el Hilda, este, los carrizos, los otates, estaban amarrados con cueros de res, muy antigua la casa, con techo de cartón. Decían ahí, que esa casa tenía como unos 100 años o más de antigüedad. Nosotros mandamos echar techo de cartón nuevo, y en el 52 acabamos de pagar la casa, el terreno, cuando se perforó porque hubo una granizada, pero bonita, piedras de granizo, perforó todo el techo de cartón. Me dijo mi esposo, voy a tener que ver a don Ramón Castillo, que es el que nos vendió, y lo fue a ver.
Don Ramón Castillo que le dice… ¿y que quieres que haga yo, hermano? ¡Esas son cosas que Dios manda! Tenía mucha razón. ¡Y hazle como quieras! Le tuvo que poner el techo nuevo mi esposo.

Andaba el cuento de la UVA, de la política, y luego, luego…esa fue Mary.
¿Y yo por que? Si hay muchas en la política, porque a mi me echan la culpa. Decía don Pablo Ferro, porque tú eres tremenda. La UVA era Unión de Viejas Argüenderas ¿Usted cree? Y él me echó la culpa a mí.

Existió en el pueblo un club, que se llamaba MARCHALMAR, la que lo encabezaba era mi comadre Margarita Cruz, la dueña de la tienda “La Pasadita”, que ya dejó el negocio, porque ya no puede trabajar ella, y mi ahijado era Juan Flores Cruz, hijo de ella, él ya murió.

¡Y así pasaron los años! Tengo muchos compadres, le diré algunos que recuerdo:
Esperanza Chirinos, vivía por la Fuente. Mi compadre de pila José López.
Emilia Ramírez de Felizardo, era ella comadre de pila.
La mamá de Elena Valdez, todavía vive, ya es abuelita.

Ursula Navarro, la mamá de Raúl García Navarro. Jorge era el ahijado de nosotros, el más chico de sus hijos.
Mi ahijado Javier Cruz Beltrán vive, su mamá Felipa Beltrán ya murió, y mi compadre Arcadio Cruz, ya murió también.
La mamá de Berta Vázquez, también era mi comadre, ella era de apellido Saldaña, ¡no recuerdo el nombre de mi comadre! Era hermana de Lucinda Saldaña.
Otra comadre que ya murió, Socorro Vargas, casada con Raymundo del Ángel, que era del Jobo, que es de Tampico Alto, para adelante, ya murieron los dos.
Mi compadre Rubén Felizardo, y su esposa, mi comadre Conradina Cartagena, que era tía de la maestra Fe de Deantes.

Otro que también ya murió, mi compadre Arnulfo Cruz, y ella se apellidaba Camacho, mamá de Ernesto Cruz Camacho, que en la bajada del Monumento a Cuauhtemoc, ahí murió. El era mi ahijado de pila, por ahí tengo una foto, donde lo tengo cargado, de un año de edad, y su esposa de el, Josefina Cerecedo, todavía me dice madrina ella; tiene un merendero delante de donde estaba el Villa Azul, por la orilla de la Laguna de Pueblo Viejo, trabaja ella el marisco.

Otra comadre que ya murió, Margarita González de García, que era la mamá de Elda García, hermana de Ángel García, Elda García era mi ahijada.

Otra comadre que yo tenía, no se si vive o ya murió, su hija de ella Victoria es mi ahijada, vivía por la calle que pasa atrás de la primaria del pueblo, casi frente a la casa de Elda García, y su hija Imelda, que tenía un salón de belleza, también es mi ahijada; la hermana de Victoria es mi ahijada de confirmación, la mamá de Victoria se llamaba Emilia, y mi ahijada Emilia, vivía por el Monumento a Cuauhtemoc, por “Las Pilas”,para arriba del Monumento a Cuauhtemoc, en seguida.

Judith Gutiérrez era mi comadre también, ella era hermana de Irma Gutiérrez, esposa de don Tacho Navarro, que tenia una peluquería en el centro del pueblo, creo que ya murió él también.

¡Ah! Y tengo otra comadre, es…vive acá por la carnicería “La Fuente”, se llama Victoria, el esposo de ella era José Castro (+) y era Jefe de la Banda del Batallón, él ya murió, creo que ella todavía vive.
Y tengo otra comadre, Lola Vázquez, la esposa de Erasmo Sobrevilla, vivía por la vuelta de la escuela.

