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miércoles, 6 de mayo de 2009

Doña Bertha Salazar Cruz

DOÑA BERTA SALAZAR CRUZ

Padre: Olayo Salazar, originario de Panuco, Veracruz.
Madre: Gertrudis Cruz (doña Tula) originaria de Pueblo Viejo, Veracruz.

Doña Bertha Salazar Cruz, nos narra de manera amable lo siguiente:

Antes en Pueblo Viejo, hubo cine, después se termino.
Construimos un cine, en el solar donde yo nací.
Era especie de terraza, con pantalla de block, y ¾ techado, porque como hacia mucho calor.
Solo daba funciones viernes, sábados y domingos.
Debido al alto costo de las películas, subieron mucho de precio, y estaban en mal estado, poníamos puras películas mexicanas.
Llevábamos los pedazos de película con quienes nos proveían, inclusive se llegaron a descomponer los aparatos, y tenían que quitar los pedazos malos, la mayor parte que no se podía pasar.
El cine se llamaba “Cuauhtemoc”, y fue decayendo mas que nada cuando empezaron a salir las videos y por eso tuvimos que cerrar, debido a eso.
Nosotros íbamos a Monterrey, a programar las películas, y en ocasiones tuve que llevar los pedazos de película para que vieran el estado en que estaban y les decía, de nada sirve que nosotros tengamos buenos aparatos si las películas están en mal estado. Luego los chamacos gritaban, creían que uno les robaba las películas, es que debido al mal estado teníamos que quitarles la parte que no se podía pasar.
Nadamás, que las personas que no saben de cine pues no entienden eso.

Mi hijo y yo, fuimos los que pusimos ese cine en Pueblo Viejo.
El nombre de mi hijo es Héctor David Martínez Salazar.
Nosotros abrimos el cine en el 79, y cerramos en el 85, debido a la crisis que ya platique. Estábamos trabajando nadamás para películas nacionales, y no nos quedaba nada, y así estuve yo sosteniendo, pero yo ya vi que era imposible.
Así que le dije a mi hijo…. ¿sabes que? ¡Vamos a cerrar! El local del cine era y es propiedad de nosotros.
Ahí esta la construcción todavía.
Yo nací ahí, en Pueblo Viejo, el 22 de agosto de 1941, y estudie en la escuela primaria “Expropiación Petrolera”.
Tuve de compañeras y amigas, éramos inseparables, hasta la fecha, Bertha Molar Lorenzo, Margarita Gutiérrez, y Narda (+) que era familiar de Héctor Guzmán.
Me acuerdo que cuando teníamos el cine, una vez, en una ocasión, pues eran los chamacos muy traviesos, ya ven que siempre nos aventaban piedras en el cine, y había una palomilla muy rebelde, que eran de allá por el panteón, y una vez descalabraron a una señora, en la frente, y ya salio el esposo con ella, y yo pensaba…. ¡Ay Dios mío!, estaba bien apenada, y les dije, pues vámonos y los lleve con el doctor Santillán. Y resulta que luego el marido se veía desesperado, y yo pensé, no pues estos nunca más se van a volver a parar al cine; pues nada, yo estaba ahí viendo que la estaban curando, cuando el marido empezó a decir, ¡ándale vieja! ¡Apúrate! ¡Apúrate! Que ya va a empezar la segunda parte de la película.
Pues ya se metió ella con su parche en la frente a ver la película.
¡Bendito sea Dios! Y yo pensé, no cabe duda que estos son fieles hasta la muerte. ¡Nombre! ¡Que barbaridad! Y es que pasaron muchas anécdotas ahí. El día que vea la señora este libro, dirá: esa soy yo.
Y así, pues yo me acuerdo mucho de eso.

