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martes, 5 de mayo de 2009

(7) "Pueblo Viejo"

BRUJERIA

Era en esas vacaciones largas, largas, que nuestra tía Isidra, se dejaba venir con sus hijos más pequeños, José Juan, conocido como Pepe, Hipólito, de cariño el Polito, Clarita y Chilita, la chiles.
Su esposo se fue a Estados Unidos, y termino por llevárselos a todos. Allá murió la tía, años después.
Tenia enormes ojos negros, con lentes, que los hacían ver mas enormes; y ella disfrutaba mirarnos a través de esos vidrios, realzando su mirada, que viéramos que estábamos bajo su escrutinio.
Sus platicas, ¿recuerdas sus platicas?
Caían siempre en el esoterismo, o sino, se lanzaba a fondo con las brujerías.
Que si la uija, que tuvo una, que la tiraba una y otra vez, y de nuevo aparecía en sus casa.
Que la usaba siempre de noche, y que ya ni había necesidad de que la tocara levemente; que al plantearle las preguntas nuestra tía Chila, solita caminaba la flecha indicando letras, y formando así las oraciones reveladoras de tremendos augurios.
Que cuando cambio de religión, le aconsejaron quemar esa cosa, porque era del chamuco, y aquello, se quejaba, y parecía que mil almas gritaban de dolor y maldecían.
¡Como me gustaba su modo de platicar!
Mi abuelita, me contaba, que cuando empezó a vivir con Don Fausto, el padre de sus últimos cuatro hijos, seguido se peleaba con el, y salían huyendo para el pueblo, con su mamá.
Renegando y maldiciendo; que ya no volvería con el.
Y después de un tiempo, cuando mucho dos meses; lo extraño, quiero que venga por mí, quiero que me traiga dinero.
¿Para que quieres dinero? Yo te mantengo, a ti y a mis nietos.
Pero Chila, quería a su viejo.
Y empezaban las noches de trabajos extraños, llevados a cabo por mi tía.
A media noche, se encerraba en el baño, el que estaba junto a nuestra cocina, y abuelita la oía bailar, chancletear, ponía veladoras de diferentes colores, invocaba a no se quien.
Y en frascos de vidrio, colocaba billetes en agua.
Que para que el viejo viniera y dinero le trajera.
Y abuelita, ¿pues no que ya no lo querías ni volver a ver?
Ese dinero, tanta falta que dices que te hace, y tú lo vayas a echar a perder en esa agua.
Y en un vaso, de vidrio transparente, con agua, colocaba debajo de el, una foto, con el dibujo del marido boca abajo.Cada 6 horas, a las 6, a las 12, a las 6 y a las 12 de la noche, le hablaba al marido, en la boca de aquel vaso con agua. 3 veces lo invocaba…Fausto, Fausto, Fausto. Y Fausto, llegaba a los pocos días, arrepentido, con dinero, harto dinero para su vieja y sus hijitos.
Le pedía perdón, casi de rodillas, y la recogía.
Y no crean que era un hombre guapo, era un viejo para mi tía,20 años mas viejo, panzón, poco pelo en su cráneo, alto, desgarbado, de mirada torva, carimarcado, que la golpeaba y varias veces estuvo a punto de matarla; pero a mi tía Chila, falta le hacían sus madrizas, sus malos tratos, su maltratarla y humillarla.
Y se iba mi tía, del brazo de su viejo, y con sus hijos; y mi abuelita descansaba de su hija.
Me contaba mi abuelita, yo siempre tengo mucho trabajo de dia, y luego tu tía con sus bailes y rezos nocturnos, como ella no trabajaba, no me ayudaba en el quehacer diario de la escuela; que bueno que ya después de un tiempo, pudieron hacer vida esa pareja.
O mi tía se curtió, o Fausto ya no le pego tan fuerte.
Abuelita me decía, que a mi tía Chila le iba mal, porque tenía a la brava a ese pobre hombre; con puras brujerías.
Además, si tu le pides algo al espíritu malo, te lo dará, pero después se cobra, y se cobra con lo que tu mas quieres, como son tus hijos o tu salud.
Ya cuando yo estaba con abuelita, mi tía Chila venia solo de paseo.
Con sus niñas hermosas, que se paseaban creyéndose las princesas por el pueblo, arrugando sus naricitas, como si anduvieran oliendo miscua.
Me acompañaban a comprar taquitos con Doña Maria Jasso, la cenaduría que estaba en la esquina que da a la pirámide. Unos como pachucos, siempre había mucha gente, en espera.
Desde las 7 de la noche había clientes; nadie los hacia ni los hace como esa señora.
Tenia mesitas y sillas, pero en los alrededores de ese negocio, si no alcanzábamos lugar dentro del negocio, los clientes comíamos, en cualquier banca, en cualquier piedrita nos sentábamos, en la banquetita de la plaza. O si queríamos los llevábamos para la casa.
También vendían antojitos, por fuera de la iglesia, frente al solar de la señora Mangú, era atendido ese negocio por su dueña la señora Consuelo, mamá de mis amigas Chelo y las cuatas, de las cuales solo recuerdo el nombre de una de ellas, Florinda. Una familia representativa de Pueblo Viejo, alegre, platicadora, personas que madrugan a trabajar y son felices.
Por fuera de la escuela, en sus esquinas, frente a la plaza, vendían tamales y taquitos, todo lo del pueblo, se guisa tan rico, con tan buen sazón, que hasta de Tampico y Madero, se venían y se vienen aun a comprar, y lo agarran de paseo.
Y pena me daba andar con esas linduras de chiquillas, hermosas por fuera, pero bien canijas por dentro.
Mi papá me llevo cuando yo era muy pequeña con su hermana Chila, a vivir un tiempo corto; solo dure en esa casa un mes.
Don Fausto se molestaba, porque una de sus hijas, era de la misma edad que yo, y a mi tía, fácil se le hizo, meternos a las dos niñas en la misma cuna.
Lloraba una niña, lloraba la otra niña.
Don Fausto, ordeno, entrega a esa niña con tu hermano.
Uno que culpa tiene que su mujer lo haya abandonado y se haya ido, con uno que mi cuñado consideraba uno de sus mejores amigos.
Esa personita, desde cuando quería volar del nido, a mi cuñado lo hacia sentir mal, con sus reclamos de querer vivir mejor, del ganas muy poco, para tanto que te matas; hasta lo hizo que le pusiera mercería, que se la ajuareara de todo a todo, ¿y que paso? el dia del bautizo de la nena, ese dia, ese mismo dia emprendió el vuelo, dejando atrás todo un despiporre, dejando corazones destrozados, pero uno no tiene la culpa de las metidas de pata de otros.
Entrega a esa niña, a ver como le hace tu hermano con ella.
Y continuó mi peregrinar, de brazos en brazos, de madre en madre.

