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martes, 5 de mayo de 2009

Familia Anaya Maldonado

FAMILIA ANAYA MALDONADO

Padre: don Sebastián Anaya Agraz.
Madre: doña Petra Maldonado Izeta.

Hijos:
Isabel.
Manuel.
Juventino.
Sebastián.
Maria de la Luz.

Los abuelos paternos de la señora Maria de la Luz Anaya Maldonado, fueron don Manuel Anaya y doña Concepción Agraz, españoles que llegaron a Ocampo.
En ese lugar, compraron grandes extensiones de terreno, ya que habían inmigrado a nuestro país, con un considerable capital económico, en tiempos de guerra en España.
Don Manuel Anaya, era doctor, sus estudios los realizo en su tierra natal y ejercía entre Tula y Ocampo, acompañándolo en el ejercicio de tan noble profesión, su hijo Sebastián Anaya, aprendiendo así, sobre la práctica, todo lo relacionado a la medicina.

Cuando se vino el tiempo revolucionario, ya había muerto don Manuel Anaya, pero por ser de todos conocido, que su hijo, sabia todo lo relacionado con la practica medica, fue raptado por las fuerzas al mando de Francisco Villa, y obligado a acompañarlos, como prisionero, porque les era de mucha utilidad, para atender los casos de enfermedades, partos, y a los innumerables heridos, que estaban entre la tropa villista.

Después de un tiempo, pudo don Sebastián Anaya, huir de sus captores; lográndolo a base de exponer su vida una y otra vez; fue necesario, que atravesara lagunas, sumergido su cuerpo por completo en esas aguas tan frías, logrando respirar por medio de un carrizo, para no ser detectado por los hombres villistas, que no se tentaban el corazón para matar.
Llego a su hogar, completamente empapado, titiritando de frío, y murió pocos días después, victima de la difteria.
Aun no llegaba a los cuarenta años de edad.

Eran constantes las incursiones de los revolucionarios, que se llevaban, al ganado en pie, para irlo consumiendo al paso de los días, y las cosechas, eran arrasadas, y todo lo de valor saqueado.
Las tierras y propiedades de Ocampo fueron quemadas, por los revolucionarios.
Y todos sus habitantes, ricos y pobres, fueron obligados a salir, con solo lo puesto, y bajo una fuerte lluvia, llegando a ciudad Mante, ya de ahí, se dispersaron a distintos lugares del país.
La familia Anaya Maldonado, antes de ser desalojada violentamente, aprovecho un breve momento, para dejar escondidas las monedas antiguas de oro, que vaciaron de unos costales, en un horno de pan, y un pozo de agua.
Y nunca pudieron regresar por ese dinero.
Llegaron a Tampico, y de ahí, la familia se traslado a Pueblo Viejo, con unos familiares.


Y es así, como el destino, determino, que doña Conchita Rodríguez Anaya, y sus hermanos, Juan, Rosalva y Leonor, nacieran en un pueblito del norte de Veracruz; si, ya adivinaron, en nuestro Pueblo Viejo.

Cuando doña Conchita, tenía 8 meses de nacida, ella y su familia fueron a vivir a diferentes lugares, y por ultimo a ciudad Acuña, Coahuila.
Cerca de su domicilio, para ser más exactos, a dos cuadras, estaba el puente del paso, y cuando los hijos de la familia Rodríguez Anaya, estuvieron en edad de estudiar, asistieron a una escuela de monjitas, que se ubicaba en Del Rio, Texas, a solo una cuadra del puente fronterizo.
Su padre, los llevaba y traía, de la escuela.
Cuando doña Conchita, iba a cumplir ocho años de edad, retorno ella y toda su familia a Pueblo Viejo.
Ingresando a la primaria “Leona Vicario”, al tercer grado, como alumna del profesor Manuel.
Solo estuvo en esas instalaciones de madera, por un año.
Del personal, recuerda, que eran maestros: Tita Calleja, Cuco, Ethelvina Mercado Castro, Maria, esta ultima maestra, vivía en esa escuela de madera, en compañía de sus hijos, de los cuales, solo recuerda el nombre de uno de ellos, Héctor.
La directora era la maestra Victoria Herrera de Herrera, que ya en las nuevas instalaciones, fue su profesora de sexto grado.
La maestra Gloria Domínguez, también fungía como maestra de grupo, dándole a doña Conchita, clases de cuarto grado.
La maestra Juana de la Garza Montelongo, trabajo en esos años en la primaria “Expropiación Petrolera”,y posteriormente, se traslado a la escuela de Chijol 17, con el nombramiento de directora de ese plantel educativo.
La maestra Juana de la Garza Montelongo, era tía de la maestra Rosa Eva Velázquez de la Garza.