Y de cuando el ciclón, estuvimos viviendo en los corredores exteriores de la escuela primaria “Expropiación Petrolera”, porque el agua llego hasta la mitad de nuestra casa, cuando el ciclón Hilda.
Lo curioso es que mi madre estaba enferma, bien se ve como Dios en todo obra, porque esa vez empezaron a volar las laminas de la casa, y mi madre, pues estaba enferma y estaba acostada, y mi papá en una puerta y yo en otra puerta agarrando las aldabas, para que no se abriera la casa, y nadamás donde estaba la cama de mi madre, ahí no se volaron las laminas. Fue lo curioso digo yo, ¡Bendito sea Dios! Y eso a mi se me quedo muy grabado. Yo era entonces una chamaca, tendría yo como 11 o 12 años de edad.
Al lado de nosotros, vivía don Domingo Ramos, y luego enfrente, vivía su hermano, el señor don Ramón Ramos, y pues de este lado, pues vivían, (en la esquina) Joaquina y Pablo Ramírez, el del puesto “El Recreo” y ese puesto estaba en la plaza, y su casa la tenia al fondo del solar. Ellos eran dueños del puesto. Ahora ese puesto se llama “El Chubasco”.

Recuerdo que cuando yo estaba chiquilla, nos platicaba mi mamá, que mi tío Gabriel Cruz, que era pescador, entonces pues, seria por el tiempo de invierno, que contaban que había una Llorona, y una Llorona.
Mi tío iba a esperar a mi abuelo Gabriel Cruz Ricardo, pero había 2 perros en la casa, uno se llamaba “Girabras” y el otro “Azabache” y ya, pues vio mi mamá que era tarde, y le dijo a mi tío ¡vete! Vete a esperar a mi papá. Entonces el busco a los perros, cuando iba atravesando la plaza, para ir a la Cooperativa de Pescadores, cuando empezó a escuchar a “La llorona”, que gritaba ¡ay mis hijos! ¡Mis hijos! Y mi tío que se espanta y que van los perros, y que van agarrando a la “Llorona” y contaba mi tío que la señora le gritaba ¡muchacho! ¡Muchacho! ¡Ven a quitarme estos perros! Y nada, ya mi tío le hablo a los perros, y le dijo la señora, mira te voy a dar tanto de dinero, pero no quiero que vayas a decir que yo soy “La Llorona”. Es que yo ando espiando a mi marido porque me engaña con una mujer, y quiero saber quien es. Si no que cuando ya fue con mi abuelita, le dijo a el, oiga papá ya agarre a La Llorona, pero no supe quien era La Llorona.
Yo los pocos años que vivía ahí en Pueblo Viejo, viví muy feliz, que con carencias y todo, uno de chamaco no sabe de esas cosas.
Yo anduve de Méndez a Tamos, mi hermano se llevo a mi madre a Cerro Azul, y yo la seguía para cuidarla.
Creo que yo tendría 16 o 17 años de edad cuando llegue aquí a Mata Redonda. Me salí del pueblo a los 13 años de edad, después del ciclón Hilda, y ya no regrese a vivir allí.

Mis hermanos son:
Abraham Maya Cruz (+)
Ángela Maya Cruz
Antonio (+)
Maura Maya Cruz (+)
Laura Salazar Cruz (+)
Roberto Salazar Ramírez (+)
Pablo Salazar Ramírez (+)
Joel Salazar Ramírez (+)
Emma Salazar Ramírez (+)

Mi hijo era ingeniero, estudio en el Tecnológico de ciudad Madero.
Nació el 29 de diciembre de 1963, y murió a los 26 años de edad.
El era mucho muy inteligente, su carrera de ingeniero, en vez de haberla hecho en 5 años, la hizo en 3 años.
Bueno, el era de una inteligencia fuera de serie; ya que se recibió, fue y busco trabajo en la Comisión Federal, y fue allá a la planta de Altamira, todos los departamentos los recorrió, y en todos destaco.
Entonces, el superintendente, le dijo que lo iba a mandar a hacer un curso especial a Celaya, porque era un requisito. Entonces, el superintendente le dijo, mire ingeniero Héctor David Martínez Salazar, pues yo se, que usted esta demasiado capacitado. Pero esto es, pues un requisito que no podemos pasar por alto aquí en la Compañía. Tiene que hacer usted un curso de 3 meses.