En ocasiones, vecinas ayudaban a papá, luego contrataba a alguien, se le iban, y por fin, un señora, se llamaba Lolita, Doña Lolita, ya grandes sus hijos varones, porque solo tenia hijos varones, ella me cuido por casi un año, sus hijos deseaban que yo fuera su hermanita, que papá me regalara con ellos.
Pero papá se negó. Yo era su primera hija, y tuvo miedo, que alguien me hiciera daño, tomando en cuenta que yo soy mujer.
El decía, ¡es mía! ¡Y a ver como le hago!
Y doña Lolita, que ya me quería mucho, le dijo a mi papá, lo siento mucho don Lalo, pero mis hijos ya me pusieron una condición, o la niña debe ser de nosotros para siempre, o ya no la voy a cuidar.
Me voy a enfermar de tristeza, y mis hijos se preocupan, de pensar el dia en que usted, ya no nos deje tener a la niña con nosotros, como es suya, cuando usted quiera la puede recoger.
No Don Lalo, no es porque sea poco lo que usted me da por cuidar a la niña, es porque es malo encariñarse así, de ese modo, con alguien que en cualquier momento pueden quitar de nuestro lado.
Y me vi de nuevo sin mamá.
Papá contrataba niñeras; poco duraban.
Y que conoce, a la que iba a ser tu mamá, hermana Mely.
Papá atraía a las mujeres con ese aire de… que buen padre es.
Pero papá no entregaba tan fácilmente su corazón.
Ya una vez, le habían dado una patada por el rabo, ahora desconfiaba, hasta desconfiaba de mas.
Su novia actual, es decir, la que seria tu mamá, lo ayudo para que papá me internara en la “Casa Conchita”, ahí en Monterrey.
Si, esa misma donde estuvieron los hijos de Fox.
Esa casa-hogar, parece que también es maternidad, es atendida por monjitas.
Yo dure como un año internada ahí.
Papá me sacaba los fines de semana, y a pasear me llevaba.
En ese internado, había infinidad de criaturas, camitas pequeñas, sillitas, mesitas, éramos bien atendidas.
Me enseñaron buenos modales, a usar mantelito en el pecho para comer, ¡vaya! Un como baberito, a tantas cosas, que dicen, que yo parecía una damita.
Sabia usar los cubiertos, era feliz, muy feliz, en esa casa-hogar.


MAMA CARMELA

Siguió viento en popa el noviazgo de papá, y eso, que el y tu mamá, provenían de estratos económicos y sociales muy diferentes. Como el cielo y la tierra.
Tu mamá, nació en Rio Verde, hija de personas acomodadas.
Sus padres tenían molienda, una gran tienda céntrica, y una fabrica embotelladora, de refrescos.
Tú mamá, contaba con dos hermanos, un hombre y una mujer.
Dos hermanos varones, habían muerto ya.
Rosendo, de 11 años, murió de tifoidea.
Jesús, murió, cuando al darle un dolor fuerte en su vientre, le dieron un purgante, y eso, mas pronto lo mato, al reventársele su apéndice. Tendría solo 10 años de edad al morir.
Poco tiempo antes, también había muerto un tío de tu mamá, así, que ese hogar, duro con 4 años de luto riguroso.
Era el tiempo, de vestir de negro, y cabeza tapada con mantilla.
Su hermano Pepe, al conocer tu mamá a papá, tendría solo unos 14 años de edad, y su hermana, Nena, era mayor 3 años a tu mamá.
Tu tía Nena, tan sufrida, de niña, padeció mucho de los oídos, le pusieron unas inyecciones mal, y quedo con una piernita más corta, que toda su vida ha tenido que usar zapatos especiales, de suela más alta, uno que otro.
Y casi no puede oír, a pesar del aparato auditivo que compro, hace poco. Pero no se amarga, fue secretaria, muy atenta, y logro jubilarse con un buen sueldo.
Además, también estudio belleza, era su sueño.
Pero su piernita mala, no la dejaba durar mucho tiempo parada, y solo a nosotras sus sobrinas, termino chuleando.
Cuando estudiaba en la escuela Pablo Liva, en la ciudad de Monterrey, agradecía, que yo siempre estaba dispuesta a ir como conejillo de indias, para que practicara conmigo, y es que le iba en juego la calificación.
Me agradaba hacerla sentir bien, y si eso tenia de costo que me rapara, bien valía la pena.
Pero mi tía Nena, salio buena para la belleza.
Miro a mi tía, ya grande, jubilada, con su bastón, y su porte de alguien superior, se ve en como platica, como come, como camina, aun con su bastón.
El ser gente de bien se mama, se aprende desde la cuna.
Se que cuando trabajaba como secretaria, cuando iba al baño, se quitaba la falda, para no arrugarla. ¡Ábrase visto!
De niños, cada uno tenía su sirvienta particular.
Si, cada uno de los hijos de ese matrimonio, contaba con una persona asignada a su cuidado personal.
Me contaba mi abuelita Pagüita, la abuelita que tuve por parte de tu mamá; o sea como tuve muchas mamás, tuve muchas abuelitas.
Bueno, continuo, y no se me enreden por favor.
Mi abuelita Pagüita, de Paula, me contaba, que mi mamá Carmela, o sea tu mamá, de niña era como la canija.
Al bañarse, dejaba hasta el ultimo trapo que ella utilizaba en su vestimenta, tirado en el suelo, y de modo autoritario le mandaba a su nana……. ¡recógelo!
Mi abuelita Pagüita, le decía, debes aprender a mandar. Pero ciertas cosas no podrás mandar. Eso ya raya en una grosería. Deja tu ropa sobre un banquito o dásela en la mano a tu nana, pero no en el suelo.
Pero mi abuelita Pagüita, también tenía lo suyo.
Los últimos años de su vida, cuando ya vivía en casa de tus padres, no aceptaba, que la servidumbre comiera al igual que los patrones en la misma mesa.
Que la servidumbre, en la cocina, y los dueños de casa, en el comedor.
Que le vamos a hacer. Es nuestro entorno, lo que nos va forjando.
Siempre la quise, siempre la he querido.
La iba a ver, cuando vivía sola con tu tía Nena, por las fábricas de los enfriadores Carrier.
Le agradaba que la visitara, me decía, se que tu vienes con gusto a verme, y por tu propia voluntad.
Pero mis otros nietos, solo vienen porque sus padres los traen, se les ve el disgusto de venir a verme, solo lo hacen por cortesía. Y me atendía a cuerpo de reyna.
Me ofrecía café y galletas, me contaba de cómo, en una ocasión, que se vio con unas ratitas, que se le venían de las casas vecinas, le rezo a San Martín de Porres, y le dijo: San Martincito, si tú no te llevas a tus animalitos, yo dentro de una semana, pondré veneno.
Y las ratitas jamás volvieron.
Y su casa olorosa a cedro, después que fueron perdiendo todo, porque su esposo padeció de una enfermedad muy larga, y todo quebró, y perdieron molienda, tienda, fábrica, propiedades, dinero; solo unos muebles labrados de cedro recordaban aquellas glorias pasadas.
Las pláticas de mi abuelita Pagüita, sus pláticas, que yo bebía con amor, me enseñaba sus albums de fotografías, como la que tomaron al ataúd de uno de sus hijos, hacia mucho tiempo atrás, un ataúd tan lleno de flores, tan pequeño el ataúd, que creo que un nudo en la garganta sentía al mirar el dolor de esa madre, de esa madre, que aunque pasaran los años, aun amaba a sus hijos muertos, y mi abuelita Pagüita y yo, tan unidas, en aquellas tardes, en que la iba a ver.
Tenia facciones cuadradas, y una voz ronca, como escondida en su garganta, y al hablar, como que le forzaba a salir, y entonces salía de golpe, como empujada con coraje.
Pero mi abuelita no tenía coraje, era solo su voz la que estaba enojada.
Eran sus ojos imperativos.
Cejas gruesas, nariz griega, mentón cuadrado, orejas grandes, pelo corto, canoso, lacio. Y yo me robe su cariño.
De todos sus nietos, yo me metí a su casa, y dándole mucho amor, recibí también mucho amor de parte de mi abuelita Pagüita.
Pido perdón, porque siempre entro a las casas y me robo el cariño y el amor de las personas.

