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martes, 5 de mayo de 2009

(4) "Pueblo Viejo"








PRIMERA COMUNION

Cuando iba a hacer mi primera comunión, no sabia, quien seria mi madrina.
Andaba meditabunda.
Mi abuelita me dijo, yo te compro todo.
Solo busca quien vaya de madrina.
Platicando aquí y allá…!necesito madrina!
¡Necesito madrina!... y salieron unas candidatas.
No me alcanzaban los dedos de las manos, para tantas candidatas.
Mi abuelita se reía de mí, ahora andaba mortificada, porque no sabía por cual decidirme.
Que si aquella era muy regañona, que si la otra yo no la conocía, lo suficiente, como para arriesgarme, a quedar bajo su mandato irrevocable.
Todas con cualidades, todas con defectos.
Y mi abuelita, no me ayudaba mucho.
Cuando tengas madrina, le vas a besar la mano.
¿Qué?
¿Y si no se la lavo?
Ni modo, será tu madrina, por eso tu la escogerás.
Será tu madrina, para toda la vida.
Y una tarde, de las muchas en que fui de visita con la maestra Isabel Moreno Ríos, me pregunta:
¿Ya tienes madrina?
Pues no se todavía.
Mi abuelita dice que yo decido.
Que yo sola me eche la soga al cuello.
Ríe a carcajadas la maestra Isabel, y suelta el…
¿No te gusto yo de madrina?
¿Qué?
¿Usted, mi madrina?
¿No te gusto? yo nadamas te preguntaba, pero si ya escogiste; si ya le dijiste a alguien, pues ni modo.
¡Nombre!, maestra Isabel.
¡Claro que la quiero como madrina!
¡Ahorita voy y le digo a mi abuelita que ya tengo madrina!
Y agarro impulso para echar la carrera, y me detiene con suavidad la maestra, tocándome el hombro.
¡Espera!, no te digo ¡Siempre eres bien atrabancada!
Dile a tu abuelita, que yo deseo ir de tu madrina, pero pongo una condición.
Pensé, estas maestras, siempre ponen condiciones.
Dígame, maestra Isabel, ¿cual condición?
Dile que iré de madrina, pero que yo te comprare todo, de la cabeza a los pies.
Todo tu ajuar lo traeré de México, en estas vacaciones lo comprare.
Convence a tu abuelita de ello, se que no le gusta dar molestias a nadie.
Pero yo con gusto, haré ese gasto.
Me nace hacerlo.
Si maestra, gracias.
Yo la convenzo.
Casi quería besarle los pies, de lo emocionada que estaba.
Mi madrina, la maestra Isabel Moreno Ríos. Una madrina de lujo.
Y que me compraría todo en México, todo.
Pues, que no fuera, como aquella vez, que le dio por la costura, y se puso a hacerme faldas, blusas y hasta calzones.
Las faldas, me las hizo apretaditas de la cintura, que para que se me hiciera delgadita, me decía, no debes tener cinturita de jícama.
Yo las abría del botón, me asfixiaban.
Y los calzones, porque eran calzones.
No pantaletitas de niña, con encajitos.
¡No señor!
Usaba telas como de popelina, o algo mas gruesas, y tenían forma como de lámpara de buró.
Y mi abuelita ¡tienes que usarlos!
La maestra Isabel los hizo con mucho cariño, y tú en agradecimiento, te los vas a poner.
¡Pero yo no le pedí calzones!
Además, me rozan.
No los quiero. Con una puesta, y ya quede satisfecha.
¡No los quiero! y ¡No los quiero!
Y en esas estábamos, cuando apareció la maestra Isabel, en el marco de la puerta de nuestra casa, y dijo, déjela, doña Luz, la niña tiene razón.
Yo tendría unos 7 años, cuando los calzones de manta, o algo así.
Déjela, tiene razón.
No supe escoger la tela.
Y se dio la media vuelta, rumbo a su casa, y nos quedamos calladas mi abuelita y yo.
Me sentía culpable.
Por decir lo que sentía, lo que pensaba.
Y mi abuelita Luz, seria conmigo.
Su nieta, que no sabía agradecer.
Y ahora, que iría de madrina haber con que ropa me saldría.
Pero me lleve una bella y grata sorpresa.
Llego, después de vacaciones navideñas, con cajotas, que contenían mi vestido de primera comunión, tan hermoso, que me decían, ¡pareces una novia!
Un tocado de cabeza, muy original.
Lo mejor de lo mejor.
Todo mi ajuar de primera comunión. Hasta los zapatos.
Me lo trajo de México, y estoy segura, que lo escogió con mucho amor.
El día de la ceremonia religiosa, vino de visita una prima, y mi abuelita, le pidió de favor que trajera de la Pepis, un gran pastel.
Mi abuelita guiso varias piezas de pollo en mole, acompañado de arroz y ensalada.
Todo un agasajo.
En el oficio religioso, yo fui la única en hacer la primera comunión, tuvo que ser en esa fecha, un 6 de reyes, porque mi madrina, no había podido estar presente en la otra fecha, en la comunitaria.
Y a la hora de comulgar, que mi madrina se abstiene.
El padre, por poco, y nos corre a las dos de la iglesia.
Que para que, se buscan padrinos que no comulgan, que a ver esas catequistas, que no están al pendiente de quienes eran los padrinos.
Y mi madrina, callada.
Cuanto creció mi respeto, amor y admiración por su prudencia.
Primero dejaría de ser maestra, a perder su compostura.
Nos veíamos de reojo, nos entendíamos muy bien.
Sonreí, al pensar, si el padre supiera en lo que cree mi madrina.
Si el padre, supiera, en lo que creo yo.
Yo creo, en lo que cree mi madrina.
Casi desde el kinder, me contaba muchas cosas, solo yo entraba en sus cuartos, donde estaban miles de secretos, de muchos años atrás.
Nunca sabré en vida, descifrar algunas teorías que me revelo.
Y vaya que he buscado en libros, y hasta en Internet, el significado o los alcances de sus pláticas.
Cuando mi espíritu, abandone este cuerpo, buscare a mi madrina, y se lo preguntare.
Quedaron muchas dudas en mi corazón, madrina, prepárese porque la buscare.
Cuando se termino la misa, yo cargue al niño Dios, y las señoras y niños del pueblo, pasaban en fila, a depositar un beso al niñito Jesús.
Ya en casa, mucha comida, pastel, y aparte de mi abuelita, mi tío, mi prima, mi madrina, y yo, no había nadie más.
Como que se veía medio desangelado ese festejo.
Mi abuelita, ven, no te apures, vamos al zaguán, bajamos las escaleras, y al que pasaba, lo invitábamos a la comida de mi primera comunión.
Y la casita, se lleno de personas, riendo, comiendo, platicando; dos de esos invitados, eran maestros del pueblo, y yo la pase feliz, muy feliz.
Nunca me he arrepentido de escoger a la maestra Isabel Moreno Ríos, como mi madrina, me enseño, tantas cosas, que necesitaría paginas y paginas para explicarlo; también me enseño manualidades, como hacer pollitos de peluche, pavoreales, cisnes, colchas abullonadas, como de triángulos, que luego, forman cuadrados, y sabia mucho de hierbas medicinales, de preparaciones de ungüentos y tes.
Me llevaba a pasear a Tampico, a comer nieve, cuando inauguraron un busto a don Benito Juárez, incluida una pared, con rocas y plantas, con fuentecita de agua, y luces de colores, en la plaza de la Libertad, pues fue mi madrina, la que cargo conmigo, para que yo no me perdiera esa ceremonia.
También me llevaba, a Mata Redonda, a visitar a unas amistades, que ella apreciaba mucho, en aquella comunidad, cercana al pueblo.
Y cerca de allí ,al Chachalaco, donde había y hay infinidad de restaurantes de mariscos, quien me hubiera dicho a mi, que muchos años después, yo iría seguido a pasear a esos lugares, con mi familia, pero ahora, cruzando el rio, desde la costa tamaulipeca, para llegar a la veracruzana.
Si así nos la pasamos, de un lado a otro, de un estado a otro.
En este pueblo, donde vivíamos, me llevaba a visitar, otras amistades de ella, como a una joven, con parálisis cerebral, que vivía, por la calle donde se encontraba el centro de salud, a unas dos calles de ahí.
Cuando se jubilo, me regalo muchos libros, y enciclopedias, había una en especial que no olvidare.
Abarcaba temas diversos, literatura, botánica, historia; cuando me la regalo, un tío que yo tenia muy especial, un día que vino de visita, a cada folleto, o fascículo coleccionable de esa enciclopedia, le arranco, la parte media, porque traía información muy valiosa.
Me dio coraje y tristeza, pero a veces, uno no puede hacer nada, solo mirar, con pesar, como te destruyen lo que alguien muy querido, te acaba de regalar.
Y la parte de la enciclopedia, que no se llevo, la hecho al fuego, a una hoguera.
Que ya no servia para nada, que era mejor quemarla.
Y me retire de esa hoguera, para no llorar de tristeza.
Y pasaron los años, y yo le comentaba a mi esposo, yo tuve una enciclopedia, muy bonita, fue un regalo, y traía esto y esto.
Y de esa enciclopedia, estos folletos o fascículos, eran los de más agrado mío.
Una, que hablaba de los reductores de cabezas, otro de la caída de Pompeya, y así, por el estilo.
Y un día, que andábamos por un rodante, nos acercamos a un vendedor de baratijas, y encontré unos fascículos de enciclopedia, de la misma enciclopedia, que yo una vez, vi como rompieron y echaron a quemar.
Y los compre, como un recuerdo, de un regalo, muy hermoso, que alguna vez, yo recibí.
Y en casa, esos fascículos, al mirarlos con detenimiento, descubrí que tenían arrancadas sus hojas centrales, y con las puntas chamuscadas.
Y hasta algunos, tenían unas marcas, de pluma que yo les puse de niña.
Eran mis fascículos preferidos, y en mi mano, estaban de nuevo.
Mi esposo me dice, no es cierto, a poco son los mismos, después de tantos años, 35 años para ser más exactos y en otra ciudad algo distante, de donde pasó el hecho y yo creo, que si son los mismos.
Si tú deseas algo, intensamente, tarde que temprano, en tus manos lo tendrás.
Por eso es bueno, pensar muy claramente, lo que deseas, no vayas a desear algo, que después te vayas a arrepentir, cuando lo consigas.
Y regreso a describir a mi madrina, la maestra Isabel Moreno Ríos, que nunca iba al doctor, y muy sana estaba.
No digo que sea malo ir al doctor, pero mas vale un gramo de prevención, que un kilo de curación.
Mi madrina cuidaba mucho de su persona, era naturista, vegetariana, metódica en sus hábitos de dormir, de comer, en todo.
Las tortillas, solo 3 comía, y previamente haciéndolas duras, como tochones, en el comal, porque la tortilla casi quemadita, baja los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre, en un lapso de un mes, ya no saldrán esos niveles altos en tus exámenes de laboratorio.
Comer brócoli sancochado, con requesón, al mediodía, de vez en cuando, ayuda a la digestión, y a bajar grasa.
Al levantarte, en la mañana, preparar 6 cucharadas de avena cruda, en un vaso con agua de unos 300 milímetros, y esa cantidad de agua y avena, licuarlas, y tomarlo.
También antes de cenar, tomar el mismo licuado.
Durante el día, se puede comer todo lo que se desee.
Sirve para el estreñimiento, es diurético, baja colesterol, al limpiar intestinos, provoca que los jovencitos, su rostro se limpie también de impurezas; porque el rostro refleja como esta tu cuerpo en general.
Si estas limpio por dentro, tu rostro también lo estará, sin barros, ni espinillas.
Y si tomas suficiente agua, es como si lavaras tu cuerpo interiormente.
Para estar seguro de que se tomo la suficiente agua durante el día, poner una jarra con agua de tomar, en una mesita, e irla tomando, durante el día, si a las 4 de la tarde, esa jarra, tiene casi la mitad de agua, apurarse a tomar mas seguido esos vasos de agua, para que a las 6 de la tarde, solo quede lo de uno o 2 vasos para evitar durante la noche, estar levantándose al baño.
Mi madrina, por ser tan ordenada en su vivir, no tenia necesidad de ir cada rato al medico.
Aclaro, jamás iba con un doctor.
Y punto.
Y murió bien viejecita, Loado sea Dios.