Siendo una jovencita, doña Conchita trabajo en la refaccionaría “Laredo”, que se ubicaba en Tampico, por la calle Isauro Alfaro, con sus tíos, don Francisco Tamayo y doña Engracia Anaya.

Realizo estudios en la Academia de la profesora Fe Deantes, y posteriormente, en Tampico, se recibió de contador privado.
Se titulo de maestra de corte industrial
La mamá de doña Conchita, la señora Maria de la Luz Anaya Maldonado, tenía en el pueblo, un taller de costura.

Empezó doña Conchita, a trabajar en correos, a la edad de 16 años, en Tantoyuca, Veracruz.
Para trasladarse a su lugar de trabajo, era necesario que utilizara el tren carguero a Magozal, que demoraba todo un dia en llegar; de ese punto, de Magozal, transbordaba para con un segundo dia de camino, poder llegar a Tantoyuca.
Cuando llovía mucho, Tantoyuca quedaba incomunicada, vía terrestre por 15 o 20 días.
Existía una avioneta, con cupo para solo 5 pasajeros, mas el piloto, que realizaba la ruta de Tampico a Tantoyuca, y viceversa, por esos años; en uno de esos viajes, la avioneta sufrió un accidente, quedando varios de sus pasajeros heridos, y muriendo el piloto.
Durante el año en que doña Conchita, trabajo en Tantoyuca, empezaron a abrir los caminos, para las carreteras.
Después de un tiempo, logra su traslado a la oficina de correos de Tampico, cuando era administrador don Miguel Moguel Arjona.

Al quedar una vacante en Pueblo Viejo, presenta ante representantes de correos, venidos de la capital, un examen de competencia, con dos compañeros mas como aspirantes al cargo; y gana el puesto de administradora de correos de Pueblo Viejo, al lograr las máximas calificaciones; y es que ella, conocía todos los departamentos de correos.

Llega al pueblo, a ocupar su cargo, un 12 de septiembre.
Eran cuatro cuartos grandes, comunicados entre si, por grandes puertas de madera doble, con lamina gruesa en medio, y cuatro aldabones cada puerta.
Adicionalmente, las puertas, se atrancaban con una barra atravesada.
Estaban así de reforzados los cuartos de esas oficinas de correos, porque fueron construidos en tiempos revolucionarios.
Existían dos corredores, con muros gruesos.
Un patio amplio, con un pozo, y al fondo del solar, dos cuartos pequeños, uno para bañarse, y el otro, para el servicio sanitario.

Doña Conchita Rodríguez Anaya, tomo posesión del cargo, y se traslado con su señora madre y una sobrina, a ese inmueble.
Inmediatamente, al saberlo, el dueño de una fabrica de cuadernos, le solicito a la nueva administradora, permiso, para por un tiempo breve, almacenar un material que estaba por llegarle.
Y es que el había rentado unos cuartos en el pueblo, sin antes haber verificado el estado de los mismos, y cuando los fue a revisar, se llevo la desagradable sorpresa, de que no tenían techo.
Doña Conchita acepto, y el contenido de papelería de todo un trailer, fue vaciado en unos de los cuartos de correos.
Afortunadamente, los techos de ese inmueble, estaban muy altos, ya que hasta casi el límite, llegaron esos paquetes.
Así que, en la esquina, estaban propiamente dichas las oficinas de correos, franqueadas por un lado, por la cocina, y por el otro, por dos cuartos, utilizados uno como recamara, y el otro, como bodega provisional de papelería.
Y como mayor seguridad, por dentro de la recamara, se coloco una cama enorme, recargada, sobre una de las puertas dobles de madera, la que daba al cuarto habilitado como bodega.

