Visitantes y amigos de este blog

miércoles, 6 de mayo de 2009

INICIO DEL LIBRO "PUEBLO VIEJO VOL. 2 "

DON NICASIO CERECEDO ORTIZ

Padre: Don Gregorio Cerecedo Asunción.
Madre: Doña Antonia Ortiz.

El matrimonio era originario de Chicontepec.
Hijos: Guadalupe, Josefina, Nicasio, Gabriel, Gregorio Chico, y Candelario, que murió siendo un niño, de leucemia, a los 9 años de edad.
Don Nicasio Cerecedo Ortiz, quien es la persona que narra la presente semblanza, nació en Pueblo Viejo, en Octubre de 1925. Nació por el cementerio, por ahí vivían.
Narra lo siguiente:
Como fuí el primer nieto, fui criado de abuela.
Mi abuela Eduviges Asunción, y su esposo, me criaron. En aquél entonces, pos, veníamos al mandado a pie. Y mi abuela me contaba muchas cosas.
Ella decía, que un tío mío, que se llamaba Gabriel Cerecedo, y que era capitán, lo mataron a él, y a su caballo, a balazos.
También, me contaba mi abuela, que hubo balacera, mucho muerto; que se ocultaban tras de los poyos, por los balazos. Había una caballeriza frente a nuestra casa.
Aquí había Cuartel viejo, frente a mi casa, se veía bonito, hace poco lo tumbaron. Estaba ahí un subterráneo con escaleras abajo, bajé una vez esas escaleras, ahí había un olor fétido, y se veía un pozo.

Existía otra construcción militar, conocida como “La Combinación”, o la Casa de los Azulejos, porque estaba toda azulejeada, llegaba hasta a media cuadra de mi casa. Y abajo, había un Campo de Tiro, para los oficiales y un paredón de bloc, con arcilla y zácate, y nosotros, de chiquillos, recogíamos los pedazos de plomo. Tocaban los tambores y cornetas.
Primero fue el 7to. Batallón, y luego el batallón #34, que fue donde había yaquis. Su general, llamado Amarillas, era blanco, no muy alto.

En 1944, fue presidente municipal de aquí, de Pueblo Viejo, mi tío Manuel Cerecedo.
Aquí estuvo trabajando Lázaro Cárdenas, yo lo conocía, porque él era amigo de Pablo Ferro, y cuando estaban en la plaza, yo de cuzco, pasaba cerca de ellos.
Casi desde los 7 años aprendí a sacar jaiba, después a usar el arpón. Se todo del marisco, como se reproduce y cuando, el ostión, la jaiba, el de escama.

En una ocasión, cuando yo tenía casi 8 años de edad, acompañando a mi papá en la pesca, estábamos por la Punta de Santa Clara, eran como 10 o 12 personas, en línea, para afuera de la orilla, y llegamos mi papá y yo, y nos pusimos en la misma orilla, y pusimos un hilo, y anocheció, cuando se empezaron a oír unos hachazos, y ahí estaba un árbol frondoso, un higuerón, que no lo podrían abrazar ni tres hombres.
Las personas que estaban cerca, empezaron a gritar: te encargo una carga de leña, te encargo dos cargas si haces carbón, etc.
Oímos, cuando se desgajó, cuando se cayó el árbol. Pero todo ese ruido eran mentiras, para nada… ahí esta todavía.
Papá dijo, vámonos, que esto no es cosa buena.

En otra ocasión, eran como tres o cuatro charangas chicas, y unas grandes, y nos venimos papá y yo, y al llegar a la Punta de Buda, entonces afuerita, empezaron a gritar unas gentes… ¡auxilio! Que nos ahogamos.
Papá dijo: son los muchachos que vienen de las Guasimas, que es un lugar pegado a la Retama.
Se veía como que traían varas de otate, y costaleras de otate.
Papá dijo, ¡Vamos! porque esas gentes se vayan a ahogar.
Nos fuimos siguiendo los gritos, y cuando llegamos al lugar, ya estaban lo doble de retirado, y dijo papá: ¡Vámonos Cacho! Porque esto no es cosa buena. Se va a venir el norte. Y no era nadie.