CAIRELESY MAS CAIRELES

Pasemos con la maestra Ma. Adelfa Nava Palacios, todo un kinder.
Eran ella, su esposo y sus hijos. En filita.
Primero nació Sarita, luego Pedro Leonel, el Negro de cariño, Mely, Nano, y al ultimo Fita.
Como le hacia, para que salieran así, de exactitos, niña, niño, niña; no había pierde en adivinar que venia en camino.
Cada fin de semana se iban a Tantoyuca, de donde venia ella.
Allá tenía a sus padres, Don Justiniano, o sea don Justo, y Doña Sarita.
También estaba su hermana, la maestra Mercedes.
De regreso, los lunes, que llegaban zumbando a las filas, nos traía, a mi abuelita y a mi, tamales gigantes, de los que les dicen Pikes, no te acabas tu solo uno.
Traía a sus hijos muy cambiaditos, las niñas las vestía igual y los varones, su par, los vestía también de pantalón y camisa iguales.
A las niñas las traía de pelo largo, y les hacia caireles.
Suelto el pelo, y con caireles.
Agarrando en un chongo, y con caireles.
Agarrando en dos cohetitos, y con caireles.
Paciencia de madre, paciencia de niñas.
Yo tenia el pelo muy chinito, y cuando mi abuelita me peinaba, tenia que meter el peine en un traste con agua, porque si no yo lloraba.
No me gustaba que me jalara el pelo cuando me peinaba.
Mi abuelita tenia mucho trabajo, y yo no me dejaba peinar tan fácilmente.
Así, que me pregunto, que como veía si lo trajera mejor corto, así no batallaríamos ni ella, ni yo.
Y mi abuelita, cada mes me lo cortaba.
Yo traía mi cabello, en casquetito, bien fresco, y sin lágrimas, como el comercial.
Había un cartero muy joven, que siempre me traía cartas de mi papá, me chuleaba el pelo.
Era soltero, y le gustaba como se me veía el pelo, en ricitos pequeños, obscuros.
Hasta, que llego el día, en que le dijo a mi abuelita, no sea mala, regáleme un ricito de la niña, cuando se lo corte.
Se lo encargo.
Siento que me va a traer suerte.
Y no se porque mi abuelita, le cumplió ese caprichito al cartero.
Le regalo unos rizos míos al joven cartero.
Tiempo después, encontró novia, y se caso.
Y su primero hijo, fue una niña.
Y vino a presumirle a mi abuelita, ¡que cree abuelita!, porque así dicen de cariño, mi niña tiene ricitos iguales a los de su niña.
Dios le concedió ese deseo.
Dios es un padre de amor, que nos apapacha.
Bueno, regresemos con la maestra Adelfa, por favor.
Llevaba una vida muy atareada.
Trabajaba como maestra de primaria, mañana y tarde, y por las noches, en Tampico, daba clases en una secundaria.
Su esposo, también maestro, con horas y más horas de magisterio; los 2 ocupadísimos.
Traveseábamos los hijos de la maestra Adelfa y yo; corríamos por toda la escuela, jugábamos escondidas, comiditas, poníamos columpios, con cualquier tablita y un mecate.
Recuerdo la vez, en que nació su cuarto hijo, Nano, entre tantas carreras, salieron disparados un fin de semana para Tantoyuca, y mi abuelita y yo, en la soledad de la escuela, en aquella superficie tan grande, oímos el llanto de un recién nacido.
A la maestra Adelfa y a su esposo, el profesor Leonel, se les olvido el recién nacido, y lo habían dejado encerrado con llave, en unos de los cuartos, que habitaban, en el anexo.
Le dije a mi abuelita, yo me brinco por una ventana y saco al bebe.
Mi abuelita, bien sabia, me detuvo.
Espérate, una madre, podrá tener un momento de distracción, pero es madre, y ya veras, como al ratito, regresan por el bebe.
Y yo sentía que se tardaban mucho, cuando los veo venir, apuradísimos.
Que se tardaban mucho, porque ya estaban cruzando el río Pánuco, cuando haciendo un recuento, de ¿que falta?, ¿quien falta?,… ¡el bebé!
Cada año, esa familia, al igual que cientos de familias mas, van a las Fiestas del Señor de Tampico Alto, que es muy milagroso. Su fecha principal es movible, es 40 días después de Semana Santa, en domingo, pero días antes, y días después, se hacen presentes, tanto los que ofrecen mandas, como danzantes, turistas, y todo un mundo de gente, que sabe Dios, desde donde irán a ver al Sr. De la Misericordia.
Hay personas, que ofrecen de manda ir a pie.
Desde Tampico, Madero, Altamira, Ozuluama, o sea desde el lugar donde vivan. Es peligrosísimo, por los caminos pegados a la carretera, que desde el pueblo, y rumbo a Ozuluama, están por tramos muy angostos.
Con ir a visitarlo, creo yo que es más que suficiente.
Algunas personas, compran listón de algún color, y con el miden la estatura de un enfermo, y le llevan ese listón al Cristo, pidiendo tal o cual milagro.
Otras personas, compran veladora, se limpian con ella, rezando e invocando la Ayuda Divina.
Eso da pie, a que si alguien no puede ir, algún familiar o conocido, lleve esa petición, como si fuera una misiva, al Señor de la Misericordia.
Yo siempre estaba en la lista de miembros de la familia Sandria Nava, o sea la familia de la maestra Adelfa, que no fallaban en sus visitas a Tampico Alto.
Su esposo, el profesor Leonel, tenía una vagoneta, donde todos cabíamos.
Es tan hermoso ir, pasear, ver a la multitud, algunos desde días antes de la fecha más importante se hacen presentes; otros duermen por fuera de la iglesia, desde la noche anterior.
Hay servicios religiosos varias veces al día, y es un empujadero, todos quieren depositar algo al Cristo, ya sea veladoras, listones, un milagrito, que es una figurita de un metal económico, que simboliza de que te curo el Cristo, y muchos, no se porque, le ponen billetes, en su manto, el cual queda tapizado de billetes.
Si llegas casi al ultimo, no hay donde se pueda poner un billetito mas.
Y te hablo de una imagen del tamaño un poco mayor que el de una persona alta.
A los pies de la imagen, ponen un traste, que reboza de monedas, de distintas denominaciones.
Adultos, niños, todos quieren poner sus monedas a los pies de la imagen.
Yo sugeriría, no lleven mucho dinero, porque se contagia uno, y hasta el último centavito desea entregarle al Señor de la Misericordia.
Pues ya, cumpliste por este año, con tu visita al templo, de Tampico Alto, sales a la plaza, ¿y que vez?
Una romería, puestos y puestos, te venden de todo.
La maestra me compraba trastecitos de barro, como cazuelitas, y cosas por el estilo.
Jarritos de barro, llenos de dulces, o cajeta, o con tamarindo enchilado o azucarado.
Algunos juguetitos de lamina, adornos, ropa, si hay de todo; solo el dinero es el que hace falta, y uno que se emociono y hasta por poco y le pide uno prestado al vecino, para echarle mas dinero al Cristo.
Que bueno, por ahí esta escrito, que lo que le das a Dios, se te regresara al ciento por uno.
A lo mejor, por eso le echan y le echan al Señor de la Misericordia.
También había juegos mecánicos, con sus sillas voladoras, caballitos, de todo.
Los adultos compraban unos tarritos, que contenían pulque.
De comer, encontrabas de todo, pozole, tamales, mondongo, tacos, y párale de contar, porque si no nunca acabo, de todo lo que se vendía y se vende para comer.
Y se, que después, había unos bailazos, de esos de acabarte la suela de tus zapatos.
Mi abuelita, siempre me daba dinero, mas que suficiente.
Decía, con que te lleven, es grande el favor ya.
Pero la maestra Adelfa, y su esposo, a todos los chiquirrines que llevaba, nos compraban por igual a todos.
Y jamás aceptaron el dinero, que yo les daba.
Llegando, se lo regresaba a mi abuelita; y ella…maestra Adelfa, no me apene, por favor, reciba el dinero.
Y la maestra Adelfa, ¡como cree! Doña Luz, Mary es como una hija para nosotros.
Porque mi nombre se presta, a que me digan de un modo, o de otro.
La maestra Adelfa, siempre contaba con muchachas, o señoras jóvenes, que le daban la mano en el quehacer del hogar.
Yo hacia amistad con ellas, algunas hablaban dialecto, otras no sabían nada de guisar, como una que las sopas, solo las hervía, sin freír primero.
Y yo andaba ahi, de mete sillas, sacabancos.
¡No!, ¡no!, eso no se hace así, se va a enojar la maestra Adelfa, cuando venga y vea el mugrero que estas haciendo.
Y les explicaba, lo poco que yo sabia.
Hubo una, que traía un niño de 6 meses.
Iba yo, a cualquier hora del día, y como ella estaba ocupada, yo le daba mamila a su bebe, que ella preparaba de atolito, yo lo limpiaba, lo cargaba, que me lo prohibió; lo vas a embracilar, y yo trabajo, como le voy a hacer después.
Lo trajo, con escasos cabellitos en su cabeza, y muchos, pero muchos piojos.
Me dedique a despiojarlo, a quitarle las liendres, a mantenerlo limpio.
Si lo oía llorar, desde el piso de abajo, echaba carrera, y ya estaba yo atendiéndolo.
Después de meses, bien bonito que se puso.
De lo palidito que lo traía, débil hasta para llorar, se puso chapeado, gordito.
Como dicen, lo bonito entra por la boca.
De repente, la madre jovencita, me miraba de un modo raro.
Me miraba y me miraba, como si planeara algo.
Yo pensaba, falta que me prohíba ver a su bebé.
Y un día, que lo suelta.
¡Te regalo a mi bebé!
¿Qué?
¡Te regalo a mi bebé!
¿Estas bromeando?
¡No!, en serio. Te lo doy.
Tú cuidas muy bien del bebé. Te lo regalo.
¿De veras me lo das?, ¿en serio?
Si, en serio. ¡Llévatelo ya!, ¡estoy perdiendo el tiempo en esta platica!, ¡si lo quieres, llévatelo ya!
Oye, ¡espérate tantito!, déjame pedirle permiso a mi abuelita.
Y baje la escalera, corriendo, de tramos de 3 en 3.
Ya me veía a mis 11 años, con un bebé, mío, mío.
Busque a mi abuelita, salón por salón, me fui al patio donde estaba el pozo, y ahí estaba barriendo unas hojas.
¡Buelita! ¡Buelita!
¿Adivina que?
¡La Luisa me da al bebe!
¡Me da al bebe!
Te vengo a avisar.
Ahorita vengo! voy por el!
Mi abuelita, una ancianita de unos 72 años de edad, cansada de tanto trabajar toda su vida, escucha mis exclamaciones de júbilo, y tiene que aterrizarme, ¡a la voz de ya!
¿Que dices?
¡La Luisa esta loca! , y tu mas, por creerle.
Abuelita, si lo dijo muy en serio.
Y lo repitió una y otra vez. Me da al bebe.
Ella no puede cuidarlo. Tiene miedo que le pase algo, ya había dicho, que a lo mejor lo daría.
Y me escogió a mí. ¡A mí!
¡Anda abuelita!
¡Déjame ir por ese bebe!
Te prometo cuidarlo bien, te prometo estar al pendiente.
Te prometo obedecer en todo.
Te prometo lo que tu quieras, pero déjame quedarme con ese bebe.
Mi abuelita, con tristeza, cansadamente, me dijo…
No hija, muy apenas te estoy sacando adelante a ti.
Solo Dios sabe cuanto tiempo me quede de vida.
Y aun, muy niña eres tú.
Yo no podría ayudarte con esa responsabilidad.
Aun no es tiempo, de que te hagas cargo de otra persona.
Te falta madurar mucho.
Todo tiene su tiempo, cuando sea tiempo, Dios te dará tus hijos.
Ahorita, disfruta tu niñez, porque pasa muy pronto.
¡Anda!, ve y dile a la Luisa, que muchas gracias, pero que tu no puedes hacerte cargo de un bebe.
Que seguirás yendo en ratitos a darle la mano, con esa criatura.
¿Que se siente, cuando te dan lo que ambicionas con alma y corazón, y no lo puedes aceptar?
¡Eso sentí!
Hable con esa madre jovencita.
No le gusto mi respuesta.
Días después me dijo…
Como tú no lo quisiste aceptar, ya me voy.
Se de personas, que con gusto se quedaran con mi bebe.
Yo empezare una nueva vida, donde nada me recuerde a mi hijo.
Yo me despedí de ellos, y llene de besos al bebe, y le decía ¡ni modo bebe!, ¡ni modo!, naciste antes de tiempo, para tu madre y para mi.
Tuvo otras jovencitas que le ayudaban al quehacer a la maestra Adelfa.
Una de ellas, se llamaba Aldegunda.
Bajita, morena, delgadita.
Cuando se enojaba, decía ¡calenchisija!
¿Y ora?
Luego me tradujeron, era un mandarte a la jodida, en dialecto.
Significa, ¡vete a cagar!
A veces la hacíamos que nos acompañara en nuestros juegos a pesar de ser mas grande que nosotros, pero como es mas bonito jugar, si son mas los que participan, pues entre todos la obligábamos, pero como siempre andaba apuradita, empleaba el ¡Xicatich! ¡Xicatich! que significa ¡aprisa!, ¡aprisa!
La maestra le dio estudios de secretaria, se caso con un doctor.
Se que vive muy bien.