Otra comadre es la esposa del Dr. Anselmo San Martín, es Amparo mi ahijada.
Sara San Martín, también es mi comadre, ella es hija de Tacho San Martín, que ya murió, mi ahijado es Fausto Gómez San Martín, y su hermano se llama Nicolás Gómez San Martín. ¡Ay cuantos compadres van!

Otros compadres que tengo, son Jerónimo Maya y su esposa, su hija Elena Maya es mi ahijada.
La hija de Erasmo Ramírez, el trabajaba en la Compañía de Luz, también era mi comadre, ella se llama Lucila, casada con Melchor, mi ahijada era su hija.
Tengo otra comadre, vivía ella por donde esta el Cuartel se llama María Quintero, son de Panuco. Es comadre de confirmación, mi ahijada es su hija Blanca, que tenía una estética.
Son muchos compadres, ¿verdad? Esos son las de allá, los de Pueblo Viejo. Faltan los de acá. Acá tengo de comadre a mi cuñada Mercedes García, ella es cuatro veces comadre.

¡Ah! ¡Ahí vamos por más!
Guillermina, creo que era Moreno Saizar, vendía el petróleo en Pueblo Viejo, por el camino al cementerio. Ella era prima de los artistas, de los Saizar, era pariente de ellos.
Se casó con un oficial, con Sebastian Reyes Ramírez, que no se si viva o muera, ella ya murió.
Ella era muy buena para guisar, el pollo lo preparaba así: sancochaba el pollo, y luego le ponía leche, pan molido y lo freía ¡así es!
Picaba ella rodajas de cebolla de tomate, y ramas de cilantro y perejil, aceitunas, alcaparras; aparte, en una cazuela, ponía un tendido de una hoja de plátano, luego un tendido de posta de pescado o filete, y luego tomate y cebolla picados, todo lo anterior mencionado, y luego así se iba, una y una, y al final le ponía el vinagre de manzana, lo tapaba y ¡ah! la sal que no le falte, (¿ también mantequilla?) luego lo pasaba a fuego lento, y le quedaba bien sabroso, casi sin grasa, rico, sencillo.

¿Que cree? Yo hago el escabeche, y le aviento 2 cabezas de ajo, porque yo pelo las cabezas de ajo, luego las acitróno, pero partidas las cabezas de ajo, o machacadas, fíjese, que queden bien acitrónadas; el comino, pimienta, todo, la cebolla frito, y después ya los muelo todo. Da un sabor pero ¡bien rico! Es que si lo echa así, en crudo, como que no penetra bien el sabor a la comida.
Y el salpicón así lo hago, de mantaraya o de cazón, ya sancochada la carne y limpia, se hace todo frito, luego se le agrega los condimentos del escabeche, su papita criolla, y así, aunque le ponga mucho ajo, no da un sabor feo, da un sabor muy agradable. Bueno, el salpicón sin limón, no sabe bueno. El limón le da muy buen sabor.

Del dueño del restaurante “El Mirador”, el que está en la Fuente, creo que se apellidaba Buitrón, ¡no estoy segura!
Don Fausto Barragán, distribuía el Café Molido que producían en el Molino de Café “Cuauhtemoc”, el que tenía don Luis Wong. La esposa de don Fausto se llamaba Micaela.
Vivía un joven muy carita en el pueblo, que usaba una barba gruesa, que cuando tomaba mucho, se agarraba a cinturonazos con los soldados, se peleaban en la “Central”, y salían afuera a la calle a pegarse, y los demás haciéndoles rueda.

Doña Filomena, que vivía frente al “Villa Azul”, vendía pemoles, un hijo de ella, trabajaba en el Tampico-Madero; y su esposo hace lanchas, viven por la canchita. Cuando di clases de tejido, iban muchas amigas y vecinas, como doña Silvia, y Lesbia, que es hija de doña Filomena (doña Filo), hacían suéteres.

Doña Cirila Domínguez, esposa de don Julián Gonzáles, vendía leche en el pueblo, y sus hijos se llaman: Antonia, Julián y Manuel, conocido como don Manolo González, el ya murió.