Les voy a platicar, como una vez, se nos hizo de noche pescando, llegamos a la Cañada, eran como las 12 de la noche, y vimos una panga, con HACHO y arpón, y una canastilla, que se alimentaba con trapo con chapopote, en el Poste Alto, y se alumbraba con eso, la vimos con la luz, se miraba abajo el pescado.
Éramos Arcadio Cruz (mi suegro), Marcos Reyes y yo.
Alguien dijo… vamos a calentar el lonche y el café. Porque todas las noches hacíamos lumbre y lo calentábamos, esa vez, parece que ya nos daba, por que no quisimos hacer la lumbre. Cuando oímos una panga remando.
Dijimos, ¡mira! Esos andan como nosotros, andan buscando la vida. Y a los 75 o 100 metros, se oye cuando cayó la panga. Ahí estábamos, fue a la hora de que pasa el avión, y todavía pasa el avión, a las 12 de la noche. De la panga, nada se veía ya. Se desapareció.

Oímos que venía una recua de mulas, eran unas 5 o 6 mulas, por toda la orilla, y cuando los animales metían el casco, se escuchaba como si fuera lodo, se oía… zoooc, zoooooc; pero no había lodo, era puro cascajillo (cascajo del ostión).
Se oía como resoplaban las mulas… prrrr, prrrr, prrrr, y los arrieros venían hablando voces de ultratumba, no se les entendía nada, y ya cerquita de nosotros, como a 15 o 20 metros, las vimos nosotros, a las mulas, y una se atascó, y se oyó como cadenas, o dinero; ahogado el ruido, como de arandelas.
Nos paramos sin decirnos nada. Uno de nosotros agarro el remo, otro palanca, otro canaleta, y hasta como unos 200 metros, iba zumbando el bote de miedo.
Y todos cansados, entonces, dijo mi suegro, don Arcadio Del Ángel:
¡Vámonos! Que esto no es cosa buena.
Nos venimos, al llegar a la orilla, nos dijo, tiendan el hilo ustedes, porque yo me siento malo. Yo seguí yendo a pescar, con mis amigos. Le preguntaba por él a Cecilia, la mamá de mis hijos, me dijo días después, que su papá decía que si podía ir a verlo. Llegué a su casa, me pusieron una silla para que me sentara, mi suegro estaba malo, hablaba enterpejamado, y me dijo:
Te mandé llamar, para que vayas a sacar el dinero, que ese dinero es tuyo.
Yo le dije a mi suegro que sí, pero yo no fui, ¡que iba a ir!
Cuando regresé a mi casa, apenas llegando, que me vienen a decir que ya había muerto.

Luego me pasó esto… andaba a media noche, pescando, tenía puesto el hilo, me acompañaba este muchacho, Candelario Escalante Molar, le decían “La Matita”, y luego, cuando estábamos pescando, estaba acostado por popa y el por proa, y de repente dijo… ¡mira! ¡Mira!
Le pregunté… ¿Qué pasó?, me dijo: cayó una bola de lumbre al agua, y de rato dijo Candelario, vámonos, tengo escalofríos, y a los 4 o 5 días, murió. Y esas bolas de lumbre, contaban, que caían mucho ahí.
Esa vez, yo no la vi, es que dicen que así como caían, brincaban sobre el agua, y se desaparecían.
En una ocasión, andábamos pescando, Domingo Reyes, el marido de Antonia, a él lo conocemos como “Cotorrula”, también andaba trabajando Domingo Maya, hermano de Alberto Maya, el que lo crió doña Paula Alamilla, y estábamos en la orilla, ya habíamos lonchado, solo que estábamos reposando, para luego seguir pescando, cuando dijo….
¡Mira! ¡Mira! Que dijo que la lumbre que caía y que saltaba, y que se viene
el a la tierra. Y se vio malo como por 15 días, y tuvieron que ramearlo, y con huevo, y de espanto. Se salvo, y ahora el cura torceduras.