PERSONAL DE LA ESCUELA PRIMARIA

A continuación, tratare de dar los nombres de quienes han laborado en la escuela “Expropiación Petrolera”.
Se que esta lista, esta incompleta.
Pido de favor, que si alguien tiene mas datos, me los facilite, en otra edición de este libro, incluiré esos datos. Gracias por adelantado.

Tuvo como inspectores de zona:
1.- Ramiro Herrera Velásquez.
2.- José Velarde Gonzáles. De 1967 a 1991

Secretaria de la Inspección:
I.- Margarita Rosalva Velarde Gómez.

Directores de la escuela primaria “Expropiación Petrolera”:
1.- Victoria Herrera.
Primero fungió como directora de la “Expropiación Petrolera”, pero le dieron un traslado a Estación Prieto, a una escuela que dependía de Petróleos.
Y al cerrar, ese campo petrolero, le llego la orden de la SEP de retornar a la “Expropiación Petrolera”, pero como ya estaba ocupada la plaza de director, tendría solo el cargo de profesora de grupo.
Y así se jubilo, posteriormente, como maestra de grupo.

2.- Jesús Briones Vásquez.
El realizo estudios de Derecho, pero su inclinación vocacional era el magisterio, y prefirió ser maestro.
Pero su amplia formación en leyes, y sus muy vastos estudios, en varios campos, le permitieron convertirse en líder sindical, que logro grandes avances en prestaciones al magisterio.
Como director de la primaria, no solo estaba al pendiente del desenvolvimiento de las actividades diarias, sino que cuando lo ameritaba, ponía a ensayar a los alumnos de la escuela, el salto de garrocha, el tiro de jabalina, de bala, el salto de altura, las carreras, ya sea por distancia, ya sea por relevos.
Para el salto de altura, utilizaba como mecate, las venas gruesas de hojas de plátano secas, así, si un chico, no alcanzaba a brincar limpiamente, solo se rompía aquella liana hechiza, y se podía reemplazar, sin costo alguno, y se evitaba que se dañara algún alumno, al chocar con un mecate macizo, que resistiera el empuje del cuerpo del que saltara.
Formaba equipos de fut-bol, voleibol, básquetbol, béisbol.
Practicaban, porque cada determinado tiempo, había concursos en la zona escolar.
La escuela “Expropiación Petrolera”, tenía en su oficina de la dirección, una cantidad impresionante de trofeos.
La dirección, se ubicaba a la entrada de la escuela, así que el director, siempre sabía, quien entraba, y quien salía.
Y la escalera, que daba al segundo piso de la escuela, quedaba justo enfrente a la puerta lateral que tenia la dirección.
La dirección, tenía una ventana, que daba a la calle.
En la pared, un reloj grande.
En el escritorio, una libreta, donde los maestros, firmaban entrada y salida.
No había reloj checador.
Cuando yo iba a entrar a la secundaria, en Tampico, en la solicitud, se pedía la firma de la madre, y la firma del padre o tutor.
Mi abuelita firmo por mi madre, y el padre…
Mi papá lejos, ni modo de mandarle el papel para que lo firmara.
Lo necesitaba ya.
El director de la escuela “Expropiación Petrolera”, supo por mi abuelita los apuros por los que estaba pasando.
Y nos dijo: denme esa solicitud.
Yo la firmare.
Para mí, ella es como una hija.
La conozco, desde muy pequeña.
Y cualquier cosa, no dudes en decírmelo.
Yo iré a tu escuela, cuando soliciten a tu padre.
Los ojos se me nublaron, pero me controle.
Y mi abuelita, con sus recomendaciones, pórtate muy bien.
Pues que crees, que el director tiene tu tiempo, para dar vueltas a tu escuela.
Fue un tercer año, cuando a todos los alumnos, entregaron un citatorio, pidiendo en la escuela la presencia de los padres de familia.
Y específicamente, al padre.
No decían para que, ni por que.
¡Uy, uy, uy!, ya estaba en problemas.
Con lo penosa que era. O que soy.
De nuevo, mi abuelita, hablo con el señor director.
El contesto, ahí estaré, sin falta.
Me sentía chiveada en la secundaria, para mí, que el director no iba a ir.
Yo estudiaba en la secundaria #2, la que esta por colonias.
Muy retirada del pueblo.
Y el señor director con tantas cosas importantes que hacer.
A los alumnos, nos sacaron al patio.
Se hizo una como asamblea.
Yo miraba nerviosamente el zaguán de la escuela…
Cuando aparece el director Jesús Briones Vázquez.
Varios maestros de la secundaria #2, lo saludaron con respeto.
Imponía su presencia.
Imponía su seriedad.
Imponía su trayectoria en el ámbito educativo.
Imponía su cargo en la SEP.
Estuvo charlando amigablemente, con los maestros, me busco con la mirada, algún maestro, le dijo en que fila estaba yo.
Me dirigió una larga mirada, yo me encogía en la fila.
En esa mirada me dijo que me quería.
Que realmente me quería.
Y que el sabia cumplir su palabra dada.
Así fuera, a una chamaca de 14 años de edad.
Le pido a Dios, ilumine por siempre el recuerdo de maestros, como el director Jesús Briones Vázquez, para que guíen a las nuevas generaciones de maestros, y sirvan de senda sus pasos, para que México, cada dia forme mejores ciudadanos.


3.-Gloria Domínguez.
Fue directora de la secundaria nocturna, que funciono por años en el edificio de la escuela primaria “Expropiación Petrolera”.

Profesorado de la primaria.

1.-Luciano Bautista Hernández. Su fuerte era el sexto grado.
Chaparrito, gordito, morenito.

2.-Las maestras Angelina y Carmen Reyes Medina.

3.-Alicia Nava.

4.-Alma Gomes.
Era hija de un presidente municipal de Tampico Alto.

5.-Maria del Refugio Briceño.
La maestra Cuca, como mejor la conocian.

6.-Víctor García Narváez.
Ponía a ensayar una y otra vez a los muchachos de la banda de guerra.
Contaba la escuela, con trompetas, cornetines, tambores.


7.-Maria de Jesús Juárez Villegas.
Jovencita, güerita, y nosotros, de igualados, cuando nos dio clases en 3 er. Grado, la conocíamos como la maestra Mayuy.

8.-Rosa Coronado.

9.-Catalina Barrios.

10.-Julia Inés Gonzalo Borrego.

11.-Isabel Carrizales Tovar.
Vivió en el anexo, del segundo piso de la primaria.
Cuando mi papá, me trajo a vivir al pueblo, yo tendría entre 2 o 3 años de edad.
Al marcharse, me coloco tras un pilar de la escuela, y le dijo a mi abuelita, no quiero que me vea como me voy.
Pensé, papá esta jugando a las escondidas, al rato me gritara, ¿Dónde esta papá? Y yo saldré a buscarlo. Y cuando lo encuentre, me abrazara y besara como siempre.
Pero paso el tiempo, obscureció y mi papá no regreso, sino tiempo después, con su esposa y otra criatura, mi hermanita Lety.
Cuando empezó la primera noche, de todas las noches que pase con mi abuelita Luz, yo lloraba desconsolada.
Y la maestra Isabel Carrizales Tovar, se asomo al balcón del anexo para saber el porque del llanto de una niña pequeña. Mi abuelita Luz hablo con ella.
Al ratito regreso, con una enorme muñeca, de las de colección, lindamente arreglada, con zapatitos, el pelito largo, y con un cepillito por si yo quería peinar a esa muñeca.
Recuerdo que me dijo, como si hubiera sido hoy: esta muñeca la tengo desde niña. Siempre la he tenido, pero hoy, te la regalo.
La muñeca era más alta que yo.
Al pararla, abría sus ojitos azules. Y la maestra, me enseño, que si la cargaba, como si la arrullara, cerraba sus ojos como para dormir.
Fue mi primer muñeca.
Y me distrajo de mi dolor.

12.-Oralia Nabor.
Llego al pueblo con un nuevo método de enseñanza de lectura y escritura, que consistía en recortar letras y dibujos del periódico, y posteriormente, pegarlos a los cuadernos.

13.-Alma Acevedo Rodríguez.
Oriunda del pueblo. Su padre, don Marcos Acevedo, fue presidente municipal del pueblo. Su hermano Marcos Acevedo Rodríguez, también fue presidente municipal del pueblo; así como su cuñada, la doctora Reyna Enith Domínguez Wong, que es sobrina de la maestra Gloria Domínguez.

14.-Maria Dávila Rojas.

15.-Alberto Limas del Valle.
16.-Minerva Torres Martines.

17.-Rosa Eva Velásquez de la Garza.

18.-Isabel Moreno Ríos.
Llego de la Ciudad de México, con su hija Toñita.
Vivieron en el anexo del segundo piso de la escuela.
La jovencita llego bien de salud, tenía bonito carácter, y pronto hizo amigas en el pueblo.
Se, que aun la recuerdan con cariño.
Paulatinamente, empezó a cambiar de carácter.
Fue enmudeciendo. Al barrer, su madre, la maestra Isabel, notaba que lo hacia de manera maquinal, seguía camine y camine, empujando hacia adelante la basura.
Hasta que la maestra le decía, ¡hija!, ¡hija!, detente.
Un dia, al intentar la jovencita sentarse en la cornisa del segundo piso, en la parte frontal de la escuela, a la altura de donde esta el letrero del nombre de la escuela, y que es una pared muy amplia, que obscurece por completo un salón, no calculó bien, y cayo al vacío.
Fueron testigos, los vendedores que se ubicaban en la plaza, frente a la escuela.
Ella era delgadita, quedo como dormidita con sus piernitas recogidas, como si tuviera frío.
No se le notaba nada roto. Pero de sus oídos y nariz, salían hilitos de sangre.
Su muerte fue instantánea.
Y en las comisuras de sus labios, que jamás habían dado un beso de amor a un joven, y jamás lo harían ya, espumeaba la saliva, con un rojo brillante.
Todo el pueblo le lloramos.
La tumba de Toñita, quedo en el cementerio de “La Trinidad”, en Tampico.
Pensamos que su mamá, la maestra Isabel Moreno Ríos, se regresaría a México, pero aguanto estoicamente la soledad, y se marcho, hasta que se jubilo, unos 8 años después, a vivir con su hijo Ricardo, ingeniero de profesión, en una casona de la mejor colonia de la ciudad de México.

