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miércoles, 6 de mayo de 2009

Doña Salustia Maya Hernandez de Gutierrez

DOÑA SALUSTIA MAYA HERNÁNDEZ DE GUTIERREZ

Padre: Pedro Maya Careta, y sus padres fueron el señor Pedro Maya y la señora Dolores
Careta.
Sus abuelos fueron Don Teofilo Careta, y doña Hilaria Vargas
De Careta.
Madre: Lina Hernández de Maya., y sus padres fueron el señor Norberto Hernández Mar, y
la señora Ponciana Lázaro.
Su familia era de rumbo de Chinampa de Goritza, Vera
Cruz.
Hermano: Víctor Manuel Maya ( + )
Mamá de crianza: su tía-abuela, doña Josefa Careta de Florencia, esposa de don Francisco
Florencia, y eran descendientes directos de españoles.
Doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, nació el 18 de junio de 1937.Y nos narra con lujo de detalles, demostrando con ello tener una memoria privilegiada, así como una muy buena disponibilidad para compartir con los pueblovejences, y a todo aquél que desee conocer esa parte de la historia de Pueblo Viejo, lo que a ella le toco vivir o conocer por haberle sido narrado por las personas mayores de su familia, y que forma parte del todo de la historia general del pueblo, lo siguiente…
Platicando con mi tía-abuela, le decía yo:
- Oye, mamacita, ¿como llegaron aquí?
Y me respondía…en barco. Eran varias familias de Cataluña. España, y otra rama de la familia venían de Barcelona, y era la de los Rufranco, y la otra rama de los Rufranco, se fue a Huejutla, Hgo.
Mi tía –abuela, me comentaba, que habían salido varias familias muy importantes del pueblo, al paso de los años.
Mi tía-abuela, doña Josefa Careta de Florencia, tenía el siguiente dicho en sus labios:
“Cuando Tampico este perdido, Pueblo Viejo, apenas empezara a perder”.
Mi bisabuelo don Teofilo Careta, que era cabeza familiar por parte del mi padre, estaba casado con mi bisabuela doña Hilaria Vargas de Careta, y vivían en la casa grande de piedra por la calle Carranza. Mi bisabuelo tenía matanza de res, de puercos. Tenía panadería de pan fino y sencillo, y también dulcería. Tenían mucha servidumbre.
Aquí en el pueblo, vivía un señor llamado José, que vendía dulces y naranjas, que comentaba que había sido uno de los vendedores de mi bisabuelo.
Mi abuelita Dolores Careta, se caso con mi abuelito Pedro Maya, que fue fundador de las carnicerías del pueblo.
Los Rufranco vivían por la calle del auditorio, a mano derecha, la calle 1922, y la transversal, donde vivía la familia, era la calle Centenario.
El último descendiente de mi tía Maria de la Paz Careta de Maya, fue Maria Eugenia Rufranco Careta, que murió a los 85 años de edad, y era señorita.
Su casa estaba acondicionada con muebles austriacos, cuchillería de plata, y tenían un gran espejo.
La familia Rufranco Careta, tenían una barrica, hacían vino.
Mi tía –abuela, doña Josefa Careta de Florencia, me contaba que cuando entraron villistas y carrancistas al pueblo, hubo balaceras, y que doña Hilaria Vargas de Careta, escondía a sus hijas en un cesto de ropa, y a los varones, los fueron a esconder en un árbol muy frondoso, en un lugar llamado Charco Prieto. En el camino que esta rumbo a Tampico Alto, se conserva aun un árbol de cedro, a mano derecha del cementerio, donde se colgaban a los que agarraban los villistas o carrancistas.
El centro del pueblo estaba por el cementerio, por toda la prolongación de la carretera, la que sube del cementerio hacia Tampico Alto
Ahí se llamaba San Isidro, actualmente hay un fraccionamiento, llamado así, San Isidro.