Y ese 15 de septiembre, doña Conchita Rodríguez Anaya, como administradora de correos, había sido invitada para estar en el estrado, donde las personalidades del ayuntamiento, conmemorarían esa fecha cívica.
Pasaron por ella, sus amigas ,una de ellas, era la Chata Pérez, después de la ceremonia del “grito”, pasearon un rato por la plaza, disfrutaron del baile y empezó doña Conchita, a sentirse con cierta inquietud, como temiendo “algo”; a pesar de su extrema juventud, siendo que muy apenas contaría con 18 años, decidió abandonar los festejos de independencia, que estaban muy animados y retornar a su hogar, a hacerle compañía a su señora madre y su sobrina.
Sus amigas la acompañaron en ese camino de regreso a su casa, quedando de verse en los siguientes días.
Como aun no tenían sueño, cómodamente recostadas madre e hija en su cama, leían revistas, como las de “Pepino”, la del “Chamaco”, “La Familia”, cuando en punto de las doce de la noche, sintieron como si alguien empujara la enorme puerta doble de madera, y de ese modo, también movían la cama, donde madre e hija, eran testigas de aquel fenómeno.
En el silencio de la noche, solo se escuchaba…taz, taz, taz, taz.
Doña Conchita, abandono rápidamente la recamara, atravesó la oficina de correos, y salio a la calle, solo con bata de dormir, pero arropada con bastante coraje, por lo que creía una broma de muy mal gusto.
Creyó que el culpable de lo acontecido, se encontraría en el cuarto, que estaba habilitado temporalmente como bodega.
Por esa calle, que se encontraba al exterior de correos, encontró que venia don Domingo Rivera, con un ayudante, y portaba sus redes de pesca, así como una lámpara.
Al saber el motivo de la presencia de doña Conchita, a esas horas de la noche, en el exterior de correos, tomaron la decisión de ayudarla a atrapar al intruso.
Entraron a ese cuarto, recorrieron los pasillos angostos, que se habían formado entre tanta papelería, y no encontraron a nadie.
Y volvieron a cerrarlo, con los cuatro pasadores.

Continuaron las extrañas manifestaciones, y cada que daban las 12 del dia, y las 12 de la noche, todas las puertas, y subraya doña Conchita, eran todas las puertas las que vibraban, no solo la de la recamara; y también la cama de fierro era movida violentamente; entonces tomo la decisión doña Chica, que era la esposa de don Domingo Rivera, de mandar a su hijo Domingo Rivera, a dormir en esa casa, para tranquilidad de la administradora de correos, y su familia.

En ese tiempo, el consumo de agua para tomar, era del pozo, y para mayor higiene, en el cuarto de archivo ocupaban un filtro, colocado este en un pedestal.
Un dia, el cartero, don Emilio Coronado, al ir a tomar agua, vio una replica de el, que estaba cerca de ese filtro, don Emilio agarro un vaso, y de reojo, observo como aquella aparición lo imitaba.
Se sirvió agua del filtro, y la aparición también hizo esa acción.
Por ultimo, don Emilio, tomo agua de su vaso, y esa replica de el, también tomaba agua.
Esta de mas decir, que salio el cartero, pálido del susto, diciéndole a doña Conchita…ni entre ahorita ahí, porque me acaba de pasar esto.

El piso de correos, era de madera, y el escritorio, francamente se utilizaba solo porque no había otro, así de apolillado se hallaba.
En una ocasión, doña Conchita, se encontraba haciendo anotaciones y reportes, las oficinas de correos lucían vacías, porque un muchacho meritorio, de nombre Seferino Pulido, y que ahora es medico en México, había salido a unas diligencias.
Fue cuando doña Conchita empezó a escuchar, un ruidito de monedas que caían, una después de otra, y ese ruido provenía del piso, que se ubicaba exactamente, debajo del escritorio, donde ella se encontraba laborando.
Al mismo tiempo, que se escuchaba la voz de un hombre, en tono muy bajito, tan bajito, como si hablara en secreto, y no se dilucidaba a ciencia cierta, que decía, pero parecía que contara las monedas.

En varias ocasiones, la pared que quedaba junto a la cama, se prendía con grandes llamaradas, que empezaban a deslumbrar a doña Conchita, y que estas llamas, empezaban de más arriba de la parte media de la pared, y llegaban a medio metro del techo.
Esas llamas, apuntaban hacia el techo de correos.
Y así como se aparecían, así de improviso desaparecían, sin que dejaran huella de su combustión.

Es así, como doña Conchita, y su familia, decidieron, cambiar su sitio de residencia, y para evitar, que las oficinas de correos, en horas que no fueran de trabajo, estuvieran solas, se presto un cuarto a unos vecinos.
Era la familia Cruz, que tenia como jefe de familia a don Hilarión.
Entonces a Socorrito, la esposa de don Hilarión, que la empiezan a espantar, pero como ya estaba avisada de que en ese lugar eran frecuentes los sucesos inexplicables, no le cayó de sorpresa, y a puras maldiciones, y exclamaciones airadas de ajos y cebollas, los mantenía a raya.