19.-Maria Adelfa Nava Palacios.
También vivió en el anexo del segundo piso de la primaria, con su esposo el profesor Leonel Sandria, y sus 5 hijos, Sarita, Melita, Leonel, Justiano y Fita.
Nano es doctor en Tantoyuca, y sus hermanos, son maestros también, como sus padres.
Se crió junto con los hijos de la maestra Adelfa, su sobrina Mechita, hija de su hermana Mercedes.
Mechita, ahora ya mayor, también es maestra de primaria.

20.- Flor de Maria Ortega Domínguez.
Además de atender a su grupo, era la encargada, al igual que la maestra Rosa Eva Velázquez de la Garza de preparar a los niños de 1 ero. y 2 do. Año para los concursos de las rondas.
Cada año se llevaba a cabo, y venían representantes de las escuelas de Quebrache, Cacalilao, El Ojital, El Higo, Veracruz, y varias mas, que pertenecían a la misma zona escolar.
El rival de siempre, para la primaria “Expropiación Petrolera” fue la escuela “Manuel Azueta”, ubicada en el mismo pueblo, a pocas cuadras de distancia, una de la otra.
Y se formaban porras de varias escuelas, nacidas al calor de los concursos, que gritaban hasta quedar afónicas.
Participaban en esas porras, alumnos, padres de familia, hermanos, vecinos, era una fiesta de todo el pueblo.
Y la maestras, ponía los pasos, vestuarios, figuras que realizaban al bailar, ya sea en rueda grande, en ruedas pequeñas, espirales, de dos en dos las chiquitinas, y fueron contadas las ocasiones, en que la escuela Expropiación Petrolera, no se llevo el primer lugar.
Al empezar los ensayos para una ronda, se pide la opinión de los padres; si pueden permitir a sus hijos participar en la misma.
Cuando yo participe en una ronda, mi abuelita, les dijo a las maestras, que ella me podía comprar todo el vestuario, que se necesitara, pero que por su trabajo, ella no podría estarme vistiendo, peinando y arreglando.
La maestra Felicitas Constantino, que vivía de la pasadita, para abajo, pasando, por donde se pedía el servicio del gas a domicilio, casi frente al domicilio, del maestro Danylo, esa maestra, se comprometió con mi abuelita, a hacerse cargo de arreglarme, que mi abuelita me concediera el permiso de salir, que ella, se encargaría de que yo estuviera lista para participar.
El mero dia, la maestra me arreglo para la ronda, pero no le gusto del todo la crinolina que yo tenía, que era un aro de alambre, con tul almidonado, para que armara el vestidito, y me presto otra, que tenía un tul, más grueso, y abullonado, para que se viera mucho más esponjado mi vestido.
Este era blanco del pecho, con un fajin de raso rojo, que rodeaba a la cintura, y por la espalda, formada un gran moño.
Faldita corta, blanca, de forro americano, con una gasa blanca, transparente, con lunarcitos rojos.
Las mangas de ese vestidito para ronda, eran de la misma gasa de la faldita.
Calcetines blancos, con holancitos rojos.
Choninos blancos, con encajitos, para lucirlos mejor, al bailar el sapito glo,glo que esta debajo del agua, donde te tienes que acuclillar, simulando un sapito que brinca.
Zapatos de charol blanco, de 2 o 3 correas,, para que al estar bien ajustadas al pie, y sujetas con hebillas, fuera casi imposible, que se zafara un zapatito, al momento de participar en la ronda de concurso.
Todo ese vestuario, era un sueño hecho realidad, para una niña de 6 o 7 años.
Que hasta el sueño se me quito, la noche anterior a la ronda.
Olía mis zapatos nuevos, veía mi vestidito colgado con un gancho de ropa, de un clavito, acariciaba mis calcetines, y le decía a mi abuelita…que lentas pasan las horas.
Y ella me contestaba, eso es porque eres una niña, deja que crezcas, a ver si te va a alcanzar igual el tiempo.
Las maestras, al formarnos, para participar en la ronda, nos ponían talco en las manos, para evitar que al estar sudadas, por la emoción, nos soltáramos en los giros fuertes, y nos lastimáramos, como en la víbora de la mar, que es un caracol, muy rápido, donde termina uno corriendo.

La música que acompañaba esas rondas, eran por lo regular las siguientes composiciones:

1.-Doña Blanca.
Doña Blanca, esta cubierta con pilares de oro y plata,
Romperemos un pilar para ver a doña Blanca.
¿Quien es ese jicotillo, que anda en pos de doña Blanca?
¡Yo soy ese jicotillo que anda en pos de doña Blanca


2.- Que llueva, que llueva.
El estribillo era así;
¡Que llueva, que llueva!,
La virgen de la cueva,
Los pajarillos cantan,
La luna se levanta,
¡Que si!, ¡que no!, que caiga un chaparrón.

3.- Acitrón de un fandango:
Acitrón de un fandango
¡Sango!, ¡sango!, sarabe,
¡Sarabe de farandela!,
Con su triquitritran.

4.-San Serafín:
San Serafín del Monte.
San Serafín Cordero,
Yo como buen cristiano, trabajare

5.-La Pájara Pinta:
Estaba la pájara pinta,
Sentadita en el verde limón,
Con el pico recoge las hojas,
Y con las alas, recoge la flor.
¡Ay, si! ¿Cuando la veré yo?
¡Ay si! ,? ¿Cuando la veré yo?
Me arrodillo a los pies de mi amante,
Fiel y constante,
Dame una mano,
Dame la otra,
Dame un besito
Que sea de tu boca.

6.- Amo a to:
Amo a to,
Matarile, rile, ron.
Que quiere usted
Matarile, rile, ron.
Que quiere usted
Matarile, rile, ron.
Yo quiero un paje.
Matarile, rile ron,
Escoja usted,
Matarile, rile, ron.

7.- La Víbora de la Mar.



8.- Brinca la Tablita:
Tengo una muñeca, vestida de azul,
Con sus zapatitos y su canesú.
La lleve a la playa, y se me conchivo,
Y al llegar a casa, la niña murió.
¡Brinca la tablita!,
¡Yo ya la brinque!,
¡Bríncala de nuevo!,
¡Yo ya me canse!
2 y 2 son 4
4 y 2 son 6
6 y 2 son 8
Y 8, 16…

9.- Mambrú:
Un niño nació en Francia,
Do re mi, fa sol, la
Un niño nació en Francia,
Muy bello y sin igual.
Do re mi, fa sol la,
Muy bello y sin igual,
Do re mi, fa sol la,
Por no tener padrinos,
Do re mi, fa sol la,
Por no tener padrinos,
Mambrú se va a llamar,
Do re mi, fa sol la.
-o-
Mambrú se fue a la guerra,
¡Que dolor!, ¡que dolor!, ¡que pena!
Mambrú se fue a la guerra,
Do re mi ,fa sol la,
No se cuando vendrá,
Do re mi, fa sol ,la,
No se cuando vendrá.

10.- y las canciones del señor Gabilondo Soler, conocidas como las de cricri… ¿quien es el que anda ahí?, ¡es cricri ! ¡Es cri cri! el grillito cantor.
Como la Patita, el Ratón Vaquero, el Negrito Sandia, el Chorrito, y muchas otras más.

La maestra Flor de Maria Ortega, cuando me dio clases en 4 to. Grado, diario dedicaba un tiempo, para enseñarnos a leer, en voz alta,
Con la pronunciación adecuada.
En su escritorio, sentada derechita, con una regla en la mano, marcaba los tiempos de la lectura.
Cuando era coma, daba un reglazo al escritorio.
En el punto, daba dos reglazos, así como en punto y coma.
Cada que daba un golpe, en el escritorio, debíamos hacer una pausa.
Nos hacia leer en grupo, todos los días, de todo el año escolar.
Y también, nos ponía a leer, de manera individual.
Que se oyera claro, fuerte, con buena entonación.
Se leía una lección, empezaba algún alumno, la maestra hacia una señal, de detenerse aquel alumno, y señalaba a otro, al que ella decidiera, que tendría que seguir donde el anterior se hubiera quedado.
Así se probaba, si estábamos al pendiente, de lo que se estaba leyendo.
Gracias, maestra Flor de Maria Ortega.
Gracias por enseñarme a leer, con sus tiempos exactos y adecuados.
Nunca la olvidare.

21.- Danylo Bayly Ortega.
Era el encargado, aparte de su grupo, de preparar a los niños para los bailes regionales.
Algunos que recuerdo que ponía eran los de siguientes estados…
Tamaulipas: con huapangos, como El Querréque, El Huerfanito, El Gustito, El Cuervo, La Viuda, El Fandanguito, El Caimán, El Hidalguense.
De Veracruz: El Canelo, La Bruja, La Bamba, El Son Jarocho, El Buscapiés.
Nayarit: El Gallito y El Jarabe Nayarita.
Oaxaca: El Son de la Tortuga, El Mosquito, y El Jarabe Mixteco.
Yucatán: Las Cintas, Almudes y el Chinito Koy-Koy.
Nuevo león: polkas como El Cerro de la Silla, El Naranjo, Evangelinas, Santa Rita, Rielera.
Tabasco: La Tutupana, El Tigre, El Jilguero.
Chiapas: Las Chiapanecas, El Rascapetate, El Alcaraban, La Escoba, El Cachito, La Danza de los Parachicos.
Chihuahua: Las Coronelas, Tres Pelonas, La Adelita, La Cucaracha.
Jalisco: Las Alazanas, La Madrugada, Los Machetes, El Jarabe Tapatío, La Negra, Guadalajara, La jota Tapatía, El Cascabel, La Culebra.
Coahuila: polka La Revolcada.
Michoacán: Danza de los Viejitos, de la región purépecha.
Querétaro: La Rosita, son arríbeño
Campeche: Pichito Amoroso.
Puebla: El Apasionado.
Guerrero: Que te vas, te vas.
San Luis Potosí: Cuaneros.
De Nayarit: La Majagua.

Y muchos mas bailes regionales, ponía el maestro Danylo Bayly Ortega, con sus coreografías, vestuarios y pasos; eran dignos de ser video grabados, lastima que en ese tiempo, pocos contaban con una cámara de video.
El lujo, era la cámara fotográfica.
El maestro Danylo Ortega, y la maestra Flor de Maria Ortega, hicieron cursos en el Instituto Regional de Bellas Artes de Tampico.
He ahí, el porque de su conocimiento profundo de ese arte.
Cuando yo andaba ya de novia, con quien actualmente es mi esposo, un dia en Tampico, el maestro Danylo, lo topo en la calle.
Mí ahora esposo, fue tiempo atrás, su alumno en la secundaria Melchor Ocampo.
Y el maestro Danylo Bayly, después de los saludos de rigor, poniendo severidad en el tono de su voz y su mirada, le dijo a mi novio, los maestros de la escuela “Expropiación Petrolera”, conocemos a Luchita, de toda la vida, no te vayas a querer pasar de listo, no creas que porque la ves sola, lo esta.
Todos la queremos, y te estaremos observando.
Mi novio era un joven muy serio y centrado, le sorprendió el comentario del maestro Bayly, y solo acertó a contestar, no maestro, yo la quiero a la buena.
Yo no estoy jugando con ella.
Días después, mi novio me comento ese detallazo del maestro, y sonriendo le dije, es cierto, los maestros de esa escuela, me quieren, y yo a ellos, no andamos de beso y abrazo, pero ese sentimiento real, existe, Gracias a Dios.