Bueno sigo con mi abuelita Pagüita.
Ella padecía de neuralgias, dolores intensos en parte de su rostro, le vinieron, de cuando le ordeno a un dentista, extraerle, todos sus dientes y muelas, con muy pocos días de diferencia, ya no deseaba batallar por dolor de dientes y muelas, y una placa doble, se mando a hacer.
Pero empezaron sus neuralgias del nervio trigémino, que se desataban por cualquier motivo, que si el aire, que si tomo frío, que si el ruido; y sufría abuelita, como pocas veces he visto sufrir a alguien de dolores, siempre andaba de lentes obscuros, porque hasta la luz muy fuerte le desataba una como migraña, y se tapaba con una bufanda gran parte de su rostro.
No fallaba los viernes primeros de cada mes, a la exposición del Santísimo en la iglesia de la Virgen del Roble, en Monterrey.
Hasta que le dio embolia, y en cama quedo, con la mitad de su cuerpo paralizada.
Mi tía Nena, que nunca se caso, por cuidar a su madre, era tanto su amor por ella, que ni novio quiso tener, al ver enferma a su mamá, se jubilo, y de tiempo completo, se ocupo de su mamá.
La bañaba, la cambiaba, le daba de comer; mi abuelita Pagüita, reconocía a algunas personas, a otras las desconocía.
A mi me avisaron, abuelita Pagüita, enferma esta. Triste me puse, pero no podía ir a verla.
Que si el niño esta muy pequeño, que si tengo muchos gastos, y el tiempo pasaba.
Ya tenía 5 años mi abuelita en esa cama, y platicando por teléfono con mi tía Nena, le digo, para mí, que mi abuelita, no se ha ido, porque yo no me he ido a despedir de ella. Me quedo pensando, por días, en ese chispazo en mi corazón.
¿Por qué mi abuelita Pagüita no se ha muerto?
No es que lo deseara, pero ya tenía mucho en esa cama, y decidí, ir a la iglesia de la colonia de Árbol Grande de aquí de ciudad Madero, a pedirle humildemente, al Señor de la Misericordia si era posible, que yo fuera a despedirme de mi abuelita Pagüita.
Llegando mi marido a casa, le doy de comer, y luego, ya descansadito, y con pancita llena, corazón contento, se la suelto.
Beto, me voy a Monterrey. Par de días nadamas.
¡A ver!, ¡a ver! ¿Que paso?
¿Cómo está tu familia en Monterrey? Bien.
Y entonces, ¿Por qué esta prisa?
Tengo que ir, me lo dice el corazón.
Y conste, que no ando cada rato yendo a Monterrey.
Pero hoy tengo que ir. Y no puedo esperar tus vacaciones.
Mi esposo me miro, rascándose la cabeza, pensaría, estas mujeres, cuando se les mete algo, es como si un animal les picara. Y pidió permiso en el trabajo, y nos fuimos en viaje relámpago a Monterrey.
Y abrace a mi abuelita, tan delgadita ya, e intento decirme algo, pero no podía articular palabra, pero entre ella y yo, había ya muchas palabras, y aun las hay en mi corazón.
Y vio mis lágrimas, correr por mis mejillas, y vio como me dolía verla así, en esa situación, ella que siempre caminaba tan derechita por la vida.
Tiempo atrás, mucho tiempo atrás, me narro, como de niña, la educaron caminar, con el pecho erguido, el mentón en alto.
Con unos libros sobre su cabeza, pintada una raya en el suelo, sus pies no debían salirse de la raya, ni esos libros, caérsele.
Uno tras otro, sus pasos debían ser cortos, que la punta de un pie, debía tocar el talón del otro pie,
¿Cómo la ven?
Y llore, al verla postrada en esa cama, al saber dentro de mi, cuan grande era su dolor, por reconocerse así, tan desvalida, en esa cama, tan dependiente de los demás.
Y se que ese dia, mi amor la envolvió por completo, tibio sus manos, sus manos que estaban estrujadas, apretadas como las de un niño recién nacido, y me despedí, con besos a ese rostro, que después de la embolia, ya jamás le dolió.
Le vino un mal, se le fue el otro mal.
Vi a toda mi familia, padres, tíos, hermanos, sobrinos, pero la visita era para mi abuelita Pagüita, para esa abuelita, que también Dios me dio.
Meses después, cuando mucho dos meses después, abuelita Pagüita falleció.
¿Esos cinco años, me estaría esperando para despedirse?
¿O me aviso, ven que ya mero me voy?
Hay cosas, situaciones, que nadie sabe porque pasan, pero es bueno escuchar a nuestro corazón. Y a esa familia papá ingreso.
A los Méndez Nieto, de Rio Verde, San Luís Potosí, cuando todavía las podían.
Cuando todavía vivían los padres de tu mamá, hermana Mely.
Y el sacerdote que los caso, Juan Almazán Nieto, tío de tu mamá que después fue Sacerdote Plenipotenciario; ahí frente al altar, le dijo en micrófono a mi mamá Carmela, aparte de los votos de costumbre, lo siguiente:
¿Juras ante Dios, cuidar de esta niña, que de ahora en adelante, también tu hija será?
Y mi mamá Carmela lo juro, pero no lo pudo cumplir, porque Dios otra cosa había dispuesto.
Yo le hacia falta a una ancianita, que había sido huérfana, viuda a los 20 años, madre de un loquito y conserje de una escuela, en un pueblo del norte de Veracruz.
Por eso, mi mamá Carmela, ya no pudo sacarme de Pueblo Viejo.
Por mas, que le decía a mi papá Lalo, tráete a la niña, que se crié en un hogar, tráetela, que yo jure ser su madre ante un altar.
No mamá, Carmela, hay cosas, que solo Dios, sabe el porque.