Entonces mi hijo se fue, con otros compañeros de trabajo, rento un departamento; ya tenia como mes y medio de estar en el curso, cuando no se que paso, que empezó a sentirse mal, mi hijo estaba muy joven y era muy sano.
Y pues, ya me quede sola y ya a raíz de eso, y por la pena de haber perdido a nuestro hijo, mi esposo enfermo, porque nuestro hijo era todo su querer para el. Yo nunca me imagine que mi hijo se fuera a morir tan joven.
Una vez, durante el curso, llego a visitarnos y me comento, dile a mi papá, que ya vaya tramitando su jubilación, que yo ya no quiero que trabajen.
Porque yo toda la vida trabaje, me dedicaba a vender ropa, y yo traía hasta del otro lado, (yo me iba con Bertha Molar Lorenzo) nos íbamos a Estados Unidos, a Brownsville, y es que a mi siempre me ha gustado el comercio, y ya después cuando mi hijo se fue a Celaya, me dijo, mamá ya no quiero que trabajes, ya no vayas a México, ni nada, porque de ahora en adelante, yo los voy a mantener.
Mi hijo era alto, bien dado, muy sano, completamente sano, no le tomaba ni fumaba.
Desde que llego aquí, lo note cambiado, porque el me hablo por teléfono, y me dijo, mamá yo me siento muy raro, como que apenas empezaba a hacer efecto lo que jamás pudieron detectar.
Yo le dije, hijo, vente para acá, porque yo andaba en muletas. Vente para acá, vente hijo, para que vayas a ver a un medico, porque ya sabes que yo no puedo viajar. Bueno, pues ya se vino, un amigo, compañero del curso, lo vino a dejar en un taxi, lo dejo hasta el Paso del 106. Es que el les dijo, yo ya me voy para mi casa; y luego, llegando pues uno, como padres, les nota a los hijos, el cambió demasiado, dejo de hablar, no comía, no dormía; fue llevado al Seguro Social, teníamos la esperanza de que se recuperara, y saliera bien; pero si le hicieron estudios de todo, bueno, hasta le fueron hacer estudios a la Beneficencia Española y salio perfectamente bien, o sea, ¡no apareció nada! Nada de malo, ninguna enfermedad, ninguna lesión.
Buscamos por todos los medios su curación o alivio, pero es difícil, y pudiera decirse imposible curar lo que no es detectable o identificable.
Nuestro hijo falleció, y entonces mi marido estaba muy malo, de los nervios, se trastorno de la pena. Entonces, me hablan por teléfono, me preguntan ¿Cómo estas?
-Pues yo estoy, ¡ya te imaginaras!
El que esta muy malo es mi esposo, se esta trastornando, no quiere comer, es que desde que llegamos del panteón, ya no quiso comer, nomás se la pasaba encerrado, fume y fume, y llore y llore, porque Héctor era todo su mundo para el. Y vino mi amiga, con otras amistades, a tratar de consolarnos, y confortarnos.

Les digo que mi hijo era tan, como les diré, tan bondadoso, que si alguien le hubiera dicho dame tu trabajo, dame ese puesto en la compañía, porque ese puesto era tan codiciado por varios trabajadores, mi hijo de seguro se los hubiera cedido.
Cuando el andaba ya trabajando en Comisión y los amigos de su generación estaban atrasados en los estudios, llegaba aquí a la casa a las 5 de la tarde, se bañaba, y se iba al Tecnológico de ciudad Madero, a darles clases a los amigos que andaban atrasados.
Un amigo de mi hijo, el día que falleció, lloraba desconsolado. Después, cuando el sepelio, estaba aferrado a la caja, que no dejaba que se la llevaran.
Me dijo, señora, usted no sabe lo que hizo su hijo por mí.
Su hijo, cuando estaba yo para titularme, estaba propenso a la tuberculosis, y su hijo iba hasta mi casa, me llevaba los cuadernos, hablo con los maestros, entre todos se cooperaron, y me llevaban las medicinas, y eso usted no lo sabia. Pero eso no se me olvida, como llegaba hasta con frutas, para que yo me restableciera.
El día que se caso ese amigo de mi hijo, mando un carro para mi y algunos de mis familiares, para que nos llevara a su boda.
¡Imagínese! Mi único hijo.
Yo la casa la hice pensando en él, con muchos sacrificios y este, pero pos no, ya que me quedé sola. Me acompañan mis sobrinos, pero no es igual.
Mi hijo tiene ya 18 años que falleció. ¡Imagínese!
Pero pos ni modo, Dios así lo dispuso, y ni modo.

