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martes, 5 de mayo de 2009

Profesora Rosa Eva Velazquez de la Garza




PROFESORA ROSA EVA VELAZQUEZ DE LA GARZA























Nació en Tampico, el 2 de diciembre de 1933.
Sus padres fueron, el señor Jesús Velázquez Castillo, y la señora, Francisca De la Garza.
La mamá de la maestra Rosa Eva, también ejerció el magisterio, dando clases en Jaumave, y en Güemez, municipios de Tamaulipas.
La maestra Rosa Eva, realizo sus estudios, en la Normal Alfredo E. Uruchurtu, localizada en Tampico.
Al término de sus estudios, y pocos meses antes de cumplir los 19 años, empieza a desempeñar el magisterio, en la escuela primaria, “Expropiación Petrolera”, de Pueblo Viejo, hoy ciudad Cuauhtemoc.
Corría el año de 1952, y la escuela primaria del pueblo, era considerada como escuela piloto, es decir, con la capacidad de dar clases a grupos de 1 ero. a 6 to. Grado; las escuelas de los alrededores, solo daban 1 ero, 2 do. y 3 er. Grado.
Por eso, al inicio de su profesión, la maestra, en sus grupos, contaba con alumnos, con edad un poco mayor a la de ella.
Su plaza de maestra, estaba incluida en la categoría de semi-rural, es decir, no estaba estipulada como plaza urbana.
La escuela contaba, con terrenos, cerca de la zona militar, donde se sembraban maíz, calabaza, fríjol, tomate.
Existían “tablas” con rabanitos y cilantro. Es decir, largas porciones, tiras de tierra, dedicadas, a esa siembra.
Los alumnos de la primaria, sobre todo los mayorcitos, acudían los lunes, miércoles y viernes, a los sembradíos; los productos de esas parcelas, eran utilizados para la escuela, el excedente se vendía, para utilidad de la misma escuela.
A mi abuelita Luz, siempre le tocaba un poco de lo recolectado.
Los jovencitos solo iban 3 días a la semana, para prácticas de agricultura, porque en esas parcelas, un señor del pueblo, estaba encargado, de su cuidado diario.
Las clases en la escuela primaria, eran mañana y tarde; de 9 a 12: 30 y luego de 14:00 a 16:30
A partir de 1963, se cambiaron las clases a un solo turno.
En el año 1970, se inauguro la escuela “Manuel Azueta”.
La maestra Rosa Eva, no tan solo dio clases en la primaria, sino que también fue su hogar durante un año; vivió en el salón que estaba a mano izquierda, subiendo las escaleras.
Había buscado una casa de renta en el pueblo, y el director de la escuela, le sugirió ocupar, alguno de los muchos salones desocupados de la misma.
La maestra mando pintar un salón, y en compañía de su hermanito Miguel, de 10 años, y su prima Sarita, se traslado a la escuela.