Cuando anunciaban el ciclón del 55, me dijeron Reginita Hernández, y Luisita Hernández, cierre bien las puertas y ventanas, y yo riendo les contesté, ese tardara en llegar, no ven que tiene que esperar a pasar por el chalán del Humo.
Doña Macedonia, vivía frente a Reginita y Luisita Hernández.

A don Pablo Ferro le decía yo “El Mil Amores”, el me ayudó mucho a mi.
Yo traía huarache o andaba descalza, y él no se avergonzaba, como quiera le hablaba a uno. El era muy atento, una muy fina persona, sin ofender a nadie. Muy tratable, todo el mundo lo quería.
Cuando él cumplía, el día de San Pedro y San Pablo, creo que es el 29 de junio le llevaba su hermano Celestino Ferro las mañanitas con mariachi, en una ocasión, yo estaba atendiendo mi negocio, tenia un tripié de madera, le echaba al comal aceite, un litro; hacia plátanos fritos, cocinaba con carbón, si se calentaba mucho, le echaba ceniza, y agarraba el comal de las orejas y lo sacaba del bracero, para que se enfriara un poco.

En esa ocasión, que se le cae la oreja al comal, y se me viene todo el aceite encima, hizo así chhhhhhhhhh, chhhhhhhh ¡que impresionante!
No tengo enemigos, pero a nadie se lo deseo. Estaban las mañanitas a esa hora, a las 10 de la noche. Bueno, ya mi esposo mando llamar con unos pescadores, que fueran ver a don Pepe Zúñiga, que tenia la farmacia “La Purísima”, para que me diera una pomada. No, pos tardaba mucho. Pero como no había, que me iba a preparar otra, ¡y yo con mis ardores!
¡Ahí le va la buena! Mi esposo Toribio, desesperado, agarro un litro de aceite, y me lo vació en las piernas, y agarró una pasta dental que era de marca “Colirio”, creo que ya no hay de esa marca, y con un algodón me lo puso como medias en las dos piernas, y me puso el abanico; yo ni sentía el fresco del aire, yo sentía el aire del abanico caliente, caliente.

Al otro día, me amanecieron las piernas cafés; mando llamar al doctor, ¡no había ninguno! Y ya fue mi vecina Cuca, y dijo, ¿Qué paso? Y ahí estuve platicando con ella. Dijo don Pablo Ferro, que en paz descanse, fue en mi cumpleaños, para que no se te olvide cuando te quemaste. ¡Que bonito, que bonito recuerdo! Y no se me nota nada, nada, lo quemado, nada.
Después, el doctor Cantu, vino al negocio a cenar, pidió unos tacos dorados, y me dice, ¡oiga! Es usted muy trabajadora, contesto…pues a fuerzas tengo que trabajar. Le dice mi esposo… ¡nombre! hubiera visto, se me quemó, se echó el aceite encima, lo mandé llamar a usted, y no lo encontraron, y al doctor Alfonso Felizardo, y nada, ¡ninguno! ¡Que barbaridad! Y dijo el doctor Cantu, ¿y que le hizo? Explicó mi esposo, pues le puse esto y esto, arriesgando una complicación grave, pero que hacía.
El doctor Cantu, agarro una servilleta…apuntó, para una quemada, se le vacía aceite, pasta dental y se pone el abanico y listo. Dijo el doctor, al tiempo que se metía la servilleta a la bolsa de su camisa…esta receta va para mi libro. Al poco tiempo, se quema una niña, de mi comadre Socorro Rodríguez y de Juan Rodríguez.

Bueno, ¡ahí les va una buena! Le hablaron al doctor Cantu, que por que era muy buen medico. Después le dije yo, oiga, doctor Cantu, ya se lo que le recetó a la hija de mi comadre, lo felicito. ¡Si de aquí salio la formula! Se quemaba una persona, y no, no batallaban. Se aliviaban, y ni mancha les quedaba. ¡La copió!, le dije yo. Cobraba el doctor Cantu 20 pesos de consulta, le decían, ¿cuanto le debo? Pues 20 pesos, y ya sin batallar.