Habían fiestas a San Isidro, y mi bisabuela, doña Hilaria Vargas de Careta, ponía un negocio, en el puente grande, que esta actualmente muy viejo; ahí se hacían bailes grandes, que les decían bailes de toldo.
Existió plaza de toros en el pueblo, estaba más allá de los actuales terrenos de la primaria “ Expropiación Petrolera”, como si uno caminara hacia la secundaria, era céntrica, estaba por la calle donde tenían los Rodríguez la tienda.
Al lado de mi casa, existió la molienda de don Juan Camacho, y también producían aguardiente. Comprábamos la caña, y la metíamos al dulce de caña, también se comercializaba la miel. Estaba así de gente afuera de la molienda, a puños. Era mucha la gente que compraba.
Otra molienda que existió, estaba por la calle Francisco I. Madero, en la prolongación al cementerio, en donde hoy están los campos deportivos. Ahí, en ese trapiche, vendían el aguamiel.
Don Juan Rufranco, fue uno de los empleados de la aduana, de la que se encontraba aquí en el pueblo, por la calle donde antes de ubicaba el presidio.
Doña Maria de la Paz Careta, hermana de mi abuelita Dolores Careta, pidió que en su féretro, se colocaran sus fotografías mas queridas, había unas de gran tamaño.
Otras fotografías familiares se perdieron, cuando la inundación de 1955.
Mi tía- abuela, doña Josefa Careta de Florencia, me hacia la observación de que la laguna se había comido mucha tierra del pueblo.
En la plazuela de San Antonio, donde esta ahora la placita, llegaban por el camino real los comerciantes de Huejutla, y otros lugares de los alrededores y ahí hacían su plaza, su venta de tinajas, loza y productos agrícolas.
Cuando mi abuelita Dolores Careta, manifestó su deseo por contraer nupcias, fue depositada en resguardo con su madrina de bautizo, con doña Angelita Artolozaga, y es así, como se pudo casar.
Mis abuelitos don Norberto Hernández Mar y doña Ponciana Lázaro, se vinieron a vivir aquí, porque periódicamente, mi abuelito don Norberto Hernández Mar, tenía que ir a Nueva York, a cobrar el pago por la renta de las tierras donde estaban ubicados los pozos petroleros. Mi tía-abuela, doña Josefa Careta de Florencia, me contaba que existía un acuerdo, de que los hijos de mis abuelitos Norberto Hernández Mar y doña Ponciana Lázaro, se educarían en los Estados Unidos.
En la escuela primaria, pase una infancia muy feliz, cantaba, declamaba, mis recitaciones eran de la bandera, a México, a la primavera; habían “veladas” el 15 y 16 de septiembre, en el foro de la misma. Pasaba a recitar a la tribuna. Toque el tambor, en la banda de guerra; jugué basketbol.
Salíamos a las 6 de la tarde, y me echaba una “cascarita”, aunque después llegara a mi casa, con el rostro rojo-rojo, como camarón. Nos encargaban para estudiar un libro de gramática. Para hacer los mapas, cuadriculábamos con medidas exactas, y lo teníamos que hacer a puro pulso, contando los cuadritos, y haciendo las curvitas necesarias. Teníamos que aprendernos el nombre de los países de memoria, los ríos de América, Europa, Asia, África, etc.
Tuve como maestros, al profesor Luis, así como al profesor Luciano, que era muy enérgico.
En una tabla gimnástica, baile y cante “La marcha de Zacatecas”, y lo hicimos con movimientos de los sarapes.
Un maestro que llego de Guadalajara, de nombre Rosas Ruedas, nos enseño muchos bailables regionales, como mosaicos, y nosotras cargábamos en un bailable las jícaras en la cabeza; estas jícaras estaban pintadas a mano, y eran propias del estado de Michoacán.
También salí en un baile español, con castañuelas.
Cante y baile “Alma Llanera”, y Zoila Cervantes, que en paz descanse, se vistió de hombre, para acompañar ese bailable.