Mi abuelita Luz, ya trabajaba en la escuela, y el hermanito de la maestra, Miguel, después de sus estudios y obligaciones, se distraía, recorriendo los patios, y entablando “platicas” con mi tío Ángel.
Mi tío narraba sus experiencias con marcianos, y platillos voladores.
También, se le podía interrogar sobre su conocimiento del idioma ingles; como estuvo un tiempo en Estados Unidos, a los pequeños, les agradaba que les dijera como se decían los colores, los números o cualquier cosa que se les ocurriera en ese idioma.
Los niños, le hacían rueda, pero no hay que olvidar, que estaba enfermo, y el inspector de la zona escolar, el director de la primaria, y el presidente municipal de Pueblo Viejo, de esos años, movieron sus influencias, hicieron escritos, y lograron que mi tío, se internara en el hospital psiquiátrico, La Castañeda, de la ciudad México.
Duro poco el gusto, mi tío Ángel se escapo.
Se vino a puro patín desde ese lugar; ya tenía días su peregrinar, cuando por la carretera de México, venia la familia Rodríguez, y que lo reconocen, como el hijo de la conserje de la escuela primaria.
No lo podían creer.
Mi tío Ángel, tenia las piernas hinchadas, los pies reventados; y compadeciéndose de el, pararon su vehiculo, lo llamaron, y lo subieron a su camioneta, dándole un raid al pueblo.
Duro tiempo se recuperación, y ya descansado de esa travesía, volvió a estar rodeado de chiquitines preguntones, curiosos, como son todos los niños de todo el mundo, y de todas las épocas.
Un dia de clases, en el segundo piso de la escuela, se armo un alboroto.
Corrieron los maestros, y el señor director; mi tío tenia fuertemente agarrado a un alumno.
Le gritaron: ¡Ángel! , ¡Suéltalo!
Y obedeció, Gracias Dios.
De nueva cuenta, se hicieron tramites, y ahí va mi tío, de retache al hospital psiquiátrico.
Ahí estuvo internado, hasta que cerraron ese hospital.
La maestra Rosa Eva, me cuenta que en esos años, cuando aun no había electricidad en la escuela, ensayaban las rondas infantiles, a falta de música, tarareando y palmeando; en una ocasión en que ella y la maestra Flor de Maria Ortega, estaban en un ensayo, llegaron unas personas a recorrer la escuela, guiados por el señor director de la misma.
Después, esas personas, se quedaron cerca de ellas, observando sus esfuerzos con los chiquitines.
Al término de ese ensayo, se acercaron a ellas, las personas visitantes, y cual seria su sorpresa, que era el general Lázaro Cárdenas del Rio, en compañía del presidente municipal, y otras personalidades.
Las saludaron, las felicitaron, el general Lázaro Cárdenas, después de su recorrido, porque había venido a constatar, que clase de reparaciones necesitaba la escuela, porque se había enviado un oficio para pedir ayuda, para su mantenimiento y rehabilitación; comento serio, que si desde su inauguración de la escuela, hubieran guardado, un centavo diario, en ese tiempo, tendrían mas que suficiente, para hacer las mejoras, que se estaban necesitando.
Sabio consejo, pero difícil de seguir; una escuela, siempre tiene muchos gastos, y pocas entradas.

Cuando estaba la maestra Victoria Herrera, vino de visita a la escuela, Tin Tan, con su compañero Marcelo, ya que este, era sobrino de la maestra Victoria.
Fue una visita sorpresa, y los habitantes del pueblo, tal vez, pocos, sino poquísimos, se dieron cuenta.
Mientras Marcelo, platicaba con su tía, Tin Tan, disfrutaba del ambiente de la escuela, del pueblo, de nuestro Pueblo Viejo, que esa vez, si que lo encontraron dormido.
Como quien dice, era pleno dia, pero para los habitantes del pueblo, paso de noche Tin Tan, por ese lugar.


Le pregunte a la maestra, Rosa Eva, si ella sabia algo, del señor que llamaban “ el mataperros”, y me comento, que existía una persona, que se sentaba en la plaza del pueblo, a leer el periódico, y la chiquillería del pueblo, gustaba hacerlo enojar gritándole :
¡“mataperros”! ¡Hey!! ¡“mataperros”!
El aseguraba, yo no soy ningún mataperros; ¡solo porque mate un perrito!, por eso, ya me pusieron ese apodo.
Solo vengo tranquilamente a leer el periódico, bajo la sombra de estos árboles, y estos chamacos que no me dejan en paz.
Pero los niños del pueblo, agarraban cuerda, sobre todo porque se daban cuenta, que el periódico, lo sostenía el señor, con las paginas y las letras al revés, ¡no sabia leer!

Existió otro personaje folclórico en el pueblo, era un borrachito consuetudinario, eran tiempos del presidente Ruiz Cortinez, uno de los presidentes, que mas trabajo por México; este señor, arribaba a la placita, todo sucio, zombi de francachelas, sin peinar, zapatos sin amarrar agujetas, desfajado, y al darse cuenta, que los pobladores lo miraban con desaprobación, se dejaba caer, cuan largo era, en cualquier “poyo” o banca de cemento de la placita. Ahí se acomodaba, como si estuviera en su cama, cruzados los brazos, y de vez en cuando, hasta roncaba.
Si alguien al pasar cerca de el, murmuraba: ¡que vergüenza!
El borrachito, volviendo trabajosamente su cabeza, tratando de enfocar al que había dicho eso, gritaba…
¡Para vergüenzas, con Ruiz Cortinez!
Ya se imaginaran, sino era del diario, decirle, a ese borrachito… ¡que vergüenza!