LA PLAGA

Y en esas largas, largas vacaciones que yo pasaba en la escuela de Pueblo Viejo, hubo contadas ocasiones, que se dejo venir, para caer como una tromba, la presencia de nuestra tía Rafaela, con el tío Cliserio, o don Quiche, con un muchachito, como de unos 9 años de edad, que era hijo de mi tía Lala, Lala era hija de don Quiche, y cuando fue madre-joven, mis tíos Quiche y Rafaela, le quitaron a la brava a uno de sus hijos.
Que porque ellos querían tener un hijo.
Y lo criaron en Estación Manuel, Tamaulipas.
Mi tía Rafaela, por si ya se te olvido, era hermana de nuestra abuelita Luz.
Eran ellas muy diferentes entre si; una alta, güera, ojos claros, malhablada, de decir, ¡a mi no me importa echarme al plato a quien sea!
Y la otra, morena, bajita, tranquila, no alzaba la voz, mas que en un muy contadas ocasiones, que un dia, tu me dijiste, nunca oír hablar alto a mi abuelita, claro, solo venias tres días al año, y no eres como yo. Que hasta a un muerto revivo.
Y el niño que traían, tan maduro, de sombrerito de palma, ladeadito, con sus pantaloncitos remendaditos, camisitas de cuadros, que yo quede prendada de su caballerosidad.
Me llevaba a comprar dulces a los puestesitos; frente a la escuela primaria, me tomaba fuerte de la mano, y me dejaba escoger los que yo quisiera, mas a mis 6 años, no creía prudente hacer gastar a ese niño, que se ganaba el dinero cortando árboles, y haciendo leña, así que escogía los dulces más económicos, paro no despreciarlo, pero no pedía de mas, ya mas grande yo, mi abuelita, me contó la historia completa de ese niño.
Yo algo sospechaba, cuando oía a mi tía narrar, como ella si sabia educar a un niño, que al que ella tenia, si no obedecía, le pegaba, hasta dejarlo bañadito en sangre.
Por eso, no me extraño, cuando mis tíos, en otra vuelta se quejaron de lo “malagradecido” que fue ese niño, que se les fue a los 11 años de edad.
Mi tía Rafaela, me hacia la vida imposible, en los 2 o 3 meses que llegaba a durar, lo bueno, que sus visitas, estaban tan espaciadas, que hasta en un dia de muertos, mi abuelita Luz, una veladora prendió, por el eterno descanso de su alma.
Total, si vivía, daño no le haría, rezar por ella.
Cuando murió nuestra abuelita Luz, su nieta Fany, en su carro, me llevo a buscarla a Estación Manuel. Que era importante, que la única hermana de mi abuelita Luz, estuviera presente en su funeral.
Y como yo, siempre he sido, la que los conoce un poco mejor a todos, pues tenia que acompañarla en esa pesquiza de la tía Rafaela. Preguntando se llega a Roma, y dimos con los tíos Quiche y Rafaela.
Su casa, unas paredes de carrizo, se veía hacia el exterior, piso de tierra, y estaba lavando una ropa, en un baño de lamina. Recibió la noticia, como si le hubiera dicho, mañana va a llover. Y a la mejor, esa noticia, le hubiera impactado más.
Fany le decía, vamonos en el carro, debe despedirse de su única hermana.
Abuelita en vida, fue muy generosa con su hermana Rafaela.
En los meses en que estaba con nosotros, le daba lo más que podía, y hasta un dinero, como sueldo le daba por su ayuda, en la barrida de la escuela. Pero mi tía Rafaela, nunca llenaba, y no sabía estarse en un solo lugar. Decía, tu estas presa, yo no.
La primera vez que yo cobre un dinero, trabajando como enfermera en la Beneficencia Española de Tampico, con una muy buena paga, esplendida diría yo; fue una oportunidad, de una enfermera que falto un turno, y no pude avisar a mi abuelita, ya era muy noche, y la oficina de teléfonos, cerrada estaría ya en el pueblo.
Yo estaba de servicio social en un hospital civil, y de ahí me traslade a la Beneficencia Española. Al llegar al otro dia a mi casa, pues que la tía Rafaela, cagada tras cagada había hablado de mí.
Yo llegue gustosa, y le dije a mi abuelita, tenga abuelita, que bien pagan en ese lugar, tenga abuelita, ya después Dios nos dará mas. Y abuelita, precavida, no hijita, no me des nada.
¡Pero abuelita! Si traigo tanto gusto porque esta es mi primer paga. ¿Por qué no la quieres?
Y que me cuenta todo lo de la viborita de tu tía, mas tía tuya que mía. Y mi abuelita era bien lista.
Me dijo en secretito, ves y lleva a tu tía con el doctor, y cómprale medicinas para ese pie que lo trae con erisipela, y si, una mancha rojiza-moradita se le formaba siempre, en su pierna blanca, blanca. Paga todo, así, le taparas la boca.
Le recetaron penicilinas inyectadas, y los polvos de Doméboro, que en agua disueltos, yo le ponía en compresas tras compresas en su pie hinchado. Y se curo la tía.
Y yo rezaba con gran fervor… ¡Dios! ¡Que la tía se vaya ya!
Su esposo don Quiche era muy calladito, pero la tía hablaba por 10 Quiches. Y la tía Rafaela, nunca me quiso y no se porque. Y ahora ahí estaba yo, en Estación Manuel, presenciando como Fany, trataba de mover a mi tía de su lugar, no sabia que ella solo se movía con dinero.
Y Fany continuaba con sus ruegos, y yo con un pie, dibujaba círculos en la tierra, ahí afuera de aquel jacalito, ni modo que la tía nos pasara, si hubiéramos querido entrar, pues hubiéramos tenido que sacar el catre de mezquite; o de plano, subirnos al catre.