Baile un chotis, en donde también participo mi prima de Tampico, Laura Trejo.
Mis familiares, mis mayores, no creían en historias de aparecidos, pero hubo un suceso que los dejo muy extrañados:
Un familiar mío, que era uno de los socios fundadores de la cooperativa de pescadores, salio un día muy de mañana de su hogar, fue de pesca, y al regresar, al bajar del bote, se topo con una gallina con pollitos, por el puente. Ya le habían contado que era una aparición. Por no dejar, levanto el machete, solo con el ánimo de espantar a la gallina y sus pollitos, y lo hizo formando la cruz, por si acaso era cosa mala.
Y quien sabe como paso aquello, que el se cayo, se enterró un pico de botella en una pierna, y de esa lesión, tiempo después falleció.
Contaré cambiando de tema, que hace años, la fuente era un paseo que gustaba mucho a las familias, existía en ese sitio, un lugar llamado “ de la s hamacas”, que era un sitio donde rentaban las hamacas, este negocio era de un matrimonio, la señora se llamaba doña Rosita.
Yo acostumbraba los domingos, acompañada siempre por adultos, visitar ese lugar y rentar hamacas. Mis amigas de niñez, fueron especialmente doña Concepción González de Villanueva (+), mi prima Elda Ruth García de Sánchez (+), mi prima Zoila Estrella Florencia, que actualmente vive en Poza Rica, y fue Reyna de Primavera.
También se organizaban paseos a la playa.
Cuando cumplí 15 años, me hicieron una merienda, en ese tiempo, en el pueblo no se acostumbraba como ahora los festejos de 15 años en un salón de eventos.
Mi tía Maria de la Paz Careta, me llevo a Salamanca. Mi tía me llevo de aquí a Veracruz, porque ella quería que conociera lo mejor de allí; que me cultivara y me quería llevar en avión, pero por ser tan jovencita, me puse a llorar y llorar, de manera tan asustada, que el viaje terminó siendo solo en carretera. De joven viaje mucho.
Estuve en Salamanca un tiempo, y a los 18 años de edad trabaje en Petróleos Mexicanos, pero como estaba acostumbrada al mimo del pueblo, decidí regresarme. Ya aquí en el pueblo, siempre iba con mis amigas a los bailes, acompañadas siempre por personas adultas, y es que eran de las 9 de la noche para acabarse a las 3 de la mañana, y se llevaban a cabo en las instalaciones de la escuela primaria “Leona Vicario”.Tocaban la orquesta “Los Gatos Negros”, la orquesta “Tampico” y la del maestro Samuel Pegueros.
Cuando quise regresar con mi tía Maria de la Paz Careta a Salamanca y volver a trabajar en Petróleos Mexicanos, hice mis maletas, pero venia en camino el ciclón del 55, y no había modo de salir de Pueblo Viejo. Cuando salí con mi familia a buscar un refugio, solo yo tenía mi ropa en maletas, y fui la única de mi familia que logre sacar la mayor parte de mi vestimenta.
Hasta aquí su narración en primera persona, cuando yo le hago preguntas, contesta empleando en forma categórica la oración: “yo tengo conocimiento”, yo admiro su alto sentido del reconocerse como una fiel depositaria de los conocimientos, relatos e historias de sus antepasados; se percibe de inmediato que ella tiene en alta estima su conocimiento de quien es ella, de quien es descendiente, de su conocimiento de cómo ha ido evolucionando el pueblo, personas como doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, permiten a las comunidades, rescatar lo mas preciado que puede existir de una población: la memoria colectiva.
Doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, contrae nupcias con don José Gutiérrez Cerecedo, y los hijos de este matrimonio son:
Dolores, que vive en Orizaba, y su esposo es Cipriano Navarro.



José Javier, tiene conocimientos en mercadotecnia, y vive en el pueblo.