Yo tengo aquí en Mata Redonda desde los 16 años de edad, tengo ahorita 67 años. Cuando llegué aquí, estaba la Refinería, estaba muy bonita, pues estaba en todo su esplendor.
Me gustaban mucho los bailes. A mí siempre me gustó mucho el baile.
Los hacían aquí, en la Cancha y en el Club Petrolero, aquí en Mata Redonda. Andábamos de fiesta en fiesta, a veces había bailes cada 15 días, y luego aquí venía a la plaza, porque había serenatas, a tocar la Orquesta Tampico de Claudio Rosas.
Cuando era Aniversario, aquí del Campo, traían artistas y orquestas.
Aquí en Mata Redonda, hay casas Estilo Americano, y bueno, las casas del Campo 18 eran donde vivían los jefes; y aquí, donde vivían los trabajadores, eran las “Camillas”, que estaban en el Campo “20 de Noviembre” que es este.
Las casas de madera, las verdes, que aun están, era donde vivían los gringos.

De puestos, había una frutería, un puesto de dominó, ahí en la plaza, yo ahí estuve trabajando también, yo iba a despachar con el señor que trabajaba ahí, ¡ah! Pos el papá de los Ochoa, Don Vicente Ochoa, era tío del Dr. Cantú Ochoa, por parte de su mamá. El trabajaba ahí, la dueña era la señora Pastora, y vendía billetes de lotería, y tenía un puesto de refresquería, y aparte tenía mesas de dominó, donde jugaban los jubilados, y los trabajadores.
Yo me acuerdo, que vivía enfrente de la plaza, y ya luego me vine a vivir para acá, o sea que si, si quería usted un solar, iba usted a Petróleos, y decía, oiga, quiero que me renten un solar para hacer mi casa, y usted escogía la parte que quería.
Cuando yo me vine a vivir aquí, todo era puro monte, también a los alrededores era puro monte; me sentía como apestada después de vivir en el Centro de Mata Redonda.
Aquí, me contaba una vecina, que se aparecía una mujer, pero yo nunca la vi, decía que en este solar mío, siempre se atravesaba una mujer toda vestida de blanco, pero a mi nunca se me apareció, quien sabe si haya sido cierto, ¡ quien sabe ¡
Me acuerdo, que le dije a mi marido, oye, vamos para que veas el solar que escogí, cuando vino conmigo dijo… pero que barbaridad, ¿este muladar escogiste?
-Nombre, espérate tantito, vas a ver que bonito va a estar aquí.
Mi esposo exclamaba: mira cuanta basura. Es que aquí ¡era basurero! Porque más allá había “camillas” que ya casi se estaban cayendo. Aquí venían a tirar la basura.

Antes, Petróleos le daba facilidades a uno.
Le regalaba la luz, el agua, uno no gastaba nada.
Unas casas tenían estufa, pero la mayoría tenían parrilla eléctrica; yo cocinaba allá enfrente de la plaza con parrillas eléctricas.
Pero sí, aquí estaba muy bonito, aquí en Mata Redonda.
En ese entonces, Pueblo Viejo estaba muy atrasado. Allá solo había luz de 6 a 12 de la noche, a esa hora se acababa da luz. Tenía don Teodoro Cantú la Planta de Luz.
Aquí, si se nos fundía un foco, íbamos a Petróleos y pedíamos… vayan a cambiarme el foco, o si una tabla de la casa se rompía, vayan a cambiarle la tabla a la casa. Cuando se casaba una hija, vayan a pintarme la casa.
De Petróleos mandaban hacer todos los arreglos, y no le cobraban nada, Claro, que eso era derecho de los puros petroleros.
A uno, le regalaban la luz y el agua, no gozaba de todos los privilegios.