Y ya empezaba yo a sudar, estábamos en el pudiente sol; todo el camino íbamos nosotras con aire acondicionado del carro de Fany, y aquí sin tocar una fibra del corazón de la tía Rafaela, a lo mejor ni corazón tenia, nadamas porque vivíamos lejos, si no hubiera preguntado en su autopsia… Doctor, doctor, fíjese bien, en realidad mi tía ¿corazón tenia? Y la tía, dejaba a Fany que se enredara sola, con sus suplicas, y que se la deja ir, suavecito…
Como me voy, si la ropa se me echaría a perder, si la ropa no es mía, si tengo compromisos de lavadas, si el jacalito me lo vayan a tumbar, si el catre me lo vayan a robar………..
Ya en ese tiempo, los tíos no podían ser leñadores, es que todo por servir se acaba, y vivían de las lavadas de la tía, y los mandados del tío Quiche.
Y ahí estaba Fany, cayendo redondita, sin lazo alguno, solo dejando que su interés por llevar a los tíos al sepelio, pusiera precio, y se cotizaron a lo alto, ropa por ropa, traste por traste, y dinero por adelantado.
Lo bueno es que Fany, rato tenia de pesuda, y como se sentía triste, por lo de mi abuelita Luz, pues que suelta, billete tras billete; y ahora si, a cerrar el jacalito, con una tranquita nadamas, y súbanse al carro, y hay que darle recio, porque ya perdimos mucho tiempo.
Y que empieza Fany, a quererme trabajar también, a su modo, como quien jala agua para su molino, ¡oye! Porque no te vienes a vivir conmigo, ya quedaste sola, ya murió abuelita Luz, ella te crió, ¿te vienes conmigo?
Somos primas, podrías trabajar en mis oficinas, o te colocas como enfermera en alguna clínica de por allá, mi casa es tu casa, ¿aceptas?
Y yo recordé las escasas veces en que tuve tratos con ella, cuando recién llegue con mi abuelita Luz, se vino un tiempito, mientras yo me acostumbraba, y una vez que estaba planchando, dejo la plancha en el suelo, y yo puse mi mano en la plancha, y a llorar, y que la regaña mi abuelita Luz, ¡a quien se le ocurre dejar la plancha en el suelo!
Y los maestros, ¿Qué tiene la niña? La maestra Maria Dávila, le dio a mi abuelita una cajita metálica, de la pomada de la campana, úntele eso, así no se le hará ampula, ni quedara marcada. Y yo mostraba mi mano quemada como un trofeo, y Fany toda cagada, como palo de gallina. Ahí empezamos mal.
Y cuando llegaba a venir a visitar a mi abuelita, de pasadita, porque su ida principal era a ver a su mamá a ciudad Victoria, pues le traía regalitos, y en una de esas, que se pone “gallita” y que le dice a mi abuelita, esto se lo doy a usted, abuelita, pero que eso no se lo ponga ella, y me señalo, y abuelita, que se lo regresa, y que le dice, así no me des nada, a mi no me pongas condiciones, si das algo, lo das sin condiciones.
El que recibe algo como regalo, puede hacer de eso lo que quiera, romperlo, tirarlo, usarlo, guardarlo, darlo mas adelante; porque si lo que recibe tiene que dar cuenta de eso, pues eso ya no fue un regalo.
No hijita, ¡llévate tus cositas!
Y Fany, cambiaba de un color a otro, y sus ojos, redondos, y como se peinaba de chonguito, con unas peinetas altas de coral, parecía una muñequita de aparador.
Fany estaba acostumbrada a mandar, pero a mi abuelita, no la movía el interés de algo económico o material.
Así, que Fany se amolaba.
Y sus ojos redondos, me miraron de reojo, lo bueno es que yo estaba bajo el cobijo de mi abuelita Luz, si no quien sabe que hubiera pasado.
Bueno, abuelita, tómelo, y ya sabrá usted que hace con esas cosas.
No hija, yo no uso nada de eso, no gracias, llévatelas.
Y por poco, y yo brinco de gusto.
Para que vea Fany, a quien quieren más en esta casa.
Como dicen, el que se va pa villa, perdió su silla.
Un tiempo, fuiste la niña de abuelita, pero ese tiempo ya paso.
En otra ocasión, que llega con su madre, la tía Chila, y con todo el huerquerio de sus hermanitos, que iban a la playa, y que de favor me llevaban.
Para que negarlo, quería ir, si quería ir.
Abuelita no era de salidas, solo iba yo cuando mi familia venia cada año.
Abuelita trabajando, esa era su vida.
Y yo si quería ir a la playa.
Ya tendría yo en ese entonces, unos 12 años.
Y que empieza Fany con sus sangronadas.
Cámbiate de ropa. Vamos a Tampico, y de ahí a la playa.
Rauda y veloz me cambie.
Fany no le tenia paciencia a nadie, si a su madre le tronaba los dedos.
Lo que es el poder del dinero, poderoso caballero es don dinero.
Hay de aquellos, que son sus esclavos.
Y que me aparezco, con lo mejor que tenia, un vestidito, con dibujos del zodiaco, con cierre al frente. Hasta me di una como vueltecita, como no queriendo, para que lo vieran mejor. Y Fany, que me da una como cachetada: con esos andrajos, yo no te llevo.
Y abuelita, mi hermosa y bella abuelita Luz, que sale al quite.
¿Ya se te olvido, Fany que tu de niña, también vestías así de andrajosa?
Y ahora, que murió mi abuelita Luz, sale esta mona, que me vaya a vivir con ella, como dicen mejor sola, que mal acompañada.
Como dicen, genio y figura, hasta la sepultura, con lo poco que había tratado a Fany, con eso tenía.
Además, es preferible, ser reyna de un jacal, a esclava de un palacio.
Y ella, preguntándome, mientras manejaba su carrazo. Que dices… ¿Te vienes a vivir conmigo?
Sabes, yo todavía no termino el servicio social, tengo que acabar con eso.
Luego te busco…
Bueno, en eso quedamos, mi casa es tu casa.
Yo pensé, mejor busco mi destino por otro lado.