22.- Juanita Caldera Alférez.
Le daban por lo regular 5 tos. Grados
Preparaba a las alumnas para los concursos de cuerda.
En individual, por parejas, en equipo.
Hacia unas pistas musicales, combinando varios ritmos, de acuerdo con los pasos que ponía.
Que yo sepa, nunca hubo quien le quitara los primeros lugares.
Solo si las alumnas, soltaban la cuerda, se enredaban al ponerse nerviosas; pero eran errores de las ejecutantes.
La enseñanza de la maestra Juanita Caldera Alférez, en relación al salto de cuerda, era impecable.
Al final de cada ensayo, premiaba a sus alumnas, con todo lo imaginable a una mente infantil, dulces, refrescos, moñitos para el pelo, etc.
La maestra era la encargada de la cooperativa escolar del turno matutino, de la escuela primaria “Expropiación Petrolera”, ahí se vendían bolis, quesadillas, refrescos, etc.
Sus instalaciones, estaban a un costado de la escalera, eran amplias, y contaban con suficiente material.
La maestra posteriormente, obtuvo su nombramiento como directora del turno vespertino de la escuela primaria “Expropiación Petrolera”.

23.- Froilan Lizcano España.
Por lo regular, le asignaban un sexto grado.
Cada maestro, después d e un tiempo, se identifica mejor, con un grado escolar, depende de su carácter, edad, paciencia, humor, salud, y el director, identificando, esas preferencias, les otorgaba aquellos grupos, con los cuales se sentían mas afines y proclives a desarrollarse.
Por eso, ahora cuando escucho, a algún maestro decir, no se que grupo me va a tocar, depende de una rifa o sorteo, ¡me asombro! Pero recalco, ya estoy chocheando.
Y en este mundo todo cambia, nada es seguro, solo la muerte.
Bueno, ya poniendo los puntos sobre las ies, añado, que al profesor Froilan, le encargaban los ensayos d e las danzas tradicionales, como las siguientes:
La danza del venado, donde un joven, ataviado con un taparrabo, collares de cascabeles auténticos en cada puño y en ambos tobillos, con una cabeza disecada de venado, o yo lo creía así, se veía tan real, con cuernos auténticos, y ojos grandes de vidrio, incrustada en una como dona, pequeña, que quedaba en el interior de la cabeza de venado, donde vendría siendo el principio del cuello del venado; esa dona, es de la que salían los listones, que el danzante, se amarraría a su cabeza, para simular el porte altivo de un venado, que toma agua en la orilla de un rio, que pasta, que escucha unos ruiditos, que ocasionados por otros jóvenes, que simulan ser cazadores, que traen arcos y flechas, que danzaban sigilosamente agazapados, ya incorporándose, ya rodeándolo, aventándole flechas…
Todo ambientado con música de tamborcillos, y flautas.
Y todos los presentes en la escuela, callados, respetando esa representación, que se podía apreciar, a pesar de tantos años pasados desde su primera actuacion, perdidos sus vestigios, por el polvo del tiempo, pero ante nuestros ojos y oídos, se hacia de nuevo la magia.
Empieza a acelerarse la música, y también a verse la nerviosidad del venado, por sentirse acosado, trata de huir. Es herido, y se dramatiza la agonía y muerte del venado; para finalizar la danza, al joven que interpretaba al venado, lo colgaban amarrado de pies y manos de una rama gruesa y larga, así era sacado por sus compañeros, que interpretaron a cazadores y así, entre aplausos ensordecedores de los pueblovejences, salían de escena.
Había entre los alumnos de la primaria, dos jóvenes que sobresalían en su destreza para ejecutar la danza del venado.
Eran hermanos, hijos del zapatero del pueblo, de don Jorge Sánchez, uno conocido como Daniel Sánchez, y el otro como “El Mono”.También eran los mejores en las carreras de relevos, y de resistencia. Uno de ellos, ya siendo un joven veinteañero, se accidento gravemente en una moto, pero Gracias a Dios, sobrevivió.
Y tomándome la libertad, comentare que en el pueblo, también, existió, mucho tiempo mas atrás, un zapatero, de nombre Don Emilio Mercado, el llego de Tantoyuca, con sus dos hijas, la maestra Ethelvina Mercado Castro, y la señorita Graciela Mercado.
Vivieron un tiempo, en la que fue la anterior escuela primaria, la que se ubicaba donde hoy esta la presidencia.
Y ya abusando, encarrilada en esto de narrar cosas que recuerdo, o que me contaron, ahí les va esta anécdota.
Me la contó mi abuelita Luz…
Vivió un caporal, en un rancho cercano, que dejando que un dia cualquiera, una gitana le leyera la mano, esta le auguro, que moriría de una cornada.
El joven que creía y no creía en la adivinanza del futuro, pero como se puso todo nervioson, prefirió dejar la vida de rancho, y al pueblo se vino a vivir.
Su nuevo oficio, fue de zapatero.
Duro años ejerciéndolo, y comentaba, al paso del tiempo, riéndose de su credulidad, ya ven, como la gitana mentía.
Ya me estoy haciendo viejo, y cual cornada.
En una tarde, en que limpiaba su solar, de entre la tierra, sobresalió un objeto punzante, y con tan mala fortuna, que cayo sobre de el.
Como adivinaran, era un cuerno viejo, seco, de toro.
El zapatero, padecía de diabetes, su pierna, habiendo sufrido un raspón, con aquel cuerno, se infecto, le mocharon su pierna, y de eso murió.
¿Realmente adivino la gitana, fue sugestión, o coincidencia?



Bueno, sigo contándoles cuales eran las danzas que enseñaba a sus alumnos el maestro Froilan Lizcano España.
La danza de Cuauhtemoc, cuya indumentaria, consistía en sandalias, taparrabo, manto adornado con grecas doradas alrededor, y lo característico, un enorme penacho, con plumas autenticas, pintadas de varios colores, espejos, que reflejaban la luz, de acuerdo, a como bailaba el danzante. Traía collares y un bastón de mando.
La danza de la Malinche.
La danza del Fuego.

Es la única escuela, donde he sabido que existiera un profesor que tuviera esos conocimientos en danzas tradicionales.
Cuando fue mi maestro, estricto a mas no poder, nos hacia las hojas enumerar, desde el principio del año, para acostumbrarnos, a no andar arrancando las hojas de los cuadernos.
En su margen interior, debíamos poner la leyenda: “Debo superarme cada dia mas”
Si no llevaba esa leyenda, te tachaba la tarea.
Nos enseño el siguiente canto oral:

El 20 de noviembre,
Desfila la bandera,
Airosa y altanera,
Por toda la ciudad.

Madero y Pino Suárez,
Sus vidas ofrendaron
Por darnos libertad.

¡Revolución! ¡Triunfante ya!
¡México escuelas al campesino da!
¡Revolución, en el taller!
¡Ciencia y trabajo
Unidos en el saber!
¡En el maizal! ¡En el trigal!
¡La espiga es símbolo de amor!
¡Paz y trabajo!
¡Bandera de la revolución!
¡Paz y trabajo!
¡Bandera de la revolución!

Y se ponía rojo de coraje, porque por mas que ensayábamos, no le dábamos el énfasis que el creía que debía dársele como himno triunfante de conmemoración de la Revolución Mexicana.
¿A ver, porque no cantan así?
¿Qué no aprecian, las vidas perdidas para que ustedes tengan un gran país?
¿Para que tengan paz y tranquilidad?
Si no les estoy pidiendo que vayan a la guerra, solo deseo que canten con todas sus fuerzas.
Y ahí, estábamos.
Sudorosos, afónicos.
Ya cuando de a tiro, le cansaba nuestra ineptitud, mejor se salía del salón, en un movimiento rápido.
Y al ratito regresaba, sereno.
Yo me quede con la duda, que era lo que hacia para tranquilizarse.
¿Manotear?, ¿patear alguna piedra?, ¿maldecir?
Nunca lo oí maldecir.
Cuando presento al grupo, en la fecha conmemorativa, y salimos cantando parejitos, tal como el quería, creo que fue uno de los momentos mas felices para el. Y también para nosotros. Se acabarían los ensayos de ese himno.

24.-Ethelvina Mercado Castro.
A la hora del recreo, nos ponía a bordar. Manteles, carpetitas, toallas.
Nos indicaba que colores eran los más apropiados para los dibujos.
Cuando se jubilo, y en algunas ocasiones, la llegue a encontrar por las calles de Tampico, porque andaba de compras, me comentaba de lo arrepentida que estaba de haberse jubilado.
Que extrañaba a los alumnos, el bullicio, sus travesuras.
Que extrañaba a sus compañeros maestros.
Pienso, que como ella, hay por el mundo, infinidad de profesores, que aunque reciba su jubilación, todo su ser, no entiende lo que dice un papel, y sienten, que los salones, los atraen; que los han atrapado.
Me decía, si es sabido como me sentiría, jamás me hubiera jubilado.
Hubiera seguido trabajando, hasta que Dios me hubiera recogido.

25.- El maestro Maximiliano.
Llego de Xochimilco, con su esposa y su hijo, de unos 4 años de edad.
Chapeados, parecía la esposa que traía un par de manzanas en lugar de cachetes.
Lavaba su ropa, al chorro directo de la llave, en una piedra grande, que porque ella estaba acostumbrada a lavar en un rio; y que para ella, era una porquería, lavar la ropa, en un traste, que solo era darle vuelta y vuelta a la mugre.
Así que lavaba, simulando, un rio, que corría, entre las plantas, y nunca se acostumbraron al clima, ni a nada del pueblo.
Cuando mucho duraron un par de años, rápido, pidió su cambio el maestro Maximiliano, a un clima más frío
Cuando yo intente lavar, una prenda, para comprobar su eficacia de la piedra, solo acerté a hacerle, unos hoyitos a una blusa.

26.- La maestra Idalia Ibarra González.

27.- La maestra Gloria, daba 5 to .llego al mismo tiempo, que

28.-Una compañera de trabajo, y amiga de ella, que por muchos años, dio 6 to. Grado.
Aquí respeto el espacio, para posteriormente, poner su nombre.



29.- Heriberto Ahumada, conocido como el güero Ahumada.
Oriundo de Tantoyuca, blanco, gordito.






El personal de intendencia:
1.-Ángel Mayorga Orozco.
Solo duro un par de años, y el trabajo, se lo dejo a su mamá.
Se paso de mojado dos veces, y la ultima vez, regreso, con un parche en la nuca, pintada esta de tinta roja, y por completo trastornado.