Por cierto, Socorro Rodríguez, la esposa de Juan Rodríguez Anaya, cuando cayó granizo, y Socorro estaba encinta ¡ya llovió! En el 52 nació Juan Chico. Dijo Juan Rodríguez Anaya, ya voy a ser papá otra vez, y quiero que ustedes sean mis compadres, a ver si ahora ya me llega el varón, y quiero que ustedes sean los padrinos de bautizo de la creatura.
Dijo mi esposo, mire, si lo dedica para nosotros, va a ser varón. ¡Ay! Dios lo oiga, y bien, nació Juan, su primer hijo varón. Doña Hermelinda Ortega, era la suegra de mi compadre Juan Rodríguez Anaya.

Para adivinar el sexo de la creatura por nacer, se avientan los 19 nudos.
Una aguja, con un hilo larguito, no tanto; el codo que la sostiene bien pegado al cuerpo, y se extiende bien la mano. La mujer embarazada, de pie frente a uno, y su mano extendida. La aguja que tiene el hilo, se pone levemente sobre su palma extendida, y si es niña, la aguja dará muchas vueltas, como en círculo sobre la palma de su mano.
Si va a ser niño, la aguja empezara a campanear, para un lado para otro, en forma recta, no en círculo.
Así adivinaba yo, y es muy efectivo.

¿Quiere conocer un remedio contra los males impuestos?
Consiga yerbas de ruda, romero y albahacar, y a las 12 del día, por 9 días, sin faltar uno solo, de lo contrario deberá empezar de nuevo con el remedio, se restregaran esas yerbas, y se riegan por todas las esquinas de su casa.

Tenía el doctor Cantu Ochoa, una señora que le ayudaba en el quehacer del hogar, toda la vida le ayudó, se llamaba la señora doña María, y el hijo de ella está en la Marina, ¡Que guapo! Güero, güero. Ella tenía el gusto de tener gallinas coquenas, de las que tienen el plumaje jaspeado, gris con negro y blanco, y la carne la tienen con lunares, y no se come.

Doña Rebeca, la esposa de don Pablo Ferro, daba clases de primaria, a mi me tocó dar clases de tejido y a Melo, que tiene un hermano que se llama Juan, le toco dar clases de Corte y Confección. Entonces, estaba dando clases doña Rebeca a las niñas del pueblo, y llega el hijo de Tina Gutiérrez, la dueña del restaurante de mariscos “El Pesquerito”, él traía una novia, que en ese momento estaba dentro, donde daban las clases, y que empieza Gabriel a gritar… ¡calentura, ya llego tu Mejoral! y dice una de las niñas que estaba estudiando, oiga maestra, ese joven grita que quiere un Mejoral. Doña Rebeca, se atacaba de risa. Déjalo, déjalo, que vaya el pobre a una botica, aquí no es botica.

Cuando se llegó la inauguración de las maquinas de costura, las mesas de corte, y todo eso de ahí, entonces llega Ernestina Guerrero, que era diputada de Veracruz, y como tenia amistad con nosotros ella, que llega a nuestro negocio.
-Mary, ¿que pasó?
-Pásele diputada.
- ¿Qué hacen? ¿Y Toribio del Ángel donde está? Mi esposo estaba sentado en un sillón.
- Con permiso de usted, voy a saludar al jefe, y ya pasó.
Y como mi esposo, en paz descanse, era de Tantoyuca, y ella es de Tantoyuca, se conocían desde allá. Ya lo saludó, le invitamos un refresco y empezamos a platicar. Y nombre, todas mis amigas y clientas bien contentas. Ya cuando se fue ella… ¡oye! Estas bien palanca.
-Estamos, ¡órale!, les digo yo. Y así paso, ella es muy tratable.

Doña Carmen Rivera, la de las cumbias, vivió 2 o 3 años en Pueblo Viejo, su mamá, que ya murió, era muy amiga de Antonia, la mujer de don Domingo Reyes .Doña Carmen Rivera tenia varias amigas en el pueblo, y una de ellas, de tiempo atrás nos tiraba a matar.
-¡eh! Par de advenedizos, refugiados, no son de aquí y ya están haciendo casa de material.
Le decía don Toribio, oiga señora, lo estoy haciendo con mi trabajo, yo soy de aquí, yo soy mexicano, porque soy veracruzano, y se lo compruebo con papeles, no soy extranjero, soy mexicano y soy de aquí. Bueno, esa señora siempre estaba enojada con nosotros.
Una vez le comento a Carmen Rivera… no que estos indeseables, y esa señora nunca supo que Carmen Rivera y yo, éramos concuñas, porque la hermana de ella, Aldegunda Rivera, tenia hijos con el hermano de mi difunto esposo, y esa señora nunca lo supo, que estaba echándole leña a la misma familia de quién la estaba escuchando. Aldegunda y Carmen Rivera, se fueron a México