CUENTOS Y MAS CUENTOS

Bueno, Mely, ahora que ya explique a grandes rasgos las visitas que teníamos en los meses de vacaciones, de julio a agosto, me voy a las vacaciones de Semana Santa.
En esas, invariablemente, los domingos de ramos, llegaban ustedes.
Un dia antes, mi abuelita y yo, lavamos todo, todo. Pisos, ropas, trastes, paredes, todo, todo.
Y mi tío Toño, cuando aun vivía con nosotras, se burlaba.
¿Qué va a venir, la reyna de Inglaterra?
Al otro dia, tempranito, a esperarlos.
Corría ansiosa, del zaguán a nuestra casa, de nuestra casa al zaguán, a ver si los miraba venir, ¿Por qué se tardaran tanto?
¿Cómo habrán crecido mis hermanos?
Y por fin, los veía cruzar la plaza. Corría para mi casa.
Que no dijeran, esta muy ansiosa por vernos.
Ya llegaban, saludos serios, por parte mía.
Hay que esperar, como se desarrolla las pláticas.
Abuelita, todo el año, me dice, cuando venga tu papá. Le diré…
Así, que en los primeros momentos, trato de recordar, alguna que otra travesura, que tenga importancia, como para que mi abuelita, se la pase al costo a mi papá.
Y transcurre la mañana sin novedad, papá pregunta como me he portado, y mi abuelita… Muy bien, es muy buena niña, es muy obediente, me sirve mucho, no tengo quejas de ella.
¿Estarán hablando de mí en realidad?
¿Pues no que todo el año, yo fui muy traviesa?
Mmm, a mi abuelita, todo se le olvido.
¡Que bien! Ahora me dedicare a jugar con mis hermanos. Y recorríamos toda la escuela. Que estaba sola, para nosotros nadamas.
Ustedes me contaban como vivían, y yo trataba de explicarles, en que consistía el correr de mis días. Me contaron de cuando a Coquito, al bajar de un autobús, una bicicleta, la atropello, se fracturo un brazo, y mi papá, se sintió tan mal, que decidió mandarlos en combi a la escuela.
Y yo pensaba, pues estoy bien; cuando tocan el campanazo en la primaria, solo salgo de mi casa, atravieso el patio, y busco la fila de mi grupo, y me formo. Me gusta vivir en la escuela.
Como mi mamá Carmela, es católica de hueso colorado, ese primer dia, visitaba obligada a la iglesia de nuestro pueblo, para darle gracias a Dios porque llegaron bien.
Luego, recorríamos gran parte del pueblo, regresábamos a casa, ir a comprar el marisco ya guisadito a los restaurantes de la laguna de Pueblo Viejo, y de nuevo jugar, jugar y jugar.
Ya para entonces, hacíamos equipo Mely y yo, contra Coquito, o sea Lety, porque le pusieron un nombrecito… Leticia del Socorro.
Para nosotros era Coquito, y cuando nació me hermano Lalo, y luego Martha, ya entonces estuvo todo mas divertido. El siguiente dia, a Tampico, a la playa. En el tranvía. Veía las casas de madera, y soñaba con vivir en una de ellas.
Llegue a dibujar como seria mi casita de madera, con su corredor, y me imaginaba por las tardes, estar leyendo un libro, mientras pasaba el tranvía. Dios me concedió el tener un dia una casita de madera, pero lo del tranvía, ya no me toco.
Ni modo, no todo se consigue en la vida.
De muy niñas, entre los pinos de la playa, siempre se ponían a acampar muchas familias, y a los niños con solo taparnos, con una toalla, ya estaba nuestro baño particular para el cambio de ropa.
Mi papá, era muy bueno para nadar, aun lo es, pero a sus cerca de 80 años, lo andamos cuidando mucho, el aun se cree una tonina del mar, pero como ya tuvo un leve infarto cerebral, no nos gusta que dure mucho bañándose en la playa, porque a el le gusta meterse muy hondo, y nosotros no sabemos nadar, tanto como el.
Siempre que vamos a la playa, nos presume su cicatriz de la espalda, la que se hizo en el Canal de la Cortadura, pero papá ya no es el mismo, ha enflaquecido, y lo único que no cambia es su traje de baño, es el mismo, desde que tengo uso de memoria.
Para el regreso, ahora si, rentar unas regaderas, una enjuagada, para no ir con tanta arena en el camino a Pueblo Viejo, y ya con mucha hambre, a pesar de los lonches que preparaba mi abuelita Luz, de huevo con chorizo y frijoles, pues ya sentíamos que las grandes se comían a las chiquitas, y apúrate, que el pueblo nos espera.
En casa, mi viejecita, nos tenía bastante comida preparada, cazuelas y cazuelas de comida.
No se porque ella no aceptaba ir con nosotros, pero nos recibía muy feliz, y en la noche, ¿Dónde dormir tantas visitas?
Mi abuelita, mi tío Ángel y yo, nos salíamos de la casa, se las dejábamos a los visitantes, y nos dormíamos en el suelo, del corredor, que se ubica entre el salón de actos y los servicios sanitarios. Ahí corría el aire de lo lindo, y abuelita me contaba anécdotas, mientras yo trataba de dormir, de lo alborotada que andaba por tantas aventuras corridas en esos días.