Una vez, andábamos pescando, en el Estero de Tamacuil, exactamente en el Esterillo “Las Uvillas”, íbamos tres, que éramos mi papá, mi patrón, hijo de Irineo, el que molía caña, creo que se llamaba Tereso; mi papá iba de frente, nosotros de espalda.
Oímos el ruido, ruidazo que traían, como que iban abriendo brecha entre el monte, como un ciclón.
Era un caballo muy grande, con jinete, y que las patas traseras del caballo, quedaron apoyadas en el barranco, y las patas delanteras se quedaron en el Esterillo, y tenia como 14 o 15 pies de hondura.
Papá cuando vio ese caballo, nos grito…. ¡guárdense! ¡Guárdense! ¡Se aboga! ¡Se aboga! (pa atrás, pa atrás), y hasta que ya estuvimos lejos de ese lugar, fue cuando papá nos contó lo que el vio.

Una vez, iba yo con un compañero, era Jesús Mar, alias “El Patillas”, hermano del “Coreano”, del “Jaibitas”, porque pesca jaibas.
Íbamos allá atrás de la Cruz de Piedra, iba con lancha de motor.
Rebollaba (brilla el agua) decimos arde el agua, por el salitre del agua (muy salada).
Entonces me hizo así, una seña, de que viera lo que había aparecido en la laguna, entonces me vine, se acerco el, dejamos el pescado atrás, era una linterna de Coleman, con brillosa luz. Cuando llegamos, ya estaba la luz como a 200 metros.
Como yo la laguna la conozco como la palma de mi mano, en la Isleta Grande, parte sur, ahí canaleamos. Porque ahí se metió la luz, por atrás de la isleta, y la vimos la luz como a media isleta.
Y me voy hecho el lance. Cerca de donde andaban ellos trabajando, y vi cuando el patrón agarraba los rollos de corcho y el plomero, y era una cosa exagerada, rápido, de rapidísimo, y el otro llevaba el remo empujando; y yo calcule, el da la vuelta, y al dar la vuelta, se apago la luz.
Y le dije…. ¿no viste? Se desapareció.

Y apareció en la Isleta Grande, y levantamos todo, solo habíamos capturado 1 o 2 pescados de lisa, y seguimos la luz, y luego apareció rumbo a las “Vendimias”, en la Isleta Grande, y después agarro rumbo a las Mojoneras.
Cuando ya no hubo viento, me dijo mi papá, huele a chapopote, y luego dijo huele a café. Es que se venían los olores de la Isleta Pérez, los olores de las fábricas del Orange, la Jabonera, la que hacía el jabón “Lirio” y el “Cocol”, y me dijo el patrón, ¿para donde le pego? Le conteste para “Vendimias”, o para “Barranco” y antes de llegar a “Barranco”, se nublo como el tornado, con muchas nubes negras, y se vino un viento muy fuerte, y pasamos sobre las charangas, como volando, y ya íbamos llenos de agua, y pasamos rompiendo varas de otate de las charangas.
Y ahí estuvimos, hasta el otro día, y si nos agarra mas afuera, no la estuviéramos contando.