Bueno, para no hacérsela tan larga, se la voy a hacer breve….Una vez llegó una camioneta de un primo-hermano de mi esposo Toribio del Ángel, que estaba en Chicago, la camioneta traía placas de Chicago, y como andaba el Run Run del “Chicago”, vino la policía de Victoria, la de Tampico y la de Pueblo Viejo a catear al “Ven Acá”.
Llegaron, y estaba don Pablo Ferro, el de Hacienda, y les dijo, ¡bueno!, bueno, ¿pues que se traen? Esta familia me la tratan bien, son personas trabajadoras, que yo aprecio mucho, y mucho cuidadito con faltarles al respeto. Si algo sé, nos arreglamos aparte.
Bueno, ¡vivos y tontos! Porque entraron que parecía que estaban desfilando. Teníamos gente en el “Ven Acá”, entraron así, formaditos, dijo mi esposo, si estuviera aquí el “Chicago”, así como van, ¡los balacea a todos!

Ya que hasta debajo de la cama revisaron, y dijo don Pablo Ferro, yo no sé que éllos se metan en problemas, mi esposo les preguntó ¿ya revisaron todo? Contestaron ¡Ya!
Ora pasen para acá, miren estoy construyendo, tengo una fosa séptica que tiene tres departamentos, y ahí cabe una persona parada, si gustan pueden entrar a ver.
Mire, ¡pura fregada! Pensaron que ahí estaba el “Chicago”, pero como creen que iba a estar encerrado ahí. Así pasó.
¿El “Chicago” donde creen que estaba? Por la Laguna del Carpintero, paseando con su novia, pasó la policía y no lo vieron, porque él no se volteó, ni cuenta se dieron que ahí estaba. Después, cuando lo detuvieron, les contó donde estaba durante el cateo en Pueblo Viejo.

En una ocasión, le llego una multa al “Ven Acá”, por 5 mil pesos, y yo hablé con don Pablo Ferro, ¡ay! Si yo doy los tacos a 5 por un peso, pos como creen que voy a sacar para pagar esa cantidad. Era resultado de una queja del Dr. Borjas. Don Pablo Ferro me arregló eso, era solo cuestión de un tramite, y yo no pagué ni un cinco.

La mamá de Porfirio Román Cruz, tenía un perro que se llamaba el “Boby”, y el perro estaba amarrado dentro de su solar, y pasa “alguien”, y le echa ahí en su terreno al “Boby” un preparado, para que se envenenara. ¡Lo mató! Y Porfirio Román Cruz, que sale y que busca a esa persona, dijo voy a hablar con el, iba por la calle alegando, ese jijo de su tal por cual madres; era bien grosero y enojado, pues más.
Fue a matar mi perro, pero si el perro estaba amarrado, ahora en la noche, a ver, pin…desgraciado, a la noche vienes para amarrarte a ti, para que vengas a ladrar, para que cuides mi casa. El culpable, solo se le quedaba viendo.

Una noche que no tenía gente el “Ven Acá” le dije a Reyna , la hermana de Porfirio, tenia ella como 14 años, oye, ¡vamos a hacer un relajo! Estaba un muchacho llamado Salvador, el era originario de Tantoyuca, iba a nuestro negocio nadamas para hacerme los mandados. Eran las 11 de la noche, mira, le dije, tu te vas a la esquina del Correo. ¡Don Toribio no se dio cuenta! Yo estaba en la puerta del negocio. Te vas a la esquina del Correo, y tu Munda (Raymunda) para allá, pero regresas corriendo, y él tiene que gritar… ¡espérame! ¡Tal por cual! Me has hecho pen… ¡unas palabrotas! Y viene corriendo, y él atrás de ella, ¡ay! ¡Auxilio! ¡Me matan! Y que esto y que lo otro.
Salió la mamá de mi comadre María Cruz, salieron las Novellas, salió doña Cirila, salieron los Artolozaga, a ver que pasaba… ¡el relajo mío! Puro vacile, y él seguía maltratándola.
¿Pues que traen? Nombre, no es nada. Sólo es, pos pa que haya algo de ruido, naiden habla, naiden pasa. ¡Todos salieron a ver que pasaba!