Otra visita obligada, era a la Catedral de Tampico, y saliendo de ahí, recorrer la Plaza de Armas, darle de comer a las palomas, escuchar la música, de la Banda Municipal que se instalaba en el kiosco.
Observar a las ardillas, de diferentes colores, negras, grises, cafecitas, que brincaban de un árbol a otro.
Tomar algo helado, en la refresquería La Victoria, donde existían dos caballitos mecánicos, que previamente introducida una moneda, en alguno de ellos, y subiéndose alguno de nosotros, disfrutar del traqueteo del mismo.
Aquí los ganones, eran nuestros hermanos más pequeños, Marta y Lalito, aparte, que teníamos que cuidar, que no se cayeran.
Rodeábamos toda la chiquillería, a un tejon, llamado “Pancho” que para solaz de los visitantes, era cuidado, en muy buenas condiciones, por los encargados de la refresquería.
Y sigo visitando este establecimiento, después de tantos años.
Ha habido cambios importantes en ella, desde su nacimiento en los años 30.
En 1950, fue adquirida por el señor Bardomiano Saldaña, y actualmente sus hijos Jorge y Filiberto Saldaña Cruz, son los que administran el negocio.
A partir del 2003, su nombre cambio a La Victoria Café Gourmet.
Los jueves, de cada semana, se reúnen voluntariamente, a partir de las 8.30 de la noche, aquellas personas que gustan de lo artístico, porque ahí se presentan músicos, con sus instrumentos y discos de todos los ritmos, ya sea boleros, rock, folclóricos, etc.
Se presentan escritores, con sus libros, ya sea de poesías, cuento, novelas, históricos; en determinados jueves, presentan el evento, Autores en su Tinta, y es cuando, varios autores, al frente del publico, leen partes de sus obras.
Al final de ese evento, se desarrolla, la parte de “preguntas y evasivas”, donde el público, puede interrogar a los autores, pero las más de las veces, solo felicitan, a los que se presentaron. La entrada es libre, es decir, no hay necesidad de membresía. Ese espacio cultural, con el nombre de “La Claraboya Literaria” fue creado por el licenciado Juan José Villela Rodríguez, quien organiza los eventos, hace invitaciones, y es el moderador.
Es gratuita la estadía en “La Claraboya Literaria”, y no es obligatorio consumir, pero tomando en cuenta, que si estas en un café, pues lo mas correcto, es disfrutar también de sus productos, siendo estos de la mejor calidad, como el café capuchino, el Express, el americano, que son elaborados con granos de calidad de exportación de los estados de Chiapas y Veracruz. Y acompañar tu café, con los pasteles y pays, que en grandes y deliciosas porciones, encontraras en el café La Victoria Gourmet. Ahora, que si deseas algo helado, también cuenta este establecimiento, con exquisitas bebidas, como los smoothies, que parecen raspas, y hay de diferentes sabores, como piña colada, fresa, mango, tamarindo, etc y otros productos, igualmente fríos.
La señorita Alma Judith, y el señor Filiberto Sánchez, gentilmente, atienden a todos los clientes, así como sus propietarios; que son empresarios dignos de admirarse, por no cobrar ni un cinco, por prestar el local, para estas reuniones, desde que “La Claraboya Literaria”,dejo su anterior sede, la librería “Cristal”.
Y después de muchos años, este establecimiento, sigue prestando servicio a la comunidad, de un modo o de otro.
Así son en Tampico, van cambiando, van modernizándose, pero el fondo es el mismo, el servicio al publico.
Y me regreso a nuestra niñez, a nuestro pasear por la Plaza de Armas, cuando papá nos compraba a todos unos enormes globos, inflados con helio, de muy bellos colores, que tenían que amarrártelos a una mano, sino se iban volando, se iban de volada, y jamás los recuperaban. No se ni como pero podíamos llegar con ellos, a pesar de haber usado los servicios de dos carros de ruta y una lancha.
Y ya en casa, jugábamos con ellos, amarrados muy bien en nuestras manos, que hasta nos dejaban marcados los hilitos. Y al anochecer, ya métanse, hay muchos moscos.
Y Coquito, güera, güera, que los moscos la seguían, y ronchitas le salían al asolearse en la playa, y su piel se quemaba, hasta despellejarse; parecía que estaba cambiando de piel. Y le decíamos vaca pinta…
Y mi hermana Mely, morenita, delgadita, muy callada, chupándose su dedo índice; se lo metía a la boca de modo, que le quedaba la mano volteada, como que tocaba el paladar con su dedito.
Y yo, chupándome el dedo pulgar, empuñados los dedos meñiques, anular y medio, y el índice colocado entre los ojos, y nosotras, Mely y yo, cuatachas de chupadedo, y Coquito, que se burlaba de nosotras.
Pero yo le recetaba un par de cuentos de terror, como ya sabía hacerlo, así era mi abuelita Luz, no golpes, solo pláticas, y consejos, solo… Había una vez una niña, y ahí en el cuento te veías tú, con tus pillerías, y todo lo que te podía pasar.
Y entonces, cuando Coquito se burlaba de nosotras, yo fingiendo no importarme sus burlas, le decía, ven Coquito, te voy a contar un cuento, y le cerraba el ojo a Mely, no quería que Mely se asustara también, y empezada con … había una niña, así como tu, de pelo rojizo, gordita, que hacia travesuras, y Coquito decía, ¿Qué pacha? No, no eres tú, es otra niña, y que crees, que en la noche, una mano peluda, se le subía a la cama, y no la dejaba dormir. O si no, Coquito, ya métete, a la casa con ese globo, porque oscureciéndose, los globos agarran fuerza, y se han perdido niños, porque se van volando con el globo, y algunos, solitos, hasta la playa, van a dar, y Coquito, ya no quiero este globo ¡quítenmelo!
Y de repente, Coquito, ya no quería andar con nosotras, nos rehuia, y las 2, Mely y yo, recorríamos solas toda la escuela, y en la noche, problemas había.
Pues que Coquito era sonámbula, y se paraba dormida, brincaba en la cama, se paraba en la cabecera, y todo la dejaban hacer, no la despierten, porque se hace daño, y ahí, estamos viendo como Coquito hacia de las suyas.
¡Como no se me ocurrió a mi primero!
Eso de sonámbula, me suena fantástico, pero ya tiene la primicia Coquito.
Y al amanecer de otro dia, Coquito tardaba más que nadie en despertar, y al hacerlo, como siempre escogía dormir pegada a la pared, veía la pared diferente a la de su casa, y le entraba un temblor, y manoteaba asustada, ¿ont toy? ¿ont toy? Y yo me mantenía callada, hasta que su mamá aparecía y la despabilaba bien, ¡ya Coquito! ¡Estas en casa de tu abuelita Luz!
Y la abrazaba y la llenaba de besos, y yo pensaba, ¡chin! ¡Como a mi no me toco una madre así! Y se pasaban los días volando, y mis papás tenían que regresar a sus vidas de siempre.
Mi abuelita y yo, íbamos a despedirlos, a la central de autobuses, que estaba en el centro de Tampico, y cuando ya se subían al autobús, unas lágrimas aparecían en mi rostro. ¡Se iba mi familia!
Pero mas grandecita, razone, ellos, se van tan felices, y yo de bruta llorando.
Y me cuenta mi papá, que la primera vez, que vio que yo ya no llore, esa vez, el pensó, ya mi hija ya no me quiere. Y fue, cuando triste se sintió en ese camino a su casa.