2.-Luz Orozco León.
Mi abuelita Luz.
Llego a trabajar, cuando la escuela, aun no tenia agua entubada ni electricidad.
Y cuando el ciclón del 55, y su casa se quedo muy destrozada, le ofrecieron vivir en la escuela, ya tenía años de trabajar en la escuela, y sirve que cuidaría dia y noche de sus instalaciones.
Venia con ella, también, su hijo José Antonio Tiburcio Orozco, al que le dio carrera de profesor, en la Normal Miguel Hidalgo, la del Padre Rosiles.
Durante años, también vivieron con mi abuelita Luz, dos primos míos, hijos de una hija de mi abuelita Luz.
Mi prima Norma Luz, que vive en Poza Rica, que es dueña de una zapatería.
También de un negocio de bordados, le hacen grandes contratos, y cuenta con varias empleadas.
Y mi primo Lalo, que esta en Monterrey, NL.
Cuando tenían 13 y 14 años, se fueron con su mamá, y mi abuelita sufrió mucho.
A Norma, le pago sus estudios de secretaria, cuando esta le solicito su ayuda, en unas cartas.
Le decía, abuelita, usted tenia razón. Necesito estudiar.
Ayúdeme por favor.
Y mi abuelita Luz, sin rastro de resentimiento, toda su carrera le costeo.
A mi primo Lalo, abuelita le decía, estudia, lo que quieras, yo le te pago el estudio, y el que aun no tenía pensamientos serios, le decía, abuelita, mira a ese carretonero, que va pasando y que lleva ramas y piedras de acarreo, eso quiero ser yo.
No voy a estudiar.
No me gusta estudiar.
Y cuando ya estaba viejon, creo que ya hasta próximo a casarse, o recién casado, que le de dice a mi abuelita, en una visita que hizo al pueblo:
Abuelita, ayúdeme.
Ya quiero estudiar.
Estoy de ayudante de mecánico dental, y ahora si quiero estudiar.
Quiero ser dentista.
Entonces, abuelita, le dijo, ya es muy tarde.
Ya tienes compromiso, y yo estoy dándole educación a tu prima Luz, y tengo otros gastos.
Para todo hay un tiempo, cuando sale una oportunidad, hay que tomarla, yo te ofrecía esa oportunidad de estudiar, hace más de 10 años, ya vez tú hermana, 2 o 3 años después que se fue de aquí, me tomo la palabra y salio adelante.
Lo siento mucho, pero no puedo ayudarte.
Para que quieres que te desincomode, que dejes de trabajar.
Mi prima, al morir mi abuelita, le mando hacer una lapida en el cementerio del pueblo, de lo mas bonita.
Mi esposo, se encarga de los pagos por mantenimiento del cementerio.
Mi abuelita, al final de sus días, era más mía que de nadie más.
Y ahora, sus restos, son más míos, que de nadie más.
Su fosa, los papeles de la misma, están a mi nombre.
Un dia, vino mi hermano el sacerdote, y platicando me dijo, quisiéramos, pasar los restos de mi abuelita Luz a Monterrey, estamos la mayoría de la familia allá.
¿Como ves?
No.
Buelita en vida, me dijo, quiero y te encargo esto, que no me anden moviendo, de un lado para otro.
Estoy muy cansada ya.
Deseo descansar. Cuando muera, por favor, encárgate de que mis restos no los anden moviendo de un lado para otro.
Hasta el dia que Dios me resucite.
Y yo obedezco a buelita, aunque ya no este viva, yo la obedezco. Ya dejo dicho.
Como dos años después, de la petición de mi hermano Eduardo, papá, me dijo un dia al teléfono, hijita, ¿como ves?, desearía que me sepultaran al lado de mi madre.
En ese cementerio tranquilo de Pueblo Viejo.
¿Dejo instrucciones a tus hermanos, de que se haga así?
¡Pero papá!
¿Que no piensas en tus otros hijos?
Que tendrán que dar la vueltota hasta el pueblo para llevarte flores.
Si has vivido casi toda tu vida allá, para que quieres ser sepultado acá.
Mira, allá en el cielo, tu y mi abuelita, juntos estarán.
Deja descansar a mi abuelita, déjala descansar por favor.
Después de los primos, mi abuelita recibió por parte de mi papá, una niña, de pelo rubio, y ojos claros, que solo duro unos 2 meses con buelita.
Tendría entre 3 o 4 años de edad, era muy bonita, pero muy malhablada, puras leperadas decía, y mi abuelita, le dijo a mi papá, llévate a esta niña, como va a criarse en una escuela, con esa boquita tan descocida.
Esa niña, era hija de una amistad de papá, que estaba pasando por una muy mala racha, y papá, considero, que buelita, la tendría un tiempo de compañía, y así, ayudaba a su mamá, y a su amistad.
Pero a mi abuelita, le daba pena ajena, esa niña.
Y después de unos años, de estar mi abuelita solo con mis tíos, llegue yo al pueblo.
A Pueblo Viejo.
Papá dijo, que solo era por unos meses, mientras se pasaba su luna de miel.
Y nunca se acabo su luna de miel.
Pero estoy conforme, cada dia pasado con mi abuelita Luz, disfrute bastante de su compañía.
Disfrute vivir en esa escuela, en el pueblo.
En Pueblo Viejo.
En los primeros años, en que viví en la escuela, los salones aun no tenían electricidad.
Ya tenía mi abuelita en su casa.
Y también los maestros, en el anexo.
Cualquier desperfecto en el cableado, se acudía a un señor, que le llamaban El Patón.
Y no le cobraba.
Decía, no doña Luz, si yo le cobrara, de acuerdo a todo lo que yo se, le saldría un cuentón, mejor no le cobro.
Eso de vivir en un pueblito, tiene sus ventajas, si no lo sabré yo ¿Como la ven?
En la escuela, trabajo y mas trabajo para mi abuelita Luz.
Cuando tocaban la salida, el campanazo, y se iban los maestros y alumnos, mi abuelita, empezaba salón por salón a limpiarlo.
De chiquitina, yo jugaba, hacia rayitas o dibujitos en un pizarrón, y mi abuelita me contaba infinidad de historias y cuentos.
Y cada noche, abuelita, ¡cuéntame un cuento!
¿Cual quieres?
¿El del borreguito que esta contento?
¡Si!
Ya te lo acabo de contar.
¡No buelita!, un cuento más largo.
Bueno, este era un gato, con los pies de trapo, y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?
No., buelita, quiero oír un cuento mucho más largo.
Y me contaba todos los d e Andersen, o leyendas de su pueblo natal, y de México, y del mundo entero.
Fabulas, y se daba habilidad de intercalarlos, con adivinanzas, era un cuento largo, un cuento corto, un trabalenguas, una platica de la vida real, una platica de fantasías.
Por eso, mi primer libro, lo hice así.
Unos relatos largos, otros cortos.
En recuerdo, de los que me contaba mi abuelita Luz.
Y solo estaban iluminados los grandes espacios, por las tenues luces de un par de quinqués, uno al frente del salón, y otro en la parte posterior.
En el pueblo, vendía el petróleo, en su tienda, donde también se expendía carbón, agua embotellada, hielo, y otros productos, el señor Enrique Artolozaga Domínguez.
Una persona, que se dedico a la venta del petróleo, fue la señora Guillermina Moreno; ella tenía su negocio, por el camino al cementerio.
Había unos tambores grandes, que contenían el petróleo; el piso de tierra de esa propiedad, estaba siempre oloroso a la materia prima de la venta.
Era por el camino a Tampico Alto, o sea a unas 3 cuadras del café El Gallito, entre el café, y donde vendían petróleo, existía una tiendita.
El solar, donde vendían el petróleo, constaba al frente de un zaguancito, luego recorrían un caminito de tierra, como de 10 metros, angosto el camino, como un callejoncito.
Íbamos con nuestros trastes, unos botes, o latas, a las que se les hacían hoyos, en sus bordes superiores, para pasar por ellos, unos alambres, que nos servirían de agarraderas.
No había tantos recipientes de vidrio o plástico, y los que había, costaban, no como ahora, que de tantos que hay, tapizas hasta toda una carretera, de aquí a la Luna.
Bueno, si no digo esta exageración, reviento.
Continuo, con el puestesito de venta de petróleo. En el patio, había un gran pozo, y su dueña, lo mantenía alejado de chiquillos curiosos, con macetas de pura planta espinuda, como nopalitos, y ni eso le valía.
Diario, alguna macetita, caía al pozo.
Pero ¡no entienden!
¡No se asomen al pozo!
Por eso pongo matas de espinas, y ni así me vale.
Hay señora, mire, yo estoy haciendo bien la fila; porque hacíamos fila, con nuestros botecitos para el petróleo, y picándonos los insectos.
¿Y como se cayó la maceta?
El que acaba de salir, ¿no lo vio? Ese paso como Pedro por su casa, y nos empujo, parecía que estaba muy ancho, y hasta la macetita, recibió su llegue.
¿Y quien era?
No lo vi bien, pero le prometo, a la otra, yo misma irle a avisar, cuando pase algo así.
Y es que la dueña del lugar tenía sus empleados.
Ella solo estaba al pendiente.
Los empleados, hacían su chamba, ahí por no dejar, nadamás para cumplir con la jornada.
Nos despachaban el litro de petróleo, ladeando bastante el traste donde lo median, y si reclamábamos…
¡Oiga!, eso no es el litro completo.
Al momento de vaciarte el siguiente litro, a tu botecito, como no queriendo, te tiraban parte del petróleo al suelo.
¡Ahí esta!, completito.
¿Quiere pilón, la niña?, ¿quiere pilón?
Si decías que si, porque te habían tirado parte de tu petróleo al suelo, te lo vaciaban de mala gana, ese otro poquito, de tal modo, que hasta las piernitas te llenaban de petróleo.
Si te quejabas, ¡es que estas muy cerca de donde se sirve, el petróleo!, hazte para allá, y solo hubieras estirado la mano, con el traste.
Ni que uno no supiera, si era del diario, ese ir por petróleo.
Y llegando a tu casa…
De seguro venias jugando, y has tirado la mayor parte del petróleo, que te mande comprar.
Y al que me diga, que tiempos pasados fueron mejores, yo preguntare, ¿cuales tiempos?, los de juegos, de ir a la playa, bueno, esos si, porque los tiempos de ir a comprar petróleo, pues no.
Y volvemos al salón, a la noche alumbrados con quinqué.
Si soplaba vientecillo, las flamitas danzaban, y las sombras, parecían bailar también.
Aprendí con buelita, a hacer figuras con las sombras de los dedos de las manos; así vencí mi temor a la oscuridad, y comprendí el porque de las sombras.
Sabia como lograr que proyectada la luz del quinqué, sobre mis manos, aparecieran en las paredes, delineados gallitos, conejitos, burritos, y tantas figuras que, en mi imaginación, cobraban vida, y de ahí nacían otras tantas historias.
Noche tras noche.
Contar y contar buelita.
Entretener a una niña tan pequeña que se caía de sueño.
Al acabar alguna narración mi abuelita, me observaba si estaba sentada o parada, o balanceándome de asiento a asiento, y terminaba el cuento diciendo muy rápidamente…
Y colorin, colorado,
este cuento se ha acabado.
El que se quede sentado(o parado)
Será un burro pegado.
Ya con esos estribillos, me obligaba a estar atenta, en que momento se terminaría el cuento.
A nadie le gusta ser un burro pegado.
Y cambiaba las historias, les agregaba personajes, se los quitaba, le daba otros finales, y yo empezaba con…
¡Así no es!
¡Así no es!
Lo contaste la otra vez de otro modo, y así no iba, así no se vale.
Y buelita, a ver, hijita, cuéntamelo tu, que a mi ya se me olvido como iba.
Y ella barre y barre, moviendo mesabancos, y yo brincando a su lado, como pepita en comal, ¡escúchame! Fíjate abuelita, que iba así el cuento, y a ti se te olvido esto, es muy importante; y se reía, reía de su niña, que todo se lo creía, hasta el que una viejecita, olvidara la historia del Patito Feo, o de Blanca Nieves y los 7 Enanos, de Cenicienta, de Hansel y Gretel , y las leyendas, y todas las historias que ella escucho en boca de su madre indígena, o de su padre, un español, cuando la abuelita, también, una vez fue niña.
Cuando recién llegue con ella, me dejaba en la casa, acostada en un petate, de esos de trenzado de palma, fresqueando, frente a una rejilla de madera, que mando a hacer, para que me entrara aire, y al pasar ella, de rapidito, me observaba como dormía.
Pero una noche, desde lo lejos de un salón, vio pasar una figura de un varón, creyó que era su hijo el estudiante de Normal, lo diviso que se acerco a nuestra casa, e intento ese sujeto, abrir la rejilla.
Buelita, le gritaba desde el salón…
¡Toño!, ¡Toño!, ¿porque no viniste por la llave?
Y esa persona furtiva, hecho a correr, hacia el solar del fondo, ese enorme patio, que tenía infinidad de salideras hechizas.
Mi tío Toño llego en ese momento, desde el zaguán grande, el del frente, con libros bajo el brazo, y buelita, se volvió mas desconfiada.
¿Quien era el que corrió?
Nunca lo supo.
Tuvo miedo de que a su niña le pasara algo.
Y por eso cargaba conmigo, en las noches, de salón en salón.
Cuando me vencía el sueño, a pesar de tantas historias contadas por mi abuelita, juntaba unas 3 sillitas, o en un mesabancos, de esos en que cabían 2 o 3 alumnos, y ahí, me acostaba, mientras acababa de limpiar ese lugar.
Si había muchos moscos, me tapaba con trapitos, o con una toalla, y al terminar de asear ese salón, llamaba a mi tío Ángel, al loquito, para que me cargara, y me llevara al siguiente salón, mientras ella pasaba el recogedor, las escobas, el trapeador, trapos de limpieza, quinqués, al siguiente lugar.
Si yo quería estar en el dintel de la puerta de un salón, escudriñando los alrededores, que estaban bien oscuros, mi abuelita me dejaba, decía no tengas miedo, tu tío Ángel, esta cerca.
En noches de luna llena, si se lograba mirar mejor los grandes patios, los corredores, pero aun así, existían grandes porciones de la escuela, que estaban en oscuridad total.
Al terminar de barrer los salones, mi abuelita, nos íbamos a casa.
Me acostaba en el petate, frente a la puerta de rejilla, y le ordenaba a mi tío Ángel, no despegarse mucho de los alrededores, y entonces, después de todo lo que ya había barrido, salón tras salón, corredores y patios; seguía con el lavado de los servicios sanitarios.
Acababa después de las 10 de la noche, porque tenia primero que sacar agua del pozo, o de la pileta, que estaba frente a los baños de las niñas, como a 5 metros de distancia.
Al termino de la jornada del dia, todos a dormir.
Yo con buelita, aunque de muy pequeña, me hiciera la chis en la cama.
Soñaba cosas curiosas, como que volaba sobre nubes, y no hacia caso de ir al baño.
Pero buelita, nunca me regaño por eso.
Se levantaba muy temprano a bañarse, y a bañar a su niña con agua tibia.
Yo llegue muy débil a sus brazos.
Con una gran anemia.
Siempre me llevo con medico tras medico.
Como con el doctor Del Ángel Herrera, que tenia su consultorio, en el Edificio Medico Altamira, como lo dice su nombre ubicado en la calle Altamira, # 111 Pte.
También, con el dr. Salazar, cuyo consultorio, se ubicaba igualmente en la calle Altamira, pero este cerca del bar “El Vapor”, y frente al consultorio, había una tienda de juguetes económicos, y un poco mas allá, un estudio fotográfico.