Luciano Martínez, el de las Tostadas Martínez, en ese tiempo todavía no existían las Tostadas Martínez; él es del kilómetro 100, vivíamos en la calle Morena, en la vecindad de don Joaquín Montecano (Tampico), fue en el año 36, cuando conocí a tu abuelita Luz. Luciano dijo, como me gusta Emma, siempre se estaba peinando ella. Ah, ¿te gusta? Vas a ver ahorita. Emma dice Luciano que le gustas. ¿Ah si? dile que él también me gusta. ¡Van a ver, ya estuvo! Llevaba y traía, llevaba y traía. En la tarde, a las 5 de la tarde, éramos como 14 o 16 muchachas de la vecindad, que a las 5 de la tarde, teníamos que estar bañadas, pintadas y arregladas para salirnos a dar la vuelta.

Cerrábamos de una esquina a otra, estaba la Cooperativa de los Autobuses Rojos, agarradas de la mano, cuando venía un muchacho guapo, no lo dejábamos pasar, y todas agarradas de la mano, ¡mano cadena! Onde va pasando éste, él que cantaba con Carmela, Rafael, y llevaba una paleta, y le dice a una de ellas ¿quieres? Y le dice ella ¡pues órale! Y era Lupe la muchacha, le agarró la palabra y ahí están. Y atorábamos a los muchachos que nos gustaban, no los dejábamos pasar, y a los señores de edad, no, y andábamos pa allá, y pa acá, y les daba risa a ellos. Decían, vamos a pasar por allí, sabían que las muchachas hacíamos mano cadena, ¿y que creen? Tanto y tanto, se casó Luciano con Emma, tuvieron dos varones y una hija.

La vecindad estaba en la calle Morena, entre Tamaulipas, y creo que la otra es la Obregón. No me acuerdo bien; si, es la que está por la vía, por el canal.
Pasó el tiempo, platicando con una muchacha, sale que es Marcela, la hija de Luciano Martínez. Le dije, nombre, yo conozco a Luciano de hace muchos años. ¿Lo conoce? Si, de años. Bueno, vamos, póngase guapa, y vamos. Bueno, no me dijo dos veces .Pues fuimos, yo tenia mi pelo largo cuando estaba en la vecindad, ahora ya estaba pelona (pelo corto).
Fuimos, y le digo a Marcela, la hija de él, va a entrar usted ahí con su papá, yo me paro en la puerta del negocio, a ver si me conoce.

Teníamos 60 años que no nos veíamos. Me paro en la puerta y le digo, buenos días, buenos días, ya cuando estaba dentro le digo, mire, le voy a cantar estas palabras y va a saber quien soy.
¡Leco y Sal! ¡Leco y Sal! Llego la Hora del Café ¡El Cuco!
¡Tú eres María de la Paz! ¿Verdad? Eres tremenda. Luego me conoció. ¿Te acuerdas de la Rotonda?
Si, como no. Porque antes tocaban los Gatos Negros a las 5 de la tarde, en la Hora del Café El Cuco, pues se juntaban todos jóvenes de la vecindad a bailar, con la Orquesta de los Gatos Negros, entre ellos andaba él también, y se acordó. ¡María de la Paz! Tú eres, la misma. Después de tantos años, sin verme, pues le dió mucho gusto, no hallaba que darme, de ahí del negocio.

Me casé creo que a los 17 años de edad, porque yo me fuí con don Toribio porque mamá nos pegaba mucho, y un pretendiente mío me llevo una carta, me mandó una carta con otra muchacha, y entonces yo estaba leyendo la carta, y mamá me descubrió, y me dijo me vas a leer la carta y ahí decía que a las 5 de la tarde, iba a hablar con mamá, para ver si me daba permiso de que pudiera ser mi novio.
Entonces mamá se molestó mucho, que porque yo todavía no sabía hacer nada, ¡y todavía! Y entonces llego el muchacho, trabajaba en la aviación, era motorista de la aviación, el se llamaba Armando Martínez Náñez, buen tipo el muchacho.
Bueno, ya llego él, y no lo dejó entrar .Usted aquí no pasa, dijo mamá y no lo dejó pasar ni al patio de la vecindad, ni nada y se me va mucho a la… y pues yo, yo estaba muchacha y todo.