ESTAMOS DONDE DIOS NOS COLOCA

Cuando termine la secundaria, en un examen que me hizo la maestra orientadora, salí con un promedio superior al termino medio en mi coeficiente intelectual y gustosa se lo dije a mi abuelita, y me miro como alarmada, y me dijo, nadamas con que no te vayas a hacer loca como tu tío, porque que hago con 2 loquitos.
Siempre soñé con ser maestra de primaria, y todos mis planes apuntaban al magisterio. Y ese año, en que yo estudiaría eso, pues que cierran unas escuelas normales, y creo que solo una quedo, y yo me quede chiflando en la loma.
Me movieron el tapete de a feo. No era posible eso, si por algo, yo me había criado en una escuela primaria ¡había un gran error!
¡Alguien por ahí, se había equivocado! y fue cuando la maestra Rosa Eva Velázquez de la Garza, nos dijo a mi abuelita y a mi, que porque no iba a presentar examen de admisión a la escuela de enfermería de la UAT. Que me fuera a inscribir. ¿Yo enfermera?
¿Por qué no me crié en un hospital?, o de perdido en un consultorio. Nadie de mi familia, había estudiado algo relacionado a la salud.
Pero, como se habían cerrado para mí las puertas del magisterio, acepte el reto, de ir a enfermería a hacer el examen.
El examen estuvo 2 que 3, una parte me supe, y la otra parte, me encomendé a Dios, y la conteste así:
De tin, marin,
de do, pingüe,
cucara, macara,
titiri fue,
yo no fui,
fue Tete,
pégale, pégale,
que ella fue.
Y salí tan tranquila, había hecho lo que me sabia, hay después a ver que pasaba.
En la fecha de ver resultados de examen, ni quería ir a verlos.
Conocí el dia del examen, a varias chicas, que habían hecho estudios de preparatoria, algunas que iban desertadas de la facultad de medicina, o de otras facultades, y yo en realidad, con solo mis estudios de secundaria, no iba muy preparada que digamos.
Había bolitas de muchachas, viendo las listas en la pared. Yo ni me atrevía a acercarme. Encuentro a una ex_compañera de la secundaria, y me dice, ¿Cómo saliste? Ni se.
¿No has ido a ver?
Estoy esperando, a que haya menos gente viendo los resultados.
Yo si voy ahorita a buscar mi nombre, y de pasada busco el tuyo, bueno.
Y que sale desconcertada. ¡Saliste en primer lugar! ¿Cómo? ¡Si!
Sacaste la máxima calificación del examen de admisión. ¡Un 8! ¿Ya lo sabias? ¿Me estabas vacilando que no habías visto el resultado?
¡Ay! ¡Te has de haber equivocado! Y ahora si, que llego empujando chamacas, ¿Dónde estoy? Estaba en primer lugar de los resultados.
Me empiezan a vacilar, unas dicen ahí va la chava del 8. Me siento mareada.
No es posible, yo no estaba tan bien preparada. Algo pasó. ¡Dios! ¡Dios que me quiere de enfermera!
Y a mis 14 años, me adentro en los misterios de la anatomía, fisiología, microbiología, etimologías grecolatinas, ética de la enfermera y los fundamentos de enfermería básicos y muy importantes. Y asistir a prácticas, en hospitales, guarderías, centros de salud, y todo era muy hermoso.

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