La salita de espera, del consultorio del doctor Salazar, era atendido mientras aguardábamos la consulta, por una recepcionista afable y cortés; ese local contaba con muebles de cedro, nunca suficientes, por la gran cantidad de pacientes, que acudíamos, con el medico.
En las paredes, existían cuadros, de bebes ataviados, con ropitas, de verdad.
Mi abuelita me desparasitaba, con unas bolitas amarillas, muy amargas, que me tomaba con una cucharada de miel.
También me daba la emulsión de Scott, la del señor que trae un gran pescado.
Pero mi abuelita, no se conformaba con eso.
Le dio por comprarme, aceite de hígado de tiburón, o de tortuga, y era una cucharada grande, sopera, y ese aceite, espeso, espeso, que me quería vomitar de niña, y buelita…
¡No! ¡Tómatelo!, o te llevo a que te pongan inyecciones.
Después, para cortar ese sabor y olor a puro marisco, me empujaba una cucharada de jugo de limón.
Y yo repetía todo el dia a marisco, y olía a marisco todo el dia.
En la bajadita, donde venden artesanías de conchitas de mar, en Tampico, aun es posible, encontrar ese aceite.
Dicen que es muy bueno, hasta para alguien enfermo de tuberculosis, que fortalece mucho los pulmones.
Y he sabido de casos, de personas, que al tomar muchas bebidas embriagantes, y sintiéndose muy congestionadas, embotados sus sentidos, por llevar esa vida por largo tiempo, optan por hacer un alto, a ese degenerar su organismo, y buscan desintoxicarse con ese aceite, la variante en esos casos, es que después de la toma, se tapan, de pies a cabeza, para sudar, todas las toxinas, que han introducido a sus cuerpos.
Algunas personas, dejan ya de tomar.
Y otras, al retornar a ese vicio, cuando menos, no las agarra tan desprevenidas.
Su cuerpo, puede aguantar, un poco más, las papalinas que se avientan.
No se debe dejar el tratamiento medico, pero ayuda la buena alimentación, y las vitaminas y minerales del aceite de hígado de tiburón o de tortuga.
Algunas personas, para evitar sentir asco, vacían el aceite en capsulitas, que venden vacías, en las boticas, y ellas las llenan con ese aceite.
O si no, comprar el producto en capsulas, ya etiquetado.
He visto, que hasta lo promocionan, como un gran tratamiento en debilidades por cáncer.
Pero, yo considero, que si estamos en la mera mata, donde fácil se consigue el aceite, es mejor comprarlo en la bajadita, que da al mercado Juárez.
Se toma solo en tiempo de frió, porque cuando hace mucho calor, pueden salir unas ronchitas, que es un hervor de sangre, por lo caliente del aceite.
No hace daño ese hervor, es como un salpullido suave, pero que necesidad de andar sudando mucho a marisco, espérense a que haga frió, y entonces, entonces si, a desintoxicarse, y a proteger su cuerpo contra gripas, dolores, y anemias.
Bueno, ya les avente un comercial, luego paso por mi comisión.
No, no es cierto.
Lo escribo, para que sepan, el que no lo sabe aun, como se pueden fortalecer.
He visto, y he sentido, grandes cambios en personas débiles.
Y conste, que ni lo vendo, ni tengo parientes en esas bajaditas de Tampico.
Para las inyecciones, y de hierro, que dejaban toda la pierna dormida, puesta y dispuesta, doña Irma Gutiérrez. Que era la partera del pueblo.
Su casa, se encuentra, al lado de donde estaba la peluquería.
Solo por un tiempo, vivió en casa de una de sus hijas, por el rumbo de la iglesia de la Purísima Concepción, en una casa grande de madera. Y continuaba parteando, en esa casa, si no la dejaban, de dia y de noche, era muy solicitada. Mientras edificaban cuartos y cuartos, en su propiedad, para las parturientas.
Hermosos cuartos, todos azulejeados, y pisos de mosaico, un lujo para esos años, pero el sacrificio hizo, para comodidad de sus pacientes.
Su esposo, murió hace poco, de 98 años de edad. Su nombre era don Eustacio Navarro Sifuentes, conocido por todos como don Tacho, el peluquero más querido y reconocido de la región.
Es que no crean, que solo era peluquería y ya.
Si casi, casi, era el psicólogo, de todo el elemento masculino del pueblo.
Siempre tenia tiempo, para escuchar las platicas, las cuitas, las quejas, los planes, de todo aquel que lo pasaba a visitar, a saludar, aunque no fuera a peluquearse en ese momento; al fin que tarde que temprano, todos eran clientes de el.
En ocasiones, solo iban a echarse una partidita de damas chinas, o de ajedrez.
Los comodinos, a leer el periódico del dia, o las revistas, como “ Los Agachados”, “La Familia Burrón”, “ Hermelinda Linda”, “Condorito”, “Chanoc”, “Alarma”, “Alerta”, “Kalimán”, “El Libro Vaquero”, o llenar los crucigramas, de algunas revistas especializadas en ellas.
Me daba cuenta de todo este trafique, porque llevaba a mi tío enfermo, a peluquearse.
Primero me daba una vuelta, para checar, cuantos clientes había por delante, mientras no sabía bien a bien la movida, solo me asomaba, y corría a la casa, para decirle a mi abuelita son tantos…
Como a la media hora, me decía mi abuelita, ves a ver, si ya son menos clientes, para que tu tío no se tarde tanto, no vaya a empezar a hacer un alboroto, o se fastidie, y agarre camino, y ya no se peluqueo.
Me aventaba otra carrera a la peluquería, y seguían los mismos tantos clientes que ya había contado.
Mi abuelita se desesperaba, y me regañaba, con un, o no sabes contar, o porque no te fijas bien en cuales son los clientes, cual es su físico, como edad, estatura, o su modo de vestir.
A lo mejor ya llegaron otros, y tu los estas contando, como si fueran los mismos de hace rato.
Pregúntale a don Tacho, de quien va a seguir tu tío Ángel.
Y que se te quede bien grabado, como es esa persona, ya no quiero errores. ¿Entendido?
Con el tiempo fui agarrando golpe, y don Tacho, al mirar que yo me asomaba, sonriendo me indicaba con una seña, cuantos eran en realidad, los que faltaban de peluquear o de rasurar, y de quien seguiría mi tío.
¡Un gran tipo don Tacho!
Delgado, ágil, muy ágil con su navaja, peine y tijeras, en ocasiones, me quedaba un ratito, mirando su destreza en el rasurar y peluquear a sus clientes.
Parecía que iba a operar, así de respetuoso lo veía en el desempeño de ese oficio que le encantaba; sacudía muy bien el sillón, de rastros de cabello del anterior trabajo, invitaba a subirse al cliente, a ese sillón, como si este fuera a ser su trono, durante la rasurada.
Ya sentado, movía una palanca para recostarlo un poquito, y con otra palanca, pedaleaba, esta ultima hacia un sonido como de fuelle, una especie de pu/pu/puf, y así ponerlo a la altura que el considerada necesaria, de acuerdo al físico del prospecto, si era bajito, corpulento, alto, gordo ,flaco, etc.
Ya puesto a la altura requerida, ahora le colocaba la tela, del tamaño de un mantel, que le llegaba hasta las rodillas a la mayoría de los clientes, sujetándosela d el cuello.
Le embadurnaba jabón, con una brochita, para suavizar su piel, y sacaba una navajota, como para matar cochinos, y sus clientes, tan tranquilos.
A la navaja, le sacaba filo, en una como correa, que tenia pegada a la silla giratoria de peluquear, limpiaba la navaja de continuo, y en el rostro del cliente, marcaba caminos, pulcros, limpios de jabón y de barba.
Los enjuagaba bien, los secaba con una toalla, y les daba unas como cachetaditas, con una loción, y de pilón, le pagaban por cachetearlos.
Olía tan bonito ese lugar, todo tan tranquilo, todos hablando como en susurro, a nadie le conviene que el peluquero, se distraiga, cuando esta con una navaja así de filosa, apoyada en el cuello de un cristiano…
Su peluquería, tenia dos puertas, una por cada lado de la escuadra que formaba la esquina, corría tan libre el viento, que no hacia falta prender el abanico; por fuera de ella, existía un cilindro, que parecía un caramelo, con tiras anchas color rojo y blanco, que siempre giraba, y giraba, como hipnotizándolo a uno.
Estaba frente a la plaza, la peluquería de don Tacho.
Doña Irma su esposa, y partera desde muy joven, aun vive, ahora ha estado un poquito enfermita, y logro salir de su cama, reponiéndose de una embolia, pero ha tenido fuerza de voluntad, y Dios la ha sostenido, y sigue siendo doña Irma Gutiérrez, un orgullo de nuestro pueblo, de Pueblo Viejo.
El año pasado, le hicieron un reportaje, para un periódico de Tampico, pues si Pueblo Viejo, tiene muchas historias que contar.
Y todas de superación, a base de muchos esfuerzos.
Yo, como pacientita de ella, porque mi abuelita, por todos lados le buscaba la salud a mi cuerpecito, me toco ocupar tanto las instalaciones de madera, como las nuevas.
Y el mirar tantos rostros de madres, estrenando bebe, yo deseaba un dia ver llegar a la cigüeña; con ese engaño dulce, mi abuelita me llevaba a rastras, cada que necesitaba los servicios de doña Irma Gutiérrez.
Yo decía, no abuelita, esa cigüeña, no ha de existir.
Nunca la he visto. Y vaya que voy seguido a la clínica de doña Irma.
Y buelita, me enseñaba unos libros, con estampas de las cigüeñas.
¡Pero aquí no se ve que carguen bebes!
Y buelita me decía, ¿pues que no ves a los bebes en esa clínica?
Llegan las madres sin bebe, salen con bebe.
¡La cigüeña!, anda, vamos a que te inyecten, y un dia la veras.
Y casi llegando a la clínica, mi abuelita, hacia la finta, ¡ahí va la cigüeña!
¿La viste?
¿Dónde?, ¿Dónde?
¡Uh, ya se fue!
Eso te pasa, porque vienes renegando, en lugar de pelar bien los ojos, entonces para que los quieres, ¿para venir llorando?, si solo es un piquetito de mosco.
Cuando estaba entre 1 ro., y 2do. Grado de primaria, me reunía con chiquitinas, nos metíamos entre la pared del foro, y una tela mallacorla, del solar del dr. Cantu.
Bien apretadas, que apenas cabíamos en ese como callejoncito, en intimidad.
Eso nos envidian los hombres a las mujeres, el chismorreo, llegamos a cualquier lugar, y al rato, ya estamos en confiancitas, el hecho de ser mujeres, nos da esa credencial, de tu y yo, podemos hablar el mismo idioma, desde muy pequeñas, somos mas abiertas, para preguntarnos de todo, a sabiendas, que ni a su hermano, se lo van a contar, ¿porque somos mujeres pues?; o si vamos al baño, ahí vamos, con otra de cuatacha,o el, vamos a peinarnos, y es solo, para ponerse uno de acuerdo en algo, de importancia, como que pedimos de comer, o de aquí, a donde le pedimos a los maridos que nos lleven, ya me imagino, a un hombre pidiéndole a otro hombre, vamos al baño, a…,pues no, eso solo es prerrogativa de la mujer ,vamos ganando, de todo a todo, mujeres de principio a fin.
Y seguimos disfrutando, que nos llamen el sexo débil, pero vamonos mas despacio, ya conozco, a varios varones, que se han herniado, porque nosotras, de mujercitas mulas, les pedimos con voz melosa, que hagan de todo, baja aquello, que esta bien alto y pesado, carga esto, ¿como que pesa?, y aquí si, levantamos la voz, para que se apene, y no se atreva a negarse al favorcito, de herniarse, para hacerle un caprichito a una mujer.
Y de pilón, en sus camas, de hospital preguntan porque señorita enfermera, hay mas hombres herniados, que mujeres.
¿Que les decimos?, es que ustedes, son mas débiles, pero de sentimientos; pues no, físicamente, pues no, ¡uy!, a ver que hora se darán cuenta…de que no son Superman.
No hay que ser así, hay que cuidarlos, tan lindos que son, con su aire, del fuerte de la casa.
Bueno, en lo que estaba, en confiancitas, en como desde chiquitas, nos reunimos para saber un poco mas de aquello o de lo otro.
Ahí, entre el follaje, de unas matas de tulipanes, de flores rojas, de los cuales yo me comía sus pistilos dulces; mis amigas y yo, tratábamos de adivinar eso de los bebes.
Salio una con la novedad, que su mamá se había aliviado hacia poco, y que de entre sus piernas, había salido su hermanito.
Como se le vino de improviso, ahí en su casa lo tuvo.
¡No puede ser!
¿Y la cigüeña?
¡Puro cuento!
Yo escuchaba embobada, eran tiempos en que no se hablaba de esas cosas, y todo eran conjeturas entre chiquillas.
Pero cuando nuestra amiguita dijo, salen, por donde sale la pipi.
Yo no me aguante, y espete, el, ¡no es cierto!, si ni la popo puede salir por ahí.
¡Como crees que un bebe!
Y todas reímos de la que estaba con nuevo hermanito.
En ese tiempo, pocos del pueblo tenían televisión.
El doctor Cantu, era uno de los afortunados.
Cuando mas grandecita, mi mandaba mi abuelita, a un mandado, y con la recomendación, ¡no te dilates!, ¡no te entretengas!, optaba por i r a las tiendas, que se ubicaban por la calle que esta rumbo a la fuente, porque tenia que pasar a fuerza por frente de la casa del doctor Cantu, y ahí, hacíamos montón, frente a la tela mosquitera de la sala del doctor, todos los chiquillos del pueblo.
Mirábamos la tele a ratitos.
Nos empujábamos la chiquillería, soñábamos con tener una así, grandota, con patas, de pantalla de blanco y negro.
Y luego a la carrera, con zancadotas largas, largas, que parecíamos venados, corríamos, pasábamos frente a la papelería y mercería de la maestra Idalia Ibarra; los puestesitos ambulantes que vendían jugos de naranja, verduras, y frutas, que si tenias ganas de algo, un poquito mas exótico, como unas granadas, las tenias que encargar, desde un dia antes, que te las trajeran de Tampico, y que de seguro, las comprarías.
Dejabas atrás la carnicería de don Jerónimo Maya, y si nuestros mandados no incluían tortillas o masa, hacíamos la compra en la tienda de la esquina, que era la de don Ramón Rodríguez y sus hijos.
Pero, en ocasiones, teníamos que llegar hasta la otra tienda, la que se ubicaba en la acera de enfrente, la de don Luís Wong, porque compraríamos masa o tortillas.
En esa tienda, en el exterior, de ella, en la banqueta de esa esquina, se vendían pescados y jaibas, vivos, en trastos con poquísima agua, para tanto marisco; alcanzaba a verlos, con sus branquias, dilatándose, en un esfuerzo por sobrevivir !y como!, si estaban fuera de su elemento, fuera de su laguna.
Cerca de estos puestos de mariscos, estaba un pequeño puesto de revistas, y periódicos, como El Sol de Tampico, y el Mundo.
En las tardes, lucían estas banquetas solas, ya no estaban los puestos de revistas, periódicos, mariscos, jugos de naranjas, ni el de frutas o verduras.
Creerían, que todo Pueblo Viejo, dormiría la siesta.