Como yo era muy báilera, un Año Nuevo, entre tres amigas, porque ya no estaba a partir de ese año Petróleos, y pensamos que como era posible que ya no iba a ver baile ese Fin de Año, y nos echamos la responsabilidad de organizarlo entre tres personas. Éramos la señora Máxima Mendoza, la señora Eva Cevallos, y yo. Les dije, pos como ven, si no hay nadie, pues vamos a organizar el baile. Entonces dijimos, pues ahorita lo organizamos, contratamos un conjunto que toque bien y hacemos el baile, y así lo hicimos.
Ese día de Año Nuevo, un chamaco traía un carro y que choca contra un poste, y que se va la luz, y nosotros preocupadas, y luego se vino el agua y a escuras estaba el festejo.
Ya habíamos conseguido otro local, porque se veía que estaba amenazando la lluvia, el dueño del cine “Obrero” que estaba en “Mata Redonda “, el señor Rodolfo Mora, le habíamos pedido permiso , de que si llovía en su local se realizara el baile. Ya sacamos todas las bancas, barrimos: pues si, como a las 11 de la noche empezó a tocar la Orquesta a oscuras, estaban ellos cumpliendo con su contrato a oscuras estaban ellos, tocando y cantando. Y dijimos ¿pos que vamos a hacer?
Le dije a mi marido si tienes dinero, pues préstamelo, porque aquí vamos a salir como las gallinas poniendo, las tres, porque teníamos que pagar la música, y ahí estaba la cerveza enfriándose, y todo, todo. Le habíamos hablado a la cervecería y ahí nos presto neveras y todo. Luego ya vino Comisión, y ya arreglo el desperfecto.
No pos ya empezó a llegar la gente al baile, no pos ya, ya estábamos todos muy contentos, y ya sacamos, Gracias a Dios, lo de la Orquesta, y lo que nos quedo de ganancia, lo donamos a la Iglesia, nosotros lo que queríamos era ¡bailar!

Antes Petróleos para sus trabajadores daba funciones gratis de cine, pero ahí en la cancha, y todo mundo entraba ahí, trabajadores, sus familias, todo, todo mundo.
En Pueblo Viejo, el cine lo mando hacer Don Vicente, que tenia el cine primero, después a ese señor le pidieron ahí, ese solar, porque era de la Cooperativa.
Casi enfrente de la “Central”, que era donde estaba el primer cine, también se llamaba “Florida”, entonces ese señor lo paso para acá, Pilo le hacia la publicidad de las películas que iban a pasar y ponía cartulinas.
El que manejaba los aparatos era Raúl el “Paton” así le decían, y era al que la gente le gritaba. . . “cacaro, deja la botella “.
Pilo nadamas iba al pueblo, pues, por ir. Luego murió don Vicente, entonces la viuda siguió con el negocio del cine .Ella trabaja en Tampico, y su hermana le administraba ahí.

Luego la viuda de don Vicente le dijo a Pilo que le rentaba el cine, y ahí fué cuando ya Pilo arrendó el cine, Raúl “el Patón” seguía trabajando ahí, y cuando el ciclón del 55, quitaron el cine, porque se volaron las láminas, todo se destruyó el cine, medio se reconstruyó después, pero ahí pagábamos renta, no me acuerdo a quien le pagaba Pilo, porque ese terreno era de los Mar.
Entonces, ya después le dije, vamos haciendo el cine por ahí, en el solar mío, cuando empezamos a construir, o sea que mi hijo y yo nos encargamos del cine, y yo anduve ahí con los albañiles, vigilando la obra.
Ahora en lugar del cine, esta un local, que rento a un señor que hace ventanas de aluminio, y a lado, esta un local que está ocupado por una ferretería.

O sea, que los 2 primeros cines, estuvieron enfrente de la plaza, uno para el lado norte, y otro para el lado sur.
En el otro cine, mi sobrino Alfredo, era el que vendía los dulces, cacahuates y pepitas a vender, ese era negocio de la señora, de la mamá de don Vicente, el dueño del cine. Alfredo ahí trabajaba nadamas por ver las películas pos uno cuando esta chiquillo, pues dice ¡déjenme ver!
El primer cine, estaba en el lado norte, frente a la plaza de Pueblo Viejo, y el segundo cine, estaba en el lado sur, frente a la plaza también, y era el mismo dueño, don Vicente.
Ya ahí, lo hicimos en la mitad del terreno, y ahí está todavía la construcción, y estoy que quiero vender ahí, pero pues, todavía hoy, por ahora estoy rentando el local.