Mi abuelita Luz, me llevo a presentar con la maestra Rosa Eva, cuando yo llegue al pueblo.
La maestra tenía mucho material didáctico, unas figuras de madera, pulidas y barnizadas, con formas de cubos, pirámides, esferas.
Esas figuras tenían un alto de unos 25 centímetros.
También contaba con cuadernos para colorear; una enciclopedia, guardada cuidadosamente en una caja de cartón, cada tomo, con forro de plástico grueso, su contenido era muy amplio, de varias materias, constaba con muchos dibujos, la mayoría a blanco y negro, uno que otro a color.
Pues esa enciclopedia, le pidió a mi abuelita, que se la guardara.
Se deposito en lo alto de un ropero, lejos de mi alcance.
¿Ustedes creen eso?
¿Qué estaba lejos de mis manos?
Cuando mi abuelita se iba a su quehacer, yo ponía cosas y cosas, sobre una cama, que estaba cerca de ese ropero.
Se valían almohadas, que luego me catapultaban de lado; colchas, banquitos chaparritos, todo servia para hacer aquellas como torres, que me acercaban a mi objetivo…los libros.
Bajaba con un respeto que rayaba en lo religioso, esa caja con su enciclopedia.
Escogía de volada un tomo, regresaba la caja a su sitio.
Quitaba la torre de cosas, me ponía a leer; tenía cerca algo, donde esconder ese tomo, por si mi abuelita, se apareciera de repente, y leía, leía, y leía.
Cuando calculaba, que ya mero vendría mi abuelita, hacer la torre de cosas de nuevo, guardar ese tomo, en su caja, quitar la torre.
Y si se tardaba mi abuelita en volver, me quedaba la sensación, de que habría podido leer más.
Paso el tiempo, los tomos de esa enciclopedia, con tanto mete y saca, sube y baja, esconderlos de rapidito, cuando mi abuelita se daba alguna vuelta; pues esos tomos se maltrataron, sus tapas de plástico, se rompieron un poco.
Cuando la maestra fue a recogerlos, después de un tiempo, me entro el susto y la tristeza.
Tristeza, porque me gustaba leer y releer, esa enciclopedia.
Susto, porque no sabia como reaccionaria la maestra con el deterioro.
Preocupación, porque sabia, que mi abuelita, si le daban alguna queja, se decepcionaría de mi, por no saber respetar lo ajeno.
Paso el tiempo, cada que la maestra, iba a nuestra casa, por cualquier asunto, yo me escondía.
Cuando, ya de grande, le comente ese detalle, la maestra me respondió…Luchita, yo no los vi maltratados.
Me los hubieras pedido prestados, yo hubiera hablado con tu abuelita, para que te dejara leerlos tranquila.
Lo que pasa, es que de niña, yo era demasiado tímida, en algunas cosas.