En esa tienda grande, la de don Luís Wong, para comprar la masa o las tortillas, teníamos que hacer filas, donde en ocasiones, mas de una hora durábamos; si solo era mandado, tenían unos mostradores, de madera, en forma de amplia escuadra, y empujando, aquí y allá, colarte entre tanta gente, y gritar, a todo pulmón, haciéndose escuchar, porque siempre había mucha personas comprando.
¡Me da 50 centavos de galletas!
Y te las daban en unos cucuruchos de papel estraza, de ese color cafecito, era un puñado de galletas de animalitos, o de marías.
Si llevabas suficiente cantidad de galletas, hasta una bolsa de estraza, merecías.Y el aceite, tenían una instalación de tubería, que salía de unas latas de lamina, que ubicaban estas, en una especie de tapanco o bodeguita y llegaba abajo, de donde al abrir su llave, llenaban el trastecito que llevaras, y de acuerdo a lo que fueras a comprar de aceite suelto para comer.
Las latas vacías de aceite, se vendían, para ocuparlas como tamaleras, o abiertas por completo, se usaban como charolas, donde se ponían galletas, o panes caseros, y luego hornearlos.
También las latas de aceite vacías, se ocupaban para hacer recogedores de basura, solo se cortaban en dos partes, de manera diagonal, y se les ponía un palito de escoba, como mango.
Total, que todo el pueblo, utilizaba esas latas vacías, y había que encargarlas con mucha anticipación.
Y había tan pocas tiendas en el pueblo…
En ocasiones, llevaba apuntado en un papelito lo que necesitaba.
Estiraba la mano, a ver cual de los dependientes, se dignaba agarrar el papelito.
Pero si, cuando ya te habían surtido esa lista, tú pedías algo más, no te lo despachaban, solo te cobraban lo de la lista, y ya no te hacían caso.
Se comportaban como autómatas, era demasiado el trabajo.
Los dependientes seguían con otro cliente, y con otro.
El chile, tomate y esas cosas, te las daban en un cucurucho de papel periódico.
A veces, el papel tenía signos en chino.
Eran chinitos los dueños de la tienda.
Igual que los dueños del otro gran almacén, “El Movimiento” que estaba frente a la plaza.
Los dos fiaban el mandado; en un principio, mi abuelita me contó que pedía fiado, pero luego le salían con, ¡ya la vi! Comprando en la otra tienda.
Es que esas dos tiendas eran rivales de ventas.
Y querían amarrar a sus clientes.
A mi abuelita no le gustaban de esos “frijoles”, así que prefería comprar al contado.
Así no le debía nada a nadie, y nadie le podría recriminar nada.
Yo corría como gacela, por un tomate, un poquito de arroz, una leche, que no se porque, entre el griterío, me ofuscaba y salía pidiendo la de las rosas.
¿Cuál?
¡La que tiene flores!
No faltaba algún adulto que me ayudaba, ¡déle leche clavel!
¡Para que se vaya ya!
¡Me aturde con sus gritos!
Y es que si no presionaba, a puro grito, y brincos en el mostrador, se aparecía mi abuelita Luz, y me avergonzaba con ¿Por qué tardas tanto?
¡Allá te necesito!
Una vez en una feria, me hicieron falta 20 centavos.
¡20 centavos!
Lo que costaban unos dulces Tomy, una muelita de coco, una naranja con chile, 2 chicles, cualquier cosa baladí, pero no me dieron bien la feria.
Y sabes como era mi abuelita.
¿Por qué te falta feria?
¿No hiciste bien las cuentas?
Ahorita mismo, vas y pides esos 20 centavos.
¿Qué?
¿Con tanta gente que hay comprando ahí?
¿Con lo que hay que gritar y manotear para que te despachen tu mandado?
Si no se dan abasto para atender, a pesar de tantos empleados que tienen.
¿Tú quieres que pida esos 20 centavos, que me hicieron falta?
¡No abuelita! ¡No me pidas eso!
Hagamos un trato.
No me des en dos o tres días para gastar.
Y es que abuelita, en todo el dia, y digo todo el dia, me daba cada que yo quería 20 centavos, para que fuera comprando cuanto yo quisiera.
Semillitas, jicama con chile, casi todo costaba 20 centavos.
Por eso, yo ofrecía no pedirle nada en dos o tres días.
Un gran trato pensaba yo.
Si era por el dinero, yo le pagaría con creces esa falta de los 20 centavos.
Pero no acepto abuelita el trato.
¡Vas y pides tu dinero!
No es por el valor en si, sino porque para que sepan, que una hija mía, no se sabe dejar arrebatar, el dinero que es suyo.
¡No debes dejarte!
Así sean 20 centavos, o 20 pesos, para el caso es lo mismo.
Es tu dinero y vas y lo exiges.
¿Que a caso no sabes contar?
¿Qué eres tonta? ¿Que se ríen de ti, y te dan mal la feria?
¿No tienes sangre en las venas, y cualquiera te quita las cosas, al fin que a la niña le da vergüenza?
¿O quieres que vaya yo, y exija, lo que por derecho tú debes exigir?
¿Qué les digo, vengo por 2 0 centavos, que no le dieron a mi nieta, y no tuvo cara para venir a reclamarlos?
¿Eso quieres?
¡Ahorita voy!, dijo abuelita.
¡Pero yo le gané !
¡Y llegué volando a la tienda!, y yo creo, que si no me hubieran devuelto esos 20 centavos, a más de alguno, lo hubiera madreado.

2 comentarios:

  1. Hola, que bonito libro. solo para avisar que mi bisabuela La señora Irma Gutierrez (partera) Fallecio el viernes

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  2. Danae Bautista orgullo debes de tener por ser descendiente de doña Irma Gutierrez, a quien tantos Pueblovejences le deben el que fueron traídos al mundo por sus manos,manos trabajadoras,laboriosas
    y ¡ como era tu bisabuelita!

    Tan amable,tan dulce.

    En mi niñez yo seguido estaba como pacientita de ella.
    Cuando estaba en proceso el primer libro sobre Pueblo Viejo, fuimos mi esposo y yo,y platicamos brevemente con ella.
    ¡Me reconoció!
    y nos dió algunos datos sobre tu bisabuelito.
    Me despedí de ella, tomando sus manitas entre las mías, y en su mejilla un beso le dí.
    DESNCANSE EN PAZ,DOÑA IRMA GUTIERREZ.

    Y JAMÁS NOS OLVIDEMOS DE ELLA.

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