Mi abuelo era una persona muy detallista, el papá de mi mamá. Tenía una libreta, todavía la tenemos, nadamas que la tiene mi hermana Mavis en Cerro Azul; mi abuelo anotaba todo lo que pasaba en Pueblo Viejo de sobresaliente, ahí apunto una vez, que una vez, que me imagino que fue un eclipse, pero mi abuelo no pone eclipse, no sabía el eso, dice que nadamas de repente se obscureció, que andaban las gallinas en el patio, y se obscureció y las gallinas corrieron a subirse al palo, y al rato, volvió a aclarar, y se volvieron a bajar.
Luego una vez, que les cayó granizo en el pueblo, del tamaño de un huevo.
Por ejemplo, cuando se moría una persona, se enfermaba, o que alguien tenía, que le nació un hijo, y cuando necesitaban las actas, iban con mi mamá, que si no les prestaba la libreta, para ver la fecha de nacimiento de ellos, por que no se acordaban, y esa libreta todavía existe. Mi abuelo tenía todo eso apuntado.

Mientras yo pueda, y tenga inteligencia, voy a buscar la manera de no depender de nadie, y hasta ahorita, gracias a Dios, me ven en esta silla de ruedas, pero a mí, mi mente me trabaja muy bien, hago sabanas y fundas, he vendido ropa interior traída expresamente de México.
Porque mire, cuando falleció mi hijo, pues usted sabe que todo implica gastos, luego la enfermedad de mi marido, y mi enfermedad también; llego un momento en que yo no tenía ni un cinco. Yo me acordé de la tienda donde yo iba a comprar a México, yo siempre pagaba de contado todo, y entonces yo me dije ese día… ¿y ahora que voy a hacer? Ya había fallecido mi marido también ¿Qué voy a hacer? No, pos yo voy a hablarle a Felipe. Felipe se llama el dueño de la Parisina en México.
Y ya le dije, Felipe, te habla la señora Berta, y le di mis datos, exponiendo lo siguiente:
Mira Felipe, me paso esto y esto, yo quiero que si tu puedes ayudarme de esa forma, dándome a crédito mercancía, porque también quiero que confíes en mi, yo te lo voy a agradecer bastante, también.

Yo soy mujer, pero siempre he tenido palabra, y mi palabra cuenta mucho para mí, porque si alguien no tiene palabra, al menos para mí, una persona que no tiene palabra, no vale nada.
En eso quedo mi llamada a México, también le dije, Felipe, ten en cuenta que yo no vivo en la ciudad de México, pero tampoco te voy a quedar mal por eso.
Eso, si puedes darme crédito, y si no, pues deja ver si yo consigo dinero por acá, o junto, y ya te mandare, te abonare.
Bueno, se quedo un rato callado, pensativo creo yo.
Yo le dije, si no puedes, no hay problema, tan amigos como siempre.
Me dijo, no señora, es que estoy viendo cual empleada esta desocupada, para que le tome su pedido.
Luego, luego me mando en ese entonces, 5 millones de pesos de crédito.
Y empecé yo a vender, y a vender, y a vender. Y todo lo que ganaba, ¡va para allá! Y así duramos 17 años de negocios. Ahorita no le debo ni un cinco, pero ya no vendo esa mercancía, es que las ventas han bajado mucho, esta todo muy duro, la situación crítica.

He pensado, ¿ahora que voy a hacer? , bueno, ahora me voy a poner a vender sabanas, fundas; hago cortinas, manteles, mandiles de hule y de tela, juegos para la cocina, para la licuadora, agarraderas, de todo hago. Hubo un tiempo que tuve vivero, vendía plantas de ornato y medicinales. También vendía agua potable, ¡no, no! Aquí yo hago de todo.

ES QUE YO NUNCA HE SIDO NEGATIVA.

Ahorita estoy vendiendo chanclas, me trajo una amiga de Tampico, una caja llena de chanclas, me dijo, Berta, mira, aquí te traigo esto, para que vendas, y ya casi las termino. Las doy a un precio económico, e ahí el porque se están acabando.
Allá me siento afuera, y veo pasar a mis clientas de antes, y ya les digo que tengo en venta.
Mi esposo y yo, nos despedimos de doña Berta Salazar Cruz, agradeciendo sus atenciones.
Ella es un ejemplo de lo que es un espíritu con mucha fortaleza, una persona que se debe de admirar.

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