En una noche de festejos en el pueblo, andando doña Conchita con sus amigas, Lucila Delgado y la Chata Pérez en un baile, se les hizo fácil, ir al servicio sanitario de correos, y al atravesar el patio, vieron en el brocal de piedra del pozo, sentada a una muchacha de pelo largo, güero.
La administradora de correos, creyó que era Lola, la hija de Socorro, la que estaba exponiendo así su vida.
Le hablo a Socorro, y le dijo, dile a Lola, que no haga eso.
Fue entonces, que Socorro, contesto…si Lola, esta adentro bien dormida.
Y fue cuando, todas vieron como aquella aparición, se dejo caer al interior del pozo.
Corrieron a observar el interior del pozo, y la luz de la luna, les permitió percibir, como las aguas del pozo, se movían, como cuando un gran peso ha caído.

El dueño de una carnicería, que se encontraba cerca de correos, don Pedro Maya, estando una tarde destazando una res, vieron los empleados del servicio postal, que un poco de ayuda, no le caería nada mal.
Emilio Coronado, se ofreció a ir a ayudarle a hacer los cortes, y la administradora de correos, antes de que el cartero se fuera, se encamino a recordarle algunos pendientes, para que al volver, no quedaran sin hacerse.
Era tiempo de frío, y doña Conchita, vestía pantalón.
Se escucho como si un puño de monedas, hubieran rodado por el piso, y el encargado de vender los timbres, don Celerino, bromeando, exclamo ¡águila o sol!
Pero no se habían caído monedas al piso, doña Conchita, vació a la vista de los compañeros empleados las bolsas de su pantalón, donde solo traía unos billetes, y cero monedas, y este suceso fue uno de los ya tan mencionados casos extraños de esa construcción.

Se aclararon un poco estos sucesos, o tal vez, se encontró un poco de base, al relatar doña Chica, a la administradora de correos lo siguiente:
Que cuando era pequeña doña Chica, jugando con amiguitas en el patio de esa propiedad, a la roña y a las escondidas, se les hizo de noche, y se metió para esconderse de sus amiguitas, en un como callejoncito angosto, que existía entre los cuartos del servicio sanitario y la pared de la barda.
Delante de ella, iba una pequeña, a la cual empujaba, presurosa, le instaba y le decía de modo apremiante…!hazte para adelante!...!apúrate!
Sentía en sus manos, su cuerpecito de la compañerita de juegos, escuchaba su respiración agitada, y al llegar al fondo de aquel corredor, la niña desapareció, y solo topo con la pared.
No había modo de que esa niña hubiera salido por otro lado, solo existía la salida, por donde doña Chica, estaba.

También relato doña Chica a la administradora, que cuando ella tendría unos 5 años de edad, en esa construcción, se velaron 5 cadáveres.
Que ella recordaba la fuerte impresión que le produjo ver esos 5 ataúdes, alineados uno junto al otro.
Y que se comentaba que eran los cuerpos de 5 primos, que habían vivido, en lo que después fueron las oficinas de correos.
¿Por qué murieron 5 primos el mismo dia?
Vivian con su abuelo, varios nietos, pero había cuatro varones que importunaban continuamente al abuelo preguntándole, a quien le dejaría herencia, a cual de ellos, le tocaría que, cuanto y como, y tal vez, por quitárselos de encima, se le hizo fácil a ese abuelito, decirles, a cada uno, tu serás el favorecido.
Un dia, que estaban todos reunidos, empezaron las recriminaciones, los celos, de ahí a las palabras, a la pelea abierta, y al ultimo los balazos.
Una prima de ellos, hizo cuanto estuvo de su parte, por detener aquella pelea, pero solo consiguió perder también la vida.


Doña Conchita Rodríguez Anaya, estuvo cerca de tres años como administradora de correos en Pueblo Viejo, y después de tratar por un tiempo al joven Gaspar Rodríguez Chapa, a quien había conocido en Tampico, contrajo nupcias, en la capillita del pueblo, que en ese tiempo, era de madera y se ubicaba en donde ahora es el mercado del pueblo.
Su vestido de novia, fue elaborado por su mamá, doña Maria de la Luz Anaya Maldonado.
Renuncio a su cargo como administradora de correos, y se dedico a su hogar, que fue bendecido con el nacimiento de tres hijos, dos mujeres y un varón. Ellos realizaron estudios profesionales, una hija es doctora, todos ya se casaron, y ahora, doña Conchita Rodríguez Anaya, convertida en feliz esposa, madre y abuelita, de una numerosa familia, vive en ciudad Madero, desde hace 53 años, pero continua en contacto con todos sus familiares, amistades y conocidos que tiene en el pueblo, que puede decirse, con justa razón, que doña Conchita, siente amor por Pueblo Viejo.

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