Andrés


















Jorge Abraham, profesional técnico en construcciones pesadas, vive en el pueblo.
Pedro Vito, ingeniero químico, está en Colombia, casado con una oriunda de ese país.
Gerardo de Mariamayela, vive en el pueblo.
Víctor Manuel, vive en Tampico.
Marco Antonio, es ingeniero electromecánico, y vive en Tampico.
Cuando llegó personal de la SEP para instalar una escuela preparatoria en el pueblo, se necesitaban una cantidad determinada de alumnos, en Tampico ya habían iniciado las clases, y varios de los jóvenes del pueblo, ya estaban inscritos en aquel estado.
Y doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, con el único afán de que la preparatoria no se fuera del pueblo (ya la estaban solicitando en otro municipio de Veracruz), anduvo de casa en casa, tocando puertas, haciendo labor de convencimiento entre los habitantes de Pueblo Viejo; para que los jóvenes que aun no estuvieran inscritos en ninguna preparatoria de Tampico, lo hicieran en la que se iba a inaugurar en el pueblo.
El lic. Treviño Mar, que en paz descanse, era en ese entonces presidente municipal de Pueblo Viejo, y el mando hacer unos spot de propaganda, en una difusora de radio de Tampico.
Y se logro el objetivo, a partir de ese tiempo, hay una escuela preparatoria en el pueblo.
Refiere doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, que la primera reyna de las fiestas de la fundación del pueblo, fue la señorita Eloína Arteaga Hernández.
La tía-abuela de doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, doña Josefa Careta de Florencia, enfermo de trombosis cerebral, y duro doce años paralítica, solo podía estar acostada o en un sillón. En un noviembre, una bolita le salio, por un costado.
El doctor al examinarla, diagnostico la gravedad de su estado, y le dijo a doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez…dale lo que quiera, porque de que se va, se va.
Falleció un 17 de abril, tiene como 38 años de eso.
De su mamá de sangre, doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, refiere que por 30 años estuvo al pendiente de sus cuidados, de todo a todo.
Doña Salustia siempre asiste a los eventos del pueblo, y participa de manera entusiasta, amena y muy feliz de las actividades que se realizan por motivo de festejos cívicos, o por conmemoración de algunas fechas dignas de ser recordadas.
A ella le gustaría que se llevaran a cabo en el pueblo más actividades culturales, comenta que si viviera más cerca del Metropolitano, iría a todos los eventos que se desarrollan en el mismo, pero es algo retirado de Pueblo Viejo, y se hace muy de noche, para ir y venir.
Ya para terminar, le preguntamos mi esposo y yo:
Doña Salustia, ¿porque quiere usted al pueblo? y responde, yo quiero al pueblo, por la sencilla razón, que siempre nos hemos visto todos como una familia, por la tranquilidad que hay, y porque fue la cuna de mis antepasados.
Mi tía-abuela doña Josefa Careta de Florencia, trato a su familia como algo muy especial.
Y añade doña Salustia:
Me decía mi tía-abuela, doña Josefa Careta de Florencia:
SIEMPRE HAY QUE APOYAR, AYUDAR Y QUERER A LA FAMILIA COMO ALGO MUY ESPECIAL.
Y AL PROJIMO Y A LOS VECINOS, HAY QUE TRATARLOS COMO FAMILIA.
La casa de doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, cuenta aparte del agua potable entubada, con un pozo de agua, que se realizó hace mucho tiempo, por orden de su tía-abuela, lo ademaron con piedra, el albañil que lo hizo, fue el señor Juan Chuchito.
Y vi en el gran patio de doña Salustia, infinidad de plantas, entre ellas, unos lirios blancos, con su olor tan característico, que me recordaron mis juegos en la plaza del pueblo, y abrace a doña Salustia Maya Hernández de Gutiérrez, al despedirme de ella, y en ese abrazo, abrace al espíritu del pueblo, que habita en todos y cada uno de sus habitantes.

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