Ya cuando se fué, me dice mamá, me vas a leer la carta, se la leí, cuando se la acabé de leer, le habló a una vecina, tenía una amiga de ella, y le dijo ven a leerme la carta.
Si alguna palabra tú me fallaste, cintarazo que te voy a dar.
No pos ya le leyó todo lo que decía, no traía nada malo, ya le leyó toda la carta. Esta bien, te salvaste de la tranquiza que te iba a dar, porque todo lo que leíste de la carta, así lo leyó la vecina.
Entonces, una vez, agarro un hule, de grueso como la pata de una silla, cuadradito, y se lo enredo, así en la mano, y me dio con él, 22 cinturonazos, ¡por la carta!
Ya cuando conté 18, al estilo antigüito, ya me escurría la sangre, ya sentía los hígados, ya sentía no se qué, vengo yo y me le hinco a mamá y me cubro la cara, yo tenia mi pelo largo en aquel entonces.
Ya cuando conté 18, fue cuando ya hice eso, y pues aun así me dio 4 más.

Como era una vecindad, pasa el señor Toribio del Ángel, viene y le agarra la mano y le dice ¿Qué hace usted? ¡Mire como la tiene! ¿Pues que pasa?
No, pos es que una carta…
-Tiene que tener novio, y no debe usted de tratarla así, es su hija, es una mujercita, y la mujer cuando se casa va a que la manden, a poco le va a tocar un marido que le pegue. La mujer va a que la manden, se lo digo por experiencia. Pasó.
Entonces, yo iba a comprar masa al puesto que estaba a una cuadra de la vecindad, y entonces pasó don Toribio y me ve, y va y me dice, ¿ya pagó el refresco? No.
-No lo pague usted, yo ahorita lo voy a pagar.
-Yo, de buena de mulilla, ya cuando pagó él, le digo, mañana vengo a tomarme otro, para que me lo pague. Así. Puras mentiras, no fuí. Y el nomás se me quedo mirando. Dice bueno.

Y un día me dice:
-¡Oiga! voy a poner un negocio en Pueblo Viejo, ¿Cómo vé si se va conmigo?
-No señor, fíjese por una carta lo que me hizo mamá, si me voy ¡Me mata!
-Yo me la voy a llevar. ¡Ándele! ¡Para que ya no le pegue! Yo le juro por mi madre que esta en el cielo, que yo la voy a cuidar como a una hija.
Y nunca, ¡nunca! recibí una cachetada de él. Muy buena gente, me tenía paciencia y todo. Lo que sí, muy celoso.
Como a los 3 meses, fui a buscar a mamá, me cerraba la puerta, porque yo me había ido. Pasó, y ya tiempo después, yo iba a ver a mi mamá, y me cerraba la puerta, hasta que por fin, una vez, yo creo que se lé doblo el corazón o no se qué, que fué con la “Negra” a visitarme a Pueblo Viejo. Y yo, pues, claro, como comía a mis horas, no hacia corajes, empecé a engordar, ya estaba repuesta.

El 6 de diciembre del 47 se abrió el “Ven Acá”, a la una de la tarde.
Hicimos barbacoa, y todo, se regaló la cerveza, toda la comida; ya después si la cobrábamos.
Teníamos amigos de la Cooperativa y lo animaron para que se fuera para allá.
Toribio tenía un hermano de crianza aquí en la colonia Obrera, en ciudad Madero, de los Castillo, y fue para allá y le dijo a Toribio, oye Toribio, no te conformas con estar fregado, sino hasta loco.
A quien jijos de la fregada se le ocurre irse a Pueblo Viejo, sin conocer a nadie, sin dinero, sin haber luz. ¡Es un valor marino!
No había ni luz, ni nada e irse a meter allá. Bueno, había días que todo el día tenía abierto el negocio, hasta la una de la mañana, ¿y sabe que vendía yo? Una caja de cerillos, de 10 centavos.
Todo el día, toda la noche, para vender unos cerillos. No había luz.

El salía, me dejaba 3 o 4 quinqués, se iba con don Toto, ¿Qué te falta?
Y yo sóla ahí, sin conocer a nadie, oía los pasos, pasaban silbando, ¡nombre! Ya después en los puros pasos conocía a los pescadores y moradores de allí. Ya sabía quien era. Mi sobrino el ingeniero, cuando estaba de estudiante, decía, tía, dígame los nombres de los que pasan, mira ahí viene éste, y le decía el nombre y los apodos; ya los conocía.