¿Quieren que les cuente otra?
Cerca de Tamiahua, pedimos permiso en un potrero. Les dijimos, somos pescadores de Pueblo Viejo, y les dijimos de quien y quien éramos familiares de familias de Pueblo Viejo, ¡y si!, porque ya salimos casi, casi ¡parientes!
Y el mismo dueño del potrero, desatoró la alambrada de púas, para que pasara la camioneta donde íbamos. Eran puros zacatales, y nos pusimos debajo de un higuerón grande, estábamos ahí en la noche, cuando nos pusimos a calentar la cena. Éramos como 7 u 8 gentes, de los que recuerdo eran Panchito Careta “el Pollo”, el marido de la Raspa, Alberto Cerecedo y otros.
Y como a las 9 de la noche, calentando las tortillas, las cuales asoleamos antes, para que aguante la tortilla días, oímos quejidos, como tres quejidos, y Pancho “el Pollo”, que estaba acomodando las tortillas dijo, yo me voy para adentro.
El “Fofoy”, Tacho mi cuñado, hermano de Cecilia Del Ángel, también se quitó de ahí.
Y yo por más valiente me quede allí, y yo en realidad, nunca tuve miedo, de rato, escuche otro quejido. Y yo creía, que era algo que nos querían espantar.
Al otro día, todos dijeron…. ¡vámonos, vámonos! Y el señor, dueño del potrero, nos pregunto porque la prisa, y le contamos todo.
Y dijo, con razón, como se les ocurrió ahí, y debajo de ese higuerón, si ahí colgaron a más de 30 gentes, por eso se oyen ahí quejidos.
Ese potrero, esta de San Luciano, adelante. Supe que muchos enterraban el dinero.

De tiendas, estaba “La Barata” del chino Ángel. En el Camarón vivía mi tío Manuel Cerecedo. En el poste nos poníamos a jugar al burro cansado.
Vivía Manuel Cuan, el papá de Ángel Cuan y Juan Puon “El Chinito”, donde está la tortillería.
También estaba la tiendita de don Simón, estaba por la iglesia.

Yo me acuerdo que cuando iba a cumplir los 17 años me casé, con Cecilia Del Ángel, que era originaria de la Retama, tenia 14 años en ese tiempo, y su hermana se llamaba Hermelinda Del Ángel.
En el sorteo de conscriptos de Monterrey, me tocó bola blanca, y me fui a Monterrey.
Y fui Sargento Segundo y me dieron orden que fuera a Puebla al examen.
Me hice Sargento Primero, que es bien difícil, porque de ciento y pico, solo hay un sargento primero.

De mi matrimonio con Cecilia Del Ángel (+), nacieron los siguientes hijos:
José Manuel Cerecedo Del Ángel.
Santa
Carlos
María Victoria (+) ayer la sepultamos. 3/junio/2008
Josefina
Lidia

Mi casita la hice con lodo amarillo, con zácate, revocado con cemento, luego la tumbé y la hice después de madera. Teníamos como 40 botes jaiberos, se sacaban como cinco toneladas de pescado, de la lisa. También me gustó el comercio, iba a la Rivera.
Mi segunda esposa, se llamaba Inés Careta Díaz (+).
También es mi hija la maestra Laura Inés, que trabaja en la escuela primaria Manuel Azueta., y la profesora Alicia, también es mi hija. ¡Tengo en total 14 hijos!
Nos despedimos de don Nicasio Cerecedo Ortiz, agradeciendo sus atenciones, y ya para retirarnos de su hogar, nos manifiesta: si cuando terminen ese libro, yo ya no estoy, ahí le dan un ejemplar, a uno de mis hijos. Para que sepan, lo que yo les platique; que lo que yo he vivido, lo vean escrito en un libro.

-¡Oiga! Don Nicasio Cerecedo, no diga eso, nos vamos a apurar a hacer el libro, y además, usted, pues, Dios lo ha de conservar con bien mucho mas tiempo.
-Pues que mas quisiera yo, pero en eso quedamos; que nadie tenemos la vida asegurada.

Nos retiramos, mi esposo y yo, sintiendo la presión del tiempo encima, Don Nicasio, tiene cuadernos, donde apunta dichos, y todo lo que le parece interesante del pueblo, como leyendas, y sucesos sobrenaturales, verídicos, por años lo ha hecho. No queremos fallarle, ahí si que no queda más que pedir la ayuda de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por visitar el blog