Cuando la maestra Rosa Eva, daba clases en la primaria “Expropiación Petrolera”, recuerdo las exposiciones que había al término de los cursos escolares.
Salones, con sus paredes tapizadas por completo de manualidades, bordados en faldas y blusas, manteles, servilletas de cocina, pañuelos, toallas, y deshilados, en diversas telas.
Juguetes, unos de alambre, como muñecos con ceniceros, o de puras rueditas de tela, atravesadas en el alambre.
De los discos de pasta, hacían ceniceros, solo los metían en agua hirviendo, y con unas tenazas, les daban la forma que querían, cuadrada, redonda, ovalados, etc.
Luego, los forraban con estampillas, o recortes de revistas, después barnizados, también hacían lapiceros, de ese material.
Trabajos hacían con las canicas, las metían a hervir en agua, tapada la olla, para evitar cortarse al reventarse los vidrios.
Ya con las canicas pulverizadas, convertidas en diminutos trozos de vidrio, fríos, se pegaban en dibujos, y formaban cuadros dignos de exposición.
Otros trabajo manual era, con los cascarones de huevo, ya lavados, y secos al sol, se hacían trocitos muy pequeños, se pegaban igual a un dibujo, y ya seco el resistol, se pintaban con pinturas de agua.
Un frasco de vidrio, pequeño, se forraba con pedazos de pinzas para de madera, para ropa.
Se le daba forma de pocito de agua, con unas tablitas como travesaño en lo alto del frasquito, y se barnizaba, poniéndole flores, de adorno.
Hacían mascaras de papel mache, es decir, del periódico, embarrado con engrudo, que es el almidón cocido.
Y figuras pequeñas, caritas para títeres de teatro guiñol, o sea los que se movían de manera manual, al introducir los dedos en su cavidad inferior.
Ya secas, después de exponerlas por días al sol, se pintaban.
Aquí los niños, inventaban los diálogos.
En una ocasión, cuando varios de esos niños- artistas, cuidaban sus producciones, yo los observaba desde mi casa, tras de la rejita, y la maestra Rosa Eva, fue a chulearles sus manualidades, y a darles un acicate, para que mejoraran sus trabajos, al decirles…
¿De quien es este? Y ¿este otro?
Aquí los autores, señalaban ufanos sus realizaciones, unos monitos trompudos, otros con la nariz chueca, aquel sin orejas, y la maestra, que les dice…están bien bonitos, pero fíjense bien como los hacen…porque las cosas se parecen a su dueño.
¿Qué?
Oiga no, maestra, salio así porque…y explicaban sus razones y sinrazones, y la maestra se retiro riendo.
Se veía que le gustaba ser maestra. Su carácter, firme, de una pieza, enérgico, pero amable, educado.
No era faltista, era puntual, se arreglaba de modo discreto, pero elegante.
Caminaba erguido, su cabello bien cuidado y peinado; zapato de tacón, perfumada, toda una maestra.
No les gritaba a sus alumnos, pero sabía hacerse obedecer.
Sus compañeros de trabajo, la apreciaban, y aun ya de jubilados, la mayoría de ellos, persiste la amistad.

Un dia que yo estaba calcando un mapa, en casa, con mi abuelita Luz, fue la maestra; y al verme hacer esa tarea, me enseñó, que si por la parte de atrás, yo sombreaba con un lápiz, levemente, por toda la orilla de ese mapa, y después por el derecho, dibujaba el mapa, obtendría un calcado de mejor calidad y mas limpieza.
M e agrado, ese tiempo, que se tomo, para explicarme, con paciencia, como hacerlo.
Casi tengo 50 años de edad, y ahora, acudo a su casa, y le pregunto, con la misma confianza…maestra, ¿como ve esto?

Y después de haber empezado su magisterio, en la escuela primaria “Expropiación Petrolera”, en el año de 1952, de conocer y querer a los pobladores de Pueblo Viejo,
le llego su traslado a la escuela Vicente Guerrero, de ciudad Madero, donde estuvo el periodo de 1972-1973.
De ahí, en el periodo 1973-1974 la trasladaron a la escuela Serapio Venegas, donde se jubilo
En el año 1983.
Para esto, también daba clases en la secundaria # 1, la escuela Francisco Nicodemo, de la ciudad de Tampico, del año 1967 al año 1983.
En la especialidad de biología.
En esos años, fue la única profesora, de las que han ejercido en el pueblo, que estuvo dando clases en esa secundaria.

El esposo de la maestra Rosa Eva, profesor Francisco Hernández Luna, fue maestro de la secundaria # 2, de Tampico, la Lauro Aguirre.
En la especialidad de biología.
Fue mi maestro, de 1ero. y 2 do. Grado, en secundaria.
Todos los hijos de ese matrimonio, realizaron estudios superiores; uno de sus hijos es ingeniero, con doctorado en Paris.
La maestra Rosa Eva, y su esposo, el profesor, Francisco, viven en ciudad Madero, en una casa preciosa, fresca, donde se respira paz y tranquilidad; donde las plantas, se mecen suavemente con el viento, los mangos japoneses dispersan su aroma dulzon ,y las ardillas, los buscan, como su alimento predilecto.

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