Nacho González, tío de quien hace años fue presidente municipal de Pueblo Viejo, le pusieron el apodo de Nacho Tacones, porque siempre andaba con botas, y le sonaban los tacones al caminar. Se le quedó así, todo mundo lo conocía así.
En una ocasión, un padre salio a pasear a la plaza con su hijo, a dar la vuelta, y el niño le dijo:
-Mire apá, yo quiero tamales.
-Allá en la casa hay jurel, y se daba la vuelta por la plaza.
-¡apá! ¡Cómpreme tamales!
- No mijito, allá en la casa vamos a cenar, hay jurel; sí, hay jurel.
Y a tanto y tanto, el chamaco que se fastidia, se para en la plaza llena de gente, y que contesta con voz fuerte:
-ay apa, ¡jurel en la mañana! ¡Jurel a mediodía! y todavía dice que ahora en la noche. No apa, no, ¡Jurel no!
¡Pues al niño le pusieron el Jurel!

Cuando yo llegué a vivir a Pueblo Viejo, me decían la Nena del “Ven Acá”, estaba bien jovencita; al paso de los años, ya me decían María Tacos.
Un sobrino de mi difunto esposo, se llama Alejandro del Ángel Ahumada, su mamá, era hermana del maestro que le daba clases, del güero Heriberto Ahumada. Estaba estudiando 5 año en la primaria. Es sobrino político mío, porque era hijo de un hermano de mi difunto esposo.

No sé si viva o muera, pero había un señor en el pueblo que tomaba mucho, y su esposa le pegaba por borracho, y a él le daba mucho coraje. Un día, el no llegó muy tomado a su casa, y que se le voltea, y que le pega él a ella, y que va ella y que lo demanda. ¡Verídico eso! Lo demando y dijo él, ¿pero por que me demanda? ¡Si ella siempre me pega! Y ahora que me toco a mí, ¡me demanda! Ahora que me toco a mí, viene y me demanda.
Estaba Enrique U. Fernández de presidente municipal de Pueblo Viejo, en ese tiempo.

Había un grupo musical de Tampico, “El Grupo Flores”, iban a Pueblo Viejo cada semana, a tocar en el merendero “El Pescador”, un día, pasaron por el “Ven Acá”; yo caminaba por la calle, iba a comprar un jabón “Lirio” a la tienda de don Enrique Artolozaga, cuando pasa la camioneta del conjunto musical.
Traía yo el pelo largo, suelto por la espalda, un vestido de tejido de punto que se me pegaba al cuerpo y andaba descalza.
Los muchachos del grupo musical me miraron, se distrajeron, y por poco y atropellan a un muchacho que iba pasando en su bicicleta; ese muchacho era primo-hermano de Alfonso Felizardo.
Los del “Grupo Flores” compusieron la canción. “Por ir bobeando me fui cayendo”

Mi actual esposo se llama Longinos Villalobos Castellanos.

Don Manuel de Dios y Silva, se casó con una sobrina de don Ruperto Ruiz Perales, con una hija de Lupe, que era hermana de don Ruperto Ruiz Perales. A su esposa llamada Alicia, le decían “La guapita Alicia”. Sus hijos son: Manolo, Licha, Panchito(+) y Lupita.

Una vez, fui a consulta con una doctora, y al estarme consultando, recibe una llamada por celular, y contesta, oyendo en su plática que es de Pueblo Viejo, porque dijo, todos mis papeles, todos mis documentos, están en Pueblo Viejo.
Cuando terminó de hablar por celular la doctora, le dije:
-Disculpe doctora, ¿usted nombró a Pueblo Viejo?
-Si, soy de allá. ¿Por que me lo pregunta?

-PORQUE CUANDO OIGO HABLAR DE PUEBLO VIEJO, SE ME ENSANCHA EL CORAZON.

Nos despedimos de doña María de la Paz Prado de Villalobos, agradeciendo sus platicas, sus anécdotas, sus gratos recuerdos, donde podemos apreciar otras facetas mas de lo que era hace algunos años vivir en Pueblo